Raúl Castro: un año como dictador a medias
Antonio Arencibia - Cubanálisis - El Think-Tank
El miércoles 18 de febrero se cumple un año de cuando Fidel Castro hizo pública su renuncia definitiva como Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, y Comandante en Jefe, que se había hecho efectiva de forma provisional desde el 31 de julio del 2006, debido a su grave enfermedad.
Dieciocho meses después admitía en un mensaje a la población que sus condiciones físicas le impedían reasumir la dirección del régimen pero advertía que seguiría escribiendo las Reflexiones “como un soldado de las ideas” y al final dejaba caer sobre su hermano y supuesto sustituto, ocho palabras bien ominosas: “Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso”.
Menos de una semana después Raúl Castro daba un nuevo giro a la situación política cuando, al asumir como nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, no aceptaba ante la Asamblea Nacional el título de Comandante en Jefe, que seguiría siendo de Fidel Castro, “líder de la Revolución”, con quien consultaría las decisiones más trascendentales, especialmente las relativas a la defensa, la política exterior y el desarrollo socioeconómico del país.
Así comenzó esta dictadura a medias que dura casi un año: una especificidad del poder compartido entre los Castro que conlleva una distribución de roles que durará hasta que la muerte -sea física o mental- los separe.
El transcurso del año del “compañero Fidel”
Supuestamente alejado definitivamente del poder tras su renuncia a ser reelegido –nunca renunció a sus cargos del momento- y dedicado a leer, reposar y recuperarse, el anciano Castro, sin embargo, no se dió tregua en el nuevo oficio de Editorialista en Jefe para el que se auto-designó.
El 28 de febrero del 2008, apenas cuatro días después de que Raúl Castro asumiera la jefatura del estado, escribía que fue consultado sobre los integrantes del Consejo de Estado y que él decidió que entre los candidatos se incluyeran a los generales “Polo” Cintra Frías y Álvaro López Miera.
Acerca de su participación en los problemas de gobierno volvería a escribir el 22 de abril al producirse la destitución del Ministro de Educación, Luis Ignacio Gómez. Al respecto dijo: “Asumo, por tanto, la responsabilidad plena por esta decisión, sean cuales fueren las reacciones y consecuencias”.
¿Se trataba acaso de un cambio significativo en un sector estratégico? No, pero aquel ministerio siempre fue su feudo particular. Y como para que no quedaran dudas al respecto escribió, exagerando la nota, que “toda la vida, desde que tuve conciencia revolucionaria, la consagré, en primer lugar, al tema de la educación, desde la Campaña de Alfabetización hasta la universalización de los estudios superiores”.
En un carnaval de necedades Fidel Castro ha estado continuamente poniendo en aprietos diplomáticos al gobierno -a medias- de su hermano. Al escribir sobre la muerte de Slovoban Milosevic en prisión puso en dudas su fallecimiento por causas naturales, con lo que implicaba la complicidad del Tribunal Penal Internacional que lo había sometido a juicio como criminal de guerra.
En abril dijo que el Primer Ministro británico Gordon Brown era un autosuficiente por su “tono” en una conferencia de prensa delante del hoy ex presidente Bush.
En mayo, de forma gratuita y a pesar de las inversiones y el comercio que mantiene el régimen con los países de la Unión Europea, los acusó de complicidad con Estados Unidos en “el bloqueo contra Cuba obstaculizando el suministro de tecnologías, componentes e incluso medicamentos”. Además dijo que sus “medios publicitarios se asocian al poder mediático del imperio”.
En junio empezó a atacar el Pacto Europeo sobre Inmigración citando declaraciones del Ministro del Exterior de Senegal contra “el ‘muro’ erigido por Europa contra los desesperados del Sur".
Son muchas las ocasiones en los últimos años en que Castro se ha pronunciado contra Javier Solana, Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad de la U.E. En febrero del 2008 volvió a acusarlo como criminal de guerra por su papel en la intervención militar en Serbia, aunque es militante del gobernante P.S.O.E. de Rodríguez Zapatero, buen amigo de La Habana.
No podían faltar en las Reflexiones de Castro los halagos a China, Rusia, e incluso a Corea del Norte. En marzo escribió dos artículos titulados “La victoria china”, donde hizo un recorrido por la historia desde la óptica de Beijing, pero no dijo una sola palabra sobre su sistema económico.
Por supuesto que apoyó la incorporación de Taiwán a la R.P. China y criticó el papel del Dalai Lama con relación al Tibet, pero tratando de justificar la masacre contra los que protestaban en la plaza de Tienanmen llegó a escribir que habían endiosado “a la Estatua de la Libertad, símbolo de un imperio que es hoy la negación de todas las libertades”.
