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Dr. Eugenio Yáñez
El respeto de los dictadores a la libertad de expresión
Imaginemos por un instante que un oficial de los servicios de inteligencia y contra-inteligencia rusos chinos, bielorrusos, cubanos, venezolanos bolivianos, nicaragüenses, ecuatorianos, norcoreanos o iraníes, abandona su país y le pasa a órganos de prensa internacionales información secreta que es propiedad de su gobierno.
¿Cuál sería la actitud de los gobiernos de Vladimir Putin, Xi Jinping, Aleksandr Lukashenko, Raúl Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa, Kim Jong Un o los ayatolas? ¿Considerarían que se trata de un luchador por la libertad de información y ordenarían que lo dejaran tranquilo y ya? ¿O pensarían que se trata de un traidor a la patria y le enviarían algunos “muchachones” a visitarlo, dondequiera que estuviese, con el objetivo de convencerle para que regrese con ellos a su país, para poder evaluar detalladamente el daño provocado y ser juzgado severamente ante los tribunales, y en caso de que el traidor no quisiera regresar, modificarle inmediatamente la salud?
¿Cómo se comportarían todos los gobernantes anteriormente mencionados si uno de sus oficiales de sus servicios de seguridad hiciera públicas en la prensa internacional todas las informaciones de esos gobiernos para rastrear, escuchar, vigilar, seguir y controlar no a terroristas conocidos, sino a opositores y personas que, simplemente, no comparten las ideas y los proyectos de gobierno de esos gobernantes?
Esos presidentes que ahora se rasgan las vestiduras diciendo que Estados Unidos escucha las conversaciones de algunos de sus ciudadanos (aquellos que mantenían relaciones telefónicas con números registrados o sospechados como utilizados por terroristas activos o potenciales) y pretendía conocer todas las actividades de estos individuos.
¿Esos gobernantes son tan firmes defensores del derecho a la libertad de información y a la libre expresión de las ideas por parte de sus propios ciudadanos? ¿Esos personajes que gobiernan en China, Rusia, Belarús, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, y otros países “revolucionarios” son tan democráticos?
Todos los nombres de los supuestos oficiales de los servicios de seguridad mencionados en los párrafos anteriores son ficticios, y se utilizan simplemente a manera de ejemplo, para destacar la forma en que podrían reaccionar sus gobiernos en casos como esos, y compararla con la forma en que esos mismos gobiernos han reaccionado ante el caso del traidor y prófugo norteamericano Edward Snowden, para entonces poder plantearnos dos preguntas que todos debemos realizarnos a nosotros mismos ante el circo mediático que se ha desarrollado en las últimas semanas:
- ¿El norteamericano Edward Snowden, ex funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos y actualmente en fuga de la justicia estadounidense, es un miserable traidor a su país que hizo públicos muchísimos documentos que ponen en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, o es verdaderamente un luchador por la libertad de expresión en el mundo?
- ¿Los presidentes de Rusia, China, Belarús, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, son unos convencidos verdaderos defensores de la libertad de expresión en todo el mundo, o son simplemente sus secuaces, que se han sumado al carro “antiimperialista” en este caso, como siempre, con el único objetivo de hacer daño y dificultarle las cosas a Estados Unidos?
El concepto de “traición”
Ante la primera pregunta puede haber, como en otras tantas cosas en la vida, diversas interpretaciones motivadas por la ideología o, en este caso en particular, por las simpatías pre-establecidas hacia o contra Estados Unidos.
Sin embargo, parece inevitable que hay que considerar que el hecho de hacer públicos documentos que son considerados por el gobierno de un país como altamente secretos, que para acceder a ellos se requiere un proceso anterior de verificación de confiabilidad y conducta de las personas (al que los norteamericanos comúnmente llaman “clearance” y en Cuba totalitaria se conoce como “verificación”), y que esa información muy secreta regularmente se protege con diferentes sistemas de control de acceso a la misma y mediante muy sofisticadas formas de almacenamiento de información, esa publicación de tales documentos no puede ser considerada como un gesto amistoso hacia el gobierno en cuestión. Más bien como todo lo contrario, como un acto, en el mejor de los casos, hostil hacia ese gobierno.
