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Los viejos Castro y los nuevos tiempos
Antonio Arencibia / Cubanálisis-El Think-Tank
Fidel Castro, aunque renunció formalmente hace más de un año al poder absoluto que detentó en Cuba durante casi medio siglo, logró o impuso que su Sucesor, públicamente, se comprometiera a consultarle en todas las cuestiones estratégicas. Como se trata de un curtido conspirador, lo hace contra todo aquello que considere una amenaza a la merma de su rol de Estratega Supremo.
Cuando actúa en ese rol disminuye la autoridad de su hermano. Así se vio durante la crisis creada por tres huracanes en la Isla a fines del 2008, extendiéndose el papel del “compañero Fidel” no solo a destacar a aquellos miembros de la cúpula que dirigieron las operaciones de emergencia en distintas regiones, sino a determinar el rechazo de ayuda humanitaria ofrecido por el gobierno del ex presidente George W. Bush.
Durante la campaña electoral norteamericana y en cualquier tema de política internacional, sus opiniones reflejadas en un número casi interminable de Reflexiones, han creado un estado de incertidumbre en las cancillerías que no saben si deslindarlas o no de la “posición del gobierno cubano”.
Con la llegada de una nueva administración a la Casa Blanca y la decisión del presidente Barak Obama de dar un giro a la estrategia estadounidense en política exterior, el viejo Comandante comprendió que habían cambiado las condiciones del enfrentamiento con su gran enemigo. Su actuación desde entonces le ha vuelto a colocar en posición de mando indiscutible en el país.
Mientras tanto, Raúl Castro no implementa los cambios internos prometidos y actúa como si la nación cubana pudiera mantenerse en estado de hibernación socio-económica, mientras su hermano indica las soluciones trascendentales a espaldas del pueblo. Como ha dicho algún analista, se puede ver que Fidel Castro está secuestrando la Sucesión.
El “compañero Fidel” marca su territorio
Cuando el 3 de marzo Fidel Castro asumió como una decisión acertada la defenestración de Carlos Lage y Pérez Roque, preparada por los servicios de inteligencia raulistas, no olvidó el desplazamiento de su viejo confidente, “Chomy” Miyar, de Secretario del Consejo de Estado a Ministro de Medio Ambiente. Dos párrafos de la nota oficial le restaban autoridad a los cargos de los que eran removidos Miyar y Lage, pero lo importante era que ambos eran servidores directos del Comandante. Tales personajes, desde aquellas posiciones, eran los ojos y oídos que mantenía el viejo dictador en el seno de la cúpula sucesoria.
Raúl Castro, había movido el tablero del estado y el gobierno, porque no es menos conspirador que su hermano, y trata de mantenerse sin intermediarios, como el principal o único interlocutor del “Líder de la Revolución”.
La respuesta de Castro no se hizo esperar, fue pública, aunque nadie la destacó en todo su significado. Ocurrió en el marco de su reunión con la delegación del Caucus Negro del Congreso norteamericano. Así lo relataba el 7 de abril:
Cuando Bárbara Lee llegó a la casa acompañada por Bobby Rush, congresista demócrata por Illinois y Laura Richardson, por California, junto al Ministro del CITMA, José Miyar Barrueco, que durante largos años fue secretario del Consejo de Estado, eran las 11:35 de la mañana.
¿Quién pensaría que en la casa del dictador el funcionario acompañante de los norteamericanos fuera el Ministro de Medio Ambiente? Aunque el cargo de “Chomy” Miyar no tiene nada que ver con el tema más decisivo de política exterior del régimen, el Comandante lo apuntaló, haciéndolo partícipe de las conversaciones.
