La madre de todos los fracasos
Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank
“…es criminal que exista un solo cubano con hambre mientras haya una pulgada de tierra sin sembrar; es criminal que exista miseria en nuestra patria — ¡patria a la que todos tenemos derecho!— mientras decenas y decenas de miles de caballerías de tierra permanecen sin sembrar”, dijo Fidel Castro en la Sierra Maestra el 17 de mayo de 1959, hace cincuenta y un años ya, al proclamar la Ley de Reforma Agraria. De acuerdo a sus palabras, lo que ocurre hoy en Cuba con las tierras ociosas es criminal.
Sin embargo, lo de las tierras improductivas, eufemísticamente llamadas “ociosas”, no es lo único, ni lo peor: la producción agropecuaria cubana es la madre de todos los fracasos de un régimen fracasado y en decadencia absoluta. ¿Cuánto tiempo hay que estar oliendo un cadáver para convencerse de que es un cuerpo sin vida?
Los campesinos privados y cooperativas, los únicos que han mantenido su producción a lo largo de estos años estable y continua, a pesar de las innumerables arbitrariedades y coyundas que han sufrido siempre, llegaron a su congreso el fin de semana con muy malas noticias y peores augurios: el descenso de la producción en un 13%, aunque haya determinados avances en algunos cultivos.
Y los augurios son grises con pespuntes negros no por culpa de los campesinos, sino nada menos que porque “papá-estado” no pudo entregarles los suministros imprescindibles para producir. Porque los pocos que había hubo que destinarlos también para las granjas estatales, las empresas “socialistas”, que son una forma de agricultura “superior”, según se declara oficialmente, tosca leyenda que comenzó con el “sovjoz” soviético y durante 74 años demostró su falsedad, lo cual no impide que los ideólogos del desastre continúen repitiendo continuamente las mismas sandeces.
¿Cómo enfrentaría aquella supuesta revolución el enfrentamiento entre la producción “socialista” y los pequeños agricultores?
Muy sencillo todo, según “quien tú sabes” decía allá por 1963, en el segundo congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, anticipando el futuro, y aparentemente apostando más a la producción que a la represión:
“…la solución del problema no está en tomar medidas para que aquel guajiro no venda el guanajo o la gallina, la solución está en impulsar la producción general del país y de todas las granjas para que llegue el momento en que no haya nadie que vaya a pagar 30 pesos por una gallina”. [Todas las palabras en “negritas” en este trabajo han sido destacadas por Cubanálisis].
Con menos del 30% de las tierras en la actualidad, los agricultores privados y verdaderas cooperativas –hasta donde pueden ser verdaderas en el totalitarismo tropical- producen más del 70% de todos los alimentos que se cosechan en el país, una parte de los cuales se pierden por la absurda e ineficiente gestión burocrática de las empresas “socialistas” de acopio y comercialización.
Mientras, con el 70% restante de las tierras cubanas y el “apoyo” del partido y la infinita parafernalia de burócratas ministeriales, delegaciones provinciales y municipales, poder popular y todo lo demás, las empresas estatales y las falsas cooperativas llamadas UBPC (Unidades Básicas de Producción Cooperativa), llevándose la parte del león en la distribución de los insumos y demás suministros, producen escasamente el 30% restante, generando solamente pérdidas, malas hierbas y marabú a manos llenas, y escondiendo el desempleo en “plantillas infladas”, a la vez que facilitan la corrupción y el desvío de recursos, y buena parte de su producción se pudre en almacenes estatales o sobre los camiones de las empresas de acopio, entre desidia, ineptitud, ineficiencia y desvergüenza, obligando al país a importaciones multimillonarias de alimentos cada año.
No importa dónde o cómo se pierdan esas ridículas producciones estatales, ni tampoco las inmorales justificaciones que alegan los burócratas al servicio de la gerontocracia: lo que resulta verdaderamente importante es que no llegan a la mesa de los cubanos.