Y si esa publicación se hace concientemente de que será dañado el gobierno en cuestión poseedor de esos secretos que dejan de serlo, en este caso Estados Unidos, como ha sido anteriormente en el llamado escándalo de Wikileaks, donde participó el miserable militar norteamericano Bradley Manning pasando información al payaso australiano Julian Assange (que sigue y seguirá protegido en la Embajada de Ecuador en Londres, sin poder salir de ella sin ser detenido por la justicia inglesa, que lo reclama por un delito común cometido en Suecia) o ahora en este caso por Edward Snowden, ex-contratista al servicio de los aparatos de inteligencia norteamericanos, no parece que Estados Unidos debiera adoptar otra actitud que la de considerar a esos violadores de sus compromisos de secreto y lealtad hacia el país que los vio nacer de la manera más fuerte y menos cariñosa que sea posible.
Al menos en nuestro idioma el concepto de “traición” es muy claro y no requiere que se produzcan confusiones: la Real Academia de la Lengua Española define la traición como “Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener” y como “Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria”.
Sin pretender ser abogado, y sin pretender desposeer al señor Snowden de la presunción de inocencia a la que tiene derecho hasta que su culpabilidad pueda ser demostrada por un tribunal competente, maravilloso privilegio del que disfruta gracias a haber nacido en este maravilloso país que tanto odia, podemos considerar que, de acuerdo a lo que se ha podido conocer hasta ahora, una acusación de traición en su contra no sería una cosa descabellada ni una majadería, si se tiene en cuenta que este personaje, con su actuación, podría haber quebrantado la fidelidad o lealtad que debería guardar o mantener, y que podría haber cometido un delito que atentaba contra la seguridad de su patria.
Es lógico entonces que el gobierno de Estados Unidos, en la voz de su Presidente, haya sido enfático al advertir que el señor Snowden no era en ningún momento un perseguido político sino un fugitivo de la justicia común, y que ayudarlo a evadir esa justicia de los Estados Unidos sería visto como una acción muy poco amistosa hacia Washington, y que no quedaría sin consecuencias.
Las diferentes posiciones frente al caso
Ya a partir de ese momento comenzaron a delinearse diversas posiciones frente al caso, una de ellas la que mantienen las naciones que se apegan por convicción al Estado de Derecho y al estricto cumplimiento de las leyes, que pueden considerarse aliadas.
Otra es la de las que prefieren mantener las distancias y no provocar a Estados Unidos en un tema que no les reportaría nada positivo, como puede ser el caso de China, ya que el señor Snowden se encontraba en Hong Kong al desatarse los acontecimientos, aunque los chinos se desentendieron muy rápidamente del problema dejándolo partir por avión, con la aviesa complicidad de Ecuador, hacia Moscú.
Y otra más es la de las naciones que desean aprovechar cualquier situación que surja para crearle dificultades a Estados Unidos. Así comenzaron a mostrarse con más claridad los secuaces del traidor, los que se desgarran las vestiduras defendiendo la libertad de información de la supuesta víctima de la maldad de Washington, y que, como todos sabemos, siempre se han caracterizado por su irrestricto respeto a la democracia y el derecho de sus pueblos, como Fidel Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa.
Si nos fijamos bien, desde La Habana ha prevalecido la sensatez neocastrista frente a la soberbia fidelista. Lo poquísimo que ha dicho el régimen sobre el caso no le compromete en nada, ni ha salido de fuentes del más alto nivel, ni felicita al traidor ni lo declara como un héroe. Está más que claro que el gobierno cubano no tiene el menor interés en chocar con Estados Unidos en un caso como este.
