Eugenio Yáñez, Juan Benemelis y Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank
Algunos aspectos de la crisis económica
Economía
La crisis de la economía cubana es muy profunda y difícil de superar por la falta de estrategias coherentes y fundamentadas, la ineficacia del sistema de gestión, la baja productividad de los trabajadores, la desmovilización de los jóvenes y los efectos de la coyuntura mundial. La dependencia de la economía cubana a las importaciones es otro de sus mayores dilemas, que provoca incertidumbres ante las oscilaciones de precios, además del uso de tecnologías ineficientes y obsoletas, que las hace altas consumidoras de energía, y cuyos costos de mantenimiento se encarecen por su envejecimiento.
No caben dudas de que la agudización de la crisis guarda relación con el quebranto de la tradición histórica de la economía cubana, la cual hasta recién ha dependido de las economías de grandes potencias. El desplome del bloque soviético y el mantenimiento del “socialismo cuartelario” se vienen reflejando en el deterioro de todos los indicadores macro-económicos, generándose los grandes desequilibrios del sistema. En la actual coyuntura, no siendo una economía de mercado, y al no existir el bloque socialista, no halla afinidad y compatibilidad internacional.
La relación un poco más congenial podría decirse es con China y Venezuela, cuyas líneas de crédito a corto y mediano plazo han ido a parar a la remodelación de servicios y a la infraestructura de transporte, la minería y otros sectores secundarios. Pero aún así, esta relación es sobre la base de productos de bajo valor agregado, por lo cual no es suficiente para resolver la deformación de la estructura económica, consolidar una red industrial, elevar el ahorro interno para revertir desequilibrios fiscales, lograr niveles internacionales de productividad y de competitividad para no depender de la doble circulación monetaria.
En el último decenio, el PIB cubano ha presentado la tasa más baja (-1,4%), en América Latina y el Caribe, ante el severo proceso de descapitalización que afecta su crecimiento, con una caída en picada de las principales producciones agrícolas y manufactureras (entre un 20% y un 89% por debajo del nivel de 1989).
En la agricultura los campesinos privados resultan el sector más productivo, mientras las granjas estatales alcanzan los niveles más bajos de producción. Con una superficie total de 10’988,600 hectáreas, de las cuales 6.6 millones se consideran superficie agrícola, y de estas 3.1 millones estaban supuestamente bajo cultivo, con 2.3 millones de pastos naturales, y 1.7 millones se reconocían como tierras ociosas.
Simultáneamente, buena parte de las tierras agrícolas se mantienen todavía cundidas de marabú, un año después que se decidió la entrega de las mismas en usufructo a potenciales campesinos, porque se realiza lentamente y cargada de requerimientos burocráticos y controles políticos, y la gestión de las empresas estatales agropecuarias sigue siendo, sencillamente, una vergüenza.
En el caso de los nuevos agricultores beneficiados con la entrega de una caballería (13.42 Ha.), éstos se han encontrado que la empresa de Acopio viola groseramente los contratos, y al final adquiere los productos a un 80% menos de lo acordado, haciendo incosteable tales producciones y desestimulando a estos nuevos campesinos.
Las medidas de saldar las deudas del Estado con los campesinos, aumentar el precio de acopio a ciertos productos, y promover la entrega de tierras improductivas, no han impedido el continuo deterioro del patrón de producción y de la composición de las exportaciones.
Con el paso de una economía de bienes intermedios y capital centrados en la industria azucarera, en la cual ha desaparecido prácticamente la agricultura en la formación del Producto Interno Bruto (un magro 3,8%), se ha revertido la construcción e industria hacia producciones de bajo nivel tecnológico y poco nivel de integración a la economía internacional, con inversiones extranjeras que no impactan el modelo general.
El país se ha adentrado en un callejón sin salida, con un cúmulo de problemas urgentes que van desde los bajos salarios, la doble circulación monetaria, los altos precios de los productos de primera necesidad, la insuficiente dieta alimenticia, el exceso de prohibiciones, la disidencia interna, el racismo, la marginalidad y el estado de desatención de las provincias orientales.