Tras la visita en noviembre de Hu Jintao hizo un baboso elogio por su “gesto de visitar nuestra bloqueada, agredida y amanazada patria” y alabó “la personalidad y el prestigio” del presidente chino.
Respecto a Rusia, Castro se alineó desde abril con la posición del Kremlin de considerar una amenaza los radares y plataformas de lanzamiento de Estados Unidos en Polonia y la República Checa, y también señaló como justa la preocupación del nuevo presidente Medvedev por el crecimiento de la membresía de la OTAN, de 16 a 28 miembros.
En agosto escribió una Reflexión sobre los combates entre Rusia y Georgia en Osetia del Sur, ampliando la declaración oficial de Raúl en apoyo de Moscú. Al entrevistarse con Dimitri Medvedev en su retiro de convaleciente escribió elogiosamente sobre la juventud y capacidad intelectual del presidente designado por Vladimir Putin.
Probando fuerzas con Obama
La campaña por la presidencia norteamericana ocupó inumerables artículos del “compañero Fidel”, criticando las declaraciones de los aspirantes y luego de los candidatos, incluso en temas no relacionados con Cuba. Escribió sobre la visita de McCain a Iraq, junto al vice-presidente Cheney y criticó sus declaraciones de que estaría dispuesto como Presidente a reconocer a Jerusalem como capital de Israel. Más adelante, dedicó un escrito a tratar de desmentir a McCain sobre las torturas que sufriera y el papel de sus interrogadores cubanos en Vietnam.
Casi de forma simultánea el anciano Comandante criticaba a Obama por su discurso ante la Fundación Nacional Cubano Americana donde dijo: “…vamos a buscar la libertad para Cuba. Esa es mi palabra. Ese es mi compromiso (…) es hora de que el dinero estadounidense haga que el pueblo cubano sea menos dependiente del régimen de Castro. Voy a mantener el embargo”. El aludido calificó el compromiso como una “fórmula de hambre” para Cuba.
El 15 de marzo del 2008 el dictador había escrito burlándose de un acuerdo de cooperación entre Estados Unidos y Brasil donde estos países se describían como “sociedades democráticas multiétnicas y multiraciales”. El comentario de Castro fue que tal definición “es lo opuesto de lo que ocurre realmente en Estados Unidos”.
Ocho meses después iba a ocurrir la victoria electoral de Barak Obama, a pesar de que Castro insistía una y otra vez en el peligro de que “los racistas” pretendieran asesinar a Obama antes de una victoria electoral primero, o de su inauguración presidencial después.
Por eso, tras las elecciones norteamericanas del 4 de noviembre, Castro se sintió obligado a iniciar una ofensiva contra el nuevo presidente con el objetivo de marchar “contra la poderosa marea de las ilusiones que en la opinión pública internacional despertó Obama”. Para ello dedicó grandes espacios a tratar de desacreditar al gobierno demócrata por contar con políticos de tendencia clintoniana, así como el republicano Richard Gates, que además de Secretario de Defensa ha sido director de la CIA.
La conclusión fue implicar que los principios “imperiales” siguen vigentes en la nueva administración. En enero de este año, Castro aprovechó la toma de posesión del 44to. Presidente de los Estados Unidos, para marcarlo como el número once desde el triunfo revolucionario de enero de 1959, y vaticinó que el inmenso poder que ha tomado en sus manos será “absolutamente inútil para superar las insolubles contradicciones antagónicas del sistema”.
El 29 de enero volvió a la carga, esta vez contra el presidente Obama y el vicepresidente Biden, por su compromiso con la seguridad de Israel, lo que según Castro demuestra el “carácter abusivo del poder del imperio”. El 4 de febrero calificó varias decisiones y proyectos políticos del presidente norteamericano de ser éticamente contradictorias.
Al siguiente día, reaccionó rabioso a las respuestas del Jefe de Gabinete, Rahm Emanuel a la prensa, de que lo que interesa al Presidente es la comunidad cubano-americana, y que por ello, como ya lo dijera en su campaña, autorizará los viajes a Cuba y las remesas de dinero. Pero lo que más dolió a Castro fue que el funcionario planteara: “creo que cuanto menos se diga sobre Cuba, mejor”.
Entonces planteó por qué Rahm Emanuel no había hablado del “derecho a viajar de los ciudadanos norteamericanos”. Al dictador lo que le interesa, en el orden económico, es el flujo de dólares que generaría el turismo “yanqui”, y en el político, la abolición del embargo y de la Ley de Ajuste Cubano, ambas a cambio de nada.
