Cuba: Las reformas y la empresa pública del neocastrismo
Lázaro González/ Cubanalisis
“Si quieres ‘hervir’ a alguien, primero asegúrate de conocer sus gustos”-Lg.
Con la clausura del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba el pasado 19 de abril concluyó la ceremonia bautismal del neocastrismo, con lo cual se puso sobre la encrucijada de la tragedia cubana un proyecto de reformas socioeconómicas, eufemísticamente denominado “Actualización del Modelo Cubano”, como si el castrismo arbitrario, como su amo, se hubiera regido por reglas y procedimientos modelables, y no por las sinapsis caóticas y vesiculares de origen glandular de un ególatra ambicioso con frustradas aspiraciones alejandrinas en imposibles tierras insulares de azúcar, ron y pachangas, por un lado, y enfermas de un ultra modernismo americanizado incrustado entre las raíces españolas y africanas.
Atrás han quedado los tiempos cuando los críticos del sistema de perfeccionamiento empresarial que desarrollo Raúl Castro en las empresas militares, y que más tarde se extendió al 32% de las empresas civiles, han reiterado que el mismo no brindó los resultados que de él se esperaban. Y no les falta cierta razón en ello, solo que ningún proyecto reformador podía ser aplicado parcialmente y sufriendo las incongruencias de estar insertado en un sistema económico ajeno y contradictorio a sus propósitos. Por demás, estos analistas nunca tuvieron la posibilidad de participar en esos procesos, con lo cual sus reflexiones carecieron de la necesaria fundamentación concreta.
A falta de propuestas integrales provenientes de la oposición anticastrista, así como de la academia cubana, el proyecto neocastrista, más allá de provenir del propio poder ignominioso, es por su propia formulación una abarcadora y ambiciosa reformulación social y económica, tanto en lo macro como en lo micro, en correspondencia plena con la metamorfosis neocastrista del castrismo caduco. El impacto en la estructura social y económica, así como en sus actores, ya se está haciendo presente, y acelerará su dinámica en la medida en que se modifiquen en consecuencia un conjunto de factores de la estructura social y económica.
Se cuenta que en una época los críticos problemas de salud social de cierta nación estuvieron asociados a una enorme proliferación de agentes transmisores como las ratas, dado los pésimos hábitos de higiene personal y comunal y la inexistencia de adecuados sistemas de drenaje y tratamiento de aguas residuales.
Un avispado empresario vislumbró acertadamente en ello una oportunidad de mercado inigualable y efectivamente construyó lo que en su momento se consideró la mejor ratonera del mundo. El revolucionario producto fue debidamente patentado, promocionado, e incluso las autoridades sanitarias volcaron sus esfuerzos en que la población las adquiriera con vistas a eliminar los flagelos de salud que azotaban a la población. Dado su masivo destino, se fijaron niveles de precios bajando el margen unitario de utilidades, lo que las hacían accesibles a toda la ciudadanía, mientras las elevadas cantidades vendidas permitían la obtención de fabulosas ganancias.
Solo que nuestro personaje no tuvo la oportunidad de conocer oportunamente aquella recomendación que Porter realizara no décadas, sino cientos de años después, que no bastaba hacer algo bien o excelentemente bien, sino que además se requiere que ese “algo” sea apreciado [demandado] por los destinatarios finales. Y es que desde el diseño no se precisó cual sería el público objetivo de su iniciativa tecnológica y de mercado.
La mejor ratonera del mundo funcionaba con una eficiencia asombrosa, y no había ratón que escapara a ella por astuto que fuera. Pero la ratonera debía ser limpiada posteriormente, tarea generalmente reservada a las mujeres, que han llevado sobre si el peso de la limpieza domestica, las cuales, por miedo o simple aversión, lanzaban a la basura el novedoso artefacto y no querían saber nada mas de él.
