Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank
A quien le interesen seriamente los asuntos de Cuba también debe prestar atención a como está incidiendo en el régimen la salud política de sus aliados. Por eso se centra este análisis en la reunión de UNASUR en Bariloche, Argentina, porque allí se presagiaba un enfrentamiento decisivo entre Hugo Chávez y sus aliados populistas, por una parte, y el presidente colombiano Álvaro Uribe por el otro.
El tema no podía ser otro que el convenio sobre las bases colombianas que contarán con personal militar de apoyo de Estados Unidos. Esta sería la segunda ocasión en que se debatiría la cuestión.
En realidad el choque iba a ocurrir en la cumbre ordinaria de UNASUR que se llevó a cabo en Ecuador el 10 de agosto, y había sido muy bien preparado por los miembros suramericanos del ALBA que apoyan las violenta ofensiva de Chávez contra Colombia. Como condimento adicional Fidel Castro escribía una “Reflexión” donde calificaba las bases de “Siete puñales en el corazón de América”.
Hay que recordar que las bases militares de Estados Unidos en la región datan de poco más de un siglo, pero la oposición contra esa presencia militar cobró especial fuerza después del desmantelamiento de las bases Howard y Clayton, en Panamá.
Para suplir esas instalaciones y mantener la vigilancia sobre el Pacífico, el gobierno norteamericano suscribió en 1999 un acuerdo con el entonces presidente ecuatoriano Jamil Mahuad, y se estableció la base naval de Manta.
Casi una década más tarde, y como reacción ante el ataque colombiano al campamento guerrillero de las FARC en Ecuador, Rafael Correa dio plazo hasta noviembre del 2009 para el cierre de Manta. Sin esperar la fecha de vencimiento, y para compensar el cierre de esa gran base, Estados Unidos negoció con Colombia el convenio militar que se firmará en las próximas semanas.
En cuanto eso se hizo público, Brasil se pronunció contra el proyecto y la administración Obama envió a Brasilia nada menos que al general James Jones, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, para explicar el alcance de la presencia de efectivos norteamericanos en Colombia.
Para entonces el presidente Uribe, que había viajado a Argentina, Chile y Paraguay para defender el convenio, cambió de táctica y decidió que era mejor no asistir a la reunión de UNASUR en Quito. Como se sabe, en aquella cumbre no se condenó a Colombia y se pospuso el tema de las bases para la cita en el centro turístico argentino.
Muchos esperaban, por lo tanto, una derrota política para el mandatario colombiano en Bariloche. La reunión tenía a la presidenta Cristina Fernández de anfitriona, y a Rafael Correa dirigiendo los debates como presidente pro tempore de UNASUR, pero Uribe se adelantó a sus oponentes proponiendo, y logrando, que los debates de la cumbre se transmitieran por la televisión en vivo.
Este golpe de efecto, según el ex canciller peruano Manuel Rodríguez Cuadros, fue contraproducente porque “[e]n vez de analizar y negociar, las cámaras de televisión obligaron a casi a todos los presidentes a largos discursos para sus audiencias nacionales”.
Por eso se han difundido muchas anécdotas de las siete horas de discursos presidenciales en Bariloche (aunque estaba prevista una reunión de tres horas y media), que pueden ejemplificarse con estas cuatro intervenciones:
Rafael Correa (Ecuador): “No hay Gobierno más cómplice de las FARC que el de Colombia”.
Alan García (Perú) a Hugo Chávez: “¿Para qué va a dominar Estados Unidos el petróleo, si usted se lo vende todo a ellos?... ¡Es broma!”
Hugo Chávez (Venezuela): “Proponemos que UNASUR nombre una comisión que, aún cuando la situación sabemos que no es fácil, comience a visualizar lo que pudiéramos llamar una iniciativa de paz para Colombia”.
Álvaro Uribe (Colombia): “La mejor contribución para la paz es que los bandidos en ningún lugar tengan albergue, pues hasta entonces no les interesará la paz”.
El presidente colombiano se batió desde el inicio contra la crítica generalizada de muchos de sus colegas, y hay que decir que impidió el movimiento que encabezaba Chávez para condenar el acuerdo Colombia-EE.UU sobre las bases militares, argumentando que tiene como objetivo apoyar a su país en la lucha contra el narcotráfico y la narcoguerrilla.
