Los largos años de maltratos y huelgas de hambre -detalladamente documentados en el libro- no lograron hacer mella en la voluntad ni en los principios de este maestro pedagogo dedicado a la causa de su patria: Una Cuba independiente y democrática.
Hoy, en vísperas de cumplir sus 90 años, nos concede esta entrevista.
H.M. Sí, creo que se está haciendo claridad después de tanta distorsión. Creo que el libro contribuye a poner en claro muchas cosas que para gran parte de los cubanos estaban vistas a través de la Historia propagada por el gobierno.
H.M. Fue lo que desgraciadamente abrió las puertas a la revolución. Sin el golpe de estado no hubiese acontecido ese proceso tan traumático para la nación cubana.
Ya en la década del cuarenta habíamos arribado a la mayoría de edad de nuestra república, al aprobarse, con la participación de todos los partidos, una Constitución. Una de las más modernas de su tiempo: la Constitución del 40. A partir de entonces, se sucedieron los gobiernos que el pueblo elegía por el término de cuatro años. Al primer mandato de Batista, le siguió el de Grau San Martín y ya, al final del gobierno de su sucesor, Prío Socarrás, precisamente en la víspera de las elecciones, es cuando Batista toma de forma violenta el poder utilizando sus vínculos con los militares.
Eso fue un hecho que estremeció a toda la población. Fue una flagrante violación de los derechos fundamentales del pueblo de Cuba.
Había que dar una respuesta. Desgraciadamente la respuesta pacífica, las respuestas concertadas no fueron suficientes.
H.M. Decido unirme al 26 de Julio cuando, a pocos días del desastroso desembarco del Gramma, el grueso de los expedicionarios son emboscados y muertos, o capturados y rematados, en un lugar conocido como Alegría del Pío. Algunos de esos expedicionarios habían sido alumnos míos en Bayamo y en Manzanillo. Esa atrocidad colma una serie de hechos, y me decido a pasar de las acciones cívicas a la lucha armada. Y por lo tanto a involucrarme en el movimiento.
Ya anteriormente Celia Sánchez me había pedido que me incorporara y me había hablado, con mucha fe, de Fidel y de su compromiso de devolverle a Cuba su constitucionalidad. Era un proyecto con una amplia repercusión social donde no cabía de ninguna manera el establecimiento de un régimen totalitario.
H.M. Celia era una mujer muy sincera, valiente y con una clara vocación de sacrificio. Poseía una gran capacidad de trabajo y era una excelente organizadora.
Celia me conocía perfectamente y nos demostrábamos un mutuo respeto. Yo estoy seguro de que a ella le dolió mucho mi caso y que siempre esperó poder hacer algo por mí mientras estuve en prisión.
H.M. Fueron nueve meses de constante trabajo y de una entrega total a la causa. Tuve la suerte de tener una formación que me ayudó a desempeñar con éxito las misiones que me iban encomendando. Esa formación se la debo a mis padres y a la Historia de nuestro país. A nuestros próceres como Martí, Agramonte y a todos esos cubanos que renunciaron a la comodidad de sus bienes para levantarse en armas y conquistar la independencia.
Camilo Cienfuegos, Fidel Castro, Huber Matos, Enero 1959
H.M. Bueno, siempre traté de dar el mejor ejemplo posible, muchos de los que nos encontrábamos allí estábamos dispuestos a dar nuestras vidas.
H.M. Yo creo que sí. Raúl es un individuo que siempre se caracterizó por ese tipo de intrigas. Al igual que el hermano. A pesar de las humillaciones que Fidel le hacía a Raúl constantemente, se hermanaban en este tipo de maniobras. Fueron distintas situaciones pero es la misma forma de actuar, inescrupulosa e injusta.
H.M. El principal motivo de mi carta de renuncia fue el alejamiento de la revolución de las promesas de recuperar la constitucionalidad destruida por el golpe de estado. Además del lenguaje demagógico y las acciones populistas radicales que nos acercaban, cada vez más, al modelo totalitario de las dictaduras comunistas. Eso desgraciadamente fue en lo que se convirtió la revolución. No era yo el equivocado, ni era yo el que engañó a la población. Mi actitud fue honesta y de rechazo a la dirección que estaba tomando nuestra nación. Hoy mantengo la misma postura y creo que lo más importante es aprender de la Historia y convertir estas frustraciones en energía y voluntad para rescatar al país de la miseria material y moral en que lo deja el castrismo.
H.M. Eso fue algo que les salió mal a los hermanos Castro.
Ellos cometieron el error de llenar la sala del juicio con jóvenes oficiales del Ejército Rebelde, a los cuales les habían llenado la cabeza con acusaciones en mi contra, con la intención de que apoyaran la sentencia gritando PAREDÓN, como usualmente hacían en algunos juicios públicos.
Pero como estaba convencido de que me iban a fusilar, no tenía nada que perder y dije toda la verdad que tenía por dentro. Expuse todas mis razones con toda la vehemencia, la pasión y la claridad de quien deja una constancia para la Historia. Y, contrariamente a lo que los Castro esperaban, ese público de militares, aplaudieron fuertemente mis palabras.
Aún así, escuchando los aplausos, yo estaba convencido de mi sentencia a muerte. Pero estaba satisfecho, porque mi intención en aquel momento no era defender mi vida, sino a todo lo que había dado sentido a mi vida.
H.M. Estoy seguro de que su muerte no es ajena a esos hechos. Cómo desapareció, no lo sé. De que lo mataron, no tengo la menor duda.
Camilo era un amigo, un hombre muy sincero y sin dobleces. Cuando lo envían a detenerme y a hacerse cargo del mando en Camaguey, a pesar de la tensión, siempre mantuvo una actitud conciliadora.
Tuvimos una conversación en la que le expliqué mi asombro por las acusaciones y el malestar que sentían todos los oficiales de mi estado mayor...Todo se va a aclarar, Huber...me insistía. Pero cuando se comunicó telefónicamente con la Habana, lo que no pude oír lo supe por la expresión de su cara. Fidel ni siquiera le permitió terminar de hablar cuando Camilo le dijo: ...Ya todo está aclarado, es un malentendido... Era claro que lo había cortado bruscamente porque permaneció callado, escuchando, con el rostro ensombrecido.
El estaba en medio de una situación sumamente difícil, por una parte me conocía y sabía la falsedad de las acusaciones, y por otra siempre había confiado en Fidel.
Hasta el último momento quiso ayudarme. Estando en el calabozo esperando el juicio me hizo llegar dos mensajes con una persona de su confianza -alguien que no quiero revelar su identidad, algún día se podrá decir, para que conste en la Historia - en ambas ocasiones intentaba convencerme de la necesidad de escapar, asegurándome que él se hacía cargo del cómo.
Escapar para mí no tenía sentido. En ese momento lo que más yo quería era responder, aclarar mi posición dignamente. Pero él volvió a insistir en que no se podía permitir que el juicio se diera, que la única solución era la fuga y que él se hacía cargo de todo.
Yo me negué. Después con el tiempo me di cuenta de que él estaba presionado, que estaba obligado a presidir el tribunal militar que me iba a juzgar. De hecho quien lo preside es Sergio del Valle que era quien seguía en jerarquía a Camilo. Camilo era el Jefe del Estado Mayor y el que sigue en jerarquía era el tercer oficial, el Jefe de Operaciones que ese era Sergio del Valle.
Lo difícil de su situación lo prueba su intervención en el acto que participa frente al Palacio Presidencial, donde dice su último discurso, el cual cierra con los versos de Bonifacio Byrne. En donde no me ataca y ni siquiera me menciona. A diferencia de los otros oradores que hacen leña de mi caso. Principalmente Fidel, que cierra el acto y concentra los ataques más virulentos contra Díaz Lanz y contra mí.
Ese gesto final de Camilo determinó su sentencia.
H.M. Si yo hubiese sabido el desastre que ha sido la revolución, hubiese preferido no haber participado. Pero no me arrepiento de haber hecho algo contra el gobierno de Batista.
H.M. Claro que sí, y en las mismas circunstancias me hubiera alzado igualmente. Pero nunca bajo el mando de Castro.
Yo no imaginaba que Castro fuera un hombre tan perverso. Yo mismo en mis declaraciones de defensa hago una apelación a Fidel cuando digo...salvemos la revolución. Yo pensaba… si a este hombre le queda un poco de sentido del deber se puede evitar que esto se convierta en un sistema totalitario. Valía la pena haber podido realizar aquella obra que se le prometió al pueblo. Y él se hubiese realizado como patriota, hubiese tenido la oportunidad de haberle ofrecido a su pueblo un verdadero progreso social.
H.M. Los fusilamientos son una herida difícil de cicatrizar en nuestra Historia. Aunque las ejecuciones se llevaron a cabo previo juicio, y algunos de los acusados eran conocidos criminales sobre los que no quedó duda de la culpabilidad de los mismos, el hecho de que fueran juicios sumarios y de que los tribunales en muchos casos estaban formados por personas que no eran las más aptas, que no tenían experiencia, ni formación como jueces; que simplemente estaban en esas funciones por el hecho de ser oficiales del Ejército Rebelde, convirtió al supuesto medio de justicia en una peligrosa maquinaria de exterminio.
Personalmente, siendo Jefe Provincial de Camaguey, y al igual que los hombres que se encontraron bajo mi mando, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para evitar actos de injusticia. Se que la velocidad que se le imprimía a los procesos, generó lamentables desenlaces. Hubo casos en los que hubiera preferido que no se les aplicara la pena de muerte. Pero el control de las decisiones estaba muchas veces fuera del alcance de los mismos jefes de tribunales. Hoy no es secreto que muchas de las sentencias ya estaban decididas de antemano.
Pero eso era algo que no sabíamos. Esas fueron cosas que fuimos sospechando y descubriendo. Y los que sentíamos rechazo y repugnancia por semejantes métodos, nos comunicamos nuestra preocupación y cada uno tomó la decisión que creyó pertinente para evitar la conversión de algo que hubiera sido la solución del país, en lo que desgraciadamente terminó siendo: el feudo de un dictador.
Es por eso mi carta de renuncia.
H.M. Cuba ha padecido tanta violencia que mientras menos, mejor.
Admiro y respeto la tenacidad de los grupos de la oposición. Es muy difícil lograr una oposición pacífica en medio de una dictadura, que no tiene escrúpulos en ejercer la más cruel represión contra sus oponentes. Pero debo reconocer que en medio de esas dificultades, con un coraje y una entrega impresionante, han conformado ese tejido social, cada vez mayor, que es la oposición pacífica.
Sin embargo hay hechos y momentos que justifican la lucha armada. Es el último recurso.
H.M. Es obvio que Raúl Castro está introduciendo algunas variantes para crear expectativas y ganar tiempo sin alterar la naturaleza del sistema totalitario en tanto se despeja la incógnita de quién será el próximo Presidente de Estados Unidos.
Esas reformas insustanciales sirven además para preparar el camino hacia un ensayo de apertura siguiendo el modelo chino o el vietnamita. Pero la crisis cubana es demasiado catastrófica y cargada de urgencias para ensayar soluciones imitando tales patrones asiáticos. Tampoco podemos ignorar que Cuba está a 90 millas de la nación más rica y poderosa del mundo, donde además reside una emigración exitosa e influyente que sigue paso a paso los acontecimientos de la isla; y que, incuestionablemente, no será ajena al cambio hacia el pluripartidismo, el Estado de Derecho y la economía de mercado.
Lo ideal sería que el cambio se produjera como consecuencia de una protesta cívica no violenta liderada por los prestigiosos factores de la oposición y de la sociedad civil en suelo cubano; y que los militares, en vez de cumplir la orden de disparar contra el pueblo, se abrazaran a la multitud para hacer realidad La Nueva República y dejar atrás la miseria, el terror y la división de la familia cubana. Sea cual sea el final de la tiranía, la nación cubana resurgirá de los escombros materiales y morales heredados de la traición de los Castro.
H.M. El agradecimiento es mutuo. Considero que la labor que desempeñan es valiosa y me siento muy honrado con la entrevista.
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Fragmentos de un discurso
Discurso pronunciado por el primer ministro del gobierno revolucionario, en el campamento “Agramonte”, en Camaguey, el 21 de octubre de 1959.
(Versión taquigráfica de las oficinas del primer ministro)
Camagüeyanos:
En instantes como este se pueden experimentar los sentimientos más disímiles.
Me siento alegre por un lado y triste por el otro. Más que alegre, agradecido del pueblo (EXCLAMACIONES), reconocido del pueblo. Se experimenta esa sensación de lo que es un pueblo leal, de lo que es un pueblo revolucionario.
Y frente a eso, la otra idea, la que nos entristece porque no tenía razón de ser, porque son de esos errores y de esos males que los hombres muchas veces cometen sin razón, porque es un daño a la patria sin razón; la idea de los hombres desleales, la idea de los hombres ambiciosos, la idea de los hombres que ponen su ego, su yo, por encima de los más sagrados intereses del país, y que por encaramarse, por encumbrarse, son capaces de hundir hasta su propia patria (EXCLAMACIONES).