Mientras, el decadente Fidel Castro, ya fuera del juego del día a día del gobierno cubano desde hace un buen tiempo, y sin prácticamente nada importante que hacer en su vida, más allá de entretenerse pronosticando con fecha fija guerras termonucleares, pretender atemorizar a la humanidad con la eventual extinción de la especie humana en cualquier momento, o estudiar el cultivo de la moringa para alimentar al mundo hasta que nuestra especie se extinga por cualquier motivo, envió una muy provocativa carta al presidente nicaragüense Daniel Ortega, con el pretexto de felicitarlo por la reunión cumbre de Petrocaribe celebrada en Managua, donde esparce odio a diestra y siniestra contra “el imperio” y los conquistadores coloniales, miente impunemente, y de paso hasta roba a Che Guevara la consigna “Hasta la victoria siempre” y se la asigna a Hugo Chávez (pero ya eso sería tema de otro trabajo).
En esa carta, el decadente comandante se refirió de esta manera al presidente ecuatoriano:
“No puedo concluir estas palabras sin expresar mis simpatías por Rafael Correa, Presidente de Ecuador, que en estos precisos instantes, cuando el imperio amenaza con guerras y el posible empleo de armas sofisticadas a la República Popular China y a la Federación Rusa, dos poderosas naciones que nunca fueron potencias coloniales y hoy son víctimas de actitudes amenazantes de Estados Unidos, rechazó enérgicamente las amenazas del Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, si se le concedía el asilo político solicitado a Ecuador por Edward Snowden.
Un comunicado de la Presidencia de la república expresa: “Ecuador no acepta presiones ni amenazas de nadie, y no comercia con los principios ni los somete a intereses mercantiles por importantes que estos sean”.
Exquisita versión fidelista de la tergiversación y el diversionismo. En ningún momento Estados Unidos ha amenazado “con guerras y el posible empleo de armas sofisticadas a la República Popular China y a la Federación Rusa” por el caso Snowden. Quien único ha solicitado empleo de sofisticadas armas nucleares contra Estados Unidos fue Fidel Castro durante la Crisis de Octubre.
Si Rusia nunca fue una potencia colonial, como dice Castro en su carta, entonces habría que decir que la Unión Soviética nunca existió, o que las catorce repúblicas “hermanas” de Rusia bajo el peso de los tanques, las botas y las bayonetas del Ejército Rojo, nunca existieron. O que el “campo socialista”, ese del socialismo real, “hermanado” a la URSS desde Berlín hasta Mongolia por ese mismo Ejército Rojo, tampoco fue una realidad durante casi medio siglo.
Y si China nunca tuvo intereses coloniales, ¿por qué se anexó el Tibet, por qué no acepta la independencia de Taiwán, por qué envió millones de soldados a Corea del Norte, por qué atacó a la India luchando por territorios, por qué se inmiscuyó en problemas internos de Indonesia, por qué pretendió apoderarse de toda Mongolia, por qué apoyó a los genocidas de Cambodia, o por qué lanzó una guerra absurda contra Vietnam, al que había dominado por mil años, a poco de que esa nación terminara su contienda con Estados Unidos, para hablar solamente de los tiempos más recientes.
Si todas esas realidades no son acciones de potencias coloniales, tanto por parte de Rusia como de China, entonces el colonialismo no existió en ningún país del mundo.
Además, en el caso de las supuestas amenazas de Estados Unidos que menciona Fidel Castro en su carta a Daniel Ortega, es importante aclarar, lo que no hace el Comandante, que por encima del Presidente de ese Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que pertenece al Poder Legislativo de Estados Unidos, está el Presidente del Senado, y que además hay varios niveles de decisión superiores en el Poder Ejecutivo, hasta llegar al presidente, que no se dedican a amenazar tranquilamente y por gusto a cualquier país, como quiere hacer creer Fidel Castro.
Sin embargo, había que sacar urgentemente la cara por el aturdido líder de la “revolución ciudadana” ecuatoriana, que tras los primeros escándalos tercermundistas apropiados para repúblicas bananeras, con aquella posición del teatro bufo del “suéltame que lo mato”, tras una llamada telefónica del Vicepresidente norteamericano Joe Biden se llamó a consejo, moderó su lenguaje, y posteriormente su gobierno señaló que el estudio de la solicitud de asilo del traidor podría tardar hasta dos meses.