Al no poder obtener nada de lo que le interesa concluyó que la política de Obama estaba “perdiendo su virginidad”, y de inmediato se dedicó a preparar un artículo sobre el Jefe de Gabinete presidencial que apareció el 8 de enero.
La deshilvanada “reflexión” de 19 párrafos sobre lo que calificó Fidel Castro del extraño apellido Emmanuel, divagó durante 12 de los párrafos sobe los nombres del filósofo Kant y del hijo de la rehén de las FARC, Clara Rojas. No se le ocurrió al dictador, en caso de que no lo supiera a pesar de su educación jesuita, ilustrarse utilizando la computadora a su disposición para saber que se trata de una expresión en hebreo que significa “Dios está con nosotros” y que para los cristianos se refiere a Jesús, el Mesías. O llegado al extremo, era el nombre de una película de alto contenido erótico nunca exhibida en Cuba, pero que los “cuadros” del régimen que viajaban al exterior veían a la primera oportunidad.
De los pocos renglones dedicados a Rahm Emmanuel se saca en claro que su madre fue tres veces a prisión por defender los derechos civiles en Estados Unidos y que el hijo se alistó como voluntario civil en el Ejército israelí durante la Guerra del Golfo de 1991. Si lo que pretendía decir Castro era eso, no tenía que gastar tanta tinta y tiempo de sus colaboradores. Pero podía haber señalado que era desde antes una estrella en ascenso en la bancada Demócrata de la Cámara de Representantes, por debajo solamente de la Speaker Nancy Pelosi.
Ese artículo es una muestra más de su política contra Israel, que se complementa en la prensa en español de la izquierda radical con los artículos abiertamente anti-judíos de Thierry Meysan y de James Petras.
Se trata de un esfuerzo coordinado a nivel internacional para tratar de minimizar el impacto que ha tenido la elección de un presidente afro-americano en los pueblos de los países de Asia, Africa y Latinoamérica y particularmente en Cuba. Busca también una alianza con un grupo de países islámicos que pudieran recompensar a los dictadores y proto-dictadores de este hemisferio.
El concepto castrista de reunificación familiar
Cuando Fidel Castro rechazó la propuesta de Obama de incrementar los envíos familiares y los viajes de los cubano-americanos a la Isla, despreció las remesas familiares catalogándolas de “limosnas” y dijo que las visitas a Cuba solo sirven como “propaganda para el consumismo y el modo de vida insostenible que lo sustenta”. Más tarde, el 30 de junio del 2008, continuó con este tema de las relaciones entre los cubanos de dentro y fuera de la Isla.
Aunque el título y el tema era el viaje del entonces candidato republicano a la presidencia, John McCain, a México y Colombia, se apartó del tema central, como es su costumbre, y se refirió a un dato de la prensa mexicana donde se recogía la cifra de 57 mil cubanos llegados a ese país entre los años 2005 y 2007. El dato le permitió entonces extenderse sobre el tema al plantear de la “autorización” anual del régimen a 20,000 cubanos para emigrar directamente a Estados Unidos, “con excepción de aquellos que cumplen algún deber social ineludible”.
En una declaración que recuerda la que hizo algún tiempo atrás sobre las “jineteras”, escribíó que esos emigrantes “han recibido educación y son saludables. Es un sacrificio que, en aras de la reunificación familiar, Cuba aporta”.
¿Por qué es un sacrificio? ¿Habría que dejarlos sin estudiar y enfermos por querer irse del país? Pero ahora viene otro planteamiento de Castro respecto a los que salen de forma clandestina directamente o por terceros países. Esos, escribe, “no sólo cometen una falta despreciable de ética sino que privan a la economía de nuestro pueblo de especialistas y personal calificado”.
Lo que no dice es que lo que también le duele es que privan al régimen de las grandes cantidades de divisas que recibe por los trámites de salida legal de sus ciudadanos, que pagan sus familiares en el extranjero.
Indudablemente, hay que leer a Castro, porque sus palabras son el mejor antídoto contra el castrismo.
Los Castro y el cachumbambé político
A partir del 31 de agosto, con motivo de la llegada a Cuba de “Gustav”, el primero de tres huracanes devastadores, Castro pasa prácticamente a ocupar la dirección del país. Escribe nueve Reflexiones entre agosto y noviembre sobre los daños y las medidas de emergencia y alabando a los dirigentes más destacados en las acciones de rescate.
