Escenarios para el año del gato, con un gato obligado a cazar ratones -2-
La reforma económica y sus posibles consecuencias inmediatas
Eugenio Yáñez y Antonio Arencibia
Dejemos muy en claro que el proyecto de lineamientos del PCC que se discute en estos momentos se basa en relaciones de mercado en la economía, aunque nos certifiquen continuamente lo contrario.
En la experiencia del socialismo autoritario hubo y hay tres enfoques diferentes de esas relaciones que son, grosso modo: la autogestión yugoslava, la “perestroika” gorbachoviana, y el “socialismo de mercado” chino.
Pero en todas ellas subyace un dilema del que -por supuesto- tampoco puede escapar el proyecto del neocastrismo, porque el problema con las relaciones de mercado en la economía es como el de la virginidad: existe o no existe, porque no hay términos medios.
Si se dejan funcionar, las relaciones de mercado se irán ampliando y profundizando hasta cubrir a toda la sociedad y barrer con todos los estorbos, incluido tanto el partido comunista como la nomenklatura.
Pero si se intenta coartarlas o amarrarlas, podría tal vez lograrse, pero entonces la economía no funcionaría, y ese es un lujo que la gerontocracia ya no puede darse más nunca, teniendo en cuenta como están las cosas.
De forma tal que la retórica irá por un camino y la economía por otro bien diferente.
Y lo que menos importa es lo que puedan declarar los burócratas, pues resulta mucho más trascendente comparar el precio de una libra de frijoles en el mercado con el salario medio de los trabajadores, que escuchar las declaraciones de cualquier funcionario inepto sobre la necesidad de incrementar la eficiencia y la calidad, las felicitaciones que pueda enviar una organización política a un colectivo laboral, o los poemas que escriben los espías de la Red Avispa presos en Estados Unidos.
El aspecto más débil en la reforma es el monetario-financiero. La creación masiva de cuentapropistas puede convertirse en un generador de la producción elemental de alimentos y aliviar las terribles condiciones alimenticias actuales, pero sin la definición –y la voluntad por parte del régimen- y la disponibilidad de recursos para la inversión y la capitalización, las opciones reales son muy limitadas.
No es lo mismo el sentido común para intentar poner orden en el manicomio que un verdadero proyecto de desarrollo económico. Y mientras los cubanos cobren sus salarios en pesos cubanos, y el gobierno pretenda vender sus productos en pesos convertibles –o en pesos cubanos a precios astronómicos- las posibilidades reales de salir del hueco son ficticias.
Porque, además, la tasa de cambio establecida arbitrariamente para dólares y CUC es producto de un capricho de Fidel Castro y no de un verdadero análisis económico del valor real de cada moneda.
LA DUALIDAD MONETARIA
Y, por otra parte, ¿es realmente tan difícil eliminar la dualidad monetaria? ¿Cuánto tiempo demoró establecerla?
Hay que recordar que lo que hoy es llamado peso convertible o CUC es la derivación del “certificado de divisas” creado en los años ochenta para controlar la tenencia de dólares y moneda dura por parte de los cubanos que recibían ingresos en el extranjero, así como de técnicos de los países llamados socialistas.
Entonces, la tenencia de divisas estaba penalizada para los cubanos, que no podían utilizarlo directamente en las tiendas, y eran obligados a cambiar esos dólares obtenidos en el extranjero por certificados de divisas, en determinados bancos, y tras llenar un formulario con todos los datos personales del recipiente de los certificados.
Ese mecanismo fue establecido no en base a criterios económico-financieros de cambio de monedas por su verdadero valor, sino como mecanismo de control, para poder conocer cuántos dólares tenía cada cubano, y a su vez el régimen poder recibir esa moneda dura antes que el cubano pudiera gastar sus certificados en las tiendas oficiales.
Además, mientras que el poseedor de dólares tenía en sus manos una moneda que camina en todo el mundo, y eventualmente podría abandonar el país con ese dinero, con un certificado de divisas no se podía ir más allá del muro del Malecón.
