Buscando una foto referativa al articulo de Asdrubal, encontre sorprendido el escaso material fotografico sobre el servicio militar obligatorio, la UMAP, las escuelas en el campo y al campo, etc., todo ese testimonio grafico importante para denunciar no solo con palabras sino con imagenes el proyecto kaxtrizta de romper los valores tradicionales de la sociedad cubana, a la vez que empleada a ninos, adolescentes y jovenes de ambos sexos como fuerza de trabajo semi-esclava en sus diamonicos proyectos de construir una nueva sociedad.
SÓLO DOS CAMINOS [Cortesia del autor]
No voy a comenzar este artículo con la heroica resistencia armada de los años sesenta, contra la dictadura comunista de los hermanos Castro. Esa fue la era de la violencia contra la violencia del Estado.
No quiero que las organizaciones internacionales de Derechos Humanos y la ONU, rechacen mi posición sobre la esclavitud en Cuba, durante los últimos 51 años.
A pesar de los informes de estas organizaciones contra la esclavitud en el mundo, jamás ninguna ha incluido al gobierno cubano, como uno de los practicantes más salvajes de esta forma de dominio y explotación de la población cubana. Y lo voy a demostrar.
Tenía yo 14 años cuando comenzó esa inhumana explotación, al hacerme Director de una escuela comunista. La historia es simple: un vecino comunista, cuyo nombre no quiero recordar, convenció a mi mamá de que yo tenía “inteligencia” para pasar una “escuela de la Revolución”. Mi bella madre pensó que era una escuela técnica, que me podía dar un futuro, para hacerme ingeniero. Pensaba que ese díscolo que era yo, que me pasaba la semana, jugando a la pelota y en el Campamento de las Patrullas Juveniles, podía encaminarme a través de esa oportunidad.
Cuando yo llegaba a la casa, a eso de las siete de la noche, mi madre me preguntaba si ya me había bañado y yo, con la cara más dura que una piedra, le decía “Si, ya yo me bañé en el Campamento”. Las madres saben cuando los hijos mienten. Se ríen, pero se preocupan del futuro de esos pequeños diablos mentirosos. Pero mi madre no sabía, como tampoco yo sabía, la conspiración de F. Castro y la KGB contra el pueblo y la juventud cubana.
No fui una excepción. Fue una práctica sistemática y permanente de la esclavitud castrista, de explotar a los niños, que tomó su forma definitiva, en las Escuelas en el Campo, donde cientos de miles de niños fueron obligados al trabajo forzado durante más de 30 años, sin que la ONU o las llamadas organizaciones de Derechos Humanos se enteraran de esta práctica esclavista.
Es lo que se pudiera llamar, el Gulag castrista contra los niños y la familia cubana, que se mantiene en la actualidad y, que toma formas hoy diferentes, como el envío de trabajadores a diversos países, a quienes les paga en pesos, mientras el Gobierno se adueña de cientos de miles de dólares; el envío de profesores universitarios, con el mismo patrón y, la despiadada explotación de los médicos y otros profesionales de la medicina cubanos, mientras en Cuba faltan médicos y, los hospitales se están cayendo en pedazos, por la desidia y el desinterés del gobierno.
Quiero aclarar que no sólo se trataba de explotar a esos niños, sino de separarlos de la familia, para un absoluto lavado de cerebro, acorde con las muy precisas y meticulosas instrucciones de la KGB soviética y la Stassi alemana, con el fin de crear el utópico “Hombre Nuevo”.
El 30 de diciembre de 1995, con 50 años, arribé a Miami huyendo de España, donde me pasé 380 días buscando trabajo, sin encontrarlo y, bajo las presiones de la Inteligencia cubana, que actuaba allí a su antojo y con total impunidad, bajo el gobierno de Felipe González.