La “exitosa” producción que desde siempre reportan los órganos de la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión del régimen ya no se ve ni en las casas de protocolo o las “casas de visita”, y las “asignaciones especiales” que disfruta el primer nivel de la nomenklatura se generan en pequeños feudos enajenados de la realidad de la producción social, y que nunca destinan ni destinarán sus productos, ineficientemente obtenidos, a las redes comerciales.
Pero aquellos años sesenta del siglo pasado fueron unos de esos tiempos de la Grandísima Mentira, cuándo el Comandante decía barbaridades como estas:
“Fue correcto, muy correcto y fue un gran acierto el que esas tierras que no estaban repartidas se conservasen como tierras de la nación para promover el desarrollo en gran escala de la economía nacional, resolver los problemas del desempleo y satisfacer todas las necesidades del país. Gracias a eso ahora se pueden promover grandes planes y decir: vamos a producir tantos millones, de 8 millones a 9 millones de toneladas de caña para 1970, y vamos a tener 12 millones de cabezas de ganado para 1970”.
Aquellos tiempos en que el máximo líder proclamaba, sin sonrojarse para nada, una supuesta superioridad, que nadie pudo nunca demostrar, ni en Cuba ni en ninguna parte, de la agricultura estatal, socialista, centralizada, inmovilista y burocrática, sobre los pequeños productores privados y las verdaderas cooperativas.
Por eso se permitía declarar, aunque no fuera cierto ni demostrable, que:
“el abastecimiento más seguro y el que tiene el precio más seguro es el abastecimiento que proviene de esas tierras que no se repartieron”.
Naturalmente, la historia ni lo absolvió ni nunca podrá absolverlo por tantos desatinos y falsedades.
Han sido cincuenta y un años de fracasos y calamidades, y todo, en última instancia, por haber traicionado los principios elementales de esa misma Ley de Reforma Agraria proclamada a bombo y platillo en 1959.
Según aquella ley, el 70% de las tierras del país irían a manos de los campesinos privados y los cooperativistas, mientras el 30% restante quedaría en manos estatales, nunca serían repartidas, en lo que podría considerarse, hasta cierto punto, un concepto de determinada racionalidad para evitar el minifundio, pero que sería inconsultamente desechado poco tiempo después en aras de la socialización extrema y el descalabro de la “burguesía rural” y la “contrarrevolución”.
“Granma” nunca destacará esta frase “lapidaria” del sabido visionario supremo aquel día:
“Lo que puedo decir es que de manera directa, cuando la Reforma Agraria se haya realizado, un número aproximado de 2 millones de cubanos aumentarán considerablemente sus ingresos y constituirán el mercado doméstico, con el aporte que el mercado doméstico significa para hacer posible el desarrollo industrial, y con ello, a través de la agricultura y a través de las industrias, resolver definitivamente los problemas económicos de Cuba”.
Porque aquella reforma agraria duró casi lo mismo que el clásico merengue en la puerta de un colegio, y lo que vino después fue una versión tropical –y muy ridícula- de la muy tristemente célebre colectivización forzada de la agricultura soviética por Stalin, o las no menos “famosas” comunas populares de Mao Zedong (que entonces se llamaba Mao Tse-Tung, cuando el gato era muy rojo, pero no cazaba ratones).
En 1963 todas las cooperativas cañeras creadas por la Ley de Reforma Agraria de 1959 fueron convertidas en “Granjas del Pueblo” a la cañona, y la Segunda Ley de Reforma Agraria en Octubre de ese año redujo drásticamente el máximo de tierra permitida a 5 caballerías (67 hectáreas), estatalizando el resto.
Las cosas, sin embargo, no se detuvieron ahí. La evidente intención de “proletarizar” a los campesinos, despojándolos de sus tierras y recursos, alcanzó su clímax en el cuarto congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, clausurado tarde en la noche del 31 de Diciembre de 1971 por Fidel Castro, en los años en que era “pecado” festejar Navidades o Año Nuevo.
La aviesa intención se disfrazaba en esos momentos en los llamados “planes integrales”, donde las tierras de los campesinos eran absurdamente subordinadas a las de las granjas estatales, en aras de una supuesta “economía de escala” que facilitaría la incorporación masiva de la mecanización y la agro-química.