El doble tipo de cambio, que convive en un mismo espacio, mantiene su circuito de circulación y mecanismos de formación de precios para cada tipo de manera independiente. Así, existe una doble contabilidad que impide conocer los costos reales, los niveles de eficiencia y de productividad. Ello se enmaraña aún más con los salarios casi congelados que no logran incrementarse en lo real, debido al desempleo encubierto, los problemas de disciplina laboral, las fallas del sistema salarial y de incentivos, y una oferta desestructurada por la distorsión de los precios relativos.
Asimismo, se arrastra la poca organización del proceso productivo, en el cual inciden la falta de transporte y el caos en la distribución en la red minorista, además de la imposibilidad de incrementar los salarios: las medidas adoptadas con la aparente intención de superar las deficiencias en este sentido han chocado frontalmente con la resistencia burocrática del inmovilismo, negligencia generalizada para su aplicación, y la percepción por parte de los trabajadores de que son soluciones insuficientes en un entorno donde el salario medio real no sobrepasa 20 dólares mensuales, y el consumo alimenticio racionado no alcanza ni para diez días de cada mes, además de su pésima calidad y absoluta falta de variedad, y todo eso sin mencionar necesidades elementales de la población sistemáticamente ignoradas, como productos no alimenticios de primera necesidad, vivienda, transporte y recreación, entre otras.
El proyecto surgido hace años en las Fuerzas Armadas, llamado Perfeccionamiento Empresarial, como alternativa de sistema de gestión empresarial ante la debacle del llamado “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, inconsultamente desatado por Fidel Castro tras el tercer congreso del partido, se viene aplicando con gran lentitud y presenta problemas insolubles, como el escaso número de empresas que lo han podido implementar, la falta de un sistema contable serio y confiable en el cual basarse, la poca cultura económica que se traduce en despilfarro de recursos, el sobre-consumo de energía, y la presencia de capacidad instalada ociosa.
Al no poderse recuperar gran parte del sector industrial tradicional y demostrarse la relación entre centralización y baja productividad, cualquier crecimiento que plantee el equipo de Raúl Castro estará divorciado de la disponibilidad de recursos internos, así como la incapacidad de acceder a financiamiento externo. Los servicios básicos que han sostenido a duras penas la integridad económica del modelo cuartelario, ante los insuficientes niveles de productividad general, exceptuando las telecomunicaciones, resultan actividades de trabajo intensivo en función del mercado interno, características que restringen el crecimiento de la productividad.
Los deteriorados sectores de producción material: agricultura, minería e industria, han sido suplantados por el turismo, los servicios médicos y los bio-fármacos. El turismo, con sus 100,000 empleos directos, es una industria de costos muy elevados. El sector bio-farmacéutico necesita de insumos que no los suministra la endeble industria nacional; asimismo, los servicios médicos en el exterior, tienen poco impacto en el sector productivo. Ello es indicativo de la imposibilidad de comparar la economía nacional con la internacional, la deformación estructural y la distorsión funcional en toda la economía, lo que provoca su improductividad a niveles empresariales.
Finanzas
El comercio exterior se ha contraído en más del 70 %, aunado a la expansión del déficit fiscal (sobre 150 %) y la inflación. Las exportaciones continúan en un 70% por debajo del nivel de 1989. La insuficiente producción nacional de alimentos ha obligado a incrementar las importaciones a precios cada vez mayores.
Esta caída en la autosuficiencia alimentaria, en la sustitución de importaciones, y en la industrialización, ha obligado a que el país compre en el extranjero más del 80 % de los víveres que consumen sus más de 11.2 millones de habitantes, en condiciones de consumo restringido y normado. Aunque esto venía avanzando desde mucho antes, el gobierno de Raúl Castro no ha podido detener o revertir ese proceso. Ante el alza en los precios de importaciones críticas, la compra de alimentos requirió en 2008 un desembolso de 2,500 millones de dólares, debido a la permanente baja productividad en el campo cubano de las empresas estatales (pues los campesinos privados y las cooperativas no estatales cargan con el grueso de las producciones de alimentos) y a las adquisiciones de emergencia por el impacto de los huracanes. Se acaba de anunciar por el director de la empresa estatal ALIMPORT que desde el 2001 a la fecha Cuba importó de EEUU alimentos por valor de 4,400 millones de dólares.
