Dr. Eugenio Yáñez
2014
era el año del caballo en el calendario chino, y 2015 el año de la
cabra, que los cubanos llamamos comúnmente chiva. Aunque la llegada
del año nuevo chino ocurre posteriormente, ya de hecho muchos
occidentales consideramos que el mundo ha entrado en el año de la
cabra, o de la chiva, como decimos los cubanos, de acuerdo al
calendario chino.
De
manera que puede decirse que Raúl Castro, al pasar del 2014 al 2015
como máximo gobernante cubano, ha saltado sin penas ni glorias del
caballo a la chiva, que a los efectos de los resultados que ha
logrado durante toda su gestión, y fundamentalmente en el 2014,
igual hubiera podido saltar al mono, la serpiente o la liebre,
también figuras de ese calendario chino, o hasta la tiñosa, la
paloma o la jicotea, animales que no aparecen en ese calendario, así
que tendría que conformarse con la charada cubana, donde sí
aparecen. En definitiva, para los resultados obtenidos, da igual el
caballo que la cabra, o la mosca o la hormiga.
De
no haberse producido el 17 de diciembre los anuncios sobre
intercambios de prisioneros y la intención de normalizar las
relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba (intención que
ya muchos analistas de tercera categoría dan como un hecho
consumado), 2014 hubiera sido tal vez el año más aburrido de la era
de Raúl Castro, siempre matizado con la monotonía del “sin prisa
pero sin pausa” en lo referente a la economía nacional y los
supuestos “ajustes” que se estarían realizando, frasecita que en
realidad pudiera traducirse como “sin mucha prisa pero con muchas
pausas”.
Los
supuestos ajustes para “perfeccionar el socialismo” simplemente no
funcionan, porque el llamado socialismo cubano es una metástasis del
castrismo, que no desea, admite o tiene posibilidades de ajustes o
mejoras, y mucho menos de perfeccionamiento. Cuando los
propagandistas de un gobierno que ya lleva más de medio siglo en el
poder, hablan de que por las calles puede comprarse pan con
tortilla, forrarse botones, o pelarse frutas sin incurrir en delito,
y presentan eso como muestra de supuestos “avances” del régimen en
materia económica, mientras los temas políticos y sociales son
absoluto tabú o se ignoran olímpicamente, está claro que la
mentalidad de sus gobernantes es más propia de épocas medievales que
del siglo 21.
Por
eso no entienden ni pueden entender de qué se trata la sociedad de
la información, la revolución del conocimiento que significa la
interconexión planetaria instantánea a través de la Internet, o el
extraordinario poder que puede acumular un simple ser humano con un
teléfono inteligente en sus manos. Y por eso el pánico los corroe.
Solamente en sociedades medievales como la cubana o la norcoreana de
nuestros días se puede pretender prohibir, regular o controlar el
acceso de los ciudadanos a la red de redes, defender una supuesta
dictadura del proletariado, que lo único que tiene de cierto es lo
de dictadura, o repetir garrafales tonterías como que debe
priorizarse la incorporación de obreros a las filas del Partido
Comunista para de esta manera garantizar su carácter
“revolucionario”.
Aunque los jerarcas cubanos no se haya enterado, el comunismo
estalinista como el que caracteriza a la Cuba “revolucionaria” es en
nuestros días la ideología más reaccionaria y contrarrevolucionaria
que pueda existir, pretendiendo hacer marchar la sociedad
contra-natura, a un nivel tan cavernícola y obtuso como el de los
fundamentalistas religiosos que disfrutan volándose en pedazos
durante atentados suicidas, con la ilusión de que serán recibidos
por decenas de vírgenes en el paraíso después de haberse inmolado en
aras de no se sabe qué. Con la diferencia de que los jerarcas
comunistas envían a los de las bases a inmolarse en nombre de “la
revolución”, mientras ellos disfrutan de los agradables privilegios
de la nomenklatura.