La perspectiva de perder preferencias arancelarias en el comercio con Estados Unidos, lo que podría suceder casi de inmediato y afectar seriamente a muchos negocios ecuatorianos si ese gobierno finalmente otorgara asilo al traidor, parece haber resultado una buena consejera para bajar los humos del presidente-doctor graduado en la Universidad de Illinois (EEUU) y en la Católica de Lovaina (Bélgica), y aspirante a heredero latinoamericano del liderazgo de eso que se llama el socialismo del siglo 21 y que nadie sabe exactamente lo que es.
La cobardía del traidor
Edward Snowden, por su parte, además de un miserable, también es un cobarde. Después de su traición y su escándalo mediático, estuvo plañideramente lamentándose de que Estados Unidos hubiera tomado determinadas medidas contra él, como invalidarle el pasaporte: parece que pretendía que por sus acciones concientes contra su propia patria el gobierno norteamericano le lanzara flores, le recibiera con honores, lo ascendiera a mayores responsabilidades civiles o militares, o le entregara medallas y condecoraciones.
El padre del traidor también ha tratado de hacer lo suyo. Con el comprensible interés de padre en justificar y proteger al hijo, declaró que Snowden podría volver voluntariamente a Estados Unidos “bajo ciertas condiciones”. El señor Snowden padre parece no entender la situación real de su hijo. Ninguno de los dos, padre e hijo, tienen alguna posibilidad de imponerle al gobierno de Estados Unidos ninguna condición: a lo más que puede aspirar el traidor, en caso de regresar voluntaria o forzosamente a la patria donde nació, que es a la que ahora le ha causado el mayor daño que pudo, sería tener derecho a un juicio justo e imparcial y a ser tratado como un ser humano con derechos que se le respetarán mientras permanezca en prisión.
Nada más. Los perseguidos por la justicia y moralmente apestados por actuar contra su patria no suelen tener demasiados derechos en ningún país del mundo. Sin embargo, en estos Estados Unidos que él tanto odia, de seguro recibirá un mejor trato como detenido, acusado o condenado, que el que sufren los acusados por hechos similares en cualquiera de esos países en los que él, tan cariñosamente, ha solicitado refugio político.
Bajo la protección temporal de Moscú en el salón de tránsito internacional del aeropuerto moscovita de Sheremétievo (donde podría alimentarse en diversas instalaciones, pero, por ejemplo, ¿dónde se afeita y se baña?), solicitó asilo a quince naciones, buena parte de las cuales no se caracterizan precisamente ni por el respeto irrestricto a las leyes ni por la defensa de la libertad de información de sus ciudadanos, pero su conducta posterior lo desenmascaró en sus verdaderas intenciones desde el primer momento.
La variante rusa
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin, que sabe perfectamente que no es conveniente para nadie que se creen tensiones innecesarias con Estados Unidos, le ofreció ayuda al señor Snowden, varado en Moscú, declaró públicamente con mucha claridad:
“Si quiere quedarse aquí, hay una condición: que interrumpa su trabajo dirigido a perjudicar a nuestros socios norteamericanos. Por muy extraño que esto suene saliendo de mis labios”.
Putin, veterano de la siniestra KGB en tiempos de la Unión Soviética, no cree en ninguna libertad de información ni en las buenas intenciones de Snowden: sabe perfectamente que lo que le interesa al fugitivo es perjudicar a los norteamericanos desde la comodidad de la protección de un gobierno extranjero, cualquiera que sea. Pero a Moscú no le interesa en estos momentos ese choque con Washington: por eso, con base en sus muchísimos años de experiencia manejando traidores como oficial de la KGB, Putin le ofreció a Snowden una salida que sabía que rechazaría, pues la intención de éste es seguir haciendo daño.