A pesar de ser abordados en estudios superiores de Administración Empresarial y Mercadotecnia, ejemplos como el anterior se encuentran a cada paso en la economía real, cometidos la mayor parte de las veces por grandes y prestigiosas empresas, como el “Pajero” de Mitsubishi o la “Puta” de Honda, solo por mencionar dos de los más “simpáticos” en la industria automovilística recientemente, y que fueron introducidos en el mercado hispanoamericano y tuvieron que ser retirados de inmediato, sencillamente para cambiar el nombre de esos modelos por otros menos “populares”.
En el mundo del análisis social frecuentemente encontramos más ratoneras inservibles que en el empresarial, motivado quizás por la incorporación de la experiencia critica a los nuevos diseños, y la inmediata y brutal respuesta del mercado en el segundo. Por otra parte, la realidad social no solo es compleja, aleatoria, incierta y caótica, sino que se nos revela ante todo como una representación holográfica y, a diferencia del espacio tecno-productivo y comercial, la reflexión social no encuentra una retroalimentación inmediata para ejecutar las correcciones necesarias en el modelo conceptual que propone.
Ello determina en gran medida la remisión a patrones que en el caso de Cuba van desde las transiciones ocurridas en Europa del Este hacia sistemas políticos democráticos y economías de mercado abiertas, hasta las transformaciones hacia un socialismo de mercado con monopolio del poder político por un partido único, como ocurre en China y Vietnam, hasta los abiertamente partidarios de diferentes versiones de capitalismo o autogestión y colectivismo.
Con más frecuencia que lo deseado, suele apreciarse en la Cubanología [término muy maltratado y no siempre sin razón, aunque nadie se cuestione a germanistas y a otros expertos similares] y en muchos de aquellos que de una forma u otra abordan el tema, que cuando la realidad no se verifica con el “patrón de pruebas” escogido previamente, se desechan aquellos elementos no “convenientes” de esa realidad. Sin embargo, son precisamente esos “ruidos”, turbulencias e “inconveniencias”, los que conforman usualmente las claves para su compresión y modelación.
Pero la tendencia al control y al orden en el análisis social es contradictoria con una realidad discontinua, incierta, irregular y caótica. Aceptar la imprevisibilidad total que emana del caos, es requisito sine qua non para entenderla y transformarla. La crisis de percepción que se observa no es atributo exclusivo de los estudios cubanos. Virtualmente en todas las esferas del conocimiento humano se revela de una u otra manera. La complejidad de Cuba y el implacable sistema de dominación política y control social que la subyuga, compulsa al analista a simplificar esas realidades con el objetivo de ordenarlas en un sistema de naturaleza newtoniana, donde las mismas causas siempre provocan los mismos efectos y así hasta el infinito.
Pero la sociedad humana, Cuba y el neocastrismo ya bautizado y santificado en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, son sistemas no lineales, donde los patrones previos no permiten conceptualizarla porque las “mismas” causas no provocan los “mismos” efectos en iteraciones sucesivas.
Ya lo enunció James Gleick en una frase que se ha vuelto clásica, aunque muchos continúen percibiéndola como una imagen literaria: “…si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene”.
Y es que el defecto común a la mayoría de la Cubanología reside en sustituir realidades por deseos, al analizar realidades existentes solo en sus esquemas mentales, y diseñando proyectos para el “post”, como si en Cuba hubiese uno y no un “continuum” estructuralmente empobrecedor, es cierto, pero con una capacidad adaptativa en función de conservar el poder, que desafía y rebasa, hasta ahora, la propia biología humana de sus fundadores. No son los proyectos “bien intencionados” los que harán realidad la visión de una Cuba democrática, sino el poder que permita ejecutarlos.
Como es conocido, un elemento central que comparten todas las dictaduras es la irrevocable voluntad de emplear la política estatal como un instrumento de control de todas las esferas de la actividad humana y cubrir con sus tentáculos todo el espacio social. Lo peculiar a la dictadura totalitaria castrista es que la misma se ha venido transformado en un nuevo tipo que hemos denominado dictadura autocrática totalitaria seudo-constitucional, que le permite, simulando respetar la constitución y el cuerpo legal establecido, aplicarlos a su discrecional conveniencia, factor clave para el proceso de reformas en despliegue operativo.