Un
repaso rápido al año 2014 demuestra claramente que lo único que el
gobierno continuó construyendo muy sólidamente en Cuba fue el
fracaso permanente. Aunque el régimen continuamente anunciaba y
presentaba los eventos como acontecimientos históricos que
repercutirían en la memoria humana hasta el fin de los tiempos,
algunas semanas después de sucedidos ya no eran recordados a veces
ni por los propios protagonistas.
El
superpuerto de El Mariel fue inaugurado a bombo y platillo. Un año
después sus grúas se corroen de aburrimiento e inactividad, y el
atraque más significativo en todo el 2014 fue el de un buque cargado
de contenedores de pollos congelados procedentes de Estados Unidos,
el mismo día de la inauguración oficial del puerto, como para dar un
profundo y rotundo mentís a las continuas cantaletas sobre el
“criminal bloqueo imperialista”.
Las
negociaciones con la Unión Europea, en aras de flexibilizar o
eliminar la llamada Posición Común de la UE en sus relaciones con
Cuba, en base al respeto de los derechos humanos y las libertades
individuales de los cubanos, durante todo el año avanzaron muy
lentamente y con continuos tropezones, hasta que en diciembre, casi
a la vista ya del histórico anuncio de Barack Obama y Raúl Castro,
quedaron postergadas una vez más.
Está
claro que para el régimen las relaciones con Estados Unidos, y la
posibilidades de acceder a los capitales estadounidenses, son una
verdadera prioridad para la gerontocracia verde-olivo. Solamente
trasnochados de la Unión Europea, y fundamentalmente algunos
españoles que se niegan a ver las realidades, consideraron que los
eventuales acuerdos que se perfilan entre Washington y La Habana les
darían posiciones ventajosas en la Isla a las empresas europeas, y
en primer lugar a las españolas.
Eso
resultaba un buen esfuerzo por parte de algunos ibéricos para
justificar tantos años de contubernio y complicidad de los capitales
españoles con la dictadura, su explotación despiadada de los
trabajadores cubanos, que solamente reciben una parte ínfima de los
salarios que les corresponden trabajando para esos capitales
españoles (del resto se apropia escandalosamente la dictadura
habanera, que dice constituir un gobierno “de los trabajadores”).
Sin
embargo, no bastan las intenciones para convertir deseos en
realidades, y en algún momento esos soñadores comprenderán, en
contra de sus creencias y mitos, la cercanía familiar, económica,
cultural, psicológica y emocional de casi todos los cubanos con
Estados Unidos, con sus familiares del otro lado del Estrecho de La
Florida, y con los propios estadounidenses. Entonces, esos
“gallegos”, como les dicen en Cuba, sin nada de irrespeto, a todos
los españoles, tal vez comprenderán todos los años que han vivido
equivocados, y su único consuelo sea contar el dinero que hicieron a
costa del sufrimiento de los cubanos: habrán ganado monedas, pero no
cariños entre los cubanos, aunque ahora, por necesidad, muchos
cubanos puedan aparentar que les quieren más allá de la satisfacción
de necesidades elementales.
Con
relación a nuestro continente, se celebró en La Habana la Cumbre de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), a
donde acudieron todos los mandatarios de la región a legitimar con
su presencia al dictador, pero también, y más bochornosamente aún,
varios también fueron a rendir pleitesía y saludar al decadente de
Punto Cero y tirarse una foto a su lado, tal vez para contar en un
futuro que estuvieron junto al último dinosaurio vivo del planeta,
una momia parlante, o quién sabe para qué.
En
definitiva, después del par de días de cónclaves en la capital
cubana, con el agregado folklórico del Secretario General de la ONU
pelándose en una barbería particular en La Habana Vieja, y el
Secretario General de la OEA demostrando fehacientemente por qué en
Cuba nadie le respeta (ni el gobierno, ni los opositores, ni la
población), terminó la reunión con un comunicado olvidable,
sonrisas, fotos, y ningún problema concreto resuