Los neocastristas y el Papa
Eugenio Yáñez y Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank
Como institución, la dos veces milenaria Iglesia Católica merece respeto, aunque no fuera más que porque ninguna otra organización humana ha sobrevivido tanto tiempo. Respetarla como institución tampoco significa hacer ojos ciegos o pretender explicar máculas tan injustificables como la medieval Inquisición o los cada vez más denunciados múltiples casos de sacerdotes pedófilos que contaron con protección eclesiástica. Pero, sin dudas, la Iglesia Católica es mucho más que eso, y más de mil millones de seres humanos profesan su fe en todo el mundo.
Más allá de lo divino, la Iglesia es también un Estado, el Vaticano, y sus relaciones en lo referente a la política internacional no se miden bajo preceptos religiosos, sino bajo los más mundanos de la real politik. Cuando Stalin preguntó que cuántas divisiones tenía el Papa lo único que demostró fue su estulticia y su incapacidad de comprender el mundo más allá de su sanguinario imperio soviético.
Sin ejércitos ni tanques, ni aviones ni armas de ningún tipo, el Vaticano ejerce –y ha ejercido históricamente- una determinada influencia en el mundo, que aunque menguada con relación a su poder cuando “el mundo” era Europa o cuando en el imperio de Carlos V nunca se ocultaba el sol, su capacidad de incidir en las políticas internas de muchos Estados no puede desconocerse ni subestimarse. Se trata de un Estado con experiencia política de muchos siglos, y cuyo poderío no se corresponde a su exiguo territorio, sino a la fortaleza de sus Iglesias “nacionales” ubicadas en casi todo el planeta.
No obstante, la actuación del Vaticano como Estado y su incidencia en la política internacional y sus relaciones con otras naciones, tiene que ser analizada como la de un Estado más, sin otorgarle privilegios divinos que corresponderían al campo de la fe, aspecto éste en el que Cubanálisis-El Think-Tank no se siente con derecho ni obligación de expresarse.
Consiguientemente, éste análisis se basa en indagar en la política exterior contemporánea de la Santa Sede hacia Cuba y, con independencia de las hipótesis y conclusiones a las que se arribe, no tiene la más mínima intención de constituir un debate de carácter religioso o de emitir ningún juicio sobre la fe católica, a la que, por otra parte, no somos extraños.
Precisamente por eso, llama la atención extraordinariamente la declaración del Arzobispo de la Habana, Cardenal Jaime Ortega, al referirse a la reunión que Su Eminencia y el Arzobispo de Santiago de Cuba sostuvieron el 19 de Mayo con el general-presidente Raúl Castro y la siempre gris señora Caridad Diego, encargada de los asuntos religiosos en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba:
“Quiero que quede claro algo que ha tenido muy en cuenta el presidente: se trata de una relación con la Iglesia de Cuba, con la Iglesia cubana. Y ni la visita (del secretario del Vaticano para las relaciones con los Estados, Dominique Mamberti) ni ninguna cuestión de tipo internacional va a ser lo que determine en cualquier sendero que se tome en el futuro, sino que es algo que la Iglesia de Cuba pidió y que el gobierno de Cuba ha querido que se trate por la Iglesia y eso es, en sí mismo, algo nuevo”.
¡Caramba, cuánta novedad! Tras más de medio siglo de continuos desmanes del totalitarismo cubano, que incluyen el insulto, desprecio y represión de la Iglesia, tras más de siete años de la bochornosa Primavera Negra del 2003, cuando el régimen lanzó a la prisión con crueles y exageradas condenas a 75 pacíficos cubanos solamente por hacer uso del derecho a la libre expresión del pensamiento, y tras las gloriosas jornadas de hace pocas semanas de las Damas de Blanco en las calles habaneras, la huelga de hambre y sed del Coco Fariñas, y la condena mundial a la brutal represión de la dictadura cubana, ¿es una casualidad que sea en este momento precisamente, y no antes o después, que la Iglesia Católica cubana decide dar un paso al frente y conversar con el régimen sobre los acuciantes problemas de la sociedad cubana?