Ese es el antecedente del actual peso cubano convertible (CUC), al que le sucede lo mismo que a aquel certificado de divisas: tiene valor solamente dentro de las fronteras del país, pero no en ningún otro lugar del mundo.
La abolición de la dualidad monetaria, eliminando pesos cubanos y estableciendo el CUC como la moneda corriente, o por la vía de la eliminación de los CUC dejando en vigor los pesos cubanos, pero a su verdadero valor comparativo con las monedas duras, requiere más de una voluntad política para hacerlo que de verdaderos procesos de solución de problemas financiero-monetarios.
De existir esa voluntad, que no existe en absoluto en estos momentos, el problema podría resolverse muy rápidamente, porque imposible no lo es en absoluto.
No lo es, pero tiene un costo político que el régimen no está dispuesto a pagar: no tendría más remedio que reconocer que un profesional formado por la revolución recibe un salario de 20 pesos convertibles mensuales, en el mejor de los casos, mientras el gobierno intenta venderle la botella de aceite vegetal a 3 CUC, o un pollo en 5 CUC, situación más terrible que la que enfrentan los campesinos paraguayos, hondureños, haitianos, o de cualquiera de los países más pobres de América Latina.
Por otra parte, en la medida que la riqueza del país disminuye, producto de la ineptitud gubernamental, el dinero disponible nacionalmente sería menos, pues de tratarse de moneda realmente convertible su disponibilidad debería estar respaldada por oro u otros activos convertibles de la nación, lo que haría evidente el continuo deterioro del proyecto revolucionario.
Se trata de riesgos que el régimen no puede correr, y mientras existan en el país dos monedas, las imprentas disponibles cada vez que haga falta emitir más pesos cubanos no convertibles, y las referencias a ambas monedas se manejen muy alegremente en las informaciones oficiales, es más fácil mantener la mística revolucionaria y referirse a los logros de la revolución
EL SALARIO Y EL MERCADO SUBTERRÁNEO
En los años ochenta un profesor universitario cubano ganaba mensualmente más o menos el equivalente al precio de cuatro o cinco pollos en el mercado subterráneo.
Un Director de empresa, con un salario nominal similar, podía obtener en ese mismo plazo hasta cincuenta pollos o más, pues manejaba muchos recursos intercambiables en el mercado sumergido: cemento, gomas de automóvil, productos alimenticios, pintura, o servicios imprescindibles.
Por su parte, un administrador de restaurant o agro-mercado, si se arriesgaba a “inventar” con los recursos a su cargo, independientemente de su salario, podía aspirar al equivalente a 200 o más pollos mensualmente, de igual forma que en nuestros días un administrador de restaurant para turistas no acepta menos de cinco o seis dólares diarios (equivalentes a un pollo) como “impuesto por cuenta propia” simplemente por “dejar hacer” a sus subordinados, es decir, por no inmiscuirse en las triquiñuelas de los empleados para estafar a los clientes, más todo lo que puede obtener del desvío de recursos, “favores” que preste, e intercambios con otros gerentes, además de garantizar en especie la alimentación de su familia.
A los lectores no familiarizados con el tema cubano hay que decirles que estos ejemplos que presenta Cubanálisis no significan juicio moral a favor o en contra de tales prácticas, que forman parte de normas generalizadas de corrupción social, propiciadas por un sistema que nunca ha resuelto las necesidades de la población.
Con el mercado funcionando, aunque existan diversos mecanismos de control, que, por otra parte, en Cuba son ineficientes, las cosas pueden ser diferentes: un trabajador por cuenta propia que genere ingresos suficientes para acudir legalmente a un mercado con precios de oferta y demanda, y comprar carne de puerco, arroz, frijoles, vegetales, viandas o frutas, no necesita intentar sobornar a un administrador de un puesto de viandas o carnicería estatal para obtener un racimo de plátanos, un pollo o una lechuga.
