La figura del sucesor escogido no fue casual. Ciertamente no se consultó con la dirigencia del PSUV, ni qué decir de las bases. Fue producto de años de discusión, investigación, espionaje y análisis estratégico cubano. Esto tiene una importante implicación: Más que un presidente interino o un candidato a unas nuevas elecciones presidenciales, Maduro es un garante de los cruciales intereses cubanos en Venezuela. Para eso fue nombrado.
Lo que Cuba espera es generar un poder que permita una de dos cosas: mantenerse en el gobierno u obligar a que la transición del país pase necesariamente por la consecución de acuerdos con la isla. Petróleo, deuda (no sólo la de la isla con nuestro país, sino la que seguramente alegarán Venezuela tiene con el régimen castrista), inmigración, cooperación internacional, asuntos militares, estratégico y de inteligencia. Todo tendría eventualmente que discutirse para garantizar la prosperidad y la estabilidad política y económica de los Castro.
Maduro tiene el perfil adecuado para la tarea. Ha sido lo suficientemente hábil para escalar posiciones rápidamente, ha demostrado gran sagacidad y capacidad de adaptación, además de que se comenta que el 11 de abril de 2002, cuando se le escondió al defenestrado Chávez, pretendía asilarse en la embajada cubana. Los constantes viajes a la isla también pueden haber tenido como fin afianzar esta relación. Por otro lado, el entonces "candidato" tampoco tenía demasiada competencia: Diosdado no era fiable, José Vicente demasiado viejo, Jaua tonto de capirote, Ramírez impresentable, la hija dedicada a los conciertos de Madonna y así ad infinitum.
Ciertamente es más que lamentable que Venezuela, por capricho de Chávez, se haya convertido en el patio trasero, sucio y descuidado, de los Castro. Pero nada se hace con lamentarnos. No cabe duda de que habrá que sentarse a negociar con Maduro y los intereses que representa. Siempre hay que negociar con quienes pueden ayudarnos a lograr objetivos o con quienes tienen capacidad para hacer daño (si no lo cree, pregúntele a Juan Manuel Santos). La tarea de las fuerzas democráticas es consolidar espacios de poder y de opinión pública que permitan negociar en posición de dominio y tener suficiente poder político para evitar que siga el vasallaje del país y construir un país próspero y de libertad.
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