Lenguaje divino: mediación entre el poder y el agnus dei
Dr. Pablo A De Cuba/ Cubanálisis-El Think-Tank
Ambos son poderes, pero a simple cara de su composición e integración funcional, uno manda y mata y el otro reina y ama. Lo anterior es, al menos, en teoría simple sobre la doctrina del poder y la exposición de la razón.
No pretendo componer o interponer en este escrito una hipótesis en el pesimismo de la razón abierta en un pecado inconcluso por falta de escrituración. Tampoco lo intento entronizar en la idea consuetudinaria de una práctica jurídica, moral o doctrinal filosófica. Si desgarro en la idea de modificar en determinada escritura sagrada un simple concepto, pudiera entenderse un revisionismo teológico y no un mero análisis para los materialistas de la gnosis sin llegar, por supuesto, a la gloria de Sócrates o de Kant.
Pudiera exponer algo en una crítica a la duda razonable sin temor al ataque de la ignorancia o del miedo que siempre deja lo desconocido. ¿Qué hacer ante tal incertidumbre provocada por la incredibilidad de la inexistencia de la tolerancia o del dialogo dentro del régimen cubano? Será una negativa a un positivismo real de cambio en mi país o es que, acaso, veo una treta de alta calumnia donde la desfachatez gubernamental supera la abstención a la tentación terrenal o el sacrificio humano por el pecado.
Poder o amor indiviso: ¿qué queda para descartar la línea casi invisible que ronda la interinidad del poder gubernamental o el poder eclesiástico? Entonces enfoquemos en el uso de la razón, la cual, como sabemos, se vale de principios para integrar su propia naturaleza tautológica y no admite discrepancias en una imposición sin dialogo.
Es así de claro que siempre ha de triunfar la razón. Para el entendimiento no solo basta el buen lenguaje de forma clara, diáfana y transparente, sino exponer lo que la razón humana es capaz de otorgar respecto a toda coherencia e inclusive contradicción a las proposiciones, no tanto atendiendo solamente a su contenido como al entendimiento del fondo de sus relaciones lógicas. De ahí parte la premisa del éxito en el uso de la razón.
Ambos son poderes, pero a simple cara de su composición e integración funcional, uno manda y mata y el otro reina y ama. Lo anterior es, al menos, en teoría simple sobre la doctrina del poder y la exposición de la razón.
Es imposible concebir la intolerancia si hablamos del eterno, salvo lo entendido por el pretendido eterno totalitarismo cubano, y eso puede ocurrir.
El despotismo de estado cubano es capaz de negociar cualquier cosa y a cualquier precio, siempre que neutralice o desacredite todo hálito contra su tiempo de espera y su garantía de ejercicio sin límites del poder.
La inmaculada concepción del poder que reina en lo que fuera la brillantez opaca de su máximo líder, solamente es pecaminosa por debajo de sus botas. La supuesta pureza de la revolución cubana no admite desacreditar nada ni nadie, incluyendo el acto divino.
No se puede buscar, y no podemos pretender que se repita lo que en Betania ocurrió, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. En este dialogo si habrá un sacrificio para llegar a un acuerdo, pero no una ofrenda de la tradición judeo-cristiana de la pascua con el Agnus Dei. Aquí no hay que expirar pecados sino causas de inquietud política, tanto dentro del poder gubernamental cubano como del eclesiástico.
En estos momentos no podemos de hablar de corderos, ya que el sacrificio acumulado ha sido mucho, pero sí de estrategias entre dos poderes, que sí ha de quedar plasmado en el aire de acuerdos. El poder de un sistema totalitario de apenas menos de un siglo de existencia, y de otro poder que ha sobrevivido a casi la historia de la humanidad. Acaso hablamos de un dialogo entre el poder actual y el poder pretendidamente eterno. Poder político y poder divino.
No quisiera llegar a sentir que mi cubanía se desgarra entre la duda y la sensatez. Pero la confesión in personae que en el eterno dialogo que sostengo con mí silencio no me llevan a destacar otra cosa conceptual que la jugada del poder político cubano sin Fidel Castro ha llegado a surtir efecto, a pesar del alcohol y la falta de liderazgo. Llego temerosamente a concluir que es una perfecta pasada (diríamos a lo raulista) de un asunto que ante el altar de la desesperanza cubana sonó en los cantos gregorianos de los arrabales cubanos a toque de tumba.
El sacrificio del cordero no lo van a poner ni el gobierno ni la iglesia católica cubanos. No hay necesidad de purgar pecados. La carga será de aquellos que tendrán que aceptar “un acto de buena voluntad política y de hermosa entrega cristiana”: la libertad, aunque condicionada y bajo sujeción, de los presos de ideas injustamente encarcelados en esa primavera negra. Todo a cambio de una supuesta estabilidad.
Pura contradicción e inmerecida falsedad. Cuba es un polvorín por ésta y por muchas causas más.
Esta armonía imperfecta, pero natural, descansa en la casi imposibilidad de armonizar un dialogo de principios entre el ateísmo y el credo para resolver asuntos del mundo de los mortales, como es la política y la disidencia política.
Trato de ver en la armonización de los textos sagrados con las obras sobre política y economía marxista: difícil trabajo, pero ha de ser útil explorarlos.
Iniciamos la exploración en algo que parece un aliento desmedido de una relatoría fáctica que se explicitaría así: La Habana, un día de domingo de un año cualquiera, pero posterior a la primavera negra. El lugar es la Iglesia de Santa Rita en la 5ta. Avenida, en Miramar. Olor a salitre y hermosura de paisaje se confunden con el blanco que visten cuerpos de mujeres en compañía con lo coherente animado del reino vegetal: gladiolos.
Lo anterior llevaría a la analogía de un perfecto acontecimiento que estremecería la dignidad cubana y desgargantaría la bajeza política de un gobierno que, usando a sus propios súbditos como servidores de la mayoría inconforme y obligada a actuar en algo que no conocen, y que pertenece otro ángel caído, las reprime y de ellas abusa. Un ángel con apariencias de implacable, pero temeroso de si mismo, que sin embargo, aún juega duro y maniobra con socarronería. Lástima que esa astucia no sea a favor del bienestar. Esa propia astucia que no es otra cosa que su concepto despótico de “tener el diablo en el cuerpo”.
Para sintetizar el fondo de este difícil asunto, lo pudiéramos ver de la siguiente forma: negociación entre la Iglesia y el Gobierno cubano. Esa es la imagen que aflora ahora.
La exclamación humana sería “por Dios, que difícil es negociar en el socialismo”. Esto sería como una encomienda de neutralidad difícil de consagrar en un monólogo de poder.
Para negociar hay que hablar, dialogar, y dejar sentadas posiciones, para tranzar sobre puntos conexos, y definitivamente llegar o no a un acuerdo final. El éxito depende del interés real de solucionar el asunto puesto sobre la mesa, y la forma de su resultado queda, si estaríamos en igualdad de condiciones, no en imposiciones unilaterales, sino en concordancia inter alia con una tónica, a veces de perfidia, de los negociadores.
Partiendo del dialogo, se descarta la imposición, de ahí estamos en la base de la negociación. En este estadio de cosas es necesario superar las intenciones ocultas, así sean parte de lo pretendido en el pacto al final.
Ahora queda solamente establecer lo que de antemano se anunció negociar. El objeto o punto(s) central(es) o medular(es) a llegar en un acuerdo. De ahí proviene el interés para forzar posiciones y buscar el centro común de la utilidad de cada parte (s).
Para lo anterior, la relatoría sería: la Iglesia cubana se preocupa por su pueblo en condiciones de difíciles situaciones y de un endurecimiento en el tratamiento de la población y sus problemas cotidianos. Ya se teme que la fe se aísle o se pierda ante tanta incertidumbre. El hombre, por naturaleza y condición, deja de ser creyente de todo ante su propia desesperanza.
Dar y ceder. Tomar y buscar. Transparencia. Esa es la idea. Pero la verdad es que nada de esto existe en un dialogo de mediación entre la iglesia y el gobierno en Cuba. El poder en Cuba es excluyente e indiviso.
Al hombre común y cotidiano, el simple mortal del diario hacer, se le hace difícil concurrir al confesionario. Su tiempo es sólo válido para pensar qué hacer. Sin embargo, una alerta de vigilancia cederista o partidista lo puede sacar de sus aprietos morales aunque le quede el disfrute del tiempo del fracaso del resto del día por no haber resuelto nada. Como la nada en si nada inspira, la citación del acto político lo hace justificar su propia desesperanza. Solo le queda decir: veremos mañana qué se resuelve. Ni lo social ni lo religioso le surtió efecto en su pérdida de tiempo. Con esta forma de vida, al cubano le es difícil entender el antagonismo, ya que está inmerso en su propia contradicción diaria. Está anegado en su inutilidad de cada día. No tiene nada con que comparar algo. No le importan las ideas vestidas de blanco, a pesar de que las admira y en silencio las felicita.