Como señaló el político y periodista venezolano Teodoro Petkoff, la resolución que fue aprobada en la cumbre dio prioridad a la soberanía de cada país, partiendo “del reconocimiento del derecho de Colombia a celebrar los acuerdos que considerase necesarios”.
La propuesta de Chávez, arriba citada, de crear una comisión para estudiar una iniciativa de paz para Colombia, no fue aprobada. Tampoco se aceptó la de Bolivia, de prohibir la instalación de bases extranjeras en la región, y se desechó la absurda idea invitar al presidente Obama para que explicase el acuerdo de utilización de bases militares colombianas.
El tema pasa al Consejo de Defensa
El presidente Alan García propuso, y la cumbre aceptó, encomendar el estudio de ese convenio a una reunión a mediados de septiembre de los Cancilleres y los Ministros de Defensa de UNASUR. Se espera que esa reunión ministerial pueda encontrar, lejos de las cámaras, propuestas de solución al tema, que incluya garantías jurídicas de que los 1,400 soldados y contratistas estadounidenses a ubicar en esas siete bases colombianas no puedan intervenir en terceros países.
Al mismo tiempo, el gobierno colombiano va a seguir insistiendo en esa reunión en que los países del continente califiquen a las FARC como terroristas, igual que han hecho Estados Unidos y la Unión Europea.
Aunque muchos dicen que tras Bariloche la Unión salió fortalecida, no hay que olvidar que actualmente la preside Rafael Correa, que tiene la misma agenda “bolivariana” que Chávez.
Para el analista venezolano Américo Martín “UNASUR (siguiendo el ejemplo de la OEA) no está para hacer justicia, lo cual tampoco equivale a decir que no sirva para nada”.
Ciertamente, tanto UNASUR como el Grupo de Río, organizaciones regionales en las que Brasil juega un papel preponderante, están cobrando cada vez más importancia ante el creciente descrédito de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Pero hay un problema estructural básico: al excluir de su seno a los Estados Unidos, no pueden forzarlo a debatir la agenda regional. Entonces los países latinoamericanos están obligados a reunirse como bloque en distintos organismos regionales y servirse (todavía) de la OEA como foro oficial para el diálogo con Estados Unidos.
La preparación de los contendientes en lo que pudiera calificarse del “tercer round” de este enfrentamiento en torno a las bases colombianas, ya ha comenzado. El embajador norteamericano en Bogotá, William Brownfield, declaraba el jueves 3 de septiembre:
No tenemos nada para esconder, el último artículo del acuerdo dice que tendrá vigencia de 10 años, cualquiera de los gobiernos puede renunciar con un año de anticipación y los Gobiernos tienen derecho a prorrogarlo por otros diez años, deben estar de acuerdo los dos.
Por su parte los mandatarios de los países del ALBA, acompañados por el hondureño Manuel Zelaya, están convocados a su VII Cumbre los días 16 y 17 de octubre en Cochabamba, Bolivia.
Como de aquí a entonces hay más de un mes, en cuanto Hugo Chávez regrese de su periplo por Libia, Argelia, España, Rusia, Bielorrusia, Irán y Siria, renovará los ataques contra Uribe y el acuerdo de las bases, haciendo hincapié seguramente en la frase del embajador Brownfield, de que se harán públicos “casi todos los detalles” del mismo.
Sigue la crisis en el ALBA
La crisis comenzó cuando se hizo fracasar en Honduras el golpe “presidencialista” de Manuel Zelaya contra la Constitución y los demás poderes del estado. Más de dos meses después de esa acción, y a pesar de los escándalos, la posibilidad de reposición de “Mel” Zelaya en la presidencia hondureña se ve cada vez más difícil.
A pesar de las condenas de Washington al nuevo gobierno hondureño, el mediador en el conflicto, el presidente costarricence Oscar Arias, reconoció al diario Folha de Sao Paulo que “es posible” que las elecciones programadas para el 29 de noviembre puedan pacificar a Honduras. Y argumentó, con los ejemplos de Chile y de América Central, la validez de elecciones realizadas por “regímenes tiránicos” y “de fuerza” para la transición hacia la democracia.
Como plantea Américo Martín, la situación actual se resume en estas declaraciones de Chávez en Trípoli:
Ya no se puede esperar el regreso de Zelaya porque --son sus palabras-- ni un solo militar ha desertado, la campaña electoral comenzó y el liberalismo desconoce al presidente derrocado.