Desde todo punto de vista es imposible que la orientación de ajustar la balanza de pagos pueda conformar una reserva financiera para utilizarla en el mercado internacional, pues el déficit cubano es ya crónico, y ante la imposibilidad de obtener créditos, su principal sostén ha sido el incremento de la deuda exterior. Lo único factible es disminuir el volumen de compras de alimentos en el mercado norteamericano, lo que no puede hacerse sin aumentar aceleradamente la producción nacional de alimentos.
El país ya venía sufriendo una contracción del crédito y la inversión, motivada más por el deficiente historial de pagos que por los efectos del embargo, así como la disminución de sus reservas estratégicas. De acuerdo a medios oficiales, la contracción del crédito a nivel mundial, a consecuencia de la crisis financiera, incrementó las dificultades para acceder a préstamos, y también podrían disminuir este año en más de 1,000 millones de dólares los ingresos por turismo y la exportación de níquel, lo que se analizará posteriormente.
La falta de liquidez actual comenzó hace muchos meses; las medidas de control de la moneda y la eliminación de la circulación del dólar en las transacciones comerciales internas y por parte de la población, disminuyeron el total de divisas en los bancos para garantizar la liquidez y los servicios a la deuda externa como preámbulo a nuevos créditos. Ello se agravó al cancelarse muchas licencias a inversionistas extranjeros entre 2003 y 2006, y frenarse muchas de las nuevas propuestas, desde antes que Raúl Castro se hiciera cargo del gobierno.
La eliminación del dólar en el mercado interno dio momentáneamente al Estado una relativa abundancia de liquidez a corto plazo, sobre todo buscando enfrentar las compras de alimentos en Estados Unidos, que en 2008 llegaron a $801 millones; pero ahora que se han gastado estas divisas, se cuenta con exceso de pesos convertibles (CUC) y muy pocos dólares para que las entidades extranjeras y de la economía nacional puedan operar, importar insumos, o pagar servicios.
Sin embargo, la causa de los problemas no sólo obedece a factores externos, como ha estado señalando constantemente el nuevo ministro de Economía, Marino Murillo, quien señaló que la crisis “ha complicado la obtención de facilidades de precios y fuentes crediticias”, reiterando el eterno “nadie va a quedar desprotegido”, aunque “inevitablemente” se van a sentir las restricciones en el consumo. Indicó, en el lenguaje eufemístico que caracteriza a los funcionarios del gobierno, que la factura por la importación de alimentos “todavía es muy grande” y puede ser reducida. El dilema reside en que las cifras de producción de viandas, vegetales y carne en lo que va de año, no son suficientes para abastecer las cuotas normales de distribución, menos aún para sustituir importaciones.
Las firmas extranjeras y empresas mixtas, que en parte operan en moneda convertible, si bien no son decisivas en la composición del PIB, son importantes en la generación de ingresos en divisas, mucho más que las 3,000 empresas y entidades estatales. Más del 60% de las empresas mixtas se han marchado del país, lo que ha significado que se dejó de disponer de entre 500 y 1,000 millones de dólares en cuentas bancarias.
Se confrontaron serios problemas de atraso de pagos con las firmas canadienses Sherritt International Corp. de Toronto, y Pebercan, Inc. de Montreal, que extraen el 60% de la producción de petróleo. Esto ha causado el congelamiento de las inversiones en el sector inmobiliario, y posteriormente la readquisición de estos negocios por parte de empresas estatales y la reducción paulatina de la cantidad de asociaciones existentes, unido a una reducción sustancial de las empresas cubanas con derecho a realizar actividades de comercio exterior, sobre todo cuando ya las empresas nacionales no pueden realizar sus cobros y pagos en dólares.