Así el presidente ruso salvó la cara como un gobernante que no acepta presiones del extranjero, pero al ofrecerle a Snowden una solución que aquel no estaría interesado en aceptar, Moscú no se ve en la necesidad de tener un encontronazo con Washington por algo que no le reportaría ningún beneficio concreto. Es de suponer que Estados Unidos haya captado el mensaje.
A Snowden, como bien evaluó Putin, no le entusiasmó la oferta rusa. Su intención no es solamente estar protegido de la supuesta maldad de Washington, sino seguir jugando a ser celebridad internacional mientras continúa haciéndole daño al gobierno de los Estados Unidos bajo el paraguas protector de algún gobierno “revolucionario” deseoso de posar como “antiimperialista” o “guapo” y que no se deja intimidar.
Y Vladimir Putin había sido muy específico en su oferta pública: eso no se le permitiría si deseaba permanecer en Rusia sin interrumpir su trabajo dirigido a perjudicar a Estados Unidos, por muy extrañas que sonaran esas palabras saliendo de los labios del presidente ruso.
Comienza el circo latinoamericano
Iban quedando cada vez menos destinos geográficos aceptables para el traidor. El payaso australiano Julian Assange, desde su habitación obligada en la Embajada de Ecuador en Londres (donde ya ha estado más de un año y sin perspectivas de salir de allí) le había recomendado que solicitara asilo en algún país de América Latina, preferiblemente en Ecuador.
Por cierto, no sería nada de sorprender si Gran Bretaña le pidiera cuentas al gobierno ecuatoriano por permitirle a Assange declaraciones políticas y orientaciones al traidor desde la legación suramericana, actividades que se suponen no se deben desarrollar al amparo de un supuesto asilo político en una embajada. Tan irregular ha sido la conducta de Assange que Ecuador no hizo demasiado escándalo cuando hace poco se descubrió en la oficina del embajador ecuatoriano en Londres un micrófono oculto. Los ingleses no pierden la elegancia, pero tampoco el tiempo.
Volviendo a Edward Snowden: al Quito dar marcha atrás en lo inmediato y anunciar un muy largo proceso para deshojar la margarita y tomar la decisión del sí o no, salieron a la palestra “revolucionaria” dos payasos de la reserva antiimperialista, cada cual más torpe e inepto: dos presidentes, el venezolano Nicolás Maduro y el boliviano Evo Morales, quienes desde antes tenían previsto visitar Moscú en estas fechas por razones varias.
Ambos ofrecieron públicamente la mejor disposición a estudiar rápidamente la situación y decidir si otorgarle asilo político al traidor y protegerlo de la “inhumana” persecución a que lo tiene sometido Estados Unidos.
La torpeza de Evo Morales
Dada la conocida solidez intelectual y las demostradas características de personalidad de ambos mandatarios, era de esperar una reñida “emulación” para ver quien era capaz de hablar más disparates, si el Nicolás Maduro del Chávez disfrazado de pajarito que se le acercó a hablarle a él, o el Evo Morales que cree que comer pollos alimentados con hormonas femeninas desarrolla homosexualidad en los hombres.
Sin embargo, es evidente que alguna diferencia, aunque mínima, pueda encontrarse entre ambos “revolucionarios”. Así, mientras Maduro declaró claramente que él no llevaría al traidor hasta Venezuela en su avión presidencial, Morales guardó silencio, no porque él sí pensara hacerlo, sino porque parece haber considerado que no era necesario enfatizarlo, teniendo en cuenta que el traidor, como dijo el mismo Morales después, no era ni “una maleta” ni “una mosca” que se pudiera esconder en el avión.
A la larga, eso provocó problemas. Que tuvieron serias consecuencias. (Para ver en más detalles los problemas del mandatario boliviano alrededor de este tema, y un análisis de los mismos, léase en esta misma sección de Cubanálisis titulada “Análisis en El Think-Tank” el artículo “El azaroso vuelo de Evo Morales por Europa y la competencia por el despropósito mayor”, escrito por Carlos Malamud).