El 10 de septiembre escribe al director de la Mesa Redonda de la Televisión oficial sobre lo que se debe hacer para la recuperación de las areas afectadas. Mientras esto sucedía se notaba la ausencia de Raúl Castro de las zonas dañadas por los meteoros y su falta de declaraciones públicas sobre la situación del país. Puede decirse que el Jefe de Estado nominal declinó el mando político durante la grave crisis.
La desavenencia entre ambos hermanos se hizo evidente en junio cuando Fidel Castro divulgó solo por los sitios oficiales de Internet, y no en Granma, un artículo donde se pronunciaba contra “la desprestigiada forma de suspender las sanciones a Cuba que acaba de adoptar la Unión Europea el 19 de junio”. Añadía su “desprecio por la enorme hipocresía que encierra tal decisión. Tengo muchas cosas que decir, mas por hoy basta. No deseo molestar, pero vivo y pienso”.
El día siguiente, 21 de junio, siguió con el tema en Internet: “No escribí ninguna diatriba contra Europa, dije sencillamente la verdad. Si esta ofende, no es mi culpa.(…). No soy ni seré nunca jefe de fracción o grupo. No puede deducirse, por tanto, que haya pugnas dentro del Partido. Escribo porque sigo luchando, y lo hago en nombre de las convicciones que defendí toda mi vida”. Los esfuerzos del Sucesor de congraciarse con Europa y reanudar las ayudas casi se fueron al traste con esos artículos, no obstante poco después Raúl tenía que aceptar que Granma incorporara esas Reflexiones “disidentes” al conjunto de las “oficiales”.
La situación ha tenido altas y bajas, más que oscilaciones políticas entre los hermanos. El mejor simil es un cachumbambé, como llamamos en Cuba a ese balancín de los parques infantiles.
La interpretación de la relación en alza o en baja de uno u otro de los Castro, depende de señales a veces engañosas. Las fotos del enfermo tras la visita de Hu Jintao a fines de noviembre no borraban la impresión de las de un muy deteriorado Fidel Castro, divulgadas por la Iglesia Ortodoxa Rusa casi un mes después de su encuentro en octubre con el Metropolita Kiril.
Otra señal a considerar eran los viajes oficiales de Raúl Castro a Venezuela y Brasil a mediados de diciembre, que ponían fin a casi dos años y medio del general sin salir de la Isla. La aceptación por el grupo de Río de la incorporación del régimen era considerado por algunos observadores como un voto de confianza por parte de gran número de países latinoamericanos hacia un cambio en Cuba a mediano plazo, sin Fidel Castro y un tanto a favor de su hermano el general.
Al día siguiente del encuentro de Fidel Castro con la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y en medio del alboroto en Miami en torno al supuesto trucaje de las fotos de la reunión, el Comandante escribía que para este año había reducido las Reflexiones “para no interferir ni estorbar a los compañeros del Partido y el Estado en las decisiones constantes que deben tomar”.
En tono melodramático añadía que “ninguno de ellos debe sentirse comprometido por mis eventuales Reflexiones, mi gravedad o mi muerte”. Para quienes no comprenden que es imposible que Fidel Castro renuncie al protagonismo, parecía que iba a empezar su ocaso y el inicio de la dictadura de Raúl Castro. Poco iba a durar esa ilusión.
Lo que Raúl Castro cosecha Fidel Castro lo desbarata
Un nuevo viaje oficial de Raúl Castro desde el 28 de enero hasta el 10 de febrero por Rusia, Angola y Argelia, acompañado por Ramiro Valdés, coincidió con un rápido viaje de Machado Ventura a Venezuela para la Cumbre Extraordinaria del ALBA. Algunos analistas consideraron que se trataba de una demostración por parte del general-presidente de su total control de la situación en la Isla.
En los dos primeros meses de ese año los habaneros fueron testigos de los viajes casi sucesivos de los presidentes de Panamá y Ecuador, y de las mandatarias de Argentina y Chile. Pendientes y cercanas están las visitas del guatemalteco Álvaro Colom, este lunes, y el mexicano Felipe Calderón, que se espera ocurra después de febrero.
Lo que a los cubanos les cuesta entender es que las entrevistas con Fidel Castro son un premio para los visitantes más importantes que llegan a ese rincón del parque jurásico criollo desde donde pontifica el convaleciente. El precio mínimo de la visita oficial es no reunirse con los disidentes.