La deuda cubana, la segunda per cápita en el mundo, lastra permanentemente la entrada a Cuba de nuevas inversiones y proveedores, mucho más que los efectos del embargo. Para obtener más crédito en 2009 el país tendría que hacer pagos de más de 500 millones de dólares por obligaciones anteriores, buena parte de ellas atrasadas.
En ese contexto, el gobierno aplicó recientemente al sector estatal un drástico recorte en el consumo de energía eléctrica, en cuya generación se gasta aproximadamente 50 % del combustible importado; de no haber establecido esta medida de ajuste, hubiera quedado más comprometida aún la capacidad de compra de alimentos y medicinas, aunque esta medida no garantiza automáticamente que tal capacidad se pueda mantener intacta.
Una resolución del ministro de Economía y Planificación advierte de que en los primeros cuatro meses del año 2009 se consumieron 40,000 toneladas de combustible más de lo planificado para la generación de electricidad. En todas las actividades económicas y sociales se ha establecido una cuota mínima de consumo eléctrico, que ha lesionado el funcionamiento del Estado y la Economía. Funcionarios de la empresa estatal Unión Eléctrica han asegurado que el problema no es de capacidad de generación, sino de disponibilidad de combustible. Añaden que Cuba tiene capacidad para generar más electricidad que la que consume, pero está obligada a recortar el gasto como resultado de la crisis mundial.
Esta reducción del 12 % del consumo eléctrico en el sector estatal se suma a que han comenzando a introducirse apagones eléctricos y hasta cortes de salarios en numerosas empresas y entidades que no están cumpliendo sus planes energéticos. También se han recortado gastos sociales y se han tomado otras medidas para hacer frente a la crisis, como un recorte del 6 % en los siempre excesivos gastos del gobierno.
Las tensiones económicas de Cuba aumentan las preocupaciones familiares al comienzo del período vacacional del verano, cuando crecen las demandas de alimentos, transporte y energía eléctrica, todas áreas impactadas por recortes. Una mala noticia fue que a partir de julio fueron eliminadas cuotas adicionales de granos que se distribuían desde 2004 a consumidores de la capital y provincias de la región oriental del país, como parte de un plan de reajuste de gastos que incluyen reducción en el consumo de electricidad y postergación de algunas inversiones y compras externas.
Súmase a esto la desmotivación laboral generalizada por la acumulación de necesidades elementales de la población que por décadas han sido sistemáticamente ignoradas, como son la escasez de productos no alimenticios de primera necesidad, el deterioro y carencia de vivienda, además de los problemas de transporte y recreación, entre otras.
DIFICULTADES REALES Y DISPERSIÓN ESTRATÉGICA
Aunque la crisis requiere decisiones estratégicas, solo se dan algunos pasos tácticos cuando no hay otra alternativa. Eso se ha puesto de manifiesto ante la gravedad de la situación del transporte, de pasajeros y carga, que se mantiene a pesar de las inversiones en 500 ómnibus de fabricación china. Se acaba de anunciar la compra a Irán de 550 vagones ferroviarios de transporte de mercancías, por valor de 60 millones de dólares. Por eso se han concedido nuevos permisos para el transporte privado de pasajeros. En los primeros seis meses de este año se otorgaron 2,848 nuevas licencias, es decir un incremento del 81% respecto a las antes aprobadas, 850 de las cuales corresponden a la capital.
No existe la definición de un proyecto de desarrollo estratégico, aunque en el orden internacional sí existen modelos que pueden servir de referente teórico para la proyección del futuro y la corrección del presente. El clima político, a su vez, se halla muy lejos de apelar al debate nacional. Nada asegura que se entronice un liderazgo colegiado, pese a que se implementa una supuesta renovación de las estructuras institucionales. A su vez, no se han reactivado las soluciones a nivel local mediante un mayor protagonismo de sus organizaciones y la descentralización progresiva de la gestión de los recursos.
Si al producirse la transferencia de poder de Fidel a Raúl Castro en el 2006 se pensó que éste entronizaría una dinámica de adaptación y reforma a una trayectoria lineal de apertura –más o menos gradual- con componentes de economía de mercado, ya a estas alturas tales criterios deben evaluarse como simples expectativas no satisfechas, pues se equipararía de manera mecánica la reforma económica con los cambios políticos, cuando la realidad actual no conlleva un proceso político de ruptura o desarticulación de las estructuras de gobierno.