Luego, el rol y las funciones de la nomenklatura compartimentada en los sistemas [“poderes”] legislativo, ejecutivo y judicial en el sistema político cubano, se limita a asistir solemne y obedientemente a la cita donde reciben las órdenes precisas del Primer Secretario-General-Presidente y regresar a sus oficinas a instrumentar rápidamente lo que de ello sea posible, porque en un sistema burocrático piramidal de castas la supervivencia está condicionada a la lealtad. En Teoría Política esto es calificado como puro fraude constitucional.
La causa última del proceso reformista emprendido es de naturaleza endógena al castrismo y no responde a “exigencias” externas ni opositoras, aunque lo desearíamos. El empleo del empobrecimiento estructural como política de control y coerción social condujo a la “Revolución Cubana” a la alternativa de desaparecer por causas naturales o a reformularse para sobrevivir. El proceso de “Actualización del ‘Modelo’ Cubano” no es más que una ingeniería social de tipo fragmentaria, concretada en una anti-terapia de choque gradual, ejecutada desde el poder para, reformulándolo, conservarlo.
La atención de analistas y ciudadanos comunes ha estado puesta en las medidas puntuales que se ejecutan y en las imaginadas o deseadas, lo que desata una avalancha especulativa no siempre con fundamento racional. Sin embargo, la verdadera clave de la reingeniería social en proceso reside en la modificación de los esquemas mentales y la construcción de un nuevo paradigma social.
En una reciente toma de opiniones realizada por el prestigioso International Republican Institute se revela que el 90% de los encuestados apoya un cambio del actual sistema económico a una economía de mercado, mientras que el 78% no considera que el gobierno pueda resolver las más apremiantes necesidades de la población.
Y es que el poder tiene que ser aceptado por la mayoría, porque de lo contrario sucumbe, no importando si el consentimiento adopta formas activas o pasivas, dado que en el caso de Cuba el consentimiento negativo es minoritario y ha sido en la mayoría de las oportunidades fácilmente controlado.
De lo anterior se deriva que la verdadera encrucijada del régimen radica en potenciar las oportunidades que le brinda que 9 de cada 10 cubanos favorezcan una apertura económica que la élite limita a lo “pequeño” para la población, según la tropicalización isleña del “Zhuanda Fangxiao” chino, para contrarrestar la amenaza con potencialidad desestabilizadora de que más de tres cuartas partes de los cubanos no confían en que sus acuciantes y acumuladas necesidades mínimas de vida sean resueltas en estos contextos.
Conjuntamente con los mecanismos de coerción y represión social siempre listos para “persuadir”, y considerando que más del 75% de la población nació después de 1959, ponen de su lado aquel anatema de Karl Destch sobre que “Los hábitos de obediencia son el socio invisible del gobierno, pero realizan más del 90 % del trabajo”, porque además, enfrascados en ganarse la vida los trabajadores estatales y los cuentapropistas y pequeños empresarios en los despiadados nuevos escenarios, poco tiempo y deseos habrán para cuestionarse el poder.
Y no solo formalmente han tenido éxito, sino que el nuevo contrato social donde el decrépito y ruinoso Papá-Estado va siendo sustituido progresivamente por un papá igualmente autoritario e implacable, pero que centra su atención en el control y la fiscalización, va ganando masivamente adeptos entre aquellos que han perdido sus esperanzas sociales y anhelan intentarlo por ellos mismos.
Los partidarios de la democracia por “generación espontánea” deberían prestar más atención a estos “detalles”, porque la transmutación del castrismo en neocastrismo no se limita a la sucesión a una nueva élite previamente designada, sino que supone igualmente la reformulación de las instituciones del Estado y del sistema empresarial estatal “socialista” [público].
Consecuentemente el “estado omnipresente” que hemos conocido por medio siglo se está transformando funcionalmente en un “estado estratega”, que si bien conserva plenamente su capacidad de intervenir directamente en los asuntos económicos, lo irá haciendo cada vez más bajo nuevas formas más indirectas e indicativas, minimizando las intervenciones de naturaleza extraeconómica, con lo cual las relaciones Estado-empresa se modificarán de estatal-imperativas a estatal-publicas, como ya se viene observando.
