Por un puñado de dólares
Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank
A falta de pan, casabe. A falta de comedores obreros, quince pesos diarios, para buscarse la comida donde se pueda. Experimentalmente, -de momento en cuatro Ministerios cubanos y muy pronto en todo el país-, empezará el cierre de 24,700 comedores donde asisten cada día más de 3.5 millones de personas, y no queda claro si la cifra incluye a las fuerzas armadas y el ministerio del interior.
El gobierno cubano ha decidido vender el sofá. Esa medida sería completamente lógica en cualquier parte del mundo. Pero en Cuba no existen las mismas condiciones que en el resto del planeta. Y de su aplicación en medio de la irracionalidad circundante y el desmedido apego gubernamental por la centralización excesiva, se desprenden un conjunto de consecuencias - como se verá más adelante- que habría que preguntarse si ya han sido suficientemente analizadas por el gobierno y, más aún, qué decisiones han previsto para manejar las secuelas inmediatas de tamaña decisión.
La medida es económicamente racional, sin dudas. El gobierno de Cuba no lo integran tontos o tarados, eso queda para otras instancias, aunque sus decisiones no resuelvan los verdaderos problemas del país; porque las neuronas sin hormonas no pueden avanzar demasiado, las soluciones a medias no resuelven nada, se atacan las manifestaciones externas en vez del centro del problema, y la burocracia nunca puede sustituir al mercado, en ningún lugar del mundo.
Aunque con la escasa información ofrecida oficialmente no se pueden penetrar todos los agujeros negros que no se mencionan, ya puede comenzar a definirse una idea del conjunto.
Mientras Miami y su prensa parecen no tener más tema que Juanes y Paz sin Fronteras, con una secuela interminable de declaraciones grandilocuentes, aplanadoras y payasadas oportunistas, en La Habana continúan pensando en cómo contener el caos económico-social sin aflojar las clavijas ni poner en peligro el poder: si Miami no se entera, no es asunto de ellos.
La información publicada en el periódico “Granma” el viernes 25 de septiembre señalaba que “el Gobierno eliminará a partir del primero de octubre, de manera experimental, el servicio del comedor en los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, de Finanzas y Precios, Comercio Interior, y Economía y Planificación, y asignará a cada trabajador 15 pesos diarios por jornada laborada, medida que comenzará a aplicarse en esos organismos de la Administración Central del Estado”.
No queda claro en la nota oficial si se trata solamente de las oficinas ministeriales centrales o si se incluyen también sus dependencias, instituciones del tipo del Instituto de Investigaciones Económicas o las famosas OFICODA. Aparentemente, por lo que se ha explicado, quedará en las cabeceras de los ministerios. Si el experimento se reduce a los centros ministeriales sería mucho más limitado, pero su extensión a las unidades subordinadas no sería demasiado problemático, ya que comienza por organismos centrales con relativamente pocas dependencias.
Como sucede en todas partes del mundo, menos en la prensa oficial cubana, las opiniones sobre la medida se encuentran divididas entre los supuestos beneficiados, como muestra un reportaje de AFP desde La Habana sobre el tema:
“Si hago en la casa ese plato de comida fuerte, aunque fuera malísimo, me cuesta más. Yo con 15 pesos ¿qué voy a comprar? Un pedazo de pizza y un refresco. Raúl definitivamente está apretando”, dijo una empleada bancaria, de 47 años.
Para Roberto Reyes, obrero de la construcción y acostumbrado a llevar comida de su casa, es positiva. “La veo como un aumento salarial, serán 360 pesos más al mes. Además, la comida que nos dan no siempre es buena, a veces no hay quien se la coma, pero no todos aquí piensan igual que yo”.
