La duda me viene de algo que es “el pecado original” del gobierno de Raúl: que no ha sido electo por el pueblo, sino que es fruto de una sucesión sanguínea y dinástica. No fue escogido teniendo –al menos– un contrincante y, para mí, un nombramiento sin alternativa no es una elección.
El actual Presidente no propuso un programa, no se comprometió ante sus electores y eso hace que no tenga que rendirnos cuenta. Las tan necesarias medidas pueden tardar un año o un quinquenio porque no le va en ello su puesto. Alcanzó, sin competidores, la tentadora manzana del poder. Ahora puede comérsela sin prisa, pues nuestros votos no han sido el camino que lo ha llevado a conseguirla.
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