cubanalisis
Dr. Pablo A. de Cuba
AUSENCIA DE CONDUCTA: EL TRAFICO DE
PROPIEDADES O DE INDULGENCIAS
Si hay un instituto que no permite estar al
alcance del negocio de los hombres es la libertad. Quien
contra ella atente es considerado, de forma absoluta, un
hostis human generis (conducta contraria, hostil al
género humano) en incondicional alianza profana de total
ausencia de valores políticos.
En esta realidad del desarrollo de las
naciones (inclusive aquellas que dicen ser naciones) que
vivimos en el tiempo humano de todos (no nos referimos al
bíblico, que es la eternidad), quedan resquicios de la
intolerancia respecto a la responsabilidad patrimonial del
Estado.
Esta intolerancia, más que fundarse
doctrinalmente, es manejada a capricho de una absurda pero
solapada interpretación judicial de marcada influencia
ideológica, con un subyacente control político que más que
enriquecer el conocimiento avanzado de la doctrina del Acto
del Estado, hace suponer un gobierno de leyes de
determinados países, que se alejan sustancialmente del
Estado de Derecho simple y conceptual. Difiere mucho un país
gobernado por leyes que un Estado de Derecho.
De manera cuasi asimilable a esta realidad,
vemos el contrapeso de igual naturaleza absurda de naciones
que buscan ser gobernadas por jueces. El gobierno en manos
de los jueces es, per se, antijurídico en su mínima
expresión e inconstitucional en su máxima leyenda.
En este estado de cosas contraria a la
racionalidad de soberanía, sin atentar contra la naturaleza
de las cosas, tampoco nos constreñimos solamente a la
asimilación del peligro de que el Estado termine siendo una
institución marginal, sino que la función que hoy cumplen
propiamente como soberanos sea sustituida por formas más
represivas y dañinas de organización, que terminen siendo
aceptadas como la única forma de evitar el colapso de las
instituciones públicas.
Es sentir la existencia real y efectiva de
entes que van más allá de los conocidos “establishment”
que sobre ellos alegamos pero que en realidad no tocamos y,
menos aún, regulamos de forma, al menos, mínimamente
coherente, lo que influye en una implementación, al menos
coherente, de la balanza que deben asimilar los entes
políticos y económicos actuantes en la antesala del
ejercicio del poder.
Ya conocemos de antemano que ese nombrado e
inferido “poder establecido” se funda precisamente en la
presencia decisiva de grupos de control que se mueven a la
vista pero se cubren en las sombras, y mayormente determinan
los destinos económicos, políticos, financieros y legales de
sociedades completas. En realidad son medios monopólicos que
abarcan desde un mero préstamo hipotecario hasta la masa de
dinero circulante y el interés que sobre ella recaerá tanto
en lo domestico como en lo institucional y llegan, sin lugar
a dudas, hasta los recintos de poder político y de culto
religioso. Esto no es nada ajeno, y muchos menos es parte de
una teoría conspirativa. Es simplemente una realidad que
incita a buscar garantías que eviten, a todo costo, hacer
del control humano un daño a su propia existencia.
Con una perspectiva derivada de tal égida
respecto al Estado y sus funciones, para nada serviría la
adecuación de las garantías necesarias para la armonía
humana: de ahí que las dos instituciones sagradas de la
condición humana del hombre, es decir, la vida y la
libertad, quedarían a merced de personas que
autodeterminantemente, casi sin límites en el ejercicio de
poderes, y que a estas alturas del desarrollo humano existen
y se hacen sentir como figuras insuperables en la
continuidad y existencia de la vida diaria de los miembros
de una nación, hoy y a estas horas en Cuba y otros países de
similar naturaleza se hacen latentes.
La preocupación por el eclipse del Estado
cercena, entre otras cosas, la posibilidad de considerar
opciones favorables dentro del propio carácter cambiante
dentro de las relaciones económicas internacionales, no
obstante ver en las últimas décadas que estas mismas
relaciones han creado un nuevo entorno más restrictivo para
la acción estatal y la influencia del control político.