De momento, ya surgió en la prensa internacional el primer error, que de seguro no será el último, expresado esta vez en el siguiente titular de La Vanguardia, de España: “Raúl Castro propone menos comida gratis a cambio de más salario”. (Puede verse ese artículo completo en la sección “Cuba en la Prensa Mundial”
El Vicepresidente del Consejo de Ministros, Marino Murillo, quien es a la vez Ministro de Economía y Planificación, organismo responsabilizado con la aplicación de la tarea, declaró casi simultáneamente: “Los 15 pesos diarios que se entregarán al trabajador no constituyen salario, sino un estipendio para cubrir los gastos de alimentación, por lo cual no se tendrán en cuenta a la hora de acumular vacaciones, ni para pagos de asistencia y seguridad social”. Está claro: no se trata de un aumento de salarios.
Los Andes, de Argentina, exagera en su subtitular: “La medida representa un cambio en la tendencia del modelo comunista cubano”. También es exagerado declarar que se trata de una reforma económica, como inmediatamente han hecho algunos expertos, pues no se recurre al salario como mecanismo de distribución, sino a un intento con espíritu burocrático para sacar el problema de los ministerios y traspasarlo al sector de la gastronomía, por un conjunto de razones que se analizarán en este trabajo.
Algo muy importante y que nadie ha comentado hasta ahora, a pesar de su muy profundo alcance: el gobierno considera apropiado entregar quince pesos diarios para alimentación de los trabajadores, en un país donde el salario medio son alrededor de 402 pesos cubanos (un poco más de 16 dólares al cambio de 25 X 1), aunque es difícil saber exactamente cuál es ese salario promedio. Calculando como promedio 22 días de trabajo al mes, a 15 pesos diarios, se obtienen 330 pesos mensuales (13.20 dólares): aritmética elemental.
Entonces, con base a estos números, el propio gobierno considera que, simplemente para almorzar, el trabajador necesita el 82% de su salario básico. Con el 18% restante debería supuestamente cubrir sus demás gastos de alimentación (no se vive solo con almuerzo), transporte, electricidad, vestuario, calzado, muebles, medicinas, recreación, reparaciones, imprevistos, y otros. (Nota para los expertos de pacotilla: las medicinas en la farmacia no son gratuitas, aunque la atención médica sí lo es).
Entonces, se pretende resolver este drama con un puñado de dólares. Y este cálculo se refiere solamente al trabajador mismo: no se incluyen en esta cifra la satisfacción de necesidades del cónyuge, hijos y otros familiares que puedan depender de ese trabajador. Por tanto, sencillamente: ¿de qué sirve el salario en Cuba?
Ciertamente, Raúl Castro y algunos funcionarios ya se han referido a este tema en varias ocasiones, señalando que no hay poder adquisitivo en el salario cubano, pero nunca había quedado tan clara, con una información oficial, la verdadera dimensión del ángulo salarial de la tragedia nacional, que se puede conocer a partir de las propias publicaciones cubanas, sin necesidad de informes secretos de la CIA o sesudos modelos económico-matemáticos.
El referido artículo del diario español La Vanguardia señala que la eliminación de estos comedores obreros “busca en concreto ajustar mejor la oferta y la demanda, reducir las importaciones, gastar menos en transporte, distribución y electricidad, dar más valor a la moneda nacional para facilitar su ulterior unificación con la moneda convertible (CUC) y poner coto al robo de alimentos y materiales relacionados con la estructura actual de abastecimiento”.
Dicho así, tan amorosamente, parecería que la primera intención de la decisión tiene que ver con el mercado (balancear la oferta y la demanda), y la última con el control policial al delito (poner coto al robo), lo que daría pie a pensar en reforma, pero ya se sabe que en Cuba no existen las mismas condiciones que en cualquier parte del mundo.
Incluso el diario del partido comunista cubano es mucho más escueto que el citado diario español definiendo las intenciones de la medida: “Lograr racionalidad económica y la satisfacción del trabajador constituyen motivos impulsores de la nueva medida”. El resto es paisaje que regala La Vanguardia.