No obstante, dada la significación que se le asignan a las funciones de seguridad por parte del régimen cubano, el estado “estratega” continuará siendo en gran medida un “estado gendarme”, donde la seguridad de la élite y la gobernabilidad se garantizaran a través de nuevas formas de intimidación y coerción social, sin que se excluyan en modo alguno los clásicos mítines de repudio, e incluso la prisión, cuando se considere conveniente. Porque en definitiva, en términos de real politik, la victoria siempre es el galardón supremo de los que logran movilizar hacia sus actitudes a una masa significativa de individuos pasivos política y socialmente.
Habilidades y recursos es todo lo necesario para ello. El régimen cubano destina cuanto recurso sea necesario, y a muchos de sus mejores especialistas, que trabajan intensamente en asegurarse la legitimación social por parte de la población, y en contener los esfuerzos de cualquier sujeto social o político que conspire contra ello.
En una conferencia pronunciada por Carlos Alberto Montaner el pasado año en San Salvador, expresaba dos tesis de meridiana importancia para el asunto que nos convoca y cito [Los subrayados, cursivas y negritas son míos.- LG]:
- “Para disminuir la diferencia de ingresos en nuestras sociedades es fundamental agregarle valor a la producción…”
- “… agregarle valor a la producción significa invertir seriamente en educación, estimular la transferencia de capitales y tecnología, dar lugar al surgimiento de clusters de diversos tipos en los que se congregan los conocimientos y los impulsos creativos, y contar con una sociedad y un Estado hospitalarios con el proceso productivo, lo que implica la existencia de una legislación adecuada y un sistema de administración de justicia imparcial, eficiente y razonablemente expedito”.
En sus tesis, Montaner se estaba refiriendo al conjunto de los países de la América Latina, pero las mismas tienen absoluta validez para una Cuba incluso bajo la bota, si ya no soviética, al menos con acolchonadas plantillas chinas, a falta de las más deseadas norteamericanas, de la élite en el poder, y en ello están trabajando intensamente.
La transferencia tecnológica y el know-how correspondiente, así como las de capitales por inversiones directas e indirectas, constituyen objetivos centrales del proceso de reformas, particularmente las que provengan de los Estados Unidos. Asimismo, la creación de clústeres productivos, de servicios y comerciales, están altamente priorizados, y se corrobora al nivel más alto de la nomenklatura con la designación de los respectivos zares para atenderlos.
Se puede objetar, no sin razón, que la intromisión constante y en muchas ocasiones paternalista del gobierno y el partido en la dinámica empresarial lastra su accionar, pero de igual modo ha quedado definido que la misma irá siendo sustituida por una gradual intervención indicativa. En igual medida el marco jurídico actual, obsoleto en muchas de sus partes, está siendo rápidamente adaptado a las nuevas realidades.
En los lineamientos generales del Modelo de Gestión Económica, se destacan algunos elementos sobre el tema que resultan de sumo interés teórico y práctico:
- El sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía nacional, y a su vez deberá transformarse en sus aspectos metodológicos y organizativos, para dar cabida a las nuevas formas de gestión y de dirección de la economía nacional.
- El modelo de gestión debe reconocer y estimular, además de a la empresa estatal socialista, que es la forma principal en la economía nacional, las empresas de capital mixto, las cooperativas, los usufructuarios de tierras, los arrendadores de establecimientos, los trabajadores por cuenta propia y otras formas que pudieran contribuir a elevar la eficiencia del trabajo social.
- En las nuevas formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales.
- Los cambios estructurales, funcionales, organizativos y económicos del sistema empresarial, las unidades presupuestadas y la administración estatal en general, se realizarán programadamente, con orden y disciplina, sobre la base de la política aprobada, lo que impone un proceso de capacitación en todas las estructuras que facilite su realización.
- La planificación abarcará no solo el sistema empresarial estatal y las empresas cubanas de capital mixto, sino que regulará también las formas no estatales que se apliquen, lo que implica una transformación del sistema de planificación hacia nuevos métodos de elaboración del plan y del control del Estado sobre la economía.
