Por Miguel Fernández Díaz
El paradero aún desconocido de Rolando “Roly” Sarraff Trujillo fuerza
a sospechar que se procedió a inflarlo para compensar un tanto el canje
desigual del contratista estadounidense Alan Gross por los tres espías
penitentes de la Red Avispa, que a su vez aflora como pretexto para que
la administración Obama emprendiera la rectificación de errores y
tendencias negativas en la política de Estados Unifos hacia Cuba.
Obama soltó que el canje había incluido a “uno de los agentes de
inteligencia más importantes de Estados Unidos en Cuba”, quien proveyó
la información conducente al arresto de los miembros de la Red Avispa y
otros espías. El vocero de la Dirección Nacional de Inteligencia, Brian
P. Hale, precisó que esos otros eran la analista del Pentágono, Ana
Belén Montes, y los esposos Myers.
Sin embargo, el valor de cambio de Saraff Trujillo, de 51 años, se
consideró despreciable desde que el canje de prisioneros se columbró
hacia 2001 con el juicio a “Los Cinco”. Todavía en enero del 2009, al
solicitar al Tribunal Supremo la anulación de las sentencias dictadas en
el trámite de apelación, los abogados de “Los Cinco” tenían cifradas
esperanzas en el canje, tras proponer al gobernante Raúl Castro, en
diciembre del 2008, hacerlo con los 75 disidentes encarcelados.
La apelación ante la máxima instancia judicial coindidó con una
exhortación de Raúl Castro para canjear los cinco espías por los
opositores políticos encarcelados durante la ola represiva de la
primavera del 2003.
Mercancía revalorada
En un artículo publicado en El Nuevo Herald el 26 de enero
del 2009, el abogado Paul McKenna, quien representaba por entonces a
Gerardo Hernández, condenado a dos cadenas perpetuas, le dijo al
periodista Wilfredo Cancio Isla que la propuesta de canje no debía
desestimarse. “No soy político ni quiero participar en asuntos
políticos, pero sería ingenuo decir que [el canje] no es una opción
posible. No sería la primera vez que hay intercambios de prisioneros,
hay precedentes durante la Guerra Fría”, declaró McKenna.
Las cartas estaban sobre la mesa. Durante una visita a Brasil, en
diciembre del 2008, Raúl Castro había lanzado la propuesta a Estados
Unidos de hacer “un gesto de ambas partes” y canjear “con familia y
todo” a los 75 por los Cinco.
Washington respondió tajantemente que no y ni por asomo hubo contrapropuesta de canje por espías suyos presos en Cuba.
Además de Sarraff Trujillo, arrestado en septiembre de 1995 y
condenado a 25 años, cumplían entonces sanciones por espionaje los
oficiales del MININT Claro Alonso Hernández, Ernesto Borges Pérez, Amado
Medel Martín y Máximo Omar Ruiz Matoses. El cambio habría sido cinco
por cinco. El artículo de Cancio Isla es el primero donde aparece
mencionado Sarraff Trujillo como una opción de canje, mucho antes de que
se produjera el arresto de Gross, pero una investigación reciente de
los Herald sobre el tema no reparó en el detalle.
Entonces Cuba enfiló hacía otro objetivo de mayor valor de cambio. En
diciembre del 2009, Raúl Castro tuvo que echar mano a Alan Gross para
presionar a Washington con un ciudadano estadounidense tan desconectado
de la realidad cubana que se creyó podía instalar alegremente
dispositivos de telecomunicaciones sin enredarse con la Seguridad del
Estado.
Tras casi 20 años en la cárcel y a más de una década del juicio a
“Los Cinco”, el valor de cambio de Saraff Trujillo debió ser aun más
bajo, pero subió de repente para trompetearse en el canje que ni
siquiera incluyó los valores agregados de otros espías encarcelados en
la isla, aunque cabe suponer que aparezcan ahora entre las demás
personas excarceladas en virtud de decisión unilateral y por las cuales,
según Raúl Castro, Estados Unidos “había mostrado interés”.
¿Inflación o justo precio?
El teniente coronel (retirado) de la inteligencia militar de Estados
Unidos, Christopher Simmons, asevera que Sarraff Trujillo infomó a la
CIA de cómo los agentes de Castro transmitían mensajes cifrados en alta
frecuencia y qué deficiencias podían ser aprovechadas para descifrarlos.
A poco de ser arrestado Sarraff Trujillo, el FBI pudo descifrar ya las
comunicaciones de la inteligencia cubana.
No encaja para nada que la judicatura militar cubana dejara con vida a
Saraff Trujillo a sabiendas de que había dado a la CIA información tan
comprometedora. Por intentar infructuosamente pasar a la CIA datos sobre
agentes infiltrados y las operaciones Baraguá y Sahara, el capitán
Ernesto Borges Pérez fue condenado a 30 años el 14 de enero de 1999.
Todo parece indicar que la Seguridad del Estado nunca supo hasta dónde
había llegado la traición de Saraff Trujillo.
El criptólogo José Cohen, capitán de la Dirección de Inteligencia (DI), desertó en 1994 y el 13 de enero de 2001 declaró al St. Petersburg Times
que la Red Avispa fue desarticulada porque el FBI atinó a “descifrar
los códigos de comunicación”, algo tan improbable como ganarse tres
veces la lotería.