Quedan para la historia de la infamia y el oprobio estos dos párrafos del bochornoso discurso pronunciado en esa clausura, cerca de las doce de la noche de fin de año:
“Y nosotros decimos que nos admiró la claridad de este congreso. Nos admiró su planteamiento en este sentido, cuando sin vacilaciones de ninguna índole declaró en este párrafo, que sintetiza la idea: “La participación del campesinado cubano en el proceso de desarrollo económico y social del país debe ser mediante la incorporación progresiva de sus tierras y fuerza de trabajo a los planes integrales, posibilitándose con ello el empleo masivo de la técnica y la mecanización de la agricultura como vía más adecuada para salir del subdesarrollo”. Pero para salir del subdesarrollo en todos los órdenes, no solo económico y técnico, sino también moral, revolucionario y humano. Para salir del subdesarrollo de la conciencia. Es así.
Pero yo le preguntaba a Pepe: [Se refiere a José “Pepe” Ramírez, presidente de la ANAP durante muchos años, e incondicional del régimen.- EY] Pepe, ¿estos delegados campesinos no son todos comunistas? ¿Tú estás seguro de que los que están aquí en este congreso no son todos vanguardias? ¿Y no serán todos comunistas? ¿Y no estarán demasiado avanzados en relación con el resto de la masa? Y decía Pepe: “No, estos problemas se discutieron en la base. Y los delegados aquí traen el pensamiento de la base”. ¡Qué magnífico! ¡Qué revolucionario!”
Así crecía la “propiedad socialista” hasta abarcar el 70% de las tierras de la nación con la segunda Ley de reforma Agraria, y casi el 80% con los despojos posteriores de las tierras de los campesinos a través de su incorporación a esos “planes integrales”.
Naturalmente, al mismo tiempo la producción agropecuaria caía irremediablemente en indetenible picada, precisamente por esa casi absoluta estatalización descabellada y la destrucción de buena parte de la infraestructura productiva agropecuaria y la cultura agrícola y ganadera del país.
Afortunadamente, el proceso de proletarización total no se puedo llevar a cabo y se logró mantener un 20% de las tierras en manos privadas y cooperativas, gracias a lo cual los cubanos han podido tener un mínimo de alimentos garantizados, mientras las empresas estatales van de mal en peor durante más de medio siglo.
Aunque todavía en aquella década del sesenta del siglo pasado la hoja de parra para cubrir vergüenzas de la dictadura no había desaparecido, como pasa en nuestros días bajo el neocastrismo:
“La solución del problema no está en regar un ejército de funcionarios o de policías, a agarrar preso a todo el que esté vendiendo una gallina especulativamente, o esté vendiendo la vianda al chofer de alquiler, que a su vez la revende en la ciudad; el problema de los abastecimientos no se va a resolver con esas medidas. Lo que hacemos es un enorme, gigantesco esfuerzo por elevar la producción de todo, pero, muy fundamentalmente, de esas tierras que son del Estado, elevar al máximo la producción para satisfacer todas las necesidades”.
En Enero 21 de 1965, comenzando el “año de la agricultura”, mientras las cosas empeoraban día tras día, el delirio llegó hasta extremos patológicos en las palabras del Comandante en Jefe:
“Hoy por hoy dependemos mucho del azúcar, pero en el futuro no dependeremos solo del azúcar, tendremos otros renglones, y hay que decir que tendremos otros renglones que valdrán más que el azúcar. Así que esas son unas perspectivas muy interesantes de la economía de nuestro país, porque no se está desarrollando solo el azúcar, se está desarrollando la ganadería también impresionantemente, muy seriamente, y se están sembrando de 15 000 a 20 000 hectáreas de frutales por año, y vamos a incrementar la producción de vegetales de manera considerable con todos esos planes; y el azúcar crece a un ritmo muy grande, pero no es lo único que crecerá. Otras cosas crecerán más que el azúcar”.
