Por Andrés Pascual
La estancia en México de toda una vida no influyó en nada en el estilo de boxeo de Ultiminio Ramos ni de Mantequilla Nápoles, pero lograron la familia que necesitaban dos expatriados que habían perdido, por continuar cumpliendo por cuenta propia con su derecho a la libre elección del modo de vida y de la actividad laboral, no solo su deporte, sino su Alma Máter.
El pueblo mexicano hizo suyos a Manteca y al matancero y los siguieron, los aplaudieron, los apoyaron porque, en definitiva, eran dos inmortales del pugilismo, en el caso del oriental, acaso lo mejor de todos los tiempos nacido en Cuba.
Luego esos dos portentos de Fistiana no eran cualquier cosa, por lo que lograron imponerse y ser reconocidos por el difícil público azteca en todas las plazas de importancia del país.
El ligero cubano Yuriorkis Gamboa estuvo en México, porque, como público, a pesar de ciertos excesos, no hay como el de allí: en ningún lugar del mundo este deporte mantiene despierto el interés y latente la pasión como en la patria de Javier Solís (por cierto boxeador aficionado, fanático de primera e íntimo del Toluco).
El boxeo de hoy y yo diría desde hace tiempo, es México, que tiene al más importante Organismo funcional y al principal presidente de una rama en el CMB y José Sulaimán.
Una vez que “50 cts” es “más cáscara que boniato”, que incursionó en el boxeo para utilizar a su favor la imagen y el dinero que produce Floyd Mayweather jr durante un tiempo, para más nada le interesa al rapero el boxeo, por lo que, quien quedó colgando de esa firma está frito y eso lo sabía todo el mundo, menos Gamboa y los que no son capaces de mantener su carrera ni con relativa normalidad.
Lo que le sucede a estos cubanos es, más que raro, sospechoso: por un lado, Arum desprestigia al mejor boxeador que tiene porque “es aburrido y no tira” y Rigondeaux no logra peleas ni especiales de 5 dólares el round; por el otro, Gamboa, que es una máquina de tirar, tampoco tiene suerte…
Supongo que, lo he dicho muchas veces, detrás de esta ¿injusticia? esté la mano vieja y cochina del tirano de La Habana gracias a su amistad personal con Arum y con los productores de HBO, que logró vía la mediación de Oliver Stone y a quienes les permitió filmar un documental sobre el boxeo en Pinar del Río que es una oda desfachatada contra las libertades civiles y contra el profesionalismo, por lo que, posiblemente, ha podido bloquear el desarrollo de las carreras de estos boxeadores para frustrarlos con respecto al capitalismo y al boxeo rentado y para decepcionar al que piense irse de Cuba con igual objetivo, ante la evidencia de una realidad que la provocan, me arriesgo a decir, entre Cuba, Washington, Miami y Nueva York.
Si Gamboa va a México y logra gustarle al fanático mexicano tendrá un buen adelanto, porque sin el apoyo de ese público, el único de real interés en cantidad del momento, no se puede triunfar o, por lo menos, continuar con dignidad y dividendos una carrera que prometía más que el ostracismo a que le condenaron entre políticos e incapaces.
Pero por no saber ni entender las cosas radicalmente, porque no tienen idea de cómo fueron los acontecimiento para los cubanos desde 1959, ni los boxeadores escapados ni los cronistas quedaditos toman en cuenta la verdadera razón del éxito de Ultiminio y de Mantequilla: a aquellos jóvenes y a otros los sacó de Cuba para Miami y los llevó a México por su amistad con Pancho Rosales, el hombre de más poder y conocimientos del boxeo cubano en toda su historia, por lo tanto, el único de verdaderas relaciones, tal la del promotor George Parnassus, para hacerlos campeones, que, como si fuera poco, sacó hacia la Ciudad de los Palacios al entrenador personal de aquellos pugilistas, Kid Rapidez.
Sin Carlos “CUCO” Conde nunca hubieran existido ni Mantequilla Nápoles ni Ultiminio Ramos y eso es lo que nunca tendrá detrás, como representante y manager de alto voltaje mundial, Yuriorkis Gamboa.
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