No son invenciones de Cubanálisis: el propio periódico “Granma” señala que “en junio del 2008 se hizo un levantamiento en la mayoría de los comedores y se detectó un exceso de inventario ascendente a 20,000 toneladas de arroz, 7,000 de frijoles y 5,000 de aceite, ocasionado entre otras razones por el desconocimiento de la cifra real de comensales y la falta de control sobre los recursos, situación que comporta en muchas ocasiones el robo y el consiguiente "abastecimiento" del mercado negro. Ese exceso de inventario detectado el pasado año fue valorado en 35 millones de dólares”.
Véanse los números publicados por “Granma”, que señalaba que “en el caso de los comedores obreros, la erogación por tal servicio sobrepasa los 350 millones de dólares, cifra que solo comprende cuatro productos (arroz, granos, cárnicos y aceite) y no incluye cuantiosos gastos de otros alimentos, combustible, electricidad y mantenimiento de los locales”.
De nuevo la aritmética elemental indica que si los gastos referidos a esos cuatro productos son del orden de 350 millones, y el “exceso de inventario” en tres de ellos (arroz, frijoles y granos) alcanza 35 millones, al menos el 10% de los productos que se mueven en los comedores obreros terminan desviados a otros destinos, alimentando el mercado negro o las neveras de algunos (que no necesariamente tienen que ser privilegiados miembros de la nomenklatura, pues pueden ser “apropiaciones” de productos con destino familiar por administradores, encargados de la vigilancia o los propios trabajadores de esos almacenes).
A partir de esta información es más apropiado pensar que la medida tiene que ver mucho más con el rampante robo y sustracción de los recursos que con un enfoque económico dirigido a balancear la oferta y la demanda, ¿no?
Y aunque esta realidad la conoce toda Cuba, con excepción de la prensa oficial, no se debe descartar la hipótesis de que la sustracción y desvíos de recursos sean aún mucho mayores, teniendo en cuenta los mecanismos con los que se debe haber realizado ese levantamiento de junio del 2008, la anemia crónica de la contabilidad revolucionaria en Cuba, y todo lo que logró escapar al supuesto control de inventarios en esa fecha, o lo que pueda haber desaparecido en los quince meses transcurridos desde entonces.
Y estos robos y falta de un elemental control de inventarios han ocurrido donde deben estar diariamente los ministros, todos los viceministros y la jerarquía de la administración estatal, auditores, contadores, comités de protección física, instituciones del partido, la juventud, sindicatos, tareas que garantizaban fácilmente los casi analfabetos bodegueros españoles y chinos con un lápiz y papel.
Entonces, ahora se intenta vender el sofá, traspasando el problema al sector gastronómico de los alrededores de las instituciones, que no tiene capacidad de respuesta para lo que se le viene encima. Es el propio Viceprimer ministro mencionado quien señala: “En el Ministerio de Comercio Interior el comedor está fuera del edificio del organismo; a unos metros de donde radica hay un restaurante que pertenece a Gastronomía. Entonces, subordinarán su comedor a dicho establecimiento, al que podrá entrar tanto el trabajador del MINCIN como cualquier otra persona”.
“En cuanto al Ministerio de Economía y Planificación, que no tiene opciones gastronómicas cercanas, estamos firmando un contrato con la Empresa de Gastronomía de Plaza que dará servicio en nuestro comedor. Nosotros solo arrendaremos el local. En otros lugares, donde alrededor de la institución se brinden varias ofertas, el trabajador seleccionará la de su agrado”.
Durante muchos años revolucionarios, por no ser absolutos, y sobre todo a partir de la llamada ofensiva revolucionaria de 1968, en las instalaciones gastronómicas ha sido imposible para los trabajadores seleccionar las ofertas “de su agrado”: tienen que conformarse, simplemente, con lo que haya ese día. ¿Habrán cambiado estas condiciones, o se sigue con los eufemismos? Y habría que preguntarle al Viceprimer ministro dónde almorzarán él mismo y los ministros y viceministros de los ministerios incluidos en el experimento.