Si, como Jefe de Estado que es, en vez de hablar tonterías y lanzar innecesarios y nada oportunos alardes sobre Snowden, hubiera dado su palabra a los gobiernos europeos o al norteamericano de que el traidor en ninguna circunstancia viajaría con él en el avión presidencial hasta La Paz, se hubiera podido ahorrar muchos problemas y momentos desagradables.
Porque a fin de cuentas su actitud le provocó problemas. Que tuvieron serias consecuencias. (Para ver en más detalles los problemas del mandatario boliviano alrededor de este tema, y un análisis de los mismos, léase en esta misma sección de Cubanálisis titulada “Análisis en El Think-Tank” el artículo “El azaroso vuelo de Evo Morales por Europa y la competencia por el despropósito mayor”, escrito por Carlos Malamud).
Resumiendo los hechos: varios gobiernos de Europa, a solicitud de Estados Unidos, se negaron a permitir el paso por su espacio aéreo o un aterrizaje de escala técnica del avión en que viajaba Evo Morales, ante la sospecha de que en el mismo pudiera viajar el indeseable Snowden, aunque se le dieron pretextos basados en problemas técnicos. Después de haber llegado a treinta minutos de Lisboa, Portugal, el avión presidencial debió cambiar su rumbo original para finalmente, tras varias solicitudes y aparentes negativas en diversos países, aterrizar en Viena, Austria.
Posteriormente España y Francia aseguraron que nunca prohibieron atravesar el espacio aéreo de sus respectivos países, como dijo Evo. España además le garantizó el derecho a aterrizar y repostar en Islas Canarias, como pidieron los bolivianos, pero ya el libreto del circo antiimperialista estaba funcionando a toda máquina. Morales declaró, casi cuando se dirigía a su avión presidencial para partir de Viena: “Estamos esperando el permiso. Seguramente España está consultando con su amigo. Su amigo debe ser Estados Unidos”.
Se formó el escándalo del coro antiimperialista. Algunos hablaron hasta de un “atentado” contra el presidente boliviano. Evo Morales declaró que le habían hecho eso porque él era “indígena y antiimperialista”. Sin embargo, eso no tiene sentido. En el viaje de ida hacia Moscú ya Evo era “indígena y antiimperialista” y ningún país donde lo solicitó le negó el derecho de tránsito por el espacio aéreo ni la posibilidad de aterrizaje. Desde que es presidente boliviano, hace ya varios años y varias reelecciones, ha sido siempre “indígena y antiimperialista” y no se le ha negado el derecho al tránsito aéreo por ningún país ni tampoco el aterrizaje en ningún aeropuerto.
Entonces no se le negó el tránsito por el espacio aéreo y el permiso de aterrizaje en varios países porque fuera “indígena y antiimperialista”, como él mismo dice, sino por bocón y alardoso. Poco antes de partir de Moscú hacia su país, en entrevista con un canal oficial ruso, dijo que con Snowden había “coincidencias en la lucha contra el imperialismo”. Y cuando le preguntaron si él le daría asilo político al traidor, Evo respondió: “¿Por qué no? Hay un debate permanente a nivel internacional y, por supuesto, Bolivia está aquí para acoger a personalidades que denuncien, no sé si espionaje o control”.
Con tales palabras del presidente Evo Morales, la sospecha de la eventualidad de que el traidor pudiera viajar de contrabando en el avión presidencial no era descabellada ni precipitada, y varios países de Europa, entonces, actuaron en consecuencia. El vicepresidente boliviano, un intelectual marxista de sólida formación académica, y que en nada emula en ignorancia a su jefe, a quien supera intelectualmente en todos los sentidos, y debía saber perfectamente lo que en realidad estaba sucediendo, declaró en Bolivia que Evo había estado “secuestrado” en Viena durante trece horas.
Curioso ese secuestro donde el supuesto secuestrado pasó casi todo el tiempo reunido con el “hermano” presidente austríaco, ofreciendo conferencias de prensa y disfrutando de todas las comodidades de los salones VIP del aeropuerto internacional de Viena. Y sin que nadie sepa todavía a ciencia cierta quienes eran esos secuestradores ni lo que exigían para liberar al presidente secuestrado.