Con esa demostración anterior, es imposible tener respaldo social en un proceso de diálogo y cambio. Solo lo abrupto hace accionar y reaccionar al cubano de a pie, y ahí está el peligro del estallido social. La sacudida supera la prudencia y afloran los sentimientos más bajos: el odio y la venganza. Esta pintura es la del cubano que mira y no sabe que son esas ideas blancas y, peor aun, no reconoce los gladiolos.
Esto no impide la encomienda de la relatora de los hechos y se enfoca en que la situación de esas mujeres siempre, o casi siempre, parte de una iglesia, en ese mismo lugar de Miramar, y está relacionado con la primavera negra. Piden por sus familiares. Piden lo legítimo. No se confiesan para pedir en silencio. Solamente piden en voz alta y dulcemente afinada, como los cantos gregorianos, y piden, tanto a Dios como al mundo, que las entiendan.
La iglesia no es su cuartel aunque así teman que se entienda o se identifique por parte del poder político y, por ello, en un dialogo, se “aconseje muy sutilmente” que no debe darse una imagen de “entendimiento o consentimiento prudente” de estas ideas vestidas de blanco con la iglesia. Es mejor no mezclar las cosas o las imágenes, para evitar confusiones.
Entonces se produce lo inconducente. Las reprimen y no paran. Las golpean y no paran. Las pretende humillar y no pueden. Hermosa perfección de la razón. Casi llega a lo que habláramos de Kant: la pureza de la razón sin necesidad de la crítica. El gobierno no puede con esas ideas vestidas de blanco, que solo entonan la melodía de una canción de una sola palabra que es anterior a los cantos gregorianos.
La canción cuyo texto posee una sola palabra, tiene una perfecta melodía y la entonan en exquisita afinación: libertad, libertad, libertad. Un solo color, una palabra y, lo más difícil, una interpretación perfecta de un coro.
Esto es algo tan sublime que el gobierno cubano no lo acepta. Hay que cantar obligatoriamente desafinado en la Plaza de la Revolución, y basta de cualquier otra cosa.
Hemos definido que esta situación es intolerable para el gobierno. Un hecho se desata e incrementa una posición de difícil diálogo: un crimen de Estado se acaba de producir. Se aumenta la presión, y la Iglesia teme, y lo reitero, que el efecto llegue más allá de Santa Rita y toque el Arzobispado, y se produzca una llamada del “celular papal” y, por ello, sin más que esperar o razonar, interviene en pos de desvirtuar, ante todo, cualquier complicidad y, luego, para jugar un papel mediador ante Dios y los hombres como le incumbe, empero siempre despejando cualquier duda sobre su complicidad.
Primera misa de escena planificada por el gobierno cubano le da resultado. Las ideas blancas con gladiolos que distinguen los conceptos. Esas ideas blancas pueden seguir caminando aunque oficialmente no las reconozcan, y ya no les exigen autorización oficial de origen humano o pastoral. Simplemente no van a ser molestadas más.
Muy bien. Entonces, gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra. No es así, pero es algo. Un comienzo. Hay que buscar lo efectivo. Lo efectivo para ambos poderes es neutralizar cualquier efecto negativo, y en eso se intercambian ofertas.
Aunque parezca contradictorio, de ahí se parte a la exposición racional de la intolerancia del poder cubano. Ya el Gobierno revolucionario está en condiciones de sentar las bases para ejercer, si así lo desea, la neutralización de esas ideas blancas, y tratar de que se marchiten los gladiolos.
Baste recordar que esas ideas blancas de la razón pura nacen de una primavera negra, y los ángeles caídos todavía conservan a los causantes o generadores de esa blancura distinguida por los gladiolos.
Cambiemos el origen de las ideas vestidas de blanco y eliminemos el sufrimiento en busca de la paz. Esa paz que no es otra cosa que la fuerza en estado de reposo.
Recordemos que el gobierno, con la simple medida de liberar los presos de ideas con licencias extra-penales, las cuales en cualquier momento se pueden revertir por obra y gracia del poder político, pechan sin obstáculos los cimientos al descubierto, para que dejen de tener razón las ideas blancas, salvo que busquen otras justificantes de basamento en su continuidad, y entonces ya la cosa sería de fuerza y no de ideas, y las medidas no serian ante la cruz, sino frente el látigo.
Así entendido, por las señales de la alta política tanto del gobierno cubano como de la iglesia, comienza una mediación sin mucha presión ni exigencias.
La idea del gobierno es neutralizar esas ideas blancas e interponer una señal de claridad ante la fuerte critica internacional.