Nada era imposible en la mente calenturienta de Fidel Castro, a quien la realidad no le importaba para nada: abundancia y más abundancia sería el único resultado posible de todos aquellos despropósitos en política agropecuaria, contra toda lógica humana o divina que se considerara, porque aparentemente él creía –o hacía que creía- que bastaba con desearlo muy fuertemente para conseguirlo.
Y todo dependiendo exclusivamente de las empresas estatales “socialistas”, que ya en ese momento habían dado pruebas más que evidentes de su ineficiencia e improductividad.
En el mismo discurso de Enero de 1965 insistía:
“Y están aumentando también los abastecimientos de pescado en algunas unidades del interior: en San José de las Lajas, Bauta, San Antonio de los Baños, se está ya aumentando el consumo de pescado, y después ya llegará el tiempo en que vayamos liquidando todas esas restricciones, con los aumentos de producción, y dado como marchan las cosas pues esa meta también de tener un abastecimiento en viandas más que suficiente para que sobren, y se pueda cumplir desde el 1ro de enero del año 1966, ya desde el próximo año”.
Eso lo dijo comenzando 1965, hace ya cuarenta y cinco años: tener un abastecimiento de viandas más que suficientes para que sobren. ¿Alguien las ha visto alguna vez, no para que sobren, sino ni siquiera para que escasamente alcancen, durante todos estos cuarenta y cinco años?
Naturalmente que no. Porque era imposible en esas condiciones. Porque la agricultura no puede depender de los caprichos y fantasías demagógicas de los gobernantes, ni de una absoluta desorganización y planes burocráticos, ni de caciques locales corruptos y preocupados de su buena vida, ni de “conciencia revolucionaria” o “el espíritu del Che”.
Pero las realidades de la producción agropecuaria cubana “revolucionaria” no tenían nada que ver con el discurso oficial, las promesas vacías o los descalabros constantes, y en la megalomanía no bastaba con andar bien, sino había que superar a todos los demás. Por eso una temeraria proclamación como ésta:
“Ya para el año 1970 seremos, posiblemente, uno de los pueblos mejor alimentados de todo el mundo”
Aunque no se trataba solamente de una gigantesca cantidad de alimentos. La promesa totalmente vacía era mucho más escandalosa todavía:
“…pero no nos podemos alimentar de una sola cosa: de carne sola no nos podemos alimentar, porque la carne es un artículo que tiene una demanda tremenda en el mercado mundial; nosotros tenemos que tener una dieta balanceada: leche, huevo, pescado, carne, es decir, una dieta —además— completa, que contenga todos los elementos”.
Proteínas, carbohidratos, vitaminas. Visionario el Comandante, sin dudas de ningún tipo. Además, siempre preocupado por la dieta balanceada de los cubanos, como si todos cenaran en Punto Cero.
No era asunto de carne solamente, sino además leche, huevo, pescado, y una excesiva producción de viandas que eliminaría el racionamiento, y además miles y miles de hectáreas de frutales sembradas cada año, en la conformación de un casi inmediato futuro luminoso en aquel paraíso socialista que se construía.
Sin embargo, se cuidaba de ser muy exacto en sus anticipaciones y sueños, y le advertía a los cubanos que no pensaran que tendrían toda la carne que se deseara, pero al menos podrían tener leche de vaca en abundancia muy pronto, casi enseguida:
“…el artículo que tendremos ilimitadamente, fuente de proteína ilimitada para el pueblo será la leche, que es además el más completo de todos. Llegaremos a tener cantidades realmente que no se podrán tomar ni tres veces la población actual de nosotros, y en pocos años, en pocos años”.
No es necesario profundizar demasiado en el párrafo anterior para demostrar su absoluta falsedad. Basta citar el discurso del general-presidente y heredero designado, Raúl Castro, el 26 de Julio del 2007, cuarenta y dos años después de aquella fabulosa promesa de su hermano mayor. Discurso al que “Granma”, por cierto, eliminó ciertas frases demasiado inconvenientes para publicarlas en la versión oficial:
“Es decir, que el objetivo principal es producir más leche para asegurar la que necesitan en primer lugar nuestros niños —estamos hablando de alimento fundamentalmente de niños, y de enfermos, con eso no se puede jugar tampoco—, incluso sin renunciar a la perspectiva de que otras personas puedan recibirlo en el futuro”.