Circo suramericano y fracaso en Cochabamba
Sin embargo, el vicepresidente boliviano no declaró que Evo había sido secuestrado para que lo escucharan los Jefes de Estado europeos, que saben que eso no es cierto, sino el pueblo boliviano, que no se caracteriza, lamentablemente, por una elevada cultura o nivel escolar, ni dispone en su mayoría de demasiadas fuentes alternativas de información. Lo que permitiría, al llegar Evo Morales a Bolivia, recibirlo como un héroe y organizar una vez más otro circo antiimperialista y en defensa de la libertad de expresión no solo del traidor Snowden, sino de todos los “pueblos” del mundo.
De inmediato se planificó un espectáculo en Cochabamba, Bolivia, que se pretendió que fuera una “Cumbre” de UNASUR, pero que quedó solamente como acto “de desagravio” a Evo Morales y Bolivia. Anunciaron su presencia los presidentes de Ecuador, Argentina, Venezuela, Uruguay, Surinam y Bolivia. Sin embargo, no participaron los presidentes, aunque enviaron representantes, de Brasil, Chile, Colombia, Perú y Guyana. Paraguay está excluido por el momento de esos mecanismos.
No podía hablarse de una Cumbre cuando no asistieron seis mandatarios suramericanos. En ese sentido resultó un fracaso de los “antiimperialistas”. Evo Morales y su gobierno esperaban declaraciones y acciones mucho más terminantes que lo que se acordó en lo que terminó siendo solamente una reunión de desagravio en Cochabamba: petición de explicaciones y disculpas a los europeos, pero solamente eso, nada más. Casi lo mismo de siempre en muchas de las tantas reuniones que se celebran en todo el mundo en estos tiempos, y que no resuelven nada. España, casi de inmediato, en voz de su canciller, declaró que no tenía por que pedir disculpas a Bolivia porque “en ningún caso iba a restringir el espacio aéreo”.
El escándalo propagandístico, naturalmente, expresaría todo lo contrario. Hablaría de una vigorosa respuesta de “los pueblos” latinoamericanos al imperio y a los colonizadores. Es decir, propaganda desfasada en tiempo y espacio, pero propaganda después de todo. Que hará sus efectos, en unos más que en otros, pero algo hará. Ya “Granma” en La Habana titulaba la información sobre el fracaso de Cochabamba como “La América Latina soberana junto a Evo”. Y los “líderes” suramericanos se presentarán una vez más ante sus pueblos como “tipos duros/tipas duras”, que no le temen a nadie ni a nada. Ni siquiera al ridículo. Aunque sean incapaces de resolver los problemas que deberían resolver.
Al día siguiente del aquelarre independentista suramericano en Cochabamba, el muy democrático presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante las celebraciones por el aniversario de la independencia venezolana, ofreció públicamente asilo al traidor. “He decidido ofrecerle asilo humanitario al joven estadounidense Edward Snowden para que en la patria de Bolívar y de Chávez pueda venir a vivir”. Pero no lo hace con ninguna mala intención. Solamente para “proteger a este joven de la persecución que se ha desatado del más poderoso imperio del mundo contra un joven que lo que ha hecho es decir la verdad”.
En Managua fue activado otro payaso de la reserva “antimperialista”: el presidente nicaragüense Daniel Ortega declaró el viernes: “Nosotros recibimos una carta enviada por Snowden que la entregaron allá en la embajada en Moscú, donde Snowden solicita asilo aquí en Nicaragua”. Ante tal solicitud, Ortega en un discurso ante seguidores que su gobierno podría dar asilo al traidor Snowden.
