Calima sobre las Islas Canarias |
El polvo del Sahara resulta un colosal aerosol que surca anualmente el Atlántico a bordo de los vientos alisios y descarga millones de toneladas de partículas de muy diversa índole en el área del Caribe, el Golfo de México y el sudeste de Estados Unidos.
Sal, hierro y otros metales pesados, sílice, unos 130 tipos de bacterias y hongos, virus (menos estudiados), polen, pesticidas, y materias fecales, figuran entre los componentes de la carga puesta en circulación por las tormentas, no solo de arenas, registradas en los desiertos.
Las que llegan a esta región se originan fundamentalmente en el Sahara y la franja semidesértica colindante del Sahel; aunque también llegan flujos menores procedentes del desierto de Namibia, al sur de África, y de ecosistemas similares asiáticos, como el legendario Gobi.
Científicos desestimaron que esta nueva oleada trajera daños severos a la salud; pero recordaron que en los últimos años el interés por el estudio integral de ese proceso crece a escala internacional y local.
Porque si bien posiblemente esta corriente ocurre desde hace millones de años, la observación y el estudio ha permitido vislumbrar que en las últimas tres décadas ha aumentado en 10 veces la carga de partículas de las nubes de polvo del Sahara, que llegan al Caribe, el Golfo de México y el sudeste de Estados Unidos.
Tal es la opinión del doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, investigador del Instituto de Meteorología de Cuba, entidad puntera en el estudio del impacto del fenómeno, que no solo influye en las variaciones del tiempo, el clima, la calidad del aire y en los ecosistemas marítimos y terrestres, sino incluso en la salud humana, de animales y plantas.
En un estudio difundido en Internet, Mojena aseguró que una red internacional de satélites y la observación de superficie permite el trabajo de monitoreo del impacto.
Resaltó el carácter marcadamente estacional de la nube de polvo, cuyo viaje transcontinental suele comenzar a mediados de marzo, con la llegada de la primavera, pero en Cuba, la mayor intensidad se registra en los meses de junio y julio, y a partir de agosto comienza su declive y son muy poco frecuentes los arribos en septiembre.
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