De la supuesta leche prometida en 1965 en cantidades tan exuberantes que no se la podría tomar la población cubana ni tomando el triple, resulta que después de más de cuatro décadas la leche, de baja calidad, alcanza escasamente, y después de un extraordinario rosario de insensateces, burocratismo, engaños, desvío de recursos y despilfarro, para los niños hasta la edad de siete años, y los enfermos.
Porque la manera con que el régimen dice “feliz cumpleaños” a los niños cubanos cuando cumplen siete años, es retirarles la cuota de leche. ¿Hasta cuándo? Bueno, hasta que se logre el futuro luminoso que prometió el Comandante, al que se aferran, en su inútil propaganda actual, la gerontocracia, sus ineptos burócratas y sus ideólogos de pacotilla.
Pero la Grandísima Mentira no se limitó exclusivamente a la leche: abarcaba también al resto de los productos anunciados en la fábula de la abundancia, en una supuesta re-edición de la bíblica multiplicación de los panes y los peces, y que además tomaba en consideración el problema de los precios, para que todos tuvieran garantizado el acceso a la abundancia:
“Y tendremos cantidades grandes también de carne, de pescado, pero tenemos que establecer las condiciones, de acuerdo con los salarios, en que haya una distribución de todos estos artículos esenciales que constituyen la dieta del pueblo y que esté regulado en su oportunidad, que esté regulado por la cosa de los precios”.
¿Hacen falta comentarios?
La locura por una producción agropecuaria ilimitada y milagrosa no tuvo límites en las palabras de Fidel Castro. El 17 de Julio de 1968 decía:
“Y será sin duda un éxito extraordinario de nuestra Revolución que en 1970, al cabo de 11 años, la producción total de la agricultura de Cuba haya aumentado un 100%. En el año de 1970 la producción agrícola será el doble de lo que fue la producción agrícola en 1958”.
Imposible conformarse con tan poco, cuando el máximo líder ya pensaba en el café con leche para todos los cubanos:
“Y, sin embargo, será a partir de ese año en que crezca todavía a un ritmo de incremento muy notable, porque a partir de ese año entrarán en producción de verdad otra serie de renglones como los cítricos, el café —el café empezará un poco antes, pero irá creciendo bárbaramente. Y la producción de leche deberá aumentar aproximadamente 4 millones de litros de leche diarios más por año, es decir, que si alcanzamos cuatro en 1970, alcanzaremos ocho en 1971, doce en 1972; ¡irá creciendo a ese ritmo hasta alcanzar la producción de treinta millones de litros de leche diarios en 1975!”
Y más adelante se refería a otro producto imprescindible en la mesa de todos los cubanos, el arroz:
“Si la provincia de La Habana llega a tener estas 2 000 caballerías de arroz, puede asegurarse que esta provincia, a pesar de contar con unos 2 millones de habitantes, se autoabastecerá totalmente de arroz.
Naturalmente que en toda la isla se está haciendo un esfuerzo de incremento de las áreas arroceras y esperamos para 1970 que el país disponga de aproximadamente 17 000 caballerías físicas para el cultivo de arroz. De manera que con la cosecha de 1970 es de esperar que ya Cuba para fines de ese año 1970, porque naturalmente la cosecha se recoge en el segundo semestre del año, pero ya con la cosecha que se recoge en el segundo semestre del año, Cuba podrá satisfacer plenamente todas las necesidades de arroz con sus propias cosechas. Es decir, no necesitará importar arroz en 1971. Y dispondremos de no menos de medio millón de toneladas de arroz.
Creemos que habrá suficiente para que disponga cada ciudadano de un tercio de libra de arroz por día”.