- La separación de las funciones estatales y empresariales pasará por un proceso paulatino y ordenado, donde el cumplimiento de las normas que se establezcan es fundamental para alcanzar las metas propuestas.
- El incremento de facultades a las empresas irá asociado a la elevación de la responsabilidad sobre el control de los recursos materiales y financieros que manejan.
- Se desarrollarán mercados de aprovisionamiento que vendan a precios mayoristas y sin subsidio para el sistema empresarial y presupuestado, los cooperativistas, arrendadores, usufructuarios y trabajadores por cuenta propia.
- Las finanzas internas de las empresas no podrán ser intervenidas por instancias ajenas a las mismas; ello solo podrá ser realizado mediante los procedimientos legalmente establecidos.
- Las empresas deciden y administran su capital de trabajo e inversiones hasta el límite previsto en el plan y según las regulaciones que se establezcan.
- El control de la gestión empresarial se basará principalmente en mecanismos económico-financieros, en lugar de mecanismos administrativos, suprimiendo la carga actual de controles a realizar en las empresas.
- Las empresas estatales que muestren sostenidamente en sus balances financieros pérdidas, capital de trabajo insuficiente, que no puedan honrar con sus activos las obligaciones contraídas, o que obtengan resultados negativos en auditorías financieras, serán sometidas a un proceso de liquidación, cumpliendo con lo que se establezca al respecto.
- Las empresas, como norma, no recibirán financiamientos presupuestarios para realizar producciones de bienes y servicios.
- Las empresas, a partir de las utilidades después de impuestos y cumplidos otros compromisos con el Estado, podrán crear fondos para el desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores, luego de alcanzados los requisitos establecidos.
- Los ingresos de los trabajadores de las empresas estatales estarán vinculados a los resultados finales que se obtengan.
- Las empresas pagarán a los Consejos de la Administración Municipal, donde operan sus establecimientos, un tributo territorial, definido centralmente, para contribuir al desarrollo de la localidad.
- Se elimina el subsidio por pérdidas; las empresas aportarán parte de las utilidades, después de impuestos, para crear en la organización superior de dirección empresarial un fondo de compensación para desbalances financieros.
- Las empresas tendrán independencia para la aprobación de sus plantillas de cargos.
- En el marco de la política de precios orientada por el organismo competente, las empresas aprobarán flexiblemente y con transparencia los precios de las producciones y servicios que ofrecen y podrán realizar rebajas cuando lo consideren necesario.
Cierto que con un gran retraso respecto a otras experiencias, pero en Cuba estamos presenciando el conocido repliegue estatal, sustentado en la concepción, no validada suficientemente, de que un estado mínimo es requisito indispensable para alcanzar la prosperidad. Este enfoque que está siendo cuestionado en la actualidad, concibe al Estado no como hacedor global sino como articulador social, lo que se corresponde plenamente con la propuesta de separación entre las funciones estatales y empresariales.
En cualquier caso, estamos en presencia de un ajuste de la intervención estatal tanto desde el paradigma social como desde la política y la economía. No obstante, aquí los límites, independientemente de la forma en que opere el mecanismo económico y su sistema empresarial concretamente, estarán condicionados al derecho impuesto por las élites usurpadoras del poder en Cuba.
Uno de los “sesudos” de las reformas económicas cubanas ha sido el Dr. Joaquín Infante, quien ante la pregunta orientada de ¿Cuál es la diferencia entre una empresa socialista y una capitalista?, respondió sin titubear que “Las dos deben producir con rentabilidad y ser costeables, autofinanciarse”, donde descontando los galimatías conceptuales, lo sustancial es el reconocimiento del mercado como mecanismo regulador de la planificación orientada.
Y para evitar perder su rastrera ocupación de “sesudo oficial”, rápidamente inserta la clásica coletilla de que “…Pero en la [sociedad] capitalista las riquezas se las embolsillan los dueños, y en la socialista son patrimonio del país y del pueblo [es decir, del clan que suplanta al país y al pueblo.- LG]. Mas, para que esto último sea eficaz, tenemos que eliminar muchas restricciones innecesarias”.