Ese mismo trabajador por cuenta propia será más cuidadoso revisando la cuenta de su cena en La Bodeguita del Medio, El Floridita, o en un paladar, que un cándido turista deslumbrado por la mulata que lo acompaña, o que un izquierdista romántico ilusionado con escuchar la música de Carlos Puebla mientras le cobran dos dólares en exceso por una ración de tostones.
EL MERCADO Y LA IGNORANCIA
Porque la verdadera forma de funcionar del mercado, con sus millones y millones de interrelaciones inmediatas, diarias y continuas, es algo que no se comprende fácilmente por todos en ningún lugar del mundo -ni siquiera en Estados Unidos- y mucho menos en Cuba después de más de cincuenta años de ignorar todo lo que se pareciera al mercado.
Y no es que solamente no se comprende por los cubanos de a pie, -que muchos lo han aprendido y los demás lo aprenderán muy rápidamente- sino tampoco, principalmente, por los del aparato del partido, el gobierno, y los muy flamantes diputados a la Asamblea Nacional, domesticados para levantar la mano y aprobar por unanimidad cualquier cosa que se les proponga.
En general, los “dirigentes” cubanos del partido y del gobierno no entienden nada sobre formación de precios o las diferencias entre el valor actual del dinero y el que se recibe a crédito, porque esas son cosas del imperialismo.
Durante tres días completos, el vicepresidente del gobierno y ministro de economía y planificación explicó detalladamente en la Asamblea Nacional todo el proyecto de los Lineamientos de Política Económica y Social: no vamos nosotros a hacerlo aquí, ahora.
Y ha quedado muy claro, demasiado, que el proyecto no se enfoca al desarrollo de la economía nacional, sino simplemente a su racionalidad para garantizar la subsistencia, evitando las importaciones de alimentos que se pueden producir, y resolviendo problemas elementales de mantenimiento y reparación que golpean hoy -sin solución- a la familia cubana.
Porque no hay perspectivas reales ni planes de inversión y capitalización intensiva por ninguna vía, y sin ello es imposible ir más allá de que parte de la población logre mejorar sus condiciones de vida, en contraste con los afectados por las nuevas medidas.
No será, como proponen algunos izquierdistas, “el agradecimiento” de un grupo de países al régimen por su enfrentamiento al imperialismo y al colonialismo –eso solo existe en las mentes de los trasnochados- el motor que reúna grandes capitales para un utópico “Plan Marshall” que ayude al desarrollo del proyecto neocastrista.
Solo estaban disponibles los capitales chinos, aunque por razones muy diferentes, y esos ya han sido aportados, e incluso ha sido reprogramada la deuda de La Habana con Beijing. No habrá más por esa vía mientras el gobierno de Raúl Castro quiera limitar la participación extranjera en las empresas mixtas al 49 por ciento.
Igual sucederá con Brasil y otros países con capital inversionista en Cuba, pues en tiempos de reajuste de todas las economías desarrolladas se hace prácticamente imposible colocar nuevos capitales en la Isla sin garantía de ganancia adecuada e inmediata.
Con todas estas limitadas pretensiones, solamente se lograrán determinados objetivos, porque existen demasiadas trabas y dificultades.
Refiriéndose a la producción de alimentos en el año que termina, el presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) acaba de declarar el rotundo fracaso, enmascarado con el eufemismo característico del régimen, al decir que “este año, por determinadas razones, no fue bueno para renglones básicos cuya misión es sustituir importaciones e incluso generar fondos exportables”.
Es decir, los optimistas proyectos en muchos renglones fundamentales quedaron precisamente en eso: proyectos optimistas, y nada más.
Y se trata de los pequeños agricultores privados y los cooperativistas, que siempre son mucho más productivos y eficientes que las empresas estatales: la información real del fracaso de la agricultura y la ganadería estatales tal vez nunca podamos conocerla.
