Juan Abreu
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Llego a la Guerra de Corea. Mao quiere la guerra porque así se asegurará la ayuda de Stalin para crear una infraestructura bélica que convierta a China en una gran potencia militar. Para Stalin “el principal aliciente de esta guerra era que los chinos, con sus inmensos efectivos militares, que Mao se mostraba impaciente por utilizar, podían ser capaces de eliminar, o en cualquier caso mantener ocupados, a un número tal de soldados estadounidenses que el equilibrio de poder podía inclinarse a favor de Stalin y permitirle hacer realidad sus planes, que incluían apoderarse de varios países europeos, entre ellos Alemania, España e Italia.”
Hubo un momento, en que Stalin consideró la posibilidad de atacar desde el aire a la flota estadounidense que se encontraba en alta mar, en septiembre de 1950. En octubre, Stalin le comenta a Mao que “la coyuntura constituía una oportunidad única (y fugaz), dado que dos de los países capitalistas más importantes, Alemania y Japón, estaban militarmente fuera de circulación.”
Mientras debatían sobre la posibilidad de desatar la Tercera Guerra Mundial, Stalin reflexionó: “¿Deberíamos temerla? En mi opinión, no… Si es inevitable que haya una guerra, librémosla ahora y no dentro de unos cuantos años”.
Voy leyendo como estos dos asesinos comunistas ( Kim Il Sung no es más que un títere) arman la trama cuyo objetivo es convertir la mayor parte del planeta en un enorme campo de concentración.
Y entonces, se produce un momento de gran belleza y magnífico esplendor humano e histórico. El momento en que lo único que se interpone en el camino del esclavismo comunista mundial son los soldados de Estados Unidos de América que desembarcan en Inchon, justo por debajo del paralelo 38, cortando el paso al ejército norcoreano y al ejército chino.
Detengo la lectura y dedico un emocionado momento a recordar y agradecer a esos muchachos que combatieron y murieron en defensa de nuestra libertad.
Y después de esto naturalmente me produce un desprecio aún mayor el antiamericanismo español.
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