No se le ha prestado atención a las infinitas críticas y propuestas hechas en asambleas municipales y provinciales del poder popular, así como en los plenos provinciales del PCC. Las empresas estatales carecen de la autonomía necesaria para ser rentables; sus inversiones y reinversiones son aprobadas por el Banco Central. El régimen no se decide a abrir sin restricciones las solicitudes de licencias para trabajadores por cuenta propia, mientras que el Estado no cuenta con recursos para solucionar actividades de reparación y mantenimiento.
Es notable la ausencia de una política económica coherente. Es debatible cuál es la estrategia económica a corto y mediano plazo que se puede haber trazado el nuevo equipo raulista. No está claro si el énfasis será en la tríada níquel-turismo-biogenética, y no se vislumbran otras opciones, pues el azúcar ya no alcanza tal categoría, y la venta de servicios es fundamentalmente a base de trueque.
Otro elemento negativo es la ya tradicional y no superada falta de visión integral en las inversiones. ¿Hay una estrategia de acumulación agropecuaria a la china? ¿Se considera el desarrollo de la industria pesada o de maquinarias, algo tradicional en las economías de plan? ¿Se ha abrazado la opción de priorizar las industrias de alimentación o ligera como hicieron los húngaros bajo Janos Kadar? ¿Cuál es la vía: más hoteles, más plantas de níquel, más concesiones de exploración petrolera?
La crisis de Cuba es, en estos momentos, más seria de lo que el gobierno reconoce y pretende declarar, mientras que la falta de programas, estrategias y políticas, no permite vislumbrar una solución ni con el más optimista de los enfoques. Si bien aún no se puede aseverar que el país se halla en una situación igual a la del período especial, la diferencia estriba en que en la actualidad el Estado cubano se enfrenta a un agotamiento y una frustración general de la población. El criterio más generalizado es que si no existen las dádivas de la Venezuela chavista cundiría el caos y el desplome del régimen.
Crisis social y de consumo
El desplome está asociado también con el deterioro que sufren los pomposos programas de equidad social, como la educación, la salud con cobertura universal gratuita, y la subvención de la canasta de alimentos. La brecha cada vez mayor entre el que genera divisas y el que la recibe por asignación ahonda severamente la pobreza en la población, sobre todo cuando la distribución del ingreso se ha vuelto más desigual, el racionamiento sólo cubre aproximadamente poco más de una semana de consumo, y se ha deteriorado la calidad de los servicios de salud y de agua potable.
El clamor general es la eliminación de aquellas medidas que ahondan las desigualdades, como la reevaluación del peso cubano, la eliminación de gratuidades y subsidios, incluidos los de la libreta de racionamiento, y la distorsión que produce el fenómeno de la doble moneda.
Los cubanos, con un salario promedio mensual real que no llega a 20 dólares, compran con “la libreta” de racionamiento una canasta básica insuficiente (arroz, azúcar, aceite, huevos) a precios bajísimos. Lo demás se resuelve en el mercado negro o las tiendas de altísimos precios en divisa internacional. La gran duda es que se puede hacer con la libreta de racionamiento que subvenciona una canasta básica desde marzo de 1962.
En todas las instancias del Estado y la Economía, más allá del grupo dirigente, existe un cierto “consenso” en cuanto a la necesidad de eliminar el sistema de distribución igualitario que más bien se ha convertido en un elemento de inequidad. La discusión sobre el tema aumentó luego que Raúl Castro habló de lo irracional e insostenibles que resultan los “millonarios subsidios” que suponen, entre otros, los productos distribuidos a través de la cartilla de racionamiento. Fuentes oficiales calculan en 1,000 millones de dólares el gasto anual promedio en productos para esa canasta básica, que se vende a precios subsidiados. Pero este año las importaciones totales de alimentos se calcula que llegarán a 1,900 millones de dólares, debido al alza internacional de precios de los alimentos.