A los trece días de vivir en USA, tuve un trabajo en un restaurante de la cadena judía Kenny Rogers. Pagaban mal, pero a los tres meses, me compré un auto Chrysler del año 1989 en $300 dólares. Cuando terminé la transacción y, ya en poder de mi primer auto en toda mi vida, le mandé una carta a mi hermana comunista, muy concisa, donde le decía – aproximadamente, según la memoria de un hombre de 65 años en la actualidad – lo siguiente:
En Cuba participé en 9 atrincheramientos armados contra el “Enemigo”, con un total de 9-10 meses de trabajo, unas 1,600 horas, (suponiendo el pago de $11 dólares por hora que se paga a los que limpian piso en Canadá) con un valor total de unos $17,600 dólares que nunca fueron pagados. Me mandaron a 9 zafras azucareras, cada una de las cuales duraba 5 meses, unos 1,800 días por mes, en total 16, 200 días y 129,600 horas. Valor total: $1, 425,600 dólares o pesos cubanos. No me lo pagaron. Me obligaron a dar más de 10 mil horas de trabajo “voluntario”. Valor Total: Unos $110, 000 pesos o dólares. No me lo pagaron. Tuve que dar 33 donaciones de sangre. Valor Total: desconocido. Obligado hice más de 8 mil horas de guardias en el ejército, en los CDR y en los centros de trabajo. Valor Total: Unos $88,000 dólares o pesos cubanos. No me lo pagaron. Y para colmo, me obligaron a ir 18 meses a la guerra de Angola, una guerra que no era mi guerra, pero era la guerra de los grandes esclavistas que dirigen mi país. Por cada oficial, Angola pagaba entre $800- 2,000 dólares mensuales. Suponiendo $ 1,500 dólares mensuales como Asesor de Logística de las FAPLA, serían $ 27, 000 dólares que jamás me pagaron. En conclusión, la deuda del gobierno conmigo sería de unos $513,200 dólares. Suponiendo un interés del 28% mensual durante 36 años, o sea unos 432 meses, serían unos $ 467,096 dólares, para un gran total de $2, 135 296 dólares que nunca, nunca, el gobierno esclavista me pagó.
Si a eso se le agrega el sufrimiento, la angustia, el hambre, las vicisitudes humanas en el destierro, con sus extraordinarias secuelas físicas, familiares y psicológicas durante estos 36 años, la suma total sería de unos $100 millones. Esa es la cantidad que un día muy cercano, el gobierno dictatorial anticubano, me tendrá que pagar.
Hasta ahora, en el regocijo de su absoluta impunidad, jamás me han dado ni un par de patines. Pero tendrán que pagar con sus vidas, la insolvencia de su impunidad. El odio tiene que pagar cada gota de las sangres inocentes que han regado por el suelo.
Sirva como ejemplo que, en sólo tres meses en las tierras del “Enemigo”, ya tuve mi primer auto.
Es decir, el gobierno esclavista de Fidel Castro decidió de mi vida durante 36 años, sin que la ONU o ningún gobierno del Hemisferio Occidental intervinieran para poner fin a esa esclavitud, sancionada por sus propias resoluciones. Y eso ha ocurrido y ocurre con cada trabajador cubano.
¿Debería yo presentar una demanda por $100 millones contra el gobierno castrista? Sí, la voy a presentar en el futuro cercano, como pienso que cada cubano abusado, la debe presentar dondequiera que esté. Hay un marco institucional y legal internacional, que debe acoger y respaldar estas denuncias y demandas. Los tiranos tienen que saber el precio que tendrán que pagar por sus abominables abusos.
Además de la cadena perpetua o la pena de muerte, estos delincuentes imperiales, tendrán que pagar con su propia vida sus abusos.
Ese debe ser el claro mensaje de la ONU a estos delirantes y falsos profetas.
Lo que quiero decir con esta historia es que, a pesar de la razón de la lucha de los años 60-70, cuando el mundo no escuchaba, esa esclavitud se hizo cada día más abierta y desafiante.
Entre 1976 y 1980, el Dr. Ricardo Bofill, la Dra. Martha Frayde, Elizardo Sánchez Santa Cruz, Edmigio López Castillo, Adolfo Rivero Caro y Enrique Hernández Méndez, crearon y desarrollaron el Comité Cubano Pro Derechos Humanos (CCPDH), para denunciar todas las violaciones que estaban ocurriendo a los ojos del mundo. Fueron encarcelados, torturados y abusados, pero siguieron el camino de la lucha contra el sistema comunista.
Comenzaron hace 36 años la resistencia pacífica contra una dictadura violenta y asesina, que no tenía ni tiene ningún respeto por la vida humana. Durante esos largos años, los Castro han hecho lo que han querido contra esa población pacífica e indefensa: miles de asesinados; millones de encarcelados; más de 70 mil muertos en el mar Caribe, tratando de huir del “paraíso” y, 2 millones y medio de desterrados.
Para hoy, 17 de agosto de 2010 esa esclavitud está en una absoluta crisis. No por la ONU u otras organizaciones internacionales, sino por Orlando Zapata Tamayo y su familia, las Damas de Blanco, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas y la extraordinaria resistencia de la Oposición Cubana, entre las cuales destaco a los presos políticos, como Antúnez, Darsi Ferrer, Oscar E. Biset, Vladimiro Roca, Beatriz Roque, Chaviano y a cada luchador en las provincias de Cuba.
Hay en este momento, más de un millón de personas que, abiertamente han repudiado en Cuba, a la dictadura esclavista.