Sin entrar en consideraciones sobre la
lógica waltziana (Teoría sobre el eclipse del Estado)
y a sabiendas de que la sabiduría escasea, no podemos
descartar que la real y efectiva responsabilidad patrimonial
del Estado descansa, en su estructura interna, en los
intereses nacionales, y en la externa en la política que
establezca respecto al sistema interestatal. El resto, queda
en la adecuación de su fuero a la armonización supranacional
que acepte determinadas condiciones de balance inter
alias (entre partes) que necesariamente la sabiduría de
las naciones de mayor desarrollo han de ser protagonistas
en su implementación, por la mera razón de la experiencia
aplicada.
Sin embargo, caeríamos en lo paradójico de
cualquier análisis si no observamos las luchas silenciosas
por el poder en el mundo, que dejan las relaciones
internacionales cada vez más degeneradas por una lógica que
descarta toda visión de grupo y se enfoca en la forma
exclusiva y privada de la economía global. El sometimiento a
ésta es insuperable en estado de cosas.
Buscar una argumentación anfibológica
respecto a la responsabilidad patrimonial del Estado nos
encaminaría a la negativa permanente que ha sostenido las
facetas de poder de la izquierda en las doctrinas que
abordan los principios de la inmunidad restrictiva de la
soberanía, con el objetivo de quedar impunes (no inmunes) a
las acciones de sus propios gobiernos.
Esto nos enfoca a la limitación de cualquier
dialogo al respecto entre Cuba y Estados Unidos. Ya no es el
mero acápite de las indemnizaciones, sino legitimar la
existencia de una responsabilidad patrimonial de un Estado
socialista, una tarea muy análoga a la de contabilizar el
desierto.
Ya gubernamentalmente han “despatrimonizado”
de la sociedad cubana. Se ha pasado de los límites internos
a los externos. Desde obras de arte hasta las denominadas
“casa de Hernán Cortés” o del “oro y la plata”, se han
traficado desde las orillas de ese “malecón desnudo” hasta
mansiones en Roma, Madrid, Paris, e inclusive Miami. Quién
va a indemnizar ese timo o estafa oficial a expensas del
estado de necesidad mínima de un pueblo desprovisto hasta de
la idea de pensar. Esto fue la esencia abierta, al desnudo,
del timo institucional.
Más que responsabilidad patrimonial de ese
Gobierno hacia lo externo, debe ser sensato y sanar, en lo
posible, lo interno. Cualquier tentativa de lograr una
escala de rédito, crédito o cobro privilegiados, debe tener
la declaración mínima del derecho de indemnización de esa
nación a favor de sus súbditos más recientemente despojados
de sus valores familiares. Los morales serán de otra
envergadura más difícil de cuantificar.
Ya hay “expertos consejeros” que hablan de
poner el territorio que ocupa actualmente la base naval de
Guantánamo a favor de la realización de negocios para
indemnizar a reclamantes de Estados Unidos. Eso está muy
bien si se pacta que el resto del territorio nacional de
Cuba se ponga a favor de indemnizar a su propio pueblo.
Hagamos de esta relación privilegiada el ejercicio de una
obligación erga omnes (ejercicio de un derecho contra
todo) a ejecutar por los nativos actuales. Busquemos una
“doctrina” de privilegio de exequatur del fuero
interno con exclusión del foráneo (proceso de reconocimiento
de derecho extranjero).
La desesperada atención a las relaciones
diplomáticas que el pacto de capitulación ha incitado a las
partes a buscar un acuerdo, ha derivado a condicionar a la
administración Obama hasta en fechas y programas de
cumplimento (por ejemplo, la apertura de Embajadas), lo que
a trasluz encierra la posibilidad manifiesta de condicionar
los puntos de negociación a extremos de vértices de la
responsabilidad de indemnización y que se juegue a quién le
debe más al otro.
Este cúmulo de acciones de gracia a la
tolerancia diplomática es causal conducente a establecer una
apofenia en los extremos del sentido lógico de la
relación ya bastante encubierta en estos últimos meses y sin
determinación de causales de desarrollo. Este apofenismo
fue sutilmente utilizado en la propaganda ideológica del
régimen con la utilización de experiencias concretas de dar
sentido anormal a lo que no lo tiene. Ejemplo, el peligro
constante de invasión de los Estados Unidos a Cuba.
