En las primeras horas de su permanencia en el templo, y durante uno de los diálogos sostenidos con los ocupantes, el canciller de la arquidiócesis, monseñor Ramón Suárez Polcari, les había manifestado la promesa del Cardenal Jaime Ortega de que serían conducidos a sus casas bajo la protección de la Iglesia y que nada atentaría contra su seguridad, pues esa había sido la solicitud del Cardenal a las autoridades correspondientes. Los ocupantes respondieron entonces que no desconfiaban del Cardenal Ortega, pero sí de la palabra dada a este por las autoridades del país. Sin embargo, afirmaron que si esas mismas autoridades acudían a decírselo personalmente lo creerían.
No obstante, los esfuerzos unilaterales de la Iglesia por poner fin a esta situación continuaron. Nuevamente en la noche del miércoles 14 de marzo, el canciller del Arzobispado de La Habana se presentó en el templo, y en compañía del padre Roberto Betancourt, rector del Santuario, les reiteró la invitación a salir voluntariamente. No faltó tampoco la exhortación de los fieles católicos, quienes no han podido escuchar misa los días miércoles y jueves. Otras invitaciones a poner fin a la ocupación se repitieron en la mañana y la tarde de hoy. La respuesta del grupo siempre fue negativa.
Por este motivo, en uso de la autoridad y facultad que le compete, el Cardenal Jaime Ortega se dirigió a las autoridades correspondientes para que invitaran a los ocupantes a abandonar el Santuario y Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad en La Habana. Se tuvo en cuenta, además, la propuesta de los mismos ocupantes de ser visitados directamente por las autoridades para recibir garantía de su seguridad. Esta solicitud del Cardenal Ortega a las autoridades reiteraba salvaguardar la integridad de estas personas.
La acción de poner fin a la ocupación se inició a las 9:00 p.m. hora local, duró menos de diez minutos. Los trece ocupantes fueron invitados a salir del templo y no ofrecieron resistencia. Los agentes que ejecutaron la operación habían asegurado a la Iglesia que no portarían armas, que trasladarían inicialmente a las trece personas a una unidad policial y que después los llevarían a sus casas. Igualmente aseguraron que no serían procesados por este hecho.
Se pone fin así a una crisis que no debió nunca producirse. La Iglesia confía que hechos semejantes no se repitan y que la armonía que todos anhelamos pueda realmente alcanzarse.
Orlando Márquez Hidalgo
Oficina de Prensa del Arzobispado de La Habana
La Habana, 15 de marzo de 2012
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