Desgraciadamente, en el caso de Honduras, la administración Obama está tratando de contemporizar con el populismo “bolivariano”, evitando una confrontación, mientras cierra los ojos a sus intentos desestabilizadores en la región y en ese país. A la larga, se impondrá el reconocimiento al gobierno salido de las elecciones presidenciales, pero será un proceso lento y penoso para el pueblo hondureño.
En tanto, en Nicaragua, Daniel Ortega tiene una situación muy difícil con Europa desde diciembre pasado, cuando la Unión Europea congeló 100 millones de dólares de ayuda ante el fraude en las elecciones municipales de noviembre del 2008.
El Consejo Superior Electoral, manejado por los “orteguistas”, canceló la personalidad jurídica a los partidos opositores Movimiento de Renovación Sandinista y Partido Conservador. A esto hay que añadir que los seguidores de Daniel Ortega actúan con violencia contra manifestaciones de la oposición, pacíficas y autorizadas.
A las críticas contra el fraude electoral se ha sumado el ex presidente Arnoldo Alemán, quien con su alianza anterior facilitó el regreso de Ortega a la presidencia. Según una encuesta, el presidente tiene una aprobación de solo el 38 por ciento, mientras que el 65 por ciento considera que el país va por la dirección equivocada.
Para enfrentar la falta de recursos del presupuesto, Ortega ha decidido impulsar una reforma fiscal en gran escala, que se basará en el aumento de impuestos a los grandes contribuyentes. Los observadores consideran que la Unión Europea, que está invitada a enviar observadores a los comicios regionales de marzo del 2010, esperará al desarrollo y resultados de esas elecciones antes de descongelar la ayuda a Nicaragua.
Por otra parte, en Ecuador hay un gran escándalo al que el presidente Rafael Correa va a tener que dedicar mucha energía para poder capear: ha sido desatado por los videos presentados por la corporación petrolera Chevron, que enfrenta un juicio multimillonario por daños al medio ambiente.
El público ecuatoriano ha conocido de diálogos en los que se discute la extorsión a los acusados por parte del juez a cargo del caso, de funcionarios del partido oficialista Movimiento PAIS, y hasta se involucra a la propia hermana del presidente.
La petrolera que enfrenta una demanda que podría costarle hasta 27,000 millones de dólares, se ha negado a pagar, porque dice se trata de una “farsa judicial”. El juez Juan Núñez, después de negar su implicación en el supuesto soborno, renunció a llevar el caso, por solicitud del Fiscal General de Ecuador .
Pero no hay que apresurarse: el presidente ecuatoriano tiene todavía capacidad de maniobra. Después de una serie de medidas políticas y económicas contra Colombia, esto parece estar cambiando.
Si en mayo Ecuador planteó reducir en un 75 por ciento la compra de energía eléctrica colombiana, la deficiencia de la generación hidráulica ecuatoriana le ha obligado, por el contrario, a incrementar las compras a Colombia.
En criterio de Teodoro Petkoff, tras observar una “clara distensión” entre Correa y Uribe en Bariloche, advierte que “no van a pasar quince días sin que reanuden las relaciones”.
Quizás Correa haya regresado de La Habana con más energías, y además con los últimos consejos del “abuelo de todos los revolucionarios”.
Hablando de este último, después del derroche de fotos y encuentros filmados de Fidel Castro en las últimas semanas, incluida una foto al aire libre y en camisa de mangas cortas de su reunión con Wu Bangguo, y la advertencia de Hugo Chávez de que Castro podría asistir a una reunión del ALBA ¿se puede descartar totalmente que fuera a Cochabamba en octubre? Llamó la atención la celeridad con que la prensa oficial cubana anunció la Cumbre de Cochabamba en cuanto la fecha se hizo pública por el canciller boliviano.
Puede que sí. En fin de cuentas, el “neo-bolivarismo” no tiene muchos triunfos que mostrar en estos momentos, ni en los últimos tiempos. Incluso Chávez le hizo un guiño ideológico a Khadafi en Libia, proponiendo estudiar su “Libro Verde” como un elemento del Socialismo del siglo 21.
La presencia del viejo león de Birán podría recibir algunos aplausos en el show populista de la revolución continental a celebrarse en Bolivia. Pero ¿qué más?