A partir de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, hemos llegado a un punto de ruptura, en la que hay sólo dos caminos: la lucha armada y el baño de sangre o la búsqueda de una solución pacífica al laberinto de la isla. Eso lo sabe el gobierno, la iglesia y los actores internacionales.
Lo que para mí está claro – y creo que para la mayoría de los cubanos también – es que hay que desmontar todo el andamiaje castrista hasta ahora conocido. Hablo del absoluto dominio económico, político y social. Del dominio legal e institucional que criminaliza y aplasta las libertades y derechos del individuo. Y del inoperante aparato de terror y represión.
Y digo inoperante, porque no hay fuerza capaz de detener una sublevación de la población, tengan ellos los medios que tengan.
A estas alturas de la situación cubana, Raúl Castro y sus secuaces saben, que sólo existen esas dos salidas. Y una explosión sangrienta – que en el fondo quizá ellos prefieran – tendrá consecuencias de las que no se salvarán ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos.
El pueblo de Cuba le ha dicho al gobierno, que ese sistema no funciona y no lo quieren. Los trabajadores cubanos, los campesinos y todos los sectores productivos del país, han utilizado métodos totalmente irreverentes, para expresar sus opiniones: el robo de recursos estatales, la indisciplina laboral, la corrupción, la improductividad y la magistral simulación del apoyo. Esa es la real causa de la crisis total del sistema esclavo-comunista.
Contra eso, nadie puede. No hay cárceles suficientes para meter a 11 millones de personas… ¿Se quiere mayor disidencia, protesta y oposición?
Fidel y Raúl Castro pueden tirar los tanques a la calle, que ellos saben que se los van a destrozar. No hay fuerza contra un pueblo que se decide a luchar. No la hay. Y ellos lo saben. Y desde luego, saben que van a ir por ellos.
La crisis del sistema es de tal magnitud, que han recurrido a uno de sus enemigos más agazapados e inteligentes, para que les ayuden a salir del problema: la iglesia católica. Como si la Carta Encíclica Divini Redemptoris del Sumo Pontífice Pío XI sobre el Comunismo Ateo (Roma, marzo de 1937), no existiera.
En esa Encíclica dedicada al análisis del comunismo – que supongo que el Cardenal Ortega y Raúl conozcan - se dice que “el Comunismo es intrínsecamente perverso”. Eso lo saben los Castro y la Iglesia. Pero la dictadura, en su desprecio al pueblo y a sus representantes pacíficos, se agarra del palo que menos espinas tiene.
Bueno, lo que todo esto demuestra es que, en estos momentos, ni los esclavistas ni los esclavos tienen alternativas. Sólo dos caminos: la conversación civilizada por la patria de todos, con todos los actores de la realidad cubana, incluido el exilio o el incivilizado y sangriento filo del machete maceísta.
Aunque los teóricos, cubanólogos, historiadores y los comunistas “intrínsecamente perversos”, traten de interpretar, escamotear, alargar y buscar medidas alternativas, la realidad está por encima de ellos.
Y eso es el profundo significado del final: cada cual está desarmado y obligado, por las circunstancias históricas, a deponer sus arrogancias, la impunidad de su poder, en función de la solución que ya hace mucho tiempo, ha decidido el más grande, el más poderoso, el rey entre los reyes: el pueblo de Cuba.
Alguien podrá decir que la disidencia – como lo dice el agente Rasvsberg, de la BBC en La Habana (Alias… Tupac Amaru?... Artigas?... el Camaleón?), no tiene ninguna fuerza en Cuba. Pero la realidad es que, señor Rasvberg, no hay AK-47, ni tanques, ni M-21, que puedan derrotar el ejemplo de ZT, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas o las marchas de las Damas de Blanco. Zapata Tamayo, Fariñas y Laura Pollán con sus mujeres, fueron un terremoto de magnitud 9,9 en la escala Richter en este planeta de tontos y sordos. Zapata Tamayo no era Einstein ni Galileo Galilei. Pero ese muchacho negro y albañil sabía que ese mundo dictatorial “Eppur si mueve”. Después de él, Cuba ha sido otra cosa. Una cosa inmanejable.
Una cosa del antes y el ahora.
Ya lo digo y ya termino: hay sólo dos caminos. No es sólo que “La Habana no aguanta más”. Es la Cuba total y profunda, la que no aguanta más.
Frente a los ríos de sangre, hay espacio para la tolerancia, la justicia y el entendimiento. Recuerdo cuando niño que mi padre decía que los cubanos siempre se entienden.
Las puertas están abiertas. Aunque yo sigo afilando mi machete, por si acaso.
No voy a terminar con un abrazo, sino con la esperanza de que todo esto sea posible.
¡Con la Esperanza Siempre!
Asdrúbal Canet Camejo
Ex Profesor Universitario
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