Fue presidente y lo hizo tan bien, que hubiera podido seguirlo siendo. Nadie tenía su estatura de la cabeza al cielo, ni su fuerza moral, ni su agudeza política. Pero cuando concluyó su mandato, se retiró a impulsar en el mundo su ideario de justicia social y democracia. Y lo hizo con la misma humildad como saludó al pueblo sudafricano el día que fue juramentado como el primer presidente negro del país: Un ademán con la mano y una lágrima en el ojo derecho.
Era el resumen de una vida aun no acabada, de la misma vida que desafió a las hordas racistas, que salió de una cárcel de décadas como si hubiera estado el día antes en la calle manejando los hilos del poder, que comprendió los límites y los alcances de su obra y buscó el consenso en una de las sociedades más polarizadas de todos los tiempos. Era, en pocas palabras, la imagen del mejor político del siglo XX, y seguramente de uno de sus mejores mensajes éticos.
Fidel cumplirá 82. Irremediablemente enfermo, tuvo que renunciar a la presidencia de Cuba. Pero no se resigna a su postración y trata de mover los hilos del poder. Escribe artículos en los que contradice las políticas tímidamente reformistas de su hermano Raúl Castro, ataca a personas, difama. Da consejos como una suerte de dios que conversa con los humanos, lo más parecido a Zeus sobre la tierra. Uno de los últimos exhortaba a no dejar entrar más en Cuba a los deportistas cubanos que han firmado como profesionales, por traidores, dijo, como si alguien tuviera la potestad de negar a una persona el acceso a la tierra en que nació simplemente por una decisión tan privada. Los publica en una pagina web de pésima calidad a la que los cubanos no pueden acceder por la carencia de Internet.
El último que vi hablaba del valor de la humildad, tema extraño en una persona que nunca la ha conocido. Es una pena. Creo que una revalidación histórica desapasionada arrojaría más puntos positivos en favor de Fidel que los que lo hemos sufrido estaríamos ahora en condiciones de otorgarle. Algo más que lo que la población cubana, cansada y deseos de vivir cada uno su única vida, pudiera reconocerle.
Ojala que Fidel Castro vea a Mandela y entienda el valor superior de la humildad. Como decía el ginebrino Amiel, la humildad es la capacidad para saber estar satisfecho. Mandela lo está, excepto en eso de la familia, que ahora está junto a el, cantando por su cumpleaños.
*Sobre el profesor Haroldo Dilla Alfonso:
No hay comentarios:
Publicar un comentario