Dos días después, el 9 de abril, Fidel Castro llamó telefónicamente seis veces en 8 horas a Rafael Dausá, embajador cubano en Bolivia, indagando por la situación política en ese país, orientándole tareas y calificando públicamente de “insolentes” y “oligarcas” a los líderes de la oposición al gobierno de Evo Morales. Las llamadas al embajador Dausá se repitieron el día 10 durante la confrontación del Ejecutivo con el Senado boliviano en torno a la ley de reelección presidencial. Lo sorprendente es que se hace pública la ingerencia de Castro en los asuntos del Altiplano, utilizando para ello –abiertamente- al personal supuestamente subordinado al nuevo Canciller nombrado por Raúl Castro.
En aquellos días, antes de la reunión del dictador con la delegación de congresistas demócratas, Hugo Chávez daba a entender claramente quién manda en la Isla, cuando escribía desde Teherán: “Cuando ustedes estén leyendo mis letras, estaremos en el avión de Cubana que nos prestó Fidel, rumbo al Japón.”
Las agencias noticiosas quisieron engalanar el planteamiento y reportaron que “Chávez viajaba en un avión facilitado por el gobierno de Cuba”. Pero en este caso el venezolano sabe muy bien lo que dijo y contra quien va el dardo. Desde antes de la defenestración de Carlos Lage, ya Raúl Castro lo había sustituido por Ricardo Cabrisas como interlocutor de Chávez en los asuntos del ALBA.
Por eso no sería casualidad que se confirmara la remoción de Germán Sánchez como embajador del régimen ante el gobierno venezolano. ¿Quién si no Raúl Castro puede cambiarlo? Hay que tener en cuenta que Sánchez se movió en coordinación con Chávez en la liberación por las FARC de las rehenes Clara Rojas y Consuelo González el 11 de enero del 2008. Igualmente hay que recordar que el mandatario colombiano Álvaro Uribe, agradeció aquella liberación no solo a Chávez, sino a Fidel Castro, aunque había transcurrido año y medio de la Proclama sucesoria.
El general tenía que asistir a la cita de Chávez
En el contexto de la preparación de una política conveniente a La Habana durante la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, se notaron dos posiciones. La de Raúl Castro consistió en enviar a Brasilia a su recién nombrado Canciller, Bruno Rodríguez, para entrevistarse con su homólogo Celso Amorim y con el presidente Lula.
El general lo hizo amparado en una buena justificación: Chávez y sus principales ministros estaban de gira por Medio Oriente y Asia. Pero en términos estratégicos, hay que recordar que fue el presidente carioca quien utilizó su influencia para dar entrada al régimen como miembro del Grupo de Río en diciembre del 2008.
Raúl Castro asistió además a la cumbre de América Latina y el Caribe, (CALC), y fue como invitado a la del Mercosur. Esto parecía anunciar que se aceptaba la intervención de carácter moderado de Lula como principal intermediario con Estados Unidos en la V Cumbre de las Américas.
Brasil actuaba con celeridad y buscaba incluso el respaldo del presidente Uribe de Colombia para la proposición de aceptar al régimen cubano en las Cumbres de las Américas. Lula había declarado que “ya no hay Guerra Fría, no hay lucha armada” con excepción de las FARC de Colombia. De inmediato el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC, nada menos que saludaba la V Cumbre y pedía a los mandatarios asistentes su contribución “a la superación del conflicto colombiano” y a concretar “un acuerdo humanitario” en ese país.
Como consecuencia, había cierta confusión en cuanto a los propósitos de La Habana. La agencia oficial venezolana, ABN, daba por sentado la ausencia de Raúl Castro y el envío de un vice-presidente en su representación a la reunión extraordinaria del ALBA, convocada urgentemente por Chávez para “preparar la artillería” a favor del régimen en la Cumbre de Trinidad y Tobago.
Hugo Chávez llegó a Cuba y el 10 de abril, tras dos horas de espera, Fidel Castro se reunió con él, que iba acompañado de Luis Reyes Reyes, Ministro de Despacho de la Presidencia. Aunque en su artículo Noticias de Chávez y de Evo el Comandante abordó las impresiones del venezolano sobre sus visitas a China y Japón, no hizo referencia a la V Cumbre ni a la presencia en la reunión de Raúl Castro o de algún otro funcionario del régimen. Aparte del recibimiento y la despedida no se supo de encuentro alguno entre el General Castro y el Teniente-Coronel.