Dos declaraciones, de Venezuela y Nicaragua, que no deben haber sido muy bien recibidas en La Habana, donde el gobierno de Raúl Castro ha mantenido muy bajo perfil en este tema, porque evidentemente no tiene el más mínimo interés en enfrentarse a Estados Unidos en un asunto que se sabe resulta muy sensible para Washington, y que a La Habana no le reportaría ningún otro beneficio que ser considerada en la vanguardia antiimperialista, algo que en estos momentos de crisis económicas y dificultades permanentes sirve de muy poco a los efectos prácticos de dirigir un país.
Obligado por las circunstancias, Raúl Castro declaró en la clausura de la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular que el régimen respaldaba el
“derecho soberano de la República Bolivariana de Venezuela y de todos los Estados de la región de conceder asilo a los perseguidos por su ideales o luchas por los derechos democráticos”
Sin embargo, se cuidó mucho de no ofrecer al traidor ningún tipo de asilo en Cuba, y todas sus palabras quedaron en “respaldar” a los que países del continente que ofrecen asilo a los perseguidos por sus ideales, “según nuestra tradición”. De ahí no pasó.
Al día siguiente del circo en Cochabamba Evo Morales volvió a reclamar su papel de payaso que le estaban arrebatando Nicolás Maduro y Daniel Ortega: “Quiero decirles a los europeos y norteamericanos, como justa protesta, ahora daremos asilo a ese norteamericano perseguido por sus compatriotas. No tenemos ningún miedo (…) Me acusaron de que yo traía a ese ex agente. Yo sólo sabía por la prensa de ese caso. Quiero que sepa el gobierno de Estados Unidos y de algunos países europeos, daremos asilo por razones humanitarias a perseguidos políticos, a perseguidos por denunciar espionaje de Estados Unidos”.
Y volvió una vez más con la cantaleta de lo de indígena, aunque está claro que eso no tuvo nada que ver en este asunto, pero esa campaña está concebida para uso interno, para quienes votan por él en Bolivia : “Yo diría que nos quieren escarmentar los europeos para que no haya otro presidente indígena. Eso buscan, quiero decirles que no van a poder porque hay conciencia en el pueblo”.
Una conclusión provisional
Mientras eso sucede en Centro y Suramérica, el traidor Edward Snowden parece seguir en Moscú, en el salón de tránsito de Sheremétievo, evaluando sus escasas opciones y la que mejor le pueda convenir, esperando por algún gobierno dispuesto a acogerlo en su territorio y a la vez permitirle seguir haciéndole daño a Estados Unidos, mientras más mejor.
No puede estar de por vida en el aeropuerto moscovita. Hacia algún país que le acoja deberá partir. Con el agravante de que, aun recibiendo un asilo que le resulte conveniente, correría el riesgo de que pueda ser detenido en alguna escala de su vuelo hacia el país de asilo, si el país donde realiza alguna escala mantiene tratados de extradición con Estados Unidos (y son muchos los países que han firmado desde hace mucho tiempo tales tratados de extradición con Estados Unidos, incluyendo a Cuba).
Los secuaces del traidor, tan verticalmente “antiimperialistas” y “revolucionarios” del siglo 21, seguirán armando escándalo y repitiendo declaraciones altisonantes y ofrecimientos aberrantes cada vez que puedan, y hasta cuando no puedan.
Las naciones democráticas aliadas y los verdaderos amigos de Estados Unidos seguirán apoyándolo permanentemente. Los que quieren mantenerse al margen se mantendrán. Y los facinerosos secuaces “revolucionarios” del traidor seguirán tratando de hacer todo el mayor daño posible.
Pero con mucho cuidado. Porque no se puede provocar impunemente todo el tiempo “al Imperio”, a la nación más poderosa del mundo. Aunque Fidel Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Corea, Cristina Fernández, y todos los secuaces “revolucionarios” latinoamericanos del traidor se lo crean.
O más bien hagan como si se lo creyeran. Porque una cosa es ser bandido y otra es ser idiota.
Aunque a veces ambas condiciones, la de bandido y la de idiota, sea por soberbia, por ignorancia, o por ambas cosas a la vez, se dan simultáneamente en determinados líderes “revolucionarios” latinoamericanos.