Ese sistema, vigente desde 1962, mucho antes de la imposición del embargo por el gobierno norteamericano, entrega a cada persona cantidades de arroz, azúcar, frijoles, granos, aceite, huevos, alguna proteína, pasta dental y jabón, entre otros productos. Pero estos alimentos sólo aseguran alrededor de 36 % de las calorías diarias por persona y cubren no más de 10-12 días del mes. Las proteínas –raciones de pollo, pescado o carne de res molida y mezclada con soja-- no alcanzan para más de 10 días, y las grasas para nueve días, consumiendo limitadamente.
Para completar sus necesidades, los consumidores deben acudir a los “mercados libres agropecuarios” que, a precios de oferta-demanda, ofrecen en moneda nacional (pesos) productos comestibles; y la otra opción son las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), que surten alimentos ausentes de la cartilla normada.
Otro de los dilemas en el país es la crisis social que afecta a toda la población, con la quiebra de valores y la indefinición de un futuro específico, más allá de “resistir”. Si en algo se coincide es que el grupo raulista ha mostrado poca valentía política para desautorizar los entuertos el agónico Máximo Líder y establecer una política diferente, que busque la solución real de los problemas básicos del país; algo que ya los marca en el devenir histórico de la política nacional.
Es elevada cifra de la población en edad activa que no trabaja, porque los jóvenes rechazan tareas en las que pudieran recibir ingresos, pero no satisfacciones. La indolencia de la juventud se ha reflejado en su poca incorporación al trabajo voluntario en todo el país. En reiteradas ocasiones las autoridades cubanas han tenido que reconocer que el salario no satisface las necesidades básicas, a la vez que sostienen que no habrá nuevos incrementos del salario hasta tanto no se incrementen la producción y la productividad, lo que conlleva un círculo vicioso.
La educación es otra de las actividades que han hecho crisis total bajo Raúl Castro; se ha señalado la enorme deficiencia en los programas de historia, ortografía y gramática, y en los sistemas de evaluación, lo que le obligó a sustituir a los dos ministros del sector (Educación y Educación Superior). La nueva titular de Educación recibió la misión de mejorar el claustro de profesores, aunque tal sector se enfrenta a la escasez de maestros preparados y de candidatos al magisterio. Recientemente se aprobaron incrementos salariales, buscando estimular la permanencia y reincorporación de personal docente y no-docente del sector, y hace muy poco se anunció que “La escuela en el Campo”, uno de los pilares de Fidel Castro para la formación del hombre nuevo, sería desactivada por la imposibilidad económica de sostener tal fantasía.
En el deporte, cuya merma de protagonismo internacional se nota más cada día, lo más original que se le ha ocurrido al poder en estos momentos es declarar que hay que formar patriotas antes que deportistas: algo que puede muy ser válido como política oficial, pero como las medallas en los torneos internacionales se otorgan por los resultados en las competencias deportivas y no por las virtudes patrióticas de los competidores, tendrán que conformarse, entonces, a falta de medallas, con perdedores capaces de patear a un árbitro, o declarar que los jueces estaban “vendidos”.
La crisis ha llegado al punto que el deporte nacional, el béisbol, no cuenta con los implementos, uniformes, mantenimiento de estadios y demás recursos para funcionar con la calidad tradicional. Todos los intentos por regenerar la extinta “industria deportiva” han fallado. La participación de Cuba en eventos deportivos internacionales ya no será masiva, por lo cual disminuirá un elemento que sostenía cierto orgullo nacional: las medallas de oro.
Crisis de producción
En la empresa «la Gomera», la producción está paralizada desde hace unos cuatro meses. El Combinado Lácteo Escambray avizora que sus producciones pueden afectarse de forma ostensible. Lo mismo puede suceder en el Combinado Poligráfico de Cienfuegos y en la producción de aluminios, en la Planta Embotelladora de Ciego Montero en Palmira, en la Empresa de Conductores Eléctricos, en la Empresa de Cerámica Blanca de San José de las Lajas, y en muchas otras. Incluso se estuvo analizando parar las plantas procesadoras de níquel ante la caída de los precios del producto.