Después volvería con el tema del café:
“No habíamos hablado de café, pero hay que decir que La Habana en 1970 no solo producirá cosechas que le permitirán autoabastecerse de arroz, sino que se autoabastecerá también de café. El café venía de 1 000 kilómetros de distancia, y en este momento en la provincia de La Habana hay sembradas 48 millones de matas de café. Hay en este momento casi 25 matas de café por habitante en esta provincia. Los imperialistas se desgañitan hablando de que aquí no se da el café. Si pudieran ver por un hoyito matas que tienen 16 meses de sembradas con una libra de café... ¡Matas que tienen dieciséis meses de sembradas con una libra de café!”
No alcanza todo el ciberespacio para reproducir la infinidad de desaciertos, sinsentidos, equivocaciones y traspiés de aquel iluminado del que ahora, al comenzar el décimo congreso de la ANAP, “Granma” destaca sus visionarias directrices para el desarrollo de la agricultura cubana.
Para no ir más lejos, véase lo que dijo Raúl Castro en Camagüey ese mencionado 26 de Julio del año 2007:
“…estoy mencionando productos que me parece que se dan aquí, me parece además que sobra tierra, me parece además que con esta generosidad de las lluvias del año pasado y el actual, aproveché en llegar aquí por tierra, para ver que todo está verde y bonito, pero lo que más bonito estaba, lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que está el marabú a lo largo de toda la carretera”
En pleno siglo XXI, en el año 2010, y en un país con una tierra y un clima que siempre facilitaron la producción agropecuaria, los campesinos llegan al congreso este año con un sombrío panorama.
Si esta afirmación fuera de la autoría de Cubanálisis podría creerse que está parcializada, así que es más conveniente e ilustrativo utilizar las mismas afirmaciones de los voceros del régimen sobre este tema.
La propaganda oficial del régimen describe la situación de esta manera:
“Cuando una crisis alimentaria azota a la Humanidad, los precios de productos básicos se disparan en el mercado y millones de seres humanos mueren de hambruna, Cuba convierte en máxima prioridad la producción de alimentos.
Este fin de semana, el X Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) centrará su mirada en las problemáticas que impiden entregar al Estado más volúmenes de viandas, hortalizas, frutales, carne, leche y otros renglones, en aras de solucionarlas”.
¿Por qué tanto esfuerzo se concentra en los que solamente poseen menos del 30% de las tierras, cuando las soluciones fundamentales deberían aportarlas las empresas estatales y las falsas cooperativas (UBPC), que disponen del 70% de la tierra agrícola del país?
Sencillamente, porque el régimen sabe, aunque nunca lo reconozca, que la agricultura estatal es un fracaso absoluto y permanente, y que solamente los campesinos privados y los cooperativistas son capaces de asegurar producción de alimentos para la población.
De nada valieron aquellas mentiras y falsas promesas:
“el abastecimiento más seguro y el que tiene el precio más seguro es el abastecimiento que proviene de esas tierras que no se repartieron”.
De nada, porque la realidad es testaruda. Pero el régimen es también testarudo, y se aferra a la propaganda oficial, aunque sea falsa, en aras de cuidar su espurio poder.
Un ideólogo oficial de la prensa castrada, Juan Varela Pérez, dice impúdicamente:
“Una de las máximas que traen los 860 delegados elegidos en la base —a ellos se sumarán 150 invitados— es profundizar en un tema de tanta urgencia como lograr que el sector cooperativo y campesino asegure el abastecimiento estable a la población de viandas, granos, hortalizas y frutales”.
Lo que es una manera disfrazada –como siempre- de reconocer que el gigantesco sector estatal no puede hacerlo, ni ha podido nunca. Además, el sector cooperativo y campesino no puede asegurar prácticamente nada mientras el ineficiente acopio estatal interfiera la gestión de comercialización de los productos.
¿Le interesa al régimen y la gerontocracia realmente saber como lograr que el sector cooperativo y campesino asegure el abastecimiento estable a la población de viandas, granos, hortalizas y frutales?