Nos guste o no, la propuesta neocastrista es coherente en el sentido apuntado. Una cosa es lo deseable y otra lo que es. Y lo que “es”, consiste en la asunción de un nuevo paradigma en la concepción y gestión de la empresa estatal “socialista”, que irá pasando paulatinamente a convertirse en una empresa “socialista pública”, en la medida en que los cambios realizados y las posteriores medidas complementarias que se irán implementando, vayan ejerciendo un impacto en la empresa cubana, que experimentará una transformación desde la obsolescencia física, financiera y moral en que fue subsumida por los caóticos delirios de Fidel Castro, a una entidad con personalidad propia, compulsada a la competitividad, con control de su capital de trabajo y de sus operaciones financieras, y con potestad para escoger sus proveedores en términos de costos y ajustar sus recursos humanos y su retribución a la realización de los productos y servicios en un mercado en estructuración creciente y selectivo.
Tal y como corroboran la teoría económica y otras experiencias, en el mediano plazo poco le interesarán a la cúpula gobernante los orígenes de los tributos, siempre y cuando los mismos entren en los volúmenes previstos en su caja fuerte, protegida de mirada indiscretas, en los plazos fijados, aunque a ello y por fuerza de la “costumbre”, se le siga denominando planificación de la economía nacional. Simplemente estarán muy ocupados para prestar atención a esas nimiedades, y los mecanismos de verificación se enrumbarán por el control selectivo de los morosos y con déficit de liquidez.
De hecho estamos en presencia de una decisión política de primordial importancia -y no solo de naturaleza económica como se le ha presentado-, toda vez que implanta un modelo de intervención estatal “ajustada” en la vida social del país, con un criterio maximalista de rentabilidad económica. Posiblemente sin saberlo, el considerado por el momento “Zar” de las reformas económicas Marino Murillo y el resto de los “sesudos” de su equipo, no se hayan percatado que la “actualización” del “modelo” económico castrista expresado en los lineamientos y en las resoluciones del VI Congreso del Partido, tiene cínicamente una definitiva vocación neoclásica.
El neoclasicismo considera que el mercado actúa como mecanismo general de coordinación de la actividad económica a través de los equilibrios dinámicos de la oferta y la demanda, que determinan los precios de los bienes y servicios. Curiosamente, el estado mayor de la economía cubana no se ha pronunciado por la política de precios, y en la actual tendencia el “hombre nuevo” será sustituido oficialmente por el “homo economicus”, que en un escenario de competencia perfecta maximiza su rentabilidad, a diferencia de los oscuros y abstractos valores del ideal comunista.
Pero escenarios de competencia perfecta rara vez se verifican, por lo que los partidarios del neoclasicismo, y ahora sus insospechados seguidores criollos, siguen el criterio del “second best” o “sub-optimo”, que considera que a partir de sinergias de economía de escala se reducen tendencialmente los costos medios por el crecimiento de la realización de mayores volúmenes de productos y servicios.
Sin embargo tengo la impresión que los “sesudos” de la economía cubana no han llegado a evaluar el impacto que producirá cuando los costos comiencen a moverse por la vertiente ascendente de la curva, por los efectos de las “des-economías de escala”, aspectos desestimados por los economistas soviéticos en su época y extrapolados desastrosamente a la Isla con el gigantismo empresarial.
La concepción del Second Best y el Óptimo de Pareto a los cuales igualmente se suscriben subrepticia y anónimamente los “cerebros” de moda de la nomenklatura, argumentan y justifican la intervención estatal con criterios correctivos y de temporalidad, a lo que habría que añadir que un puñetazo en el buró de un empresario por parte de la alta dirección le recuerda oportunamente quien es el real tenedor de las acciones del poder. Y es que los nuevos econo-burócratas, como los neoclásicos en su momento, están tratando de hallar las dimensiones óptimas de las empresas de acuerdo a su objeto social y siguiendo criterios de territorialidad.
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