En suma y en sensu stricto (estricto
sentido), ya la acción de jactancia del gobierno cubano ha
descendido hasta instar a los Estados Unidos a que las
legaciones de esa parte del “pueblo victorioso” no pueden
ser molestadas en el derecho subjetivo que posee por obra y
gracia de la deidad del socialismo castrista, incluyendo que
se ejecute, exhiba o accione cualquier título que dice
asistirle a cualquier tercero interesado en el proceso, sin
tomar en primer plano todo lo que debe haber sido dañado por
la acción de los Estados Unidos o, en su defecto, que se
desista ante cualquier alegación, y menos aún acción de
perturbación, en el caso de exposiciones de indemnización
que pudieran rozar, aun en lo más mínimo, su propio sistema
político. Para nada importa que el agnus dei (día del
cordero) del propio fidelismo lo ha condicionado, a pesar de
su propia suerte legislada de sistema “irrevocable”, para
así negar cualquier insinuación de determinada facultad de
un anatema encaminado a su propia destrucción.
La voz del gobierno cubano basa su argumento
solamente expresado ad hominem (criterio
unipersonal). Dotado en contradicciones y disfuncionalidades
de sujeciones de poder solamente aparente en lo externo,
pero inmodificable en sus resultados internos. Es fatal
defender el fracaso del sistema cubano, pero es peor
cuestionarlo en su orden. Por eso, precisamente por eso,
Cuba es una nación enferma que padece de tiranía necrologica.
Lo único seguro sobre su futuro es la incertidumbre, no
para el gobierno, sino para el pueblo.
Lo público y notorio de la falacia que
oculta la real intención del gobierno cubano gasta el
argumento lógico o retórico y desemboca en discurso sin
valor creativo, o al menos expectante, de sanar en algo la
sociedad cubana. No obstante, las expectativas no son
soluciones, y Cuba busca desenfrenadamente establecer
causalidad con responsabilidad patrimonial de Estados Unidos
por lo deteriorado de su condición de nación.
Ya las teorías de “formas de indemnización”
han resistido la prueba de lo bueno, lo malo y lo estúpido.
Solo resta dejar en varios estudios amparados en
presupuestos de oficinas de aire acondicionado (o de
calefacción) y de tasas de varios líquidos (incluidos los
etílicos) el desgaste de hojas de propuestas para establecer
formas de pago.
La pobreza de la nación cubana es
indiscutible. El gobierno cubano ha desmantelado hasta la
saciedad la capacidad de generar bienestar de sus
nacionales, y ahora busca como descargar la culpa en los
propios Estados Unidos. Ha tenido el valor de lograr
sentencias firmes que sobrepasan en su suma de compensación
y pago (responsabilidad patrimonial del Estado) la ya
descabelladas dictadas dentro de los Estados Unidos. Esto ha
sido un juego fatal dentro de las cortes de ambas naciones.
Lo peor es lo insólito de varios de estos fallos.
Amén diríamos si el Derecho emanara de Dios
y solo la razón del pecado sería causa de responsabilidad.
Si así fuera, la justicia divina se valoraría en monedas y
la humana en neuronas. En estos pasajes estamos en el
envejecimiento de sueños.
La ratio legis (fundamentación y
razón de una norma de imperio legal) del Acta de Comercio
con el Enemigo, se enmarca en la protección de los Estados
Unidos sobre actos hostiles y de guerra de otros Estados que
afecten los derechos adquiridos, entre otros, sobre
propiedades de entidades y ciudadanos norteamericanos. Esta
norma, según haya sido el interés del Gobierno de turno de
los Estados Unidos, se ha adecuado a los países que se
clasifiquen como enemigos, y la estructura y alcance de su
efecto ha sido variable.
Respecto a Cuba, es el tan nombrado
“embargo” que ha estado enmarcado, principalmente, en el
acceso a los mercados financieros y tecnológicos de los
Estados Unidos, es decir, acceso a líneas de crédito
comerciales en condiciones blandas y tecnología de punta el
resto, es pura gracia de “licencias específicas”.
Dejemos de seguir repitiendo la misma
mentira sobre su vinculación con Cuba. Esta Ley, fue el
resultado del despojo hecho dentro del proceso de
nacionalización a las propiedades de empresas y ciudadanos
norteamericano y nunca, por propiedades de nativos cubanos.
Los “criollos” solo dejaron de “percibir”
una indemnización sobre un patrimonio despojado con ropa de
intervencionismo administrativo temporal del gobierno
revolucionario de entonces, que se ha convertido en un
status de esclavitud permanente. Las entidades intervenidas
debían, en puridad, pasar al control de nuevos
administradores previa indemnización (Ejemplo: la industria
tabacalera y su patrimonio de marcas).
Son dos elementos de argumentación distinta
a pesar de ser contentivas del elemento de indemnización.
Si el embargo no ha surtido efecto, entonces
no daña dejarlo y seguir la falacia y demagogia de una ley,
y menos aún de grupos de intereses que saben el efecto
negativo que produce moverse al margan de la luz, como en
efecto lo hace el gobierno cubano.
Muchas veces he recorrido, en mi propio
convencimiento, la aberrante idea de que el régimen
castrista se ha enfrascado en tener resultados buenos en sus
gestiones y no en sus intenciones, y que el exilio es
básicamente el culpable de haber logrado esos propósitos.
Igualmente he pensado, al límite de mi sandez, que se haga
una apología racional a favor del mantenimiento del buen
socialismo cubano y de un dialogo de entendimiento con el
mal exilio. Entonces, es a partir de ahí, en que entiendo y
ya no pienso, que he perdido mi tiempo entre la aberración y
la estupidez de ideas que solamente me convencen de que
nunca ha existido con el gobierno cubano la más mínima
capacidad de dialogo efectivo en busca de soluciones.
No he conocido un diálogo oficial, y no
importa lo oficioso, donde esté relacionado (ya que no
participa) el malo del exilio y el bueno socialista cubano.
Que yo conozca, los resultados han sido siempre en contra
del exilio malo, y más recientemente contra grupos internos
que disienten en cosas (sean cuales fueren) y piensan en voz
alta sus propias condiciones sin ser lacayos del imperio.
Por Dios, que nivel de tontera entre valores
de indemnización y determinación de grupos y sectores de
influencia. Voy a citar un solo ejemplo: derriban las
avionetas de Hermanos al Rescate y el gobierno de turno
firma la Ley que refuerza la “codificación” del acta
(embargo), pero acuerda “pies secos-pies mojados”. ¿Un
brindis a favor de quién? Mejor redactemos cartas de
indulgencia y dejemos que las monedas suenen para expiar
almas y así queden libres de pecados ambas orillas.
Si de realidad se trata, hagamos un
monólogo, es decir, hablemos y tomemos acuerdos y medidas de
forma unilateral, y alegremos muchos corazones con nuestra
propia hipocresía. Pongamos varios espejos frente a
nosotros, y levantemos nuestra mano como símbolo de acuerdo
unánime y creámonos que tenemos poder de convocatoria por
que llenamos un pedazo de la calle 8 de Miami con gritos o
posición de circo, y una parte del Malecón con desfiles de
actuantes inalámbricos.
¿Es que acaso han cambiado algo desde 1959?
No seamos ingenuos. Ya varias generaciones han demostrado
que no. No es solamente la burguesía anterior del 59, ni los
marielitos, ni tampoco los balseros. Si no, díganme
algo, señores funcionarios, del diálogo diplomático o, mejor
dicho, del monólogo de la relaciones unilaterales basadas en
la capitulación.
Si esto ocurriera en países cuya democracia
y Estado de Derecho están sentados en un concepto real de
reconocido subdesarrollo sería en algo analizable, a pesar
de todo; pero que parta de voces que gritan supuestamente
como soldados de la democracia, el derecho y la justicia es,
definitivamente, penoso y lamentable. ¿Qué pasa con el
razonamiento? ¿Estamos buscando concordia o discordia? No
ofendan la inteligencia del prójimo.
Comparto el criterio de que el Gobierno de
los Castro no implica peligro alguno para Estados Unidos. El
verdadero peligro de los Castro es para el pueblo de Cuba.
Estos actúan solamente contra sus propios súbditos.
No podemos olvidar que, por su naturaleza
intrínseca, la cultura salvaje del gobierno cubano aún se
desplaza entre el despojo y el destierro.
Realmente debemos demostrar en el hacer, y
no seguir solo diciendo qué y cómo hacer. Actuemos como tal,
y evitemos la ya existente, y por demás incrementada
práctica, de campañas basadas en ideas delirantes.
P.D: Ya Cuba está lista para ser comprada a
bajo precio, y su gobierno busca el mejor postor que respete
el dominio futuro de los Castro.
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