Ya que sobre eufemismos se comenta, el régimen no se limita a la esfera nacional. El periódico “Juventud Rebelde” se refería a los brutales aumentos del precio de la gasolina en Bolivia, decretados por Evo Morales, y que tuvo que dejar sin efecto poco después ante la magnitud de las protestas, como una medida que “nivela los precios de la gasolina y el diesel con los países vecinos”, sin mencionar la palabra “aumento”
POSIBLES CONSECUENCIAS INMEDIATAS DE LAS REFORMAS
Para el año que comienza, 2011, donde el gato neocastrista necesita cazar ratones a toda costa, bajo la perspectiva de pasar más hambre si no lo hace, habrá que tener en cuenta no solamente los aspectos económicos de las reformas, sino también los factores políticos y sociales que estarán girando alrededor del acontecer cubano.
Será un año de muchas tensiones. “Granma”, con el eufemismo diversionista que le caracteriza, acaba de anunciar que “no va a resultar para nada un año fácil”.
En realidad, ningún año revolucionario ha sido fácil para los cubanos de a pie, pero este sin dudas será peor, y no solamente para la población: el régimen sabe que se está jugando su supervivencia.
El proyecto neocastrista requiere que tanto el partido como el gobierno acaben de dejar las tonterías “ideológicas” y se vuelquen completamente en función de todas las tareas económicas que deben ser acometidas de inmediato, a la vez que transforman sus estilos de trabajo y funcionamiento para adaptarlos a las nuevas condiciones.
Si pueden lograrlo o no, es asunto de ellos y de nadie más, porque la resistencia a los cambios que se producirán no solamente será cruda y profunda, sino que ya ha comenzado desde los primeros instantes.
A pesar de la retórica y las declaraciones rimbombantes, no puede olvidarse que los partidos comunistas en el poder siempre han sido, en todas partes, las instituciones más reaccionarias e inmovilistas de la sociedad, y ofrecen resistencia a todo tipo de cambios, al considerar que ponen en peligro sus intereses y su papel.
En la Unión Soviética y los países del “socialismo real” en Europa del Este fueron el principal y más difícil escollo para las transformaciones que culminaron con el desmontaje del totalitarismo.
En el genérico discurso comunista durante las crisis es habitual culpar de los errores a “la burocracia” en abstracto. Se trata de un ente social secundario, que sirve de chivo expiatorio para no tener que denunciar al verdadero culpable, que es la nomenklatura partidista.
Esto es relativamente comprensible, pues siendo el partido comunista una institución cuya única misión perfectamente definida es preservarse en el poder, y nada más, y sin haber tenido nunca límites legales o morales para ejercer arbitrariamente su omnímodo poder sobre el resto de las instituciones, los individuos y la sociedad, cualquier elemento que pueda debilitar ese poder será visto por el partido como peligroso y que debe ser combatido por todos los medios.
Súmese a eso –en el caso del PCC- que esa casta parasitaria conocida como “cuadros profesionales del partido”, así como sus caricaturescas réplicas de “cuadros profesionales” en la juventud comunista y las llamadas “organizaciones de masas”, se caracteriza, en sentido general, por una pobre o nula preparación técnica, pocos estudios generales, ineptitud legendaria, y desconocimiento absoluto de todo lo referente al funcionamiento de la economía.
Quienes tienen conocimientos o especialidades para otras actividades no están nada dispuestos a incorporarse al supuesto profesionalismo de las organizaciones partidistas y de masas, donde mientras menos se piense de manera independiente o creativa es mejor para los objetivos de la revolución.
Además, están acostumbrados a actuar, normalmente, con total impunidad y sin obligaciones de responsabilidad por el resultado de sus acciones, y para colmo ven en el proyecto la eventual pérdida de privilegios y prebendas.
En los aparatos de gobierno el problema se repite en menor escala, aunque las dificultades van a ser las mismas. La necesidad de tener que pasar del “arriba, compañeros, vamos a hacer un poco más de esfuerzo para cumplir la meta”, a dirigir como una institución de gobierno con menos posibilidades de incidir en la gestión empresarial si no se basan en conocimientos técnicos y criterios racionales y legales, será traumática para muchos de esos “cuadros”.