Es muy fácil: disuelvan el ineficiente sistema estatal de empresas irrentables, falsas cooperativas y empresas de acopio ineficientes, para entregar toda esa tierra y la comercialización de sus productos a verdaderos campesinos y cooperativistas, y permitan la iniciativa privada y cooperativa en la comercialización, y en pocos meses se verá la diferencia en resultados productivos.
De esa manera, no será necesario que el plumífero oficial tenga que escribir brillantísimas afirmaciones como la siguiente, como si descubriera a estas alturas lo que se conoce desde la Edad Media y antes:
“Es evidente, afirman los técnicos, que la introducción de la ceba influye en el incremento del peso de los animales destinados al sacrificio”.
Mientras el ideólogo al servicio del régimen –porque eso no es periodismo serio ni mucho menos- descubre el agua tibia, la sencillez de la sabiduría campesina aplasta sin remedio a la lógica totalitaria, mediante sencillas frases que echan por tierra todo el inacabable discurso oficialista de la dictadura:
“Todavía Eduardo Hernández Ortega no comprende por qué de “golpe y porrazo” se redujeron, hasta casi eliminarse, seguras y económicas tradiciones campesinas en la alimentación animal por otras foráneas y costosas.
Ahora que las vacas en ordeño y los toros en ceba reciben como dieta básica fundamental king grass, caña, millo y pastos— a los cuales se les agrega un suplemento proteico mínimo al procesarse—, refresca opiniones de sus antepasados: “jamás el pienso industrial podrá sustituir totalmente el que se fomenta en el campo. Sería un grave error”.
Lo que dice Leovigildo Venereo, campesino guantanamero que cría ganado vacuno en la finca Dos Hermanas, al periódico oficial “Granma”, desde su sencillez realista echa por tierra, aunque no se lo haya propuesto, toneladas de teoría absurda sobre la supuesta superioridad de la agricultura socialista, y desmonta de una sola vez, en varios párrafos, toda la propaganda del régimen justificando con el bloqueo, el elevado precio de los insumos, los huracanes y las condiciones climáticas, el fracaso del sistema:
“Me incorporé al movimiento en noviembre del 2008 y en ese año entregué mis primeros 30 toros, que poseía bien adelantados. En el 2009 llegué a 53 y para el actual tengo el compromiso de vender 100, de los cuales en abril aporté los primeros 25”, relata entusiasmado el curtido productor.
Para lograr ese propósito, Leovigildo está enfrascado en el engorde de 200 cabezas, toda una hazaña si se evalúan el poco tiempo en la actividad (su fuerte siempre fue la producción de leche) y las dificultades que enfrenta para asegurar el alimento básico a las reses y el agua, la cual muchas veces debe gestionar.
Tenemos que trabajar duro y con inteligencia, para asegurar la supervivencia de las áreas de king grass y de caña, que son el sustento de la comida principal y se desarrollan en secano. Sobre todo, hay que estar bien al tanto del corte de la primera especie, para que no se pase, mantenga su valor nutritivo y la perdurabilidad, explica Venereo.
La escasez de precipitaciones, sostiene, no nos va a detener en el empeño de crecer en áreas de king grass y caña. La ceba de toros se está pagando muy bien y eso nos posibilita invertir en ella. De modo que aspiramos a duplicar las seis hectáreas que tenemos con esos alimentos y si poseyera más tierra sembraría más comida aún, para llegar a 300 animales en engorde”.
“Juventud Rebelde”, otro de los medios propagandísticos de la dictadura, también recoge criterios de este tipo. Lázaro Hernández, cooperativista de Bejucal, La Habana, uno de los mejores productores de frutales del país, según dice el rotativo, expresó los problemas muy claramente, y ninguno de los que menciona tiene que ver con “el bloqueo”, la sequía o las calamidades naturales, que continuamente alega el régimen, pero sí con la ineptitud burocrática y la ineficiencia estatal:
“Comercio Interior sobra en la cadena de comercialización, porque un producto no debe estar expuesto a que lo maltraten tanto. Hoy el tomate está a dos pesos en la capital; en otros tiempos, con otro sistema de comercialización, el tomate se vendía a peso, y no es que ahora hay menos tomate, el problema es que no llega.