Como no les duele el drama cubano y no quieren perder la oportunidad de ser de los últimos que vieron a quien ostenta record mundial de dictadura, hacen caso omiso de los principios de los que alardean en sus países de origen. Consideran que ver a Castro es lo que hace la gente común cuando se toma fotos junto a un panda, un gorila o una ballena en peligro de extinción. Raúl Castro sabe de la morbosidad de ese deseo y no los satisface a todos, solo a los principales patrocinadores de la supervivencia del régimen.
El viaje de la presidenta socialista de Chile a Cuba le había traído problemas en el seno de la coalición gobernante cuando se supo que no iba a reunirse con ningún disidente. Decidida a no perder la ocasión siguió en sus planes muy bien coordinados: delegación empresarial acompañante, ofrendas al busto de Allende, recorridos, acto formal en la Feria del Libro dedicada a Chile, firmas de convenios, y reuniones con chilenos. Plato fuerte, entrevista con Castro.
Al día siguiente, el viejo sabelotodo la elogiaba en un artículo como si ella y la difunta Gladys Marín hubiesen derrotado electoralmente a Augusto Pinochet. Así ignoraba Castro el proceso de transición en Chile que comenzó en marzo de 1990 cuando Pinochet abandona el poder y asume la Presidencia Patricio Aylwin. También obvia el mandato presidencial de Eduardo Frei hijo, que fue su anfitrión durante la VI Cumbre Iberoamericana de 1996, y el del socialista Ricardo Lagos, largo proceso que permitió el regreso de los socialistas al gobierno bajo las reglas de un sistema democrático.
Pero al seguir leyendo, a la señora Bachelet seguramente se le hizo un nudo en la garganta: Castro se lanzaba a escribir sobre el tema de la salida al mar de Bolivia y calificaba de “oligarquía” a los chilenos que se enfrentaron a Perú y sus aliados bolivianos durante la Guerra del Pacífico a fines del siglo XIX. La también llamada Guerra del Salitre terminó con el triunfo de Chile, que ocupó militarmente a Lima y ganó grandes territorios ricos en minerales. Castro tocaba un tema nacional muy sensible y tomaba partido a favor de Bolivia diciendo que a ese país le “arrebataron” no solo la salida al mar, sino la mayor reserva del mundo de cobre.
Con una cara de quien sabe que le esperan grandes discusiones a su regreso, Michelle Bachelet se despidió de Raúl Castro en el aeropuerto “José Martí” el viernes y tuvo el nervio de declarar a la prensa que la visita a Cuba había sido un éxito. Nadie preguntó a Raúl Castro sobre las declaraciones aquel día en Chile del canciller en funciones, Alberto van Klaveren, de que las opiniones de Fidel Castro en apoyo a la reclamación marítima de Bolivia expresaban “una opinión estrictamente personal”.
Valdría la pena habérsela hecho, para ver si perdía la compostura, pues de ser cierto lo declarado por la presidenta Bachelet, a su llegada al aeropuerto internacional de Pudahuel en Santiago de Chile, le habría expresado al general su “molestia por este artículo de Fidel, que hace reflexiones que traspasan la manera como nos relacionamos los países”.
La visita “exitosa” ha concluído verdaderamente en Chile, con la Bachelet -puesta y convidada- calificando de “equívocas” las declaraciones de Fidel Castro y expresando públicamente que no acepta “injerencias de terceros, ni en asuntos domésticos ni en asuntos bilaterales”.
Sin dudas que el viejo tirano ha perdido toda la astucia política que le caracterizó en una época y hace daño por contagio incluso a los que se le acercan como amigos. Con aire de inocencia escribió otras dos Reflexiones más. En una se desentiende de toda responsabilidad oficial y dice que sí, que los criterios que emitiera son solo a título personal, como dijo el vice-canciller chileno.
En otra, publicada el domingo 15 de febrero, titulada “El colmo del ridículo”, hace creer a la desinformada población cubana -como si la presidenta Bachelet no lo hubiese criticado- que solo lo repudian en Chile los miembros de la Unión Demócrata Independiente, que representan el “sector más rancio de la oligarquía”.
Por todo eso el general debería poner un aviso de “¡Cuidado, muerde!” bajo una foto de su hermano, en la agenda oficial de los visitantes extranjeros. Así evitaría accidentes como el ocurrido a Michelle Bachelet y que pueden asustar a otros mandatarios en lista de espera. Mientras tanto parece resignarse a seguir siendo un dictador “a medias” y a esperar continuamente otra patada de ese hermano suyo que no lo deja avanzar.
Nadie ha hecho una encuesta, pero es casi seguro que cada vez hay más “compañeros” engrosando las filas de los que quieren que -de una vez- el Comandante descanse… para poder descansar ellos.
Grande Bachelet y viva Fidel!
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