Puede no serlo tanto para muchos ingenieros, proyectistas, economistas, juristas, personal especializado y personas con alta calificación, pero quien conozca en Cuba una delegación provincial del Ministerio de Agricultura o los aparatos centrales y los “cuadros” de ministerios como ese mismo de la Agricultura, Construcción, Transportes, o Comercio Interior, puede entender perfectamente el problema.
En otras instituciones, como las de Comercio Exterior o Comunicaciones, aunque los niveles promedio de calificación sean superiores, el paso de estilos de “ordeno y mano”, ajenos a los resultados económicos implicados en todas las decisiones, supone un cambio de mentalidad que también resultará traumático para muchos de sus “cuadros”.
Históricamente, los ministerios ejercían su autoridad, pero la responsabilidad recaía sobre las empresas, desconociéndose principios elementales de administración y gestión que son conocidos en todo el mundo.
Ese estilo ministerial repetía a su vez la caótica actuación del Comandante en Jefe a escala global, reproduciéndose en las estructuras ramales y territoriales, políticas y gubernamentales, por todo el país.
Las empresas, al recibir más autonomía y jugar un rol diferente con las reformas que se proponen, y que ya se están llevando a cabo, pierden completamente sus justificaciones de incumplimientos en base a alegar la injerencia de los organismos superiores o las limitaciones de recursos materiales que les eran impuestas por el plan de la economía.
Deberán desaparecer, si las cosas son en serio, explicaciones “políticas” para los continuos incumplimientos, que desde hace mucho tiempo forman parte del folklore empresarial, copiando el estilo de “Granma” y de toda la dirección del país, y los nuevos informes tendrán que basarse en resultados y cifras muy concretas.
Sin embargo, una diputada absolutamente idiota -y aunque no solemos recurrir a adjetivos tan duros, en este caso es inevitable- declaró públicamente en la Asamblea Nacional, y sin avergonzarse, que los contratos que se firmen deberían incluir una cláusula jurídica para hacerlos de obligatorio cumplimiento. ¿Tal vez la ilustre diputada considera que un contrato es lo mismo que una comparsa en un carnaval? Personas como esas son las que deben dar el visto bueno a los planes de actualización del modelo socialista cubano.
Para empresarios serios y capaces, que los hay en Cuba, y no pocos, aunque hayan estado maniatados por muchos años, esto será una bendición más que una dificultad, pero para un grupo de “cuadros”, para quienes el Rolex o la libretica y los bolígrafos son símbolo de estatus que valoran mucho más que los verdaderos resultados de las empresas, o para diputados como la referida señora en el párrafo anterior, la autonomía empresarial que se anuncia constituye su certificado de defunción, si realmente logra materializarse esa autonomía.
Nada odian ni desprecian más estos “cuadros” que un contador calificado que pueda ejercer su tarea a cabalidad y sin intromisiones, porque desnuda su desorganizada gestión y su antológica incapacidad.
Sin embargo, la dualidad monetaria en el país, y la ficticia tasa de cambio de los dólares por CUC, constituyen una espada de Damocles sobre el proyecto de reforma que se está implementando y puede ser una vía de escape para los farsantes.
La contabilidad no puede de ninguna manera ser efectiva en las condiciones que existen en estos momentos, por mucho que se intente, y el agujero negro por donde puede escapar la corrupción en grande es gigantesco e inevitable, además de que se limitan enormemente las posibilidades de realizar verdaderos análisis económicos de las actividades empresariales y determinar correlaciones realistas de costo-beneficio.
Incertidumbre y tEMORES
Para la población, la situación también es traumática, sin dudas.
Para todos los empleados estatales, la incertidumbre y las preocupaciones son abrumadoras.
Estar dentro del “bombo” de los llamados “disponibles” es diferente a estar en el “bombo” de la oficina de intereses de los Estados Unidos en La Habana, lo que supondría la posibilidad de una visa para emigrar.