Después se madura en el campo y hay que llevarlo a la industria y el pueblo no se lo come. No es que la industria no sea importante, pero para la industria debe ir el tomate de industria, y el de consumo para la población, que el pueblo lo vea en las dos variantes.
Necesitamos que en la capital, donde había 1 300 puntos de venta y solo dejaron 600, no haya 1 300, sino 2 000, y que las cooperativas lleven sus mercancías de forma directa; hoy están limitadas.
El comercio debe ser diversificado, no puede haber un solo comercio centralizado cuando se está hablando de una agricultura diversificada. Que se vendan a precios topados aquellos artículos que a la población le duelen: viandas, granos y algunas hortalizas y frutas; lo otro tiene que ser liberado. Los productos que están perdidos, si queremos que los haya en el futuro, debemos ponerlos a precios de oferta y demanda, para que el productor se decida a sembrarlos”.
Mientras, la dictadura, siempre de espaldas a las realidades de la población y del país, haciendo como si no pasara nada, se expresó a través de Orlando Lugo Fonte, Presidente de la ANAP, con las siguientes palabras, demasiado abstractas en algunos aspectos, demasiado específicas en un solo aspecto:
“…los anapistas aportarán indicaciones precisas que pueden redundar después en más producción de alimentos.
Dijo que otros asuntos vitales serán cómo agilizar la comercialización, la disminución de importaciones, el aprovechamiento de la agroecología, el uso de buenas prácticas en la ceba de cerdos y toros, y el apoyo incondicional a la Revolución”.
Nada se menciona de la infinidad de tierras que siguen improductivas, llamadas “ociosas”, que todavía hoy son el 27% de las tierras agrícolas del país, o de las entregadas en arrendamiento sin la posibilidad de conseguir aperos de labranza o herramientas. O de los miles de toneladas de productos alimenticios que se deterioran a causa de la ineptitud e ineficiencia de la actividad estatal de acopio y comercialización. De las cosas realmente serias no hablan nunca los representantes del régimen.
El tema de verdadera importancia con los campesinos y cooperativistas cubanos no tiene nada que ver con el supuesto apoyo incondicional a la revolución, que no resolvería nada, sino con la liberación de todas las trabas burocráticas y exagerados mecanismos de control que impiden la verdadera liberación de las energías productivas y el crecimiento sostenido de la producción agrícola y ganadera en el país, la disolución del sistema empresarial estatal que no resuelve nada y provoca pérdidas continuas, y la entrega de todas las tierras agrícolas a campesinos privados y verdaderas cooperativas.
El discurso de clausura del congreso de la ANAP, a cargo de Marino Murillo, Vicepresidente del Consejo de Ministros y Ministro de Economía y Planificación, como era de esperar, con cualquiera que hubiera hecho la clausura, no aporta nada nuevo: según publica la Agencia de Información Nacional
“Murillo señaló que se deben aprovechar todos los recursos disponibles, diversificar las producciones, garantizar el alimento a los animales, aplicar la ciencia y la técnica y potenciar los programas de agricultura urbana y suburbana”.
Algo que sabe cualquier hijo de vecino, todos los campesinos, y hasta algunos burócratas al servicio de la gerontocracia.
¡Meses y meses preparando el congreso de la ANAP para conclusiones como estas! No hay derecho a sorprenderse cuando las tarimas de los agromercados están vacías o con productos de baja calidad y precios exhorbitantes. Sopresa sería que no fuera así.
Hace cincuenta y un años que es así, y si fuera por la voluntad de la gerontocracia y sus ineptos burócratas pasarían cincuenta y un años más sin resolverse los problemas.
Y seguirían diciendo, impúdicamente, que
“el abastecimiento más seguro y el que tiene el precio más seguro es el abastecimiento que proviene de esas tierras que no se repartieron”.
Sin lugar a dudas, la madre de todos los fracasos.
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