Las empresas de gastronomía incluídas en el experimento deberán dar servicio, además de a los usuarios habituales (recordemos que en Cuba no existe el término clientes, ya sea con pesos cubanos, y en ocasiones ni con CUC), a cientos o miles de nuevos potenciales comensales de los ministerios seleccionados.
Hay que ser demasiado optimistas para considerar que a partir del primero de enero tales empresas de gastronomía en todo el país podrán dar respuesta a esa tarea cuando abarque a los 3 millones y medio de personas diariamente, actualmente en 24,700 comedores (un promedio de 141 comensales diarios por comedor): es mucho más probable que los desvíos y robos de recursos se trasladen desde los comedores obreros hacia las empresas de gastronomía.
De seguro ya habrán aumentado los precios a pagar, por debajo de la mesa, para obtener plazas en esas instituciones gastronómicas: en ese mercado laboral subterráneo sí funcionan la oferta y la demanda. ¿Habrá elaborado ya la inefable policía económica el correspondiente plan de contingencia para trasladar su atención de los comedores obreros a las empresas de gastronomía?
Como bien dice el artículo mencionado de La Vanguardia, y para no señalarle solamente sus despistes, hay que tener en cuenta que:
“Si todo se hace como está previsto, la transformación en los hábitos y horarios de los cubanos será notable, al igual que en su forma de ver la relación entre lo que ingresa, lo que consume y lo que paga. La alteración será aún más importante si Raúl cumple además su proyecto de suprimir la libreta de abastecimiento: un objetivo en el que la prensa oficial viene insistiendo machaconamente.
Las consecuencias económicas de estas reformas son todavía incalculables. Habrá que ver el ritmo y grado de su cumplimiento y si, para suplir los servicios ahora estatales, el Gobierno facilitará su prestación a cargo de la iniciativa privada. Voluntarios para abrir restaurantes no faltarían. Son muchos los cubanos que tienen hambre de mejoras y cambios”.
¿Qué sucederá cuando el trabajador decida irse a almorzar a otro lugar cualquiera con sus quince pesos, y no le alcance el tiempo del receso del almuerzo? La lentitud del servicio en la gastronomía cubana es legendaria y antológica. ¿Y qué sucederá cuándo no desee ir al comedor del Ministerio, pero esté lloviendo?
Y existe un problema subyacente que puede ser de espanto: ¿Cómo se entregarán los ya famosos quince pesos para el almuerzo? El Viceprimer ministro señaló que “la única condición para recibir ese importe es cumplir la jornada, atendiendo a que solo se otorgará cuando la persona esté físicamente vinculada con su labor”.
Para quienes no conocen Cuba esto no parecería un problema. Pero para quienes estamos un poco más al tanto de las realidades, surgen preguntas inevitables: ¿Se entregarán esos quince pesos diariamente, semanalmente, mensualmente? Y si se entregan diariamente, ¿se hará al comenzar la jornada, antes del horario de almuerzo, o con posterioridad? Porque si la única condición para recibir ese importe es cumplir la jornada, habrá que determinar lo que se considera cumplir la jornada. Las cosas en Cuba nunca son tan sencillas.
Un mecanismo racional podría ser dar al trabajador al día siguiente la asignación del día anterior en que cumplió la jornada. Con lo cual vendrá el problema de quienes aleguen que no disponen hoy de quince pesos para almorzar: al fin y al cabo, el Estado se ha ufanado durante medio siglo de subsidiar a los trabajadores.
¿Y qué sucederá si un trabajador falta al día siguiente de gastar sus quince pesos que deberían ser reintegrados posteriormente? O la sencilla crisis que puede surgir si al día siguiente no se reintegran a los trabajadores los quince pesos del día anterior, sea porque no se trajo el dinero del banco o no vino a trabajar quien debe hacer esos pagos.