Los conflictos y rencillas entre compañeros de trabajo, cuando se trata de definir los que se irán y los “afortunados” que se mantendrán en las plantillas estatales, han hecho aflorar miserias humanas y choques, denuncias y calumnias, en la lucha por la supervivencia.
Nunca los cubanos habían transitado por una experiencia laboral y social tan traumática como la que se desarrolla en estos momentos para definir quienes se van del trabajo y quienes se quedan, con independencia del historial laboral y las calificaciones personales, porque el proceso, aunque se diga lo contrario por la propaganda oficial, se maneja “a lo cubano”.
Como dijo una madre cubana, “todo el país tiene miedo. Miedo de a quién van a botar, miedo de cómo vas a poder comer o comprar algo para los niños. Eso es todo lo que la gente comenta cada minuto, en cada lugar”.
Sin embargo, la posibilidad de un “éxodo masivo incontrolable”, como han dicho algunos trasnochados y enseguida reprodujo la prensa amarillista, no parece probable ni realista.
No porque los cubanos de a pie no lo desearan de todo corazón, sino porque el régimen, simplemente, no puede darse el lujo de permitirlo, mucho menos facilitarlo, sin arriesgar un choque con Estados Unidos, que no le conviene para nada.
La opción del trabajo por cuenta propia es difusa y con mucha incertidumbre, no solo por las cargas tributarias que se anuncian, y que pronto los cubanos aprenderán a sortearlas, sino por los aspectos socio-económicos que tienen que ver con estas realidades.
Si para un soldador o un electricista de mantenimiento relativamente joven el paso al trabajo por cuenta propia puede terminar siendo conveniente, para alguien con más de cincuenta años de edad que sea un especialista de estadísticas, o una madre divorciada con dos hijos que haya trabajado siempre como oficinista, la agricultura y la construcción no son verdaderas opciones.
El espectro de actividades por cuenta propia a desarrollar, sin un oficio específico ni las energías de juventud que se requieren para ello, se reduce a unas pocas posibilidades reales de ganarse el sustento diario para la familia.
Es significativo que el 60% de las licencias para trabajo por cuenta propia que se otorgaron hasta el mes de diciembre haya sido a personas que se encontraban desempleadas en estos momentos.
Es decir, el reciclaje de inútil trabajador estatal a cuentapropista no ha sido tan significativo como se podría pensar, aunque no hay que apresurarse, porque todavía estamos solo en los comienzos.
Medio millón de personas integrando bruscamente este “ejército industrial de reserva”, como hubiera dicho Karl Marx, en un país descapitalizado y sin tener serias y concretas posibilidades de inversión nacional y extranjera, es una bomba social que el régimen tiene que manejar con mucho cuidado.
Y aunque está apostando por opciones bastante novedosas dentro de sus estilos consuetudinarios de actuación, habría que ver si realmente el régimen tiene el tiempo que se requiere para la reconformación de la estructura laboral del país antes de que pueda estallar la olla social.
De lo contrario, tendría que recurrir como única opción a la represión, lo que ya se empieza a notar crudamente con la presencia policial en las calles, o llegar tal vez a la represalia brutal y descarnada, con los tanques en las ciudades, para que las cosas no escapen a su férreo control.
LA ELIMINACIÓN DE LOS SUBSIDIOS
Por si todo eso fuera poco, el proyecto de suspensión radical de los subsidios económicos y la abolición, aunque en este momento se anuncia como gradual y bien pensada, de la libreta de abastecimientos (eso de “cartilla” es para la prensa que sabe muy poco sobre Cuba), complica mucho más las cosas.
Eliminar la libreta de abastecimientos no puede verse como positivo o negativo con un sentido abstracto.
Hace más de un año, en noviembre del 2009, decíamos en Cubanálisis:
“…la “libreta de abastecimientos” es un mecanismo arcaico, ineficiente y que no resuelve realmente ningún problema, aunque gracias a su existencia decenas de miles de burócratas ineptos en todo el país reciben un salario por el esfuerzo de intentar distribuir parejamente lo que ya se sabe de antemano que no alcanza, y culpar al imperialismo por éste y todos los problemas del país”.