Dejemos claro que la intolerancia excede las fronteras del poder soberano del ángel caído y ácido, con olor a un azufre penetrante, y se enfrenta y grita aberraciones donde quede un resquicio con franela de un “che” que nada dice pero aun simboliza algo, aunque sea en negativo.
No pensemos en buenas ideas. Si bien la Iglesia se quita el problema de la interferencia o la protección de asuntos que rozan la conspiración política y el respaldo a la oposición, al gobierno cubano no le cuesta nada utilizar armas de negociación como es la neutralidad de los prisioneros a cambio de la tranquilidad en las afueras de la iglesia de Santa Rita.
Intolerancia vs. prudencia. Difícil situación ante otros que sufren y sienten. Recordemos que para los mortales el sufrimiento es en tiempo real, pero para la Iglesia es un segundo en su eternidad. Entramos en la contraposición del tiempo útil humano de vida y el tiempo bíblico, que es el eterno.
Una oferta de difícil rechazo: desintégrense, y les soltamos a sus seres queridos, por los que ustedes piden, y así paremos este sufrimiento.
Una encrucijada de alcance ecuménico. Una jugada de todo o nada. Aquí no valen exigencias por uno o por todos: es solamente aceptar que ya no serás más una idea vestida de blanco con un gladiolo, a cambio de lo que tú quieres y amas: entregar la razón de sus existencias.
Por Dios, ¿qué ha pasado? Nos sacaron del juego. Golpe bajo, de maniobra política. ¿Será acaso que dentro de poco ya nadie se acuerda de estas ideas vestidas de blanco que cantaban en la 5ta. Avenida de Miramar? ¿Que ocurrió? Ya la presión Fariñas se descartó. Ha habido algún trance.
Esto se asemeja, en su relatoría, a una argucia de alta política de ambos lados.
Dejemos hasta aquí las cosas, y aún siguiendo los hagas como huellas dejados, no nos asustemos si las propuestas llegan a esta otra orilla y un jerarca de la cruz aterrice en estas tierras del imperio preguntando por espías en prisión. Es bueno recordar que el canciller del Vaticano visitará La Habana en Junio.
Hasta aquí una idea con una razón componente, no pura, pero si con algo de critica y, ¿por qué no? pesimista en parte, y que rezamos no sea realidad.
Al final, el mundo y la vida siguen, y los sucesos pasan a ser historia, quedando el recuerdo de haberlas vivido y, en lo posible, interactuar en ellas.
Esto no es una despedida de nada. Ruego no se entienda como un réquiem. Es solo una idea, una inspiración intelectual de soportable critica a la mediocridad, pero con una razón implícita y un criterio basado en la lógica y en la experiencia de vivir dentro de la sistémica de la intolerancia del poder político cubano.
Por mi parte, reitero que, como mediocre relator de sucesos, solo quiero seguir en La Habana, no de visita autorizada, por que se que no la voy a tener, sino de forma libre como la letra de esa canción, en un domingo de un año cualquiera sin primavera negra, pero con hermosos recuerdos de esas ideas vestidas de blanco, que con un gladiolo exacerbaron mi admiración, respeto y culto.
Pensar en silencio para hablar conmigo mismo de algo, como acostumbro hacer en la soledad de mi doctrina, pero sin dejar de oler ese salitre que aún se respira libre. Hacer esto un día antes de salir a quedarme definitivamente en mi Santiago, para volver a caminar por sus angostas y torcidas calles, y escuchar a sus gentes mañaneras, siempre alegres y entonando un canto sonero de afinación perfecta. Sin temor de mirar a un Moncada o un Turquino humana y hermosamente desafiantes, pero políticamente humillados por un ángel caído. Y si es posible, y no es mucho pedir, contarle esto a mi nieto en mi tiempo humano, para que de boca en boca trascienda a la eternidad de la historia esas ideas hermosamente vestidas de blanco, que todo lo entregaron y sacrificaron a cambio de profesar lo que Dios nos enseño a dar: amor. Amén.
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P.D. Con todo respeto, entiendo que seria difícil entender a cualquier oído medio musical, y sin pretender que sea una ofensa, a un director de orquesta o a un musicólogo, hablar de una rumba cuyo texto seria el «Agnus Dei» de la Misa de Barcelona. Cuidado, que somos nosotros los cubanos siempre en Sol Mayor y nunca nublado. Podemos hacerlo o, por lo menos, intentarlo. Por ello, diría y repetiría con todo orgullo esa frase celebre del genial filosofo cubano Mamitus “ASÍ ES”.
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