La posición de Fidel Castro era clara desde el 4 de abril, cuando al enterarse por Daniel Ortega del borrador de Declaración Final de la Cumbre de Trinidad y Tobago, escribió que ese proyecto contenía “conceptos inadmisibles”. No dijo cuales eran, pero no hay que ser adivino para saber que esas ideas inaceptables se refieren a concepciones democráticas que no se aplican en Cuba y que están en la base misma de su exclusión del sistema interamericano en 1962.
El título de la reflexión de Castro ¿Por qué se excluye a Cuba?, se repetía como tema central en un escrito de Chávez al regresar a Venezuela después de su reunión en La Habana: ¿Y por qué Cuba no está? Esa será la primera pregunta de nosotros, los pueblos de nuestra América.
Pero todo cambió el 14 de abril con las decisiones del Presidente Obama respecto a los viajes y las remesas de los cubano-norteamericanos, que los convirtió en prácticamente ilimitados. Dos escritos de Fidel Castro hablaba de ellas como, “alivio de algunas odiosas restricciones impuestas por Bush a los cubanos residentes en Estados Unidos para visitar a sus familiares en Cuba” y de medida “positiva, aunque mínima”.
Sin embargo, Castro ocultaba que las restricciones a las que hace referencia fueron eliminadas hace un mes cuando el Congreso norteamericano las aprobó como “percha” en la Ley de Presupuesto, y que a partir de aquel momento se regresó a las regulaciones de viajes vigentes antes del 2004. El dictador quería minimizar la importancia de las nuevas medidas de viajes y remesas a Cuba, porque no le quiere reconocer a Obama que ha hecho la mayor concesión al régimen desde que se implementó el embargo de Estados Unidos.
Por eso se decidió un cambio de táctica urgente, y Raúl Castro tuvo que viajar a Cumaná a llevar el nuevo mensaje a los socios ideológicos y algunos otros aliados circunstanciales en el ALBA: “los tiempos han cambiado”. Esto en esencia reconoce que ya no se requieren intermediarios pues Washington ya ha planteado empezar la negociación directa con el régimen si hay pasos en respuesta a sus concesiones. Por eso ya no cabría un espectáculo anti-norteamericano estridente en la cumbre de Puerto España, sino solo mantener la presión generalizada sobre Obama para que llegue hasta el fin del embargo.
Cuando se llevó a cabo la reunión en Cumaná encabezada por Chávez, Ortega, Evo y Raúl Castro, se escuchó la opinión de Fidel Castro, por boca de su hermano, de aceptar conversaciones con la Administración Obama:
Le hemos mandado a decir al gobierno norteamericano, en privado y en público, que estamos abiertos cuando ellos quieran a discutirlo todo, derechos humanos, libertad de prensa, presos políticos, todo lo que quieran discutir. Pero debe ser en igualdad de condiciones, sin la más mínima sombra sobre nuestra soberanía y sin la más mínima violación al derecho a la autodeterminación del pueblo cubano.
¿Qué resultó la V Cumbre?
Aunque la Cumbre de Puerto España, en Trinidad-Tobago no tenía el tema del embargo a Cuba en su agenda, la insistencia de casi todos los oradores lo colocó en el primer plano. Por eso Barak Obama, declaró desde el primer día que su equipo de gobierno estaba dispuesto a discutir con La Habana, “una amplia gama de asuntos, desde los derechos humanos a la libertad de expresión, las reformas democráticas, las drogas y los asuntos económicos”.
Al final del cónclave quedó la duda de a quién la correspondería dar el primer paso y cual sería este. Ya sabemos que Fidel Castro considera la eliminación de restricciones a viajes y remisiones de “positiva, aunque mínima”. Para Obama, en cambio, sí fue un primer paso y bien amplio, y ha enfatizado en la necesidad de que se restauren en Cuba las libertades democráticas: ya sus voceros han declarado, que ahora “la pelota está del lado del gobierno cubano”.
