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En su casa en Alamar en junio del 2010. |
El decorador y pintor Roberto Miqueli Pérez, prominente figura de la escenografía cinematográfica cubana del siglo XX, falleció en La Habana a los 87 años.
El fallecimiento de Miqueli ocurrió en la madrugada de este martes como consecuencia de un paro cardíaco, según dijeron fuentes allegadas al artista.
Con su muerte, desaparece tal vez el más importante escenógrafo y realizador de efectos especiales en el cine cubano contemporáneo. Su filmografía como escenógrafo y creador de soluciones imaginativas para la escena alcanza los 150 títulos, incluyendo hitos en la historia del cine cubano de la república y la etapa posterior a 1959.
“Roberto Miqueli era un ärtista apasionado, un enamorado de su trabajo y una gran persona", comentó Tony Somoza, asistente de dirección cinematográfica y quien trabajó junto a él en Cuba.“Se pasaba horas y horas en su laboratorio en los estudios Cubanacán inventando escenografías y efectos especiales con el orgullo de que estaba creando algo excepcional".
Furor por el cine
Nacido en La Habana el 4 de mayo de 1926, Miqueli se vinculó al cine siendo un adolescente. A los 14 años comenzó como ayudante de su hermano Armando Miqueli, quien fue escenógrafo de numerosas películas producidas por la firma PECUSA.
Cursó estudios de pintura y escultura en la Academia de San Alejandro de La Habana, donde se graduó en 1943.
Pero su suerte estaba echada desde entonces en el cine. En 1953 su nombre apareció por pirmera vez en los créditos de una película como escenógrafo de Angeles de la calle, coproducción mexicano-cubana del realizador Agustín P. Delgado. Por esos años diseñó también escenografías para grupos teatrales en La Habana, en la llamada "época de las salitas" que marcó un momento de esplendor en la escena cubana.
Miqueli firmó luego un contrato con la compañía Pelimex de México para sus producciones en Cuba, y se integró como escenógrafo a la Agrupación de Técnicos de la Industria Cinematográfica Cubana y sus Auxiliares (ATICA).
Fue el escenógrafo de los más notables títulos de Juan Orol, entre ellos Sandra La mujer de fuego (1952), La mesera del café del puerto (1954), El farol en la ventana (1955) y Thaimí, la hija del pescador (1958).
Rodando con John Huston
El catálogo de sus producciones escenográficas en esos años incluye también La rosa blanca (1953), de Emilio "El Indio" Fernández; Más fuerte que el amor (1953) y El extraño de la escalera (1954), de T. Demicheli; Golpe de suerte (1954), de Miguel Altolaguirre; Una gallega en La Habana (1955), de R. Cardona; Tropicana (1956), de J.J. Ortega; ¡Olé...Cuba! (1957), de M. de la Pedrosa; y Con el deseo en los dedos (1959), de M. Barral, Cuba.
Trabajó para el rodaje de la serie Aventuras del Capitán Griff de la televisión de Estados Unidos, y participó de los equipos técnicos de películas norteamericanas que se filmaban en locaciones de la isla.
Fue así como filmó junto a luminarias del cine norteamericano como John Huston en Rompiendo las cadenas (1949), Laszlo Benedek (El árbol de la fiebre, 1957), y John Sturges (El viejo y el mar, 1958).
Al fundarse el Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (!CAIC) en 1959, Miqueli se incorporó a sis filas. Su primer trabajo como escenógrafo para el nuevo cine cubano fue en Historias de la Revolución (1960), de Tomás Gutiérrez Alea, para la que creó los primeros efectos especiales dentro del ICAIC.
En 1960 intervino en los rodajes de Nuestro hombre en La Habana, el filme inglés de Carol Reed basado en la conocida novela de Graham Green.
Maestro de generaciones
Fue director y diseñador del Departamento de Efectos Especiales, como director y diseñador, y viajó a México, Hungría Polonia, Francia y la Unión Soviética para recibir estudiosde especialización.
Durante una estancia en los estudios Barrandov, en Checoslovaquia, estuvo bajo la tutela de Karel Zeman y Jiri Trncka, y colaboró en la realización de la comedia Limonada Joe.
En los estudios Cubanacán organizó e impartó numerosos talleres de escenografía y efectos especiales, contribuyendo a la formación de los nuevos técnicos en su especialidad.
Entre las películas para las que diseñó escenografía y creó efectos especiales en las últimas décadas se cuentan clásicos como El otro Cristóbal (Cuba-Francia, 1963), de Armand Gatti; La muerte de un burócrata (1966) y Una pelea cubana contra los demonios (1972), de Tomás Gutiérrez Alea; El bautizo (1967), de Roberto Fandiño; La ausencia (1968), de Alberto Roldán); Lucía (1968) y Cecilia (1981), de humberto Solás; y Los días del agua (1971), de Manuel Octavio Gómez.
Como pintor realizó varias exposiciones personales y colectivas.
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