¿Qué hacía Huber Matos? Conspirar, atar cabitos. Y cuando se consideró lo suficientemente fuerte, alentado por la propaganda de la reacción, alentado por los halagos de la reacción, que estaba tentándolo, que estaba halagándolo a ver si conseguían obras de él, ¿a qué se dedicaba? ¡Se dedicaba a acusarnos a nosotros de comunistas! (ABUCHEOS.)
Siempre lo mismo, siempre lo mismo. Siempre lo mismo de Díaz-Lanz y de Urrutia. ¿Acusarnos de comunistas para qué? Acusarnos de comunistas para ganarse el halago y para ganarse el apoyo de la reacción, para ganarse el apoyo de cancillerías extranjeras; presentarse acusando a los compañeros más valiosos de esta Revolución de comunistas…
Quien se dedique a la innoble y ruin tarea de acusar de comunistas a los compañeros revolucionarios, lo que está haciendo es hacerles el juego a Trujillo, a la reacción nacional, a los grandes intereses internacionales, a los criminales de guerra, a Masferrer, a Batista, a Ventura, a Carratalá y a todos esos criminales (EXCLAMACIONES).
Y así, cuando consideró que todo estaba listo planea su gran trama. Me envía una carta renunciando y alegando una serie de razones... (DEL PUBLICO LE DICEN: “Lea la carta”).
¡Es que no puedo leer todos los papeles aquí! (EXCLAMACIONES.) El preparó una cartica para la publicidad:
“Compañero Fidel:
“En el día de hoy he enviado al jefe del Estado Mayor, por conducto reglamentario, un radio interesando mi licenciamiento del Ejército Rebelde.
“Por estar seguro de que este asunto será elevado a ti para su solución, y por estimar que es mi deber informarte de las razones que he tenido para solicitar mi baja del Ejército, paso a exponerte las siguientes conclusiones:
“Primero: No deseo convertirme en un obstáculo para la Revolución (EXCLAMACIONES), y creo que teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y lo revolucionario es irme.
“Segundo: Por un elemental pudor debo renunciar a toda responsabilidad dentro de las filas de la Revolución, después de conocer algunos comentarios tuyos de la conversación que tuviste con los compañeros Agramonte y Fernández Vila”, coordinadores provinciales de Camagüey y La Habana respectivamente. “Si bien en esa conversación no mencionaste mi nombre, me tuviste presente.
“Creo igualmente que después de la sustitución de Duque y de otros cambios más, todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo del problema comunista” —como esto es para la publicidad... ¿Comprenden?— “debe irse antes de que lo quiten.” Como si yo le hubiera preguntado nunca a nadie, cuando fue a pelear, qué pensaba ni de qué partido era, porque nunca, cuando se estaba luchando se le ha preguntado a nadie por filiación política. Jamás he andado en esas averiguaciones (APLAUSOS).
“Tercero: Sólo concibo el triunfo de la Revolución contando con un pueblo unido, dispuesto a soportar los mayores sacrificios.” Y él trata de dividir a ese pueblo.
Y añade: “Porque vienen mil dificultades económicas y políticas.” Vienen mil dificultades económicas, y él es el que las está agrandando; dificultades políticas, y él es el que está engrandeciendo.
“y ese pueblo unido y combativo no se logra ni se sostiene si no es a base de un programa que satisfaga parejamente sus intereses y sus sentimientos” -¿es que la Revolución no ha hecho leyes revolucionarias? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Es que la Revolución no está cumpliendo su programa? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) — “y de una dirigencia que capte la problemática cubana en su justa dimensión y no como cuestión de tendencia ni lucha de grupos.” Y él está fomentando un grupo.
“Si se quiere que la Revolución triunfe dígase a dónde vamos y cómo vamos” (EXCLAMACIONES). Exactamente lo que ustedes oyen leer, lo oyen en el diario de La Marina, señores. Exactamente. “Óiganse menos los chismes y las intrigas.” Y él es el primero que renuncia porque dicen, le hablan de una conversación —según dice— en que no lo menté, pero lo tenía presente. “Y no se tache de reaccionario ni de conjurado al que con criterio honrado plantee estas cosas. Por otro lado recurrir a las insinuaciones para dejar en entredicho a figuras limpias y desinteresadas que no aparecieron en escena el Primero de Enero...” ¡Que no aparecieron el Primero de Enero, pero que no aparecieron tampoco el 2 de Diciembre, ni aparecieron tampoco el 26 de Julio, señores! “...que estuvieron presentes en las horas de sacrificio y están responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es además de una deslealtad una injusticia. Y es bueno recordar que los grandes hombres comienzan a declinar cuando dejan de ser justos.
“Quiero aclararte que nada de esto lleva el propósito de herirte, ni de herir a otra persona. Digo lo que pienso y lo que siento, con el derecho que me asiste en mi condición de cubano sacrificado por una Cuba mejor. Porque aunque tú silencies mi nombre cuando hablas de los que han luchado y luchan junto a ti, lo cierto es que he hecho por Cuba todo lo que he podido ahora y siempre. Yo no organicé la expedición de Cienaguilla, que fue tan útil a la resistencia de la ofensiva de la primavera, para que tú me la agradecieras, sino por defender los derechos de mi pueblo. Y estoy muy contento del deber cumplido, como estoy muy contento de haber cumplido la misión que me encomendaste al frente de una columna del Ejército Rebelde, como estoy contento de haber organizado una provincia.
“Creo que he trabajado bastante y esto me satisface, porque independientemente del respeto con que hablan los que me han visto cerca, los hombres que saben dedicar su esfuerzo a la consecución del bien colectivo disfrutan dentro de la fatiga que proporciona el estar consagrado al servicio del interés común. Y esta obra que he enumerado no es mía en particular, sino producto del esfuerzo de unos cuantos que, como yo, han querido cumplir con su deber.
“También quiero que entiendas que esta determinación, por meditada, es irrevocable. Por lo que te pido, no como el comandante Hubert Matos, sino sencillamente como cualquiera de tus compañeros, que accedas a mi solicitud cuanto antes, permitiéndome regresar a mi casa...”
Esta es la carta que envía…….
Y si algo compensa, si algo compensa ese daño, ha sido la actitud del pueblo. Porque ellos verán las fotografías del pueblo y sabrán lo que hizo el pueblo. Sobre todo, sabrán lo siguiente: Había una conjura en un cuartel. ¿Y qué pasó? Nosotros teníamos tanques, cañones, aviones, tropas entrenadas, soldados numerosísimos. ¿Qué hicimos? (En la multitud se produce un incidente.) (EXCLAMACIONES)... Bueno. No, que había un grupito de los incondicionales de Hubert Matos que estaban tratando de agitar a los estudiantes (ABUCHEOS), un grupito de los directivos. Pero no importa. Los estudiantes los van a destituir, porque aquí están los guajiros y aquí están los obreros de Camagüey (APLAUSOS). ¡Aquí están los guajiros, y aquí están los trabajadores, y aquí está el pueblo humilde de Camagüey! (APLAUSOS.)
Huber Matos detenido en 1959
¿Y qué hicimos? ¿Qué hicimos? ¡Ah! ¿Que hay una conjurita en Camagüey? Un momento, ¡un momento! Ningún soldado, ningún cañón, ningún mortero. No, no, no. No hace falta. Me traslado a Camagüey. Eso sí es creer en el pueblo, eso sí es tener confianza en el pueblo. Vengo solo a Camagüey (APLAUSOS). Vengo solo a Camagüey y me bajo en mi cuartel, que es la plaza pública (APLAUSOS). Vengo solo a Camagüey y me bajo en mi cuartel, que es la ciudad. Me bajo, y allí no hubo que convocar a nadie ni dar mitin. No, no, no. ¡Nada de eso! Me bajé allí en el pueblo, porque yo sí creo en el pueblo (APLAUSOS).
Yo no pensé, no me preocupé de la conjurita qué tamaño tenía, cuánta gente. No, no, no. Yo digo: Allí está el pueblo de Camagüey, a ese pueblo lo conozco bien; ese es un pueblo revolucionario y voy para Camagüey (APLAUSOS). Otros, cuando han tenido problemas de ese tipo, buscan soldados. ¡No, no, no! ¿Soldados contra los rebeldes? No, si los rebeldes son el pueblo (APLAUSOS). Los soldados rebeldes no son los casquitos (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”). Los soldados son del pueblo. Aquí había que venir con el pueblo. Y en el camino, pues, se iban sumando rebeldes, policías, soldados. Todo el mundo, ¡todo el mundo! ¿Y quién, quién se opone contra el pueblo?