Cohen nunca se ha presentado como parte de la solución al problema
del cifrado ni mucho menos como parte de la labor de espionaje atribuida
a Saraff Trujillo, a quien reconoce tan sólo como compañero de estudios
preuniversitarios y estudioso de José Martí, sin que esta relación de
amistad traspasara jamás las líneas marcadas por la regla de
compartimentación del trabajo en la DI.
El caso Montes
Por el contrario, Simmons narra que Cohen recurrió al teniente Sarraf
Trujillo, asignado al Departamento M-XV (Comunicaciones) de la DI, para
conseguir información clasificada y pasarla a la CIA con vistas a
desertar. Ambos caerían bajo el radar de la contrainteligencia cubana
por la mano suelta de Cohen con el dinero que la CIA pagaba por la
información. Cohen advirtió la vigilancia, pidió a la CIA exfiltrarlos y
terminó escapando en 1994, pero Sarraff Trujillo acabó siendo detenido.
Habría logrado preservar la vida porque sus padres, Odesa Trujillo y
Rolando Sarraff Elías, eran altos oficiales de la DI.
Por el hilo de los códigos descifrados se saca el ovillo de los
“otros espías” que mencionó Obama. Tales códigos se aplicaron a
transmisiones en onda corta que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA,
por sus siglas en inglés) venía grabando de antes y así el FBI comenzó a
perfilar quiénes serían los agentes de Castro.
La investigación de un “sujeto no identificado” [UNSUB] con acceso a
informes de inteligencia sobre Cuba se estancó por tres años, pero en
agosto del 2000 se dio parte a la inteligencia militar estadounidense y
en tres semanas el equipo formado por Scott Carmichael, Karl James, John
Kavanagh y el propio Simmons logró identificar a UNSUB: Ana Belén
Montes.
Más demoraron en convencer al FBI, que vino a registrar el
apartamento de Montes hacia mayo del 2001. Aquí dieron con una latop
Toshiba y disquetes que permitieron al agente especial Stephen McCoy
concluir: “El estilo de trabajo y comunicación de Montes con la
inteligencia cubana corresponde al mismo patrón de comportamiento [de
la] Red Avispa”.
Otro superespía en juego
El misterio en torno a Sarraff Trujillo concitó también que saliera
al ruedo Bill Gaede, ingeniero informático de origen argentino que dio
pie al Congreso de Estados Unidos para dictar la Ley de Espionaje
Industrial (1996), como consecuencia de haber aprovechado Gaede su
empleo (1979-92) en la empresa estadounidenses Advanced Micro Devices
(AMD) para dar información a Cuba, así como su empleo (1992-94) en Intel
Corporation (INTEL) para vender información a China e Irán.
Gaede sostiene haber formado con Sarraff Trujillo, Cohen y su esposa,
la capitana Lázara Brito, una célula de espionaje [PR-2], que a través
del mismo Gaede pasó información clasificada a la CIA desde junio de
1991 hasta abril de 1994, aunque sin guardar relación alguna con
transmisiones de mensajes cifrados por radio.
En calidad de oficial del Departamento M-VI (Ciencia y Tecnología) de
la DI, Cohen se encargó de atender a Gaede durante sus visitas Cuba y
en una de ellas, hacia junio de 1992, le presentó a Sarraf Trujillo,
quien habría revelado trabajar en intercepción de teléfonos y otras
labores de escucha. Gaede venía ya renegando del comunismo y para el 13
de julio de 1992 estaba en Langley con información suministrada por
PR-2, pero la CIA no se tragó que aquel trío de oficiales de la DI
fueran desertores genuinos e instaron a Gaede a darles pita.
Gaede dice haber recibido explicación de Cohen por carta sobre la
caída de Sarraff Trujillo: “Fue condenado en Cuba simplemente por haber
estudiado conmigo y haber sido amigo mío, sin que pudieran probarle
jamás absolutamente nada”. La acusación oficial =Causa 45/1996 del
Tribunal Militar Territorial de Occidente= reza: Espionaje, Revelación
de secretos concernientes a la Seguridad del Estado, Otros actos contra
la Seguridad del Estado y Apropiación indebida.
Asimismo, Gaede plantea la hipótesis conspirativa de que Cohen y su
esposa trabajaban para Castro y engañaron tanto a él, Gaede, como a
Sarraf Trujillo, quien vino en el mismo avión con Alan Gross, pero no
podía someterse al escrutinio de la prensa porque no tenía cómo
responder a las preguntas sobre los atributos de superespía con que
Obama se atrevió a adornarlo.
De este modo Sarraff Trujillo no acaba de aparecer y las preguntas
amenazan con escalar hasta el nuevo Congreso instalado en Washington con
mayoría republicana. ¿Quién es este espía y por qué resultaba realmente
tan valioso para Estados Unidos? ¿A qué se debe la larga espera para
conocer de sus servicios a la nación americana?
Tal vez el silencio de Sarraff no se debe a estar sometido a debriefing de la CIA sobre lo que sabe o hizo, sino más bien a briefing sobre lo que tiene que decir si alguna vez reaparece bajo luz pública.