Ante esta contradicción, el propio presidente norteamericano pidió en una reunión por separado con los doce mandatarios de América del Sur, que ayudasen a que La Habana responda a su propuesta. Pero el presidente Lula de Brasil dijo a ABC de Madrid, que Estados Unidos no debe “esperar gestos” del régimen para seguir el proceso de acercamiento.
En la V Cumbre, los mandatarios de América Latina y el Caribe, en general, presionaron para que se le de al régimen el mismo tratamiento que a Vietnam: levantamiento del embargo comercial sin imponer condiciones de democratización. Pero el caso de Cuba es totalmente diferente, pues tiene un fuerte contenido de política interna para Estados Unidos, y el presidente Obama está obligado, como mínimo, a exigir la liberación de los presos políticos sin la cláusula castrista de deportación que planteó Raúl Castro.
Aparentemente, Fidel Castro tratará de encaminar las negociaciones hacia otros temas y no cederá un ápice en nada que signifique libertades ciudadanas o fortalecimiento de la disidencia, tomará todo lo que pueda tomar de los norteamericanos, y esperará el desgaste político de Obama.
La V Cumbre constituyó un fracaso político a medias. Se le encomendó a un país pequeño que hizo grandes esfuerzos ante las contradicciones que se arrastran en la región desde la Cumbre de Mar del Plata.
El primer ministro Patrick Manning ni siquiera logró entrevistarse con Chávez, a pesar de haber estado cabildeando en La Habana a favor de una reunión sin enfrentamientos. El domingo 19, en la reunión de clausura, tuvo que reconocer que el Documento Final adoptado “no fue unánime”. Manning fue el único que lo firmó en público, y según la agencia AP, “nadie más le siguió en el ritual en un aparente intento de no mostrar cuáles de los presidentes no firmaban”.
Antes de regresar a Estados Unidos, Obama declaró diplomáticamente que había sido “una cumbre muy productiva”. Hugo Chávez, por su parte calificó el encuentro como “el más productivo de la última década”, pero Venezuela no firmó la Declaración Final. El presidente hondureño Zelaya no le dio importancia a la firma o no del documento y quiso enfatizar en lo que llamó “un ambiente de dialogo muy fraterno”.
No todos los que se abstuvieron de firmar lo hicieron por discrepancias en torno al tema de Cuba: hubo también descontento sobre los compromisos formulados para enfrentar en la región la crisis económica. Ya el vice-presidente Joe Biden había dicho en su reunión de Centroamérica que no se podía esperar ayuda de Estados Unidos hasta que no saliera de la recesión.
Por esa razón, y amplificado por la decisión sobre viajes y remesas a Cuba, el diferendo entre el régimen castrista y el gobierno norteamericano salió de la gaveta en que había estado desde hace tiempo y pasó a ocupar un lugar preeminente en la Cumbre, aunque no estaba en la agenda. Como eso es lo que tiene mayor impacto informativo, se va a mantener la impresión de que Chávez y sus aliados le boicotearon la cumbre a Obama por no ceder a sus reclamos de “eliminar el bloqueo a Cuba”.
Pero en realpolitik, la izquierda rabiosa no ha obtenido ninguna victoria decisiva. Solo han mantenido el viejo discurso ante propuestas novedosas. Obama, ha podido constatar de primera mano la problemática diversa que presentan sus vecinos del sur. También pudo conocer de cerca a sus pocos aliados en la región y a muchos de sus enemigos, ya le sonrían con hipocresía o le reciten una larga letanía de viejos agravios.
Pero aún no conoce a los más experimentados. Enfrentado con gente como los Castro, que pueden tener entre ellos discrepancias de forma pero no de fondo, debe esperar una respuesta bien compleja a su jugada de apertura. El presidente norteamericano es joven e inteligente, pero debe tener presente que todavía nadie ha convencido a ningún tirano, por las buenas, a que se desarme.
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