Juan Benemelis -Cubanálisis - El Think-Tank
La historia no se comporta de manera lineal, como lo creyó Carlos Marx; ni es siempre la resultante de una causa, el manido efecto cartesiano. La historia pudo ser distinta. Nuestro presente pudo ser diferente; mejor dicho, es diferente al que pudo ser.
Hay hechos pequeños que pueden desviar el curso de los acontecimientos. Las decisiones políticas y económicas que se toman desde el Estado, deciden el curso inmediato… por eso, pueden ser decisiones X o Y, y entonces tendríamos realidades diferentes. Tanto las ciencias, como las humanidades u otras disciplinas han demostrado la inconsistencia de tales postulados.
Así, la Revolución Cubana se produjo por un solo fenómeno: la persona, aspiración y deseo de Fidel Castro, el cual implementó un derrotero muy específico, muy de lo que pensaba hacer, a la historia reciente de Cuba. De haber muerto Fidel Castro en El Moncada, o en alguna refriega universitaria, o si hubiera logrado el asiento senatorial que le solicitó a Fulgencio Batista, sin dudas tendríamos un escenario totalmente diferente.
Pero la élite en el poder en La Habana tiene una noción equivocada de la Historia. Esta élite piensa que de todas maneras tenía que producirse una revolución, que ellos encarnan "leyes" de causa-efecto en la historia, que el poder les está dado por legitimidad, y que están decidiendo el rumbo del futuro isleño.
De ahí que no se preocupen de aquellos pequeños detalles, al menos los visibles, que podrían hacer girar abruptamente la pendiente por donde se desliza el proceso cubano.
Esta apropiación de la nación genera relaciones sociales asimétricas que se mantienen no importa que se expresen en formas culturales, económicas, políticas y sociales distintas (democracia o socialismo), pues lo que navega a través de ellos al auto-reproducirse es la hegemonía uni-coloreada.
Hasta los marxistas han admitido que la construcción del “otro” siempre se debe a la desigualdad, y lo que resulta interesante en el caso cubano, son los modelos de la diferencia, los mecanismos de construcción del “otro desigual” que no han variado desde la colonia.
El poder hegemónico en Cuba, a través de la causalidad estructural, reproduce la “arbitrariedad” de la no equidad en el poder, inculcando como necesaria y natural esa arbitrariedad, haciéndola percibir como la forma natural del hecho multi-cultural del país; sólo que tal noción de cultura, la hegemónica, no la subalterna, toma el lugar reservado a la ideología del poder.
Tales desigualdades son producto de una relación de dominación, puesto que la reproducción no se efectúa de manera igual para toda la sociedad, sino que se realiza a través de una participación desigual de los distintos grupos jerárquicos.
Por eso, la cultura dominante en el espacio multi-cultural cumple un papel fundamental en la reproducción de esta vanguardia revolucionaria siempre “blanca-criolla”, al apropiarse de todo el espacio social erigiéndose como la representante cultural de la nación.
Y, esa es la explicación del comportamiento del (podríamos decir) nuevo equipo raulista. Hasta ahora, las decisiones para realizar lo que tienen concebido (cualquier cosa que sea) son decisiones que se califican "de arriba hacia abajo"; y reflejan la noción de que la iniciativa estratégica se halla en la élite.
Navegan en una situación de crisis convencidos que ella se sortea si dan los pasos correctos, desde la atalaya del poder. A esto sólo podemos señalar que tal criterio fue lo que provocó la evaporación de un día para otro, del aparente sólido bloque soviético.
Vemos a la élite cubana bregando a partir de un puñado de ideas ancladas en las décadas sesenta y setenta, claro está, cuando ellos maduraron en el poder y el entorno nacional e internacional les llevó a considerar que así era la manera más efectiva de mantenerse.
Pero, hurgando en los ejemplos, ¿cuáles son los factores visibles que han tenido lugar, que la "historia lineal", la "causa-efecto" no tenía previstos para tal élite?..
Podemos, a la memoria, enumerar los siguientes: La disolución del bloque soviético; la emergencia de China como la tercera potencia económica del planeta; el fracaso de todas las revoluciones en el Tercer Mundo; el cambio demográfico en la Isla llevando a la población negra y mulata como mayoría lo que ilegitima "por color" a la élite actuante; la elección de un presidente negro en los Estados Unidos; la transformación de Cuba en el país económicamente más pobre de América Latina, al nivel de Haití. La escabrosa coyuntura de Fidel y Raúl Castro, ambos tratando de dirigir simultáneamente al país.
Poco se ha analizado hasta qué punto el absolutismo y la intolerancia conforman el legado cultural, político y el carácter despótico vigentes hoy en la psiques individual y colectiva de la inmensa mayoría del pueblo cubano. Opinaba el novelista cubano Severo Sarduy que el absolutismo ideológico que caracteriza a los cubanos proviene en gran parte "de la España torquemadesca, represiva, fascinada por la humillación y la muerte".
Pero esa España "torquemadesca" no era represiva en un vacío, sino en un contexto histórico específico, dentro de parámetros que la revelan como una humanidad socialmente racista, sexualmente misógina, políticamente masculinista y teológicamente patriarcal. Por ello, Cuba no resulta una nación lograda, sino más bien una nación en quehacer, en la cual se concretan todos los cruces posibles; de esfuerzos de uno de sus componentes humanos por lograr la equidad.
La revolución ha probado un sinnúmero de modelos estructurales: incipiente economía de mercado socialista; sistema presupuestario; construcción simultánea socialismo-comunismo; nuevo sistema de dirección de la economía; período especial; perfeccionamiento empresarial… etcétera. De nuevo, los economistas saben que el punto neurálgico no radica en el tipo de modelo organizativo, y esto es válido para cualquiera de los sistemas económicos a aplicar, incluido el libre-cambio, el capitalismo regulado, el capitalismo de Estado, el socialismo utópico, el socialismo de mercado, etcétera.
El punto nodal reside en si cualquiera de los modelos estimula o no al productor, si logra crear un mercado interno autónomo del Estado, si consigue que el individuo se sienta realizado psíquica y espiritualmente en tal entorno.
Esto es una verdad de Perogrullo desde hace más de 10,000 años y no ha variado un ápice, porque tiene que ver con la naturaleza humana. Si el Modelo en cuestión coarta la naturaleza humana, entonces sucede lo que acontece en Cuba y en Haití.
No son las medidas "de arriba abajo", sino las de "abajo arriba" y ello no quiere decir dentro del entramado administrativo-estatal, sino desde el productor. Luego de muchos manuales, los economistas por fin lograron hallar el resorte mágico: el individuo. No la masa, no la clase, no la cooperativa, no la corporación, no la sociedad…. Sino el individuo.
De no existir una sociedad civil autónoma del Estado y gobierno, en la cual el individuo se pueda realizar por sí sólo y no tener controles… y al no comparecer un modelo económico que le revierta totalmente, digo totalmente, los beneficios que produce, estamos ante un modelo fracasado.
Habría que preguntarse entonces, ante tal evidente ecuación, si la actual élite raulista es insensible ante el cubano de a pie, o si es obstusa en sus "principios" nono-sesenta, o si sencillamente es la más incapaz que ha regido a Cuba desde que Colón la descubrió.
El mantener sin estímulo al productor cubano, de hecho plantea un elemento que abre pocas opciones y ramales de futuros. En la historia cubana futura no puede predecirse que prevalezca una transferencia al segundo escalón de la nomenclatura, una intensa lucha del poder tras los hermanos Castro, o un pronunciamiento militar, o lo menos considerado: un estallido. Depende de los factores que estén presentes en cada momento y que pueden distorsionar el cuadro.
El actual proceso gubernativo, lento, insostenible, rechazado por todos los isleños, desestimulante, racista, machista, de plaza sitiada no ofrece esperanza a la juventud cubana porque no puede construir un futuro específico.
Se habla de si la actual élite tiene tiempo o no para superar tal crisis, si cuenta con el apoyo internacional suficiente para la canasta básica, si puede desatar las "fuerzas productivas" internas. Lo interesante de tales elementos es que todos son ajenos al punto central, a los 11 millones de habitantes de la Isla. Se puede gobernar a contrapelo, claro está, pero por la fuerza, y en eso ha caído la revolución cubana.
Quiere decir esto, que consistiría inadecuado e inútil querer ser imparcial e intelectualmente neutro en el examen de esta problemática, pues desde esa neutralidad sería impracticable descifrar los patrones culturales dados como valores absolutos; resultaría difícil desentrañar una construcción realizada desde contextos ideológicos específicos de control y de exclusión, como son el patriarcado secular y el teológico, o el esquema racista y sexista del poder, que han servido para bloquear masivamente la vivencia y presencia de sectores mayoritarios de la familia cubana durante las últimas décadas.
Para lograr un análisis profundo y una catarsis de los defectos y taras de la nación cubana, es necesario deconstruir el andamiaje dado por la cultura y por la historia oficial en todas sus manifestaciones, identificar los patrones deformantes como el racismo, la violencia política, el caudillismo, la supremacía masculina, la subestimación a la cultura, entre otros, y llevar a cabo un desmontaje radical de los "patricios" conformadores de la revolución.
Es, por otra parte, el motivo por el cual los valores y los ideales políticos de la modernidad socialista no consiguen penetrar profundamente en la conciencia colectiva de los cubanos, porque desde hace décadas han sido ajenos a ellos como particularidad, y no le suscitan ninguna dinámica de renovación, de intercambio y de comunicación, menos aún de concederles el poder político y económico que les pertenece en calidad de mayoría. Ante los mensajes de democracia y respeto a los derechos humanos los cubanos se superponen a ellos con el repliegue en sí mismo.
Las transformaciones sufridas por el mundo político a lo largo de las últimas décadas, principalmente, han replanteado nuestro sentido de humanidad. La caída del muro de Berlín, la derrota del llamado socialismo real, la redefinición de las fronteras nacionales, la universalización de patrones culturales y éticos, decretaron la muerte de la utopía.
Marx, Engels, Gramsci, Goldmann y otros "ideólogos" han sido gradualmente condenados al sarcófago de las momias.
El sistema de representación cubano llamado socialismo democrático no es automáticamente un modelo inclusivo, oculta el monopolio histórico y social del poder y del haber, haciendo de la clase dirigente una especie de casta cerrada. Representar al socialismo democrático cubano como un sistema de libertades prefabricado, a instalar acá o acullá y capaz de resolver todos los problemas sociales de manera automática, sólo puede suscitar el rechazo.
La lucha por el desarrollo económico y social en Cuba no tendrá posibilidades de avanzar más que cuando todos los interesados en ella, sobre todo los excluidos en la revolución, lleguen a interiorizar la idea fundamental de que toda parcela de libertad adquirida sólo podrá seguir siéndolo a costa de cada parcela de progreso arrancada a la miseria, a la desigualdad, a la claudicación moral y a los múltiples egoísmos o repliegues-en-sí-mismo de carácter étnico, político, social o confesional.
Los códigos, los cánones, la ética, la moral, el conocimiento, en fin todo aquello que se nos ha proyectado en términos de valores absolutos de la nación cubana revolucionaria no son más que el resultado de una construcción social desde perspectivas ideológicas de control y de exclusión por parte de un caudillo, por eso, para los que han recibido la antorcha es insoslayable cuestionar la veracidad y la exactitud de esa historia convencional que han estado brindando como única y verdadera. Una historia de revolucionarios y héroes, dechados de virtudes y exentos de errores, donde pululan los mitos de hombría, de heroicidad, de dignidad, de valentía.
El éxito de la sucesión, de las reformas, de la transición, o de cualquier ingeniería político-económica que se intente instaurar no reside en las fórmulas de economía socialista, economía mixta, economía pura de mercado, social-democracia, democracia-cristiana, plutocracia, democracia republicana, parlamentarismo, autocracia, etcétera…
El éxito de cualquier camino que se emprenda en Cuba reside primero, y ante todo, en desmontar la hegemonía política y económica a partir del derecho de una élite escogida, y conceder el espacio que ya el derecho de ser mayoría les ha otorgado, a la población subordinada…
Es decir, reside en construir por vez primera la nación que nunca ha existido… luego, luego podrá experimentarse con lo que se quiera…
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