Trece años después, el gigante asiático va a fletar el primer portaaviones de su Armada. Se trata precisamente del «Varyag», rebautizado con el nombre de «Shi Lang» y decorado con los colores del Ejército del Pueblo. Esta semana, altos oficiales comunistas admitieron lo que llevaba años siendo un secreto a gritos. El buque, de 300 metros de eslora, lleva años preparándose en los astilleros de Dalian, al noreste de Pekín, donde ha sido dotado con sensores defensivos y armas de combate. Las autoridades vetaron el acceso al muelle, sin conseguir evitar que aparezcan fotografías de la cubierta en internet. Hay quien justifica a los oficiales recordando que, con sus 300 metros de eslora y sus 67.500 toneladas, no era precisamente sencillo ocultarlo.
Portaaviones para el ocio
En realidad, aquella no fue la primera ni la última vez que China compró un portaaviones desvencijado. En las costas de Tianjin descansa el «Kiev», algo más antiguo, y que alberga un parque de atracciones en el que se celebran algunas de las mejores fiestas «rave» de China. Y al otro lado del país, en Shenzhen, está el museo militar flotante «Minsk», otro gigante vendido por un empresario surcoreano, quien a su vez lo sacó de las «rebajas armamentísticas» del arsenal de la URSS tras desintegrarse. «Los proyectos militares y de ocio no están reñidos. Se puede comprar un portaaviones para ver cómo funciona, desmontarlo, estudiarlo, aprovechar lo aprovechable y después dedicarlo a que la gente se divierta dentro», explica a LA RAZÓN el analista pekinés Le Liang, experto en relaciones entre Rusia y China. Aunque no hay pruebas contundentes, se sospecha que el «Shi Lang» es, en realidad, una fusión de los tres barcos. Y sugieren que el plan para ensamblarlo fue trazado en alguna sala de reuniones de Pekín a principios de los noventa.
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