Alberto Méndez Castelló
El Ejército Oriental y la salinización arrasan con el oasis de vida silvestre que fue la Bahía de Malagueta, al noroeste de Puerto Padre.
"Guardabosque del Estado no es un cargo oficial en Cuba, aunque en la práctica el empleo existe. Quien lo ocupa tiene tanto poder como el jefe de los tres ejércitos y todavía más que el fiscal general y el jefe de la Policía juntos", escribí
en este sitio en octubre de 2010.
"A tan encumbrado mayordomo solo Fidel o Raúl Castro se tomarían el trabajo de llamarlo a capítulo. pero ¿por qué hacerlo si es de los que se mantiene alejado, apenas habla y ejecuta su trabajo al pie de la letra?", decía en aquella oportunidad, refiriéndome a cotos de caza celosamente guardados y a extensos territorios boscosos y marinos negados al cubano de a pie, pero donde la nomenclatura va de caza o de pesca y se recrea como príncipes en un país de proletarios.
Pues bien, dando seguimiento a este tema, ahora he encontrado que, en al menos un caso, el comandante Guillermo García, director de la Empresa de Flora y Fauna, confrontará dificultades a la hora de ejecutar su trabajo de guardabosques supremo.
En otro tiempo, la Bahía de Malagueta, situada al noroeste de Puerto Padre, rodeada por decenas de kilómetros cuadrados de bosques, con cayos, cayuelos y muy resguardadas ensenadas con abundantes y dulcísimas aguadas naturales, constituyó un oasis para la vida silvestre.
Venados, jabalíes, jutías, vacas, toros montaraces, y una muy amplia variedad de aves acuáticas, entre las que se encontraba la yaguasa cubana, una especie endémica del Caribe incluida hoy en el libro rojo de aves amenazadas del mundo, tenían su hábitat en Bahía de Malagueta.
La toponimia de la geografía interior de la bahía es prueba irrefutable de la flora y de la fauna que existió allí: Cayo de Pájaro, Cayo de Vaca, Punta de Lisa, Cayo Verde…
Pero todo eso cambió cuando, muy temprano en la década de los sesenta, el Ejército Oriental instaló un campo de tiro para la artillería detrás de Cayo Pájaro y los blancos para la aviación en Cayo de Burro, justo a la entrada de la Bahía de Malagueta.
Por si no fuera suficiente con la metralla para matar o ahuyentar la fauna, se dieron a la tarea de incrementar hasta niveles alarmantes la salinidad en la bahía.
En San Esteban, una ensenada habitada por cocodrilos, gallaretas americanas de pico blanco, flamencos y patos migratorios, desembocaba el río Vázquez y un poco más al oeste, casi frente a Cayo de Pájaro vertía sus aguas el río Yarey.
Hoy usted no encontrará ni un solo cocodrilo en la ensenada de San Esteban. El río Vázquez se encuentra prisionero dentro de una represa bien nombrada Yesu, mientras que las aguas del río Yarey no dulcifican el oasis que un día fue Bahía de Malagueta pues están atrapadas dentro de la presa Ortiz, una vasta región agrícola, hoy prácticamente ociosa, apenas si un día irrigada por dicha represa.
La salinidad oceánica, dijo un biólogo entrevistado por este corresponsal, es de 35 partes por millón (ppm), pero según el especialista, cuando en marzo de 2000 hizo mediciones en playa La Gibara, dentro de Bahía de Malagueta, la salinidad allí ya ascendía a 65 ppm.
En este panorama desolador, la Empresa Forestal de Las Tunas, directamente vinculada a la Empresa de Flora y Fauna ha anunciado que comenzará a administrar el área ¿protegida? que está situada en Bahía de Malagueta.
"Específicamente, se trata de un plan de manejo que centra su atención en monitorear la nidificación de las especies claves del área; ampliar los conocimientos sobre el cocodrilo americano, la iguana y la sevilla; conocer la dinámica de las comunidades de aves terrestres y acuáticas y manejar las diferentes especies invasoras para evitar las pérdidas del ecosistema", informó el semanario 26, el pasado 5 de octubre.
Pero a decir verdad, es la propia política del régimen quien agrede el ecosistema en la Bahía de Malagueta. Agrede la flora y la fauna con el cañoneo del Ejército Oriental y, por si no fuera suficiente, remata lo que allí queda de vida silvestre salinizando sus aguas.
El comandante Guillermo García debía impedir un desastre ecológico equivalente al que tanto denuncian los medios oficiales cubanos ocurre en la puertorriqueña isla de Vieques. Pero esto es Cuba, y bien sabemos que, aunque en su fuero interno lo quisiera, se trata de una misión imposible para el Guardabosques del Estado ya que todo su poder es aparente.
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