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ElNuevoHerald.com
Le dijeron a Yuneqca Bryant, que abrió la puerta, que buscaban a su esposo, Marcos Díaz Hernández, un exiliado cubano que llegó durante el éxodo del Mariel en 1980
Díaz no estaba en casa, por lo que los agentes le pidieron a Bryant decirle a su marido que se reportara a las autoridades de inmigración al regresar para ponerle un brazalete de monitoreo electrónico en el tobillo.
Después que Díaz regresó a casa, de inmediato se reportó a la oficina más cercana de la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) donde quedó detenido.
Hoy día Díaz está de vuelta en La Habana, deportado el 7 de agosto porque es uno de los 2,746 nombres que están en la lista de repatriación acordada en 1984 por el presidente Ronald Reagan y el gobernante cubano Fidel Castro.
Díaz, de 54 años, es uno de los cubanos en la lista de repatriación en ser devuelto a la isla recientemente. La mayoría han sido deportados en grupos pequeños cada año desde 1984. En la actualidad quedan 502 nombres en la lista de repatriación, según dijo ICE en un comunicado la semana pasada.
Esto significa que pasarán quizá otros cuatro o cinco años antes de que se agoten los nombres en la lista.
En promedio, alrededor de 90 a 100 cubanos en la lista han sido deportados cada año.
La deportación de Díaz muestra cómo los funcionarios de ICE están gradualmente repatriando a los cubanos cuyos nombres aparecen en la lista.
Los agentes del ICE que lo detuvieron le informaron que en 30 días estaría de vuelta en Cuba, según dijo Bryant, su esposa.
Pero luego de 30 días, Díaz seguía detenido en Estados Unidos.
Bryant, de 35 años, dijo que los agentes primero le dijeron a su esposo que Cuba no lo iba a aceptar, por lo que sería puesto en libertad después de 90 días.
Eso no sucedió. Díaz fue transferido a varios centros de detención y, finalmente, terminó en Krome, en el oeste del Condado Miami-Dade.
Fue desde Krome que Díaz fue deportado a Cuba el 7 de agosto.
Bryant dijo que no ha podido contactar a su marido desde que fue devuelto a Cuba.
“No tengo un número de teléfono para llamarle y no ha podido llamarme”, dijo Bryant en una entrevista telefónica la semana pasada desde su residencia en Columbus.
Bryant tenía una dirección en La Habana para la madre de Díaz. Le escribió una carta pero no ha recibido respuesta.
“No sé dónde está en Cuba”, dijo Bryant. “He perdido el contacto con él”.
Además de su esposa, Díaz también dejó atrás a dos hijos pequeños, uno de 3 años de edad y una niña de 1 año —así como una hija de 8 años de un matrimonio anterior.
Durante el éxodo del Mariel llegaron más de 125,000 cubanos a bordo de embarcaciones que por lo general hacían la travesía entre el puerto de Mariel en Cuba y Cayo Hueso.
La administración del presidente Reagan presionó al gobierno de Castro para llegar a un acuerdo sobre la deportación de ciertos refugiados del Mariel debido a que tenían antecedentes penales.
Bryant dijo que su esposo tenía antecedentes penales relacionados con un caso de robo un año después de arribar al sur de la Florida.
En 1994, a raíz del éxodo de balseros, Cuba y Estados Unidos llegaron a otro acuerdo migratorio.
Bajo ese acuerdo, Washington se comprometió a otorgar un mínimo de 20,000 visas por año a cubanos que desean emigrar a Estados Unidos mientras que La Habana accedió a aceptar la repatriación de balseros interceptados en altamar.
El acuerdo estaba encaminado a desalentar a los cubanos a lanzarse al mar en busca de llegar a territorio estadounidense. A pesar del acuerdo, el flujo de refugiados cubanos que llegan o intentan llegar por mar ha continuado, pero no a los niveles del Mariel o el éxodo de los balseros.
En julio, funcionarios cubanos y estadounidenses se reunieron de nuevo para reanudar conversaciones sobre la emigración de cubanos a Estados Unidos. Washington presionó a Cuba para que desaliente la salida de cubanos por mar. Funcionarios cubanos dijeron que la emigración ilegal de cubanos a Estados Unidos no cesará a menos que Washington revoque la política de pies secos/pies mojados.
Bajo tal política, los cubanos indocumentados que son interceptados en alta mar son por lo general devueltos a Cuba mientras que los que llegan a territorio estadounidense pueden quedarse.
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