¿Y cómo se entregará ese dinero? ¿Habrá empleados que lo hagan llegar a cada buró de cada burócrata del ministerio? ¿O los trabajadores tendrán que hacer otra cola más para recibir el dinero? ¿Será igual para los Directores y otros cuadros del Ministerio? Y cuando en vez de ser cuatro Ministerios en Ciudad de La Habana sean 3 millones y medio de trabajadores y 24,700 comedores los involucrados en este proceso, ¿qué pasará?
Naturalmente, la burocracia partidista cubana y la izquierda pro-castrista internacional dirán que estos señalamientos están cargados de (muy malas) intenciones ideológicas, o que persiguen desacreditar un proyecto que ni siquiera ha comenzado. Podrán decirlo, sí, pero deberían conocer la Cuba real, la de los cubanos de a pie, no la de los turistas y los invitados especiales, para que sus palabras tengan peso.
Tampoco faltarán, por supuesto, quienes siempre se las saben todas, que dirán que todo esto se sabe de antemano, y que es una pérdida de tiempo analizarlo: tal vez por ello siguen con el tema de Juanes y las aplanadoras.
En Cubanálisis, donde las preguntas son más importantes que las respuestas, y nunca se pretende el monopolio de la verdad, se analiza si por recibir un puñado de dólares (en pesos cubanos) los trabajadores podrán realmente disfrutar de mejores almuerzos, cómo puede influir esto en sus condiciones de vida, y si el régimen logrará verdaderamente más eficiencia vendiendo el sofá al trasladar el problema al sector gastronómico, uno de los más ineficientes y desorganizados durante medio siglo de economía revolucionaria.
Y quedan, además, dos aspectos muy interesantes sobre el tema.
El primero lo señala el mismo “Granma” al decir: “Se trabaja igualmente en el diseño de una propuesta similar en entidades que tengan aprobado un presupuesto en divisas para la alimentación. Hoy en ese tipo de comedor el país gasta al año como promedio 157 millones de CUC”. [Esa cifra equivale a más de 188 millones de dólares.- EY]
¿Cómo es esto? Las entidades que tengan aprobado un presupuesto en divisas para la alimentación, que deben ser, necesariamente, una muy pequeña parte de esos 3 millones y medio de trabajadores que utilizan comedores obreros, ¿gastan un equivalente al 53.7% de lo que gasta el país con todos los trabajadores que no tienen ese privilegio?
¿Y el nivel de robo y descontrol de los inventarios en esas entidades será proporcional también? ¿Serían unos 18.8 millones de dólares más (10% de 157 millones de CUC, lo que equivale a más de 188 millones de dólares al cambio oficial) alimentando el mercado negro y las neveras de sus privilegiados empleados? Entonces, ¿se escapan más de 53 millones de dólares anuales por los comedores obreros solamente?
Esas entidades, que probablemente no deben incluir las casas de los altos jerarcas de la nomenklatura con sus compañeras que les ayudan en los servicios domésticos (prohibido decir criadas) ¿incluyen los comedores del Partido y el gobierno? ¿Los comedores del ministro y las casas de visita? ¿Las casas de protocolo en provincias, la casa de los generales, y los círculos sociales de los oficiales del MINFAR y el MININT? ¿Los comedores de GAESA, Gaviota y las demás empresas militares del país? ¿Las corporaciones? ¿Los trabajadores de a pie del Ministerio del Turismo?
Buen punto pendiente para la izquierda visceral y para quienes se las saben todas.
Y falta por mencionarse el aspecto más importante todavía con relación a estas nuevas medidas: ante las inevitables ineficiencia y falta de soluciones por parte de las empresas estatales de gastronomía del Poder Popular (¿alguien cree realmente que pueden cumplir la tarea?) aparecerán necesariamente ofertas privadas de almuerzos mejores, mucho más rápidos, de mejor calidad, y a precios competitivos. Aparecerán los despectivamente llamados por el régimen “merolicos” ofreciendo soluciones que el Estado no podrá nunca ofrecer.