Así que me bajé en mi cuartel, que es la ciudad, porque el ejército de nosotros es el pueblo. Nosotros para qué queremos estos cuarteles tan grandes ni mucho menos (EXCLAMACIONES). ¿Para qué? ¿Para que haya conjuritas y conspiracioncitas? ¡No, hombre! Si para defender esta Revolución tenemos a los guajiros, a los trabajadores, ¡al pueblo, señores! (APLAUSOS.)
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Carta de renuncia de Huber Matos
Camaguey, octubre 19 de 1959
Dr. Fidel Castro Ruz
Primer ministro
La Habana
Compañero Fidel:
En el día de hoy he enviado al jefe del Estado Mayor, por conducto reglamentario, un radiograma interesando mi licenciamiento del Ejército Rebelde. Por estar seguro que este asunto será elevado a ti para su solución y por estimar que es mi deber informarte de las razones que he tenido para solicitar mi baja del ejército, paso a exponerte las siguientes conclusiones:
Primera: no deseo convertirme en obstáculo de la Revolución y creo que teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y lo revolucionario es irse.
Segunda: por un elemental pudor debo renunciar a toda responsabilidad dentro de las filas de la Revolución, después de conocer algunos comentarios tuyos de la conversación que tuviste con los compañeros Agramonte y Fernández Vila. Coordinadores Provinciales de Camaguey y la Habana, respectivamente: si bien en esta conversación no mencionaste mi nombre, me tuviste presente. Creo igualmente que después de la sustitución de Duque y otros cambios más, todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo el problema comunista debe irse antes de que lo quiten.
Tercera: sólo concibo el triunfo de la Revolución contando con un pueblo unido, dispuesto a soportar los mayores sacrificios... porque vienen mil dificultades económicas y políticas..., y ese pueblo unido y combativo no se logra ni se sostiene si no es a base de un programa que satisfaga parejamente sus intereses y sentimientos, y de una dirigencia que capte la problemática cubana en su justa dimensión y no como cuestión de tendencia ni lucha de grupos.
Si se quiere que la Revolución triunfe, dígase adonde vamos y cómo vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se tache de reaccionario ni de conjurado al que con criterio honrado plantee estas cosas. Por otro lado, recurrir a la insinuación para dejar en entredicho a figuras limpias y desinteresadas que no aparecieron en escena el primero de enero, sino que estuvieron presentes en la hora del sacrificio y están responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es además una deslealtad, una injusticia, y es bueno recordar que los grandes hombres comienzan a declinar cuando dejan de ser justos.
Quiero aclararte que nada de esto lleva el propósito de herirte, ni de herir a otras personas: digo lo que siento y lo que pienso con el derecho que me asiste mi condición de cubano sacrificado por una Cuba mejor. Porque aunque tu silencies mi nombre cuando hablas de los que han luchado y luchan junto a ti, lo cierto es que he hecho por Cuba todo lo que he podido ahora y siempre. Yo no organicé la expedición de Cienaguilla, que fue tan útil a la resistencia de la ofensiva de primavera para que tú me lo agradecieras, sino por defender los derechos de mi pueblo, y estoy muy contento de haber cumplido la misión que me encomendaste al frente de una de las columnas del Ejército Rebelde que más combates libró. Como estoy muy contento de haber organizado una provincia tal como me mandaste. Creo que he trabajado bastante y esto me satisface porque independientemente del respeto conquistado en los que me han visto de cerca, los hombres que saben dedicar su esfuerzo en la consecución del bien colectivo, disfrutan de la fatiga que proporciona el estar consagrado al servicio del interés común. Y esta obra que he enumerado no es mía en particular, sino producto del esfuerzo de unos cuantos que, como yo, han sabido cumplir con su deber. Pues bien, si después de todo esto se me tiene por un ambicioso o se insinúa que estoy conspirando, hay razones para irse, sino para lamentarse de no haber sido uno de los tantos compañeros que cayeron en el esfuerzo.
También quiero que entiendas que está determinación, por meditada, es irrevocable, por lo que te pido no como el comandante Huber Matos, sino sencillamente como uno cualquiera de tus compañeros de la Sierra -¿te acuerdas? De los que salían dispuestos a morir cumpliendo tus órdenes-, que accedas a mi solicitud cuanto antes, permitiéndome regresar a mi casa en condición de civil sin que mis hijos tengan que enterarse después, en la calle, que su padre es un desertor o un traidor.
Deseándote todo género de éxitos para ti en tus proyectos y afanes revolucionarios, y para la patria –agonía y deber de todos- queda como siempre tu compañero,
Huber Matos
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