Por Alvaro Poblete
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Arley Méndez, promesa de medalla olímpica de Cuba, vive como clandestino en Chile.
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Fuera del hotel, el taxi se estaciona con el chofer con las manos al
volante, presto para partir. En el asiento trasero espera un pesista
amigo de 22 años, atento a cualquier movimiento. Adentro, la gran
promesa de la halterofilia de Cuba camina por la recepción. Está
nervioso, pero debe disimularlo. Espera el momento preciso, el descuido
perfecto de los jefes de seguridad de su delegación. Ya no hay vuelta
atrás, está todo listo. Arley Méndez, de impulsivos 19 años, está
decidido a dejar de ser un cubano.
La escena con tintes holliwoodenses se desarrolló en el centro de
Santiago. Fue el 4 de agosto de 2013, el último día de competencia del
Panamericano Juvenil específico de Santiago, donde Méndez arrasó en la
categoría 85 kilos. Al día siguiente, sin saber del destino de su gran
figura, el diario Juventud Rebelde publicaba en La Habana un artículo
con el titular “Y sigue siendo el rey”. Y en uno de sus párrafos,
describía el poderío de su próxima carta olímpica: “Antes de subir a la
plataforma del Gimnasio Olímpico de Santiago de Chile, casi todos sabían
que sólo un milagro, de esos que ocurren una vez cada mil años, podría
impedir que fuera el Himno Nacional de Cuba el que se cantara en la
premiación de esa división”.
No se equivoca la prensa isleña. El dominio de Arley en este lado del
mundo, a nivel juvenil, no tiene igual. En el planeta, en tanto, sólo
es superado por el ruso Artem Okulov. Al menos ese resultado dejó el
último Mundial de la categoría, que se desarrolló en Lima (mayo de
2013), donde el europeo lo venció por 18 kilos en la combinada, al
levantar 360. Fue en Perú justamente, mientras deslumbraba en la cita,
que el oriundo de Pinar del Río comenzó a fraguar con su amigo chileno
(a quien prefiere mantener en el anonimato) el plan que lo convertiría
tres meses después en un desertor del régimen cubano.
Ya pasaron ocho meses desde la fuga. Hoy, Méndez quiere ser chileno,
quiere cambiar el rojo de su antiguo uniforme por el rojo de la
selección nacional. Escondido, prácticamente como un clandestino,
entrena solitariamente en las instalaciones del Centro de Entrenamiento
Olímpico de Santiago, gracias a las gestiones de la federación local,
que le permite utilizar sus equipos.
Es lo único que puede hacer, por ahora. El reglamento internacional
de esta disciplina le obliga a esperar dos años antes de defender a otro
país que no sea el de origen. Lo tiene claro y está dispuesto a
soportarlo: “Sabía, lo tenía claro de antes. Así son las normas y hay
que respetarlas. Si dejé mi país como lo hice, fue por otras razones”,
destaca.
¿Qué razones son esas? “A mí, como deportista, se me ayudaba en Cuba,
pero a mi familia, no. Yo lo pedí muchas veces y nunca se hizo nada. Si
preferí escapar, es para ganar más dinero y poder ayudar a mi familia”,
explica.
No ha sido fácil su tránsito por Santiago. Si bien la Federación ha
colaborado en algo para que su estadía sea un poco más cómoda, Méndez
básicamente se las ha tenido que arreglar solo. No tiene papeles que le
permitan trabajar en Chile. Se gana sus pesos (no más de 230 mil al mes)
en un gimnasio de la capital, donde asesora a quienes levantan pesas
por vanidad o para mantener la línea.
La alimentación propia de un deportista de alto rendimiento,
especialmente a los niveles que él aspira (o aspiraba en Cuba), se la
debe costear por su cuenta. Y claro, el dinero no le alcanza. No puede
optar a una beca, porque no es chileno. Tampoco a ningún tipo de seguro
médico, por lo que una lesión, por mínima que sea, es grave para él.
Esto, no obstante, no le quita el deseo de representar a Chile en un
Panamericano o en unos Juegos Olímpicos. Pero las dificultades que se ha
encontrado acá le hacen dudar: “Pensé que iba a ser distinto”. El
problema para él es que su marco de acción es limitado, ya que su
condición de ilegal en el país le ha significado acumular una multa que
“hoy no tengo cómo pagar”.
El presidente de la Federación criolla, Cristián Harthey, reconoce
que la situación es delicada. Y subraya, además, que siente impotencia,
porque más allá de los motivos por los que Arley decidió recalar en
Chile, “el país se está perdiendo a un deportista de élite. Sin temor a
equivocarme, es el proyecto más importante de las pesas cubanas para Río
2016 y tiene todavía para dos o tres ciclos olímpicos más”.
Su escape, obviamente, le trajo varias complicaciones a la
halterofilia criolla. Desde la Asociación cubana, el reclamo fue
inmediato. “Tuvimos que aclarar que no le ofrecimos plata para que se
quede en Chile. Fue una decisión de él, en solitario”, dice Harthey. El
pasaporte cubano es lo única identificación del pinareño, pero no es
mucho lo que puede hacer con el documento.
La otra consecuencia
Es martes y el CEO de Ramón Cruz está repleto de deportistas. En el
área de los pesistas, en una esquina, está Arley Méndez trabajando sin
asesoría de nadie. “¿Si esto afecta mi rendimiento? Claro que sí... mi
mejor marca es 160 en arranque y 200 en envión. Hoy no podría hacerlo”.
Lo deportivo, eso sí, no es lo más duro para el cubano, quien
confiesa vivir una contradicción. Dejó Cuba para buscar un mejor pasar
económico para él y y su familia en la isla. Pero en su calidad de
desertor, de entrada, recibe el castigo de no poder ingresar a su país
por los próximos ocho años. “Mi familia ha sido tratada muy mal, pero
ellos me apoyan en lo que estoy haciendo”, recalca con una voz
entrecortada y un gesto de frustración. Ya son ocho meses sin verles el
rostro a su madre (Cándida), su padre (Antonio) y su hermano mayor
(Pedro).
Su mayor soporte en estos días ha sido Antonieta Galleguillos (24
años), su pareja desde diciembre del año pasado. También es pesista y
compitió en Santiago 2014. No se despegan nunca. Donde va uno, está el
otro.
Antonieta es su “familia de repuesto”, como describe. Porque Arley no
se arrepiente de su fuga, pero sí añora el calor de su querida Cuba.
Disfraza sus días difíciles, en tierra de nadie, con recuerdos y guiños a
un país que ya no es suyo. A la espera de ser adoptado por Chile.
Extranjería lo espera para buscar una salida
“He averiguado y sé los trámites que debo seguir para convertirme en
Chile, pero entiendo que debo pagar una multa y no tengo el dinero para
eso”, explica Méndez cuando habla de los pasos legales que debe seguir
para transformarse en ciudadano chileno.
La Tercera contactó al departamento de Extranjería del Ministerio
del Interior, donde la respuesta oficial fue que “en la medida que él
tome contacto con extranjería, desde acá nos podremos referir al tema”.
A lo que puede optar el pesista cubano es a un permiso temporal de
residencia, que le permite vivir en Chile, trabajar y recibir beneficios
sociales. En el caso de Méndez, la única forma de postular a un permiso
de residencia definitiva en el país es sumar dos años de visa sujeta a
contrato de trabajo.
Para ser nacionalizado, en tanto, legalmente debe cumplir con otras
exigencias. Lo básico, demás de tener el permiso de residencia
definitiva, es cumplir cinco años de residencia continua, lo que deja a
Méndez fuera de Río 2016.
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