De acuerdo a El País, de España, un economista cubano anónimo opinó sobre estos temas: “Eliminar subsidios es necesario, pero entonces el salario debe recobrar el valor que ahora no tiene. El Estado debe dar mayores márgenes a la iniciativa privada para permitir que la gente puede salir adelante”.
Las medidas policiales son necesarias frente al descontrol y el delito, pero no son suficientes: trasladar el problema de las oficinas de los ministerios a las empresas gastronómicas no garantiza mejor servicio, mayor control y eficiencia, sino posiblemente todo lo contrario. No se considera, ni por un instante, o no se menciona, la ampliación de la producción agropecuaria nacional como otra fuente de suministros para ampliar la oferta a los comensales, ni mucho menos la participación de algún tipo de gestión privada o cooperativa en el proceso.
No se le ocurre al gobierno, ni siquiera experimentalmente, darle la franquicia de un comedor a un privado o una cooperativa, que de seguro lo haría mejor que una empresa estatal de gastronomía. ¿Por qué? La experiencia de los “paladares”, a pesar de todas las limitaciones y coyundas arbitrarias que se les imponen, demuestra que la gestión privada en la gastronomía puede ser eficiente y efectiva.
¿Podrán entonces los mecanismos económicos funcionar, o será una vez más tarea de la policía “demostrar” que la economía centralizada es superior a la privada? ¿Seguirán los Pedro Campos y sus anónimos colegas de la oposición virtual, que no real, publicando en la prensa digital, la que no puede leerse dentro de Cuba, las bondades del cooperativismo nostálgico yugoslavo frente a la absurda centralización castrista? Y aún si lo hicieran, ¿qué podrían lograr frente a la muralla de la jerarquía partidista del inmovilismo?
No habrá que sorprenderse si dentro de poco tiempo Juventud Rebelde aparece criticando el desastre gastronómico en los desaparecidos comedores obreros que pasarán a la égida del Poder Popular. No será una crítica real mientras el ilustre Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, esa institución supuestamente encargada de la gastronomía popular, entre otras cosas, continúe hablando de Los Cinco como su mayor prioridad, y la Mesa Redonda se concentre en el payaso Mel Zelaya o la crisis mundial del capitalismo.
Y aunque Granma lo haga, no podrá culparse al presidente Barack Obama y “el criminal bloqueo imperialista” del fracaso de este plan de los burócratas de turno.
Una vez más, como tantas muchas otras, el gobierno cubano tiene ante sí la posibilidad de cambiar lo que deba ser cambiado, como expresó el general Raúl Castro en su momento, o continuar apostando a curitas de mercurocromo y a creer que el inmovilismo es eterno.
Ya el régimen se ha curado en salud, al advertir que “esta dieta para la alimentación no se considera vitalicia, y podrá ser eliminada cuando sean diferentes las condiciones que ahora determinan su aprobación”. Lo cual puede interpretarse como le convenga a cada quien.
Sin embargo, debe reconocerse a “Granma”, al menos, un párrafo que merece apoyo todo el tiempo:
“Los números no fallan. Tampoco la opinión de esos millones de cubanos que no quedan conformes con la calidad, cantidad y presentación del alimento que todos los días reciben”.
Para Cubanálisis, estos son algunos de esos números que no fallan:
- El propio gobierno considera que, simplemente para almorzar, el trabajador necesita el 82% de su salario
- Al menos el 10% de los productos que se mueven en los comedores obreros terminan desviados a otros destinos
- ¿Se escapan más de 53 millones de dólares anuales por los comedores obreros solamente?
¿Se tomará en cuenta algún día, realmente, “la opinión de esos millones de cubanos que no quedan conformes con la calidad, cantidad y presentación del alimento que todos los días reciben”?
¿Se podrán resolver tantos problemas de fondo, acumulados por medio siglo, simplemente con un puñado de dólares y vendiendo el sofá?