En el sector agropecuario el primer cuatrimestre resultó muy inestable, con alzas en las cosechas de papa y tomate y bajas en la carne de cerdo y huevo, por citar casos más representativos, y una patética gestión de acopio y comercialización, unida a un sistema de precios incoherentes y fosilizados, que provocó la pérdida por deterioro de miles de toneladas de alimentos.
Lo más triste del caso es que aquellas empresas con altos volúmenes de producciones en inventario no estaban autorizadas a distribuir directamente a la población, prefiriéndose que se echasen a perder los productos, como sucedió en el caso del tomate en la provincia Habana. La “sobreproducción” de tomates no pudo se aprovechada completamente por falta de capacidad industrial pero se prefirió dejarla pudrir antes que liberalizar su comercialización.
Tal situación ha llevado a que se retorne a la era de las movilizaciones masivas; al efecto el ministro de Educación Superior anunció que para el curso escolar 2009-2010 su cartera organizó “un mes de tareas agrícolas” para los estudiantes de todos los centros de esa enseñanza en el país. Si estas medidas recuerdan las épocas supuestamente dejadas atrás de la “ofensiva revolucionaria” o el “proceso de rectificación”, queda claro que no es pura coincidencia.
Menos de la mitad de las tierras ociosas han sido dadas en usufructo y solo la cuarta parte de las tierras entregadas están en explotación. Además de la descalificación por diversas razones, de gran parte de los solicitantes, los nuevos usufructuarios enfrentan grandes dificultades. De acuerdo a un reportaje de Juventud Rebelde de marzo de este año, hay carencia de insumos y de ciertas facilidades crediticias, de instrumentos de trabajo y asesoría técnica, falta de combustible y de alambres para cercar, y poca eficacia en la recogida de cosechas por parte de las empresas de Acopio.
Según datos oficiales, las viviendas dañadas por los tres grandes ciclones del 2008 fueron 530,332, mientras otras 69,700 siguen afectadas por tormentas anteriores. El lastre es de 600,032 inmuebles, de los cuales 91,556 colapsaron por derrumbes totales. Sin embargo, los planes de construcción de viviendas a cargo del Estado, que ya de por sí resultaban insuficientes, se han recortado varias veces en la medida que los efectos de la crisis se han dejado sentir, pero no se acaban de tomar las decisiones para autorizar la gestión individual y colectiva en la construcción de viviendas.
“Cuba está sintiendo el impacto de la crisis global, pero el efecto no será tan intenso como durante la crisis de la década de 1990”, expresó con un optimismo sin bases el segundo al mando, el vicepresidente José Ramón Machado Ventura, manteniendo la costumbre de hablar generalidades sin fundamento y sin expresar políticas concretas para nada en particular.
“Tenemos mucha tela por donde cortar para que la afectación, que siempre vamos a tener, llevarla hasta límites que podamos sobrellevarla”, dijo a la emisora estatal Radio Progreso, sin explicar de qué “tela” estaba hablando.
En un intento de tranquilizar temores de la población, pero también, y muy importantes, los de la nomenklatura, expresó: “No volveremos al período especial de aquellos momentos de los años 93, 94, 92. No vamos a llegar ahí, porque ya hemos creado otras condiciones”.
Las condiciones -que omite Machado Ventura- para que no haya regreso a la crisis de aquellos años, las ha resumido el economista Carmelo Mesa-Lago en el diario español El País:
“Chávez suministra el 65% del petróleo necesario a precios subsidiados equivalentes a 1,850 millones de euros, [2,620 millones de dólares] y paga 4,000 millones de euros [5,600 millones de dólares] por 40,000 profesionales cubanos que trabajan en Venezuela, y el 65% de los cubanos reciben remesas del extranjero”.
En la parte final de este análisis se examinarán las decisiones que ha estado tomando el gobierno cubano para enfrentar la agudísima crisis actual, así como las perspectivas, las posibilidades y los escenarios que se derivan de estas realidades, al entrar la “Era de Raúl Castro” en su cuarto año.
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