En Cuba hacen falta importantes cambios económicos, sociales, políticos, espirituales y hasta simbólicos. Estas reformas, como es lógico, tendrán que ser ordenadas y esto exige de cierta gradualidad. Sin embargo, no podemos darnos el lujo de confundir tal gradualidad con falta de claridad y de celeridad. Las transformaciones deberán ser ordenadas, sin prisa pero sin pausa, o sea, paso a paso y sin perderse el orden,
pero con el mayor apremio y hacia la mayor integralidad posible. Sería penoso que las actuales generaciones de cubanos tuvieran que sufrir el dolor de ver sus aspiraciones truncadas por la falta de oportunidades para acceder a una vida plena.
Reiteramos, se han hecho reformas, y suponemos que se efectuarán otras, pero hasta ahora falta la más importante: la refundación de la ciudadanía. Se hace imprescindible que todos los cubanos puedan –y quieran- participar en la promoción de propuestas de cambios nacionales, en el debate sobre los mismos, en la aprobación de los que resulten consensuados y en la ejecución de las políticas que pretendan concretarlos. De esta manera, el cambio se estructuraría sobre la base de la renovación de nuestro pacto social y ambas realidades (tanto el pacto social como el cambio en todos los ámbitos) se fundamentarían en el desempeño de la ciudadanía, en la soberanía popular.
Haciendo ejercicio de dicha ciudadanía, deseamos exponer que ciertos ajustes no deben esperar. Entre ellos se encuentran la institucionalización de las cooperativas de todo tipo, así como la pequeña y la mediana empresa, con lo que esto implica en materia de mercado, de infraestructura y de finanzas; y la autorización para el desempeño autónomo de las profesiones. Estas medidas serían muy efectivas para acelerar la creatividad y el crecimiento de la producción y de los servicios. Sin embargo, con esto no bastaría. Haría falta también promover el desempeño de la sociedad civil y para ello se hace necesario conseguir la autonomía de las organizaciones sociales, así como la apertura definitiva de nuestros medios masivos de comunicación a la diversidad de criterios de la nación. Requerimos de una reestructuración de los mecanismos del poder popular, para que cada una de las instituciones del poder público posea la autoridad que le corresponda y radique en el pueblo, de forma cada vez más efectiva, la soberanía del país; así como la renovación del Partido Comunista de Cuba (PCC) y el replanteamiento de su relación con la sociedad, el Estado y el gobierno.
Muchísimos cubanos han esperado, con demostrada paciencia y cierta confianza, que sean anunciadas mediadas como estas y que se convoque a institucionalizar la participación ciudadana y el diálogo social. No obstante, han ido pasando los momentos simbólicos que hubieran podido desatar –con la intensidad requerida- un proceso de esta índole, sin que ocurra lo esperado. Han quedado atrás fechas que históricamente sirvieron para convocar al pueblo a reorientar el camino nacional, como por ejemplo las celebraciones por el 26 de julio y VI Congreso del PCC, que aprobó importantes pero limitadas propuestas de cambios. Ahora se organiza la Primera Conferencia Nacional del PCC, que deberá celebrarse el próximo mes de enero. Grandes han sido las expectativas de un sector significativo de la sociedad en relación con este evento, pero la publicación del Documento Base, que pretende orientar las discusiones preparatorias del encuentro y las de la Conferencia misma, han dejado preocupados a muchos que poseían alguna esperanza de renovación.
En dicho Documento Base faltan innumerables temas que el pueblo esperaba que aparecieran en la agenda del evento. Por otro lado, presenta a un PCC apegado a dogmas fracasados en otras experiencias, y aferrado a una relación muy vertical con la sociedad. En Cuba, cualquier reforma que aspire a trascender tiene que pasar por la innovación política, y esta última no ocurrirá si no comienza por el PCC, organización llamada a liderar los cambios que hemos de realizar. Sin una fuerza política que despliegue el quehacer de construir consensos a partir del país real, no hay reforma que pueda tener éxito, aunque la misma sea una convicción de las más altas autoridades del gobierno.
Instamos a que la Primera Conferencia Nacional del PCC, último momento de la llamada generación histórica para aportar cambios sustanciales y convocar al pueblo a realizarlos, no pierda esta oportunidad. Sería inconveniente contener la esperanza en los grandes cambios y dejar pasar el tiempo para que otros, más adelante, sean quienes los lleven a cabo.