Si la eliminación del mecanismo de distribución subsidiada de ciertos alimentos, por la libreta, no viene al mismo tiempo que un reajuste real de los salarios e ingresos de los consumidores, lo que puede esperarse será un golpe brutal contra éstos, y principalmente contra los más vulnerables y de menores ingresos.
Demasiado elemental para que no se entienda por la dictadura. El liderazgo cubano contemporáneo no necesita leer a Milton Friedman ni a Friedrich Hayek: bastaría que conociera “Salario, precio y ganancia”, de Karl Marx, o “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, de Friedrich Engels, para entender mejor.
Sin embargo, se puede apostar, sin temor a perder, que ni ese liderazgo ni el aparato del partido comunista y su nomenklatura ha leído nunca esos textos.
Por otra parte, la eliminación de los subsidios no puede realizarse en una sola vía sin que se presenten tensiones.
Porque en realidad, el primer y mayor subvencionado en Cuba es el gobierno dictatorial, a quien los trabajadores y toda la población están forzados a subsidiar, de forma inconsulta, a través de los salarios de miseria que el principal empleador, y en la práctica único propietario hasta el momento, establece de manera arbitraria.
Sin contar, además, los privilegios y las “gratuidades indebidas” de que disfruta la camarilla en el poder y los altos oficiales de las fuerzas armadas y el aparato, desde las mejores mansiones en “zonas congeladas” a las “casas de oficiales”, desde carros asignados a “casas de visita”, desde teléfonos celulares que paga el gobierno a los recursos del Estado puestos a su disposición sin prácticamente tener que rendir cuentas a nadie sobre su uso y abuso.
Por otra parte, los draconianos y brutales precios monopólicos, al mejor estilo de las bodegas de Birán bajo el control del gallego Ángel Castro, de los productos que se venden en las Tiendas Recaudadoras de Divisas en Cuba, constituyen un mezquino impuesto que los cubanos pagan a la familia feudal Castro Ruz para poder comer.
¿No deberían realmente ser eliminados todos estos factores, junto con la libreta de abastecimientos y otras “gratuidades indebidas” a la población, para que el cambio, además de racional y coherente, fuera moralmente justo y equitativo?
¿O es que acaso Papá-Estado y los máximos dirigentes existen más allá del bien y del mal y no tienen que someterse a las mismas reglas del juego que se imponen a todos los cubanos?
En esta dirección, la eliminación de la gabela del 10% de descuento impuesta por Fidel Castro para los envíos de dólares a Cuba, mediante un nuevo acuerdo a través de la compañía Western Union, para la entrega en CUC a los cubanos, sin cargarles el gangsteril 10% “fidelista” de descuento, indica realismo y verdadera utilización de mecanismos económicos por parte del régimen.
Lo que en la teoría gerencial se llama una situación de “win-win”, ganar-ganar.
Los receptores se benefician al escapar del “derecho de pernada” que el régimen impuso a las remesas por capricho de Fidel Castro, el gobierno recibe de inmediato -y no cuando los cubanos deciden cambiarlos por CUC- los dólares directos a través de Western Union, y la compañía norteamericana de transferencias de dinero puede aumentar sus negocios –y utilidades- de manera significativa.
Esa es una medida que, simultáneamente, rinde beneficios a todos los participantes y no solamente al régimen, acostumbrado a plantear siempre solamente el “trato del esqueleto”.
Se trata de una jugada novedosa, porque hasta hoy lo que ha existido es que un cubano de a pie se “poncha” con tres strikes, y el régimen puede seguir al bate aunque tenga veinte.
Así ha venido ocurriendo durante medio siglo en la gigantesca finca de Birán, también conocida como República de Cuba, en que se ha convertido el país bajo la dinastía Castro Ruz y su camarilla de gerifaltes históricos.