¿No tiene nada que ver con este paso que menos de un mes después de la fecha de esa reunión de la jerarquía católica cubana con el régimen será celebrada en Cuba la Décima Jornada Social de la Iglesia Católica de Cuba, que se celebrará entre el 16 y el 20 de junio, con la presencia de Monseñor Dominique Mamberti, “canciller” del Vaticano, donde se debatirá sobre “la necesidad de diálogo y la reconciliación entre los cubanos”, los “retos de la economía nacional” y “las complejidades actuales de la sociedad” de la Isla y su incidencia sobre la labor eclesial?
Que quede claro: resulta interesante y positivo el paso hacia delante de la jerarquía católica cubana reuniéndose con el régimen y solicitando mejoras a las tan terribles condiciones de los prisioneros cubanos, y no hay nada que objetar en ello. Los primeros resultados de esas gestiones, aunque muy limitados todavía, consiguieron que, hasta el momento de elaborar este análisis, seis de esos prisioneros de conciencia fueran trasladados a sus provincias de origen.
Ciertamente, siguen tan presos como antes, pero al menos las crueles e injustificables “condenas” a todos sus seres queridos quedan muy aliviadas cuando los prisioneros pasan a purgar sus penas –injustificables desde cualquier punto de vista- en la relativa cercanía de sus provincias de origen y residencia de sus familiares.
Solamente quien haya vivido en Cuba puede entender lo que representa trasladarse desde La Habana a Ciego de Ávila, o desde Matanzas a Pinar del Río, para poder visitar a su ser querido cuando el régimen considera que debe permitirles una visita carcelaria. Por lo tanto, muy positivo este paso.
¿Qué hay con los restantes 49 que completan los 55 prisioneros de conciencia reconocidos por Amnistía Internacional? ¿Qué hay con los 26 en delicado estado de salud que denuncia Guillermo Fariñas? ¿Qué hay de los demás presos políticos que no forman parte del Grupo de los 75 de la Primavera Negra? Que no se haya hecho nada todavía no significa que no se vaya a hacer nada, ciertamente, pero tampoco significa creer a pie juntillas que todas las cosas van a ser como deberían ser o aparentemente nos quieren hacer creer.
Realmente, ¿ni la visita de la Santa Sede ni ninguna cuestión de tipo internacional va a ser lo que determine en cualquier sendero que se tome en el futuro?
Entonces, ¿cómo deben considerarse las siguientes dos informaciones públicas aparecidas en la prensa?
1.- Las autoridades del Vaticano han invitado a dos sacerdotes cubanos, el Padre José Conrado Rodríguez y el Padre Roberto Betancourt, a un encuentro de sacerdotes que tendrá lugar los días 9, 10, y 11 de este mes en Roma.
2.- Cinco jerarcas de la Iglesia en Cuba estuvieron presentes el primero de Junio en Miami en la toma de posesión de Monseñor Thomas Wenski, el nuevo Arzobispo de Miami.
¿Ninguno de estos movimientos, sumados a la inédita reunión de la jerarquía católica cubana con el régimen un par de semanas atrás, tiene nada que ver con la próxima visita de Monseñor Mamberti a La Habana?
En casualidades pueden creer cuantas veces quieran los enamorados o los periodistas de tercera, pero no los analistas. Y los sacerdotes no pueden ser considerados ni como enamorados ni como periodistas despistados.
El “talle” entre dos Internacionales
La insistencia, -tanto del alto clero como de Raúl Castro- en separar las gestiones mediadoras de la jerarquía eclesiástica cubana de la política exterior del Vaticano, no convencen a nadie.
Porque se trata en esencia de un “talle” o negociación entre dos Internacionales ideológicamente opuestas que han acordado iniciar un diálogo por mutua conveniencia.
Lo otro es una pequeña hoja de parra para intentar cubrir la desnudez del régimen, que sí sabe que está negociando con la Iglesia en su acepción ecuménica, pero quiere mantener la falacia de que no lo hace con ningún poder extranjero.
Así tenemos un diálogo donde por un lado se sienta la Iglesia universal de Roma, también representada por los líderes del alto clero cubano, y por el otro se sientan los factores de la incipiente internacional que con el nombre de ALBA surge en la Venezuela “bolivariana” de Hugo Chávez, con el apoyo del régimen castrista, y que incluye corrientes como el orteguismo seudo-sandinista en Nicaragua, el indigenismo radical de Evo Morales, y el cauteloso “alfarismo” de Rafael Correa.
Cuando se negocia, cada parte tiene necesariamente que informar a los demás elementos de su agrupación internacional cuales son los puntos de debate, y qué es lo que está en juego con los acuerdos. Por eso Evo Morales tuvo que informar previamente a sus cofrades “albistas”, de sus planes de cambiar la retórica anti-yanqui y autorizar el encuentro de su canciller con el Subsecretario de Estado Adjunto de Estados Unidos, Arturo Valenzuela, e igualmente les advirtió de sus intentos de “concertación política” con el opositor Gobernador del Departamento de Santa Cruz, Rubén Costas, en torno a “proyectos de impacto social”.
En el caso de las conversaciones régimen-Iglesia en Cuba sucede lo mismo: cada parte está impulsando su agenda, y lo hace primero consultando y divulgando sus puntos de vista dentro de sus propias filas.
Esto explica no solo el Editorial de la revista católica capitalina, Espacio Laical, que busca el apoyo de los feligreses cubanos a la mediación, sino que explica también la invitación al episcopado de la Isla para la toma de posesión de Thomas Wenski como nuevo Arzobispo del Sur de la Florida.
En respuesta a tal invitación partió hacia la ceremonia de investidura en Miami una importantísima delegación, compuesta por cinco jerarcas de la iglesia de Cuba: los arzobispos Juan García, de Camagüey y el prestigioso arzobispo emérito de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, viajaron acompañados de los obispos Arturo González, de Santa Clara, Emilio Aranguren, de Holguín y Alfredo Petit, obispo auxiliar de La Habana.
En su homilía de toma de posesión, en la llamada capital del exilio cubano, el arzobispo Wenski, se expresó favorablemente sobre la jerarquía eclesiástica de Cuba en estos términos:
“Quiero agradecer la presencia solidaria de esta delegación (...)
De los obispos cubanos, a quienes tanto admiro, he aprendido lo que quiere decir esta frase: 'no es fácil' (…)
A pesar que no es nada fácil, han permanecidos fieles a la misión confiada a ellos por Cristo, para llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.
A nombre de los visitantes cubanos, monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín, entrevistado por una de las grandes cadenas de televisión hispanas de Estados Unidos, dijo que confía en el proceso de mediación que comenzó esta semana en Cuba, y añadió:
“La impresión nuestra, mi impresión personal, es que confío en que paulatinamente estos pasos se darán y creo que es bueno que no nos apresuremos, que sepamos esperar el momento que, de una manera u otra, y de manera gradual, podrán darse estos pasos”.
La invitación a dos miembros del clero de base en la Isla para participar en un encuentro de sacerdotes en Roma antes de la visita de Monseñor Mamberti es bien interesante. Los puntos de vista de estos dos párrocos, uno de Santiago de Cuba, (José Conrado Rodríguez) y el otro de Ciudad Habana (Roberto Betancourt), ayudarán al Vaticano a darle seguimiento a la visita a Cuba de su Secretario para las Relaciones con los Estados, Monseñor Mamberti..
¿Por qué una Dama blanca tiene que comer piezas blancas en el ajedrez cubano?
El editorial de Espacio Laical asevera haber
“reconocido que el resultado de esta mediación ha sido un triunfo para el cardenal Jaime Ortega (o sea, para la Iglesia Católica en Cuba), para las Damas de Blanco y para el Gobierno cubano”.
Sin embargo, como primer preocupante corolario de tal “triunfo” apareció en La Habana un llamado a la Damas de Apoyo, firmado por más de 30 integrantes de las Damas de Blanco, para que, por un período de cinco semanas, dejen de acompañarlas en sus marchas por las calles de la capital.
El citado editorial reconoce la alarma de algunos ante la exigencia del régimen de separar a las Damas de sus valientes apoyos pero la justifica afirmando que:
“nadie puede negar que esto [que las Damas de Apoyo lleguen a convertirse en un grupo más amplio y con una agenda mucho más política] sea una preocupación real para las autoridades y que a cambio ofrecen licencias sustanciales” [a las Damas de Blanco].
Sin embargo, el núcleo más activo de las Damas de Blanco rechazó pedir que abandonen las marchas las Damas de Apoyo, y algunas de las que habían firmado una petición en ese sentido han retirado su firma del llamamiento.
Según reveló Berta Soler a Diario de Cuba, el 3 de junio,
“algunas Damas que dijeron que sí a la carta, […] luego sus maridos presos les dijeron que no estaban de acuerdo con eso”.
Al cierre de esta edición de Cubanálisis se estima en ocho el número de Damas de Blanco que pidieron retirar sus firmas de la petición que fue promovida por la periodista independiente Miriam Leiva, junto a Álida Viso y Elsa Morejón. Para Leiva, que por solicitud propia no participa en las actividades de las Damas de Blanco desde hace más de un año,
“cualquier cosa que genere un pretexto al gobierno, hay que quitarlo del medio. No es un problema de principios”.
A la luz de la jugada contra las Damas de Apoyo y las maniobras del régimen para tratar de dividirlas y debilitarlas, es conveniente leer los criterios que enarbola el escritor y profesor Guillermo Rodríguez Rivera, uno de los pocos intelectuales al servicio del régimen que se han refieren al diálogo con la Iglesia.
Escribe en el sitio digital de la UNEAC contra el filósofo exiliado Emilio Ichikawa, y da por hecho que las Damas de Blanco ya pueden marchar libremente por las calles habaneras (aunque calla las golpizas anteriores); y aunque asegura que se está analizando la libertad de “los presos por razones políticas”, dice que
“estas soluciones que buscan la Iglesia Católica y el gobierno cubano no hacen ninguna gracia a nuestra contrarrevolución”.
Concluye alegando que los cubanos de Miami no quieren
“que los presos sean liberados, sino [...] que el gobierno cubano ofrezca más motivos para combatirlo”.
El lector cubano dentro de la Isla requiere de acceso a Intranet y la paciencia de un monje benedictino para encontrar en el sitio de la UNEAC el artículo de Rodríguez Rivera, probablemente porque dice algo que es para consumo exterior y nadie se atreve a publicar en la prensa oficial.
Según opina este escritor
“el gobierno cubano debía poner en libertad a un alto número de los presos por razones políticas que hay en el país”,
aunque es lo suficientemente cauteloso como para declarar que todos sin excepción han cometido
“delito al dejarse subvencionar por una potencia extranjera que es enemiga de su patria”.
Un coro poderoso celebra ya lo que no ha ocurrido hasta este momento: la liberación de los presos políticos. Entregan el premio antes de terminar la competencia. Y justifican la lentitud del régimen no solamente en la liberación siquiera de los más enfermos, sino también en los traslados de presos a sus provincias. Dan a entender que lo mejor para las Damas de Blanco es desfilar solas y disciplinadas a la salida de la iglesia de Santa Rita.
Todo el que se salga del libreto (sean Damas de Apoyo, blogueros, o manifestantes espontáneos), sufrirá la justa cólera del régimen por aguafiestas.
La detención de más de treinta opositores el pasado viernes, cuando se dirigían a participar en reuniones de sus organizaciones en Ciudad de La Habana, así como otros del interior a los que no se les permitió hacer el viaje a la capital, demuestra claramente que el régimen ha definido sin ambigüedad lo que está dispuesto a permitir y lo que no, y no pretende salirse del libreto diseñado por ninguna circunstancia.
La liberación de todos ellos, sin cargos, al día siguiente, confirma lo anterior: el régimen no duda en recurrir a la fuerza bruta cada vez que sea necesario, aunque se quiera presentar en condición de “comprensivo” y “tolerante” cuando le convenga.
Por supuesto que todo este teatro está programado para representarse solo en la capital del país, el rostro más o menos presentable de la carcomida dictadura, pues difícilmente cuando llegue a Cuba Monseñor Mamberti en su papel de general de las divisiones invisibles del Papa, se desplace hacia Holguín.
En esa provincia oriental es donde vive Reina Luisa Tamayo, que está amenazada por la violencia de las turbas si persiste en sus peregrinaciones dominicales a la Iglesia y el cementerio de Banes, donde está enterrado su hijo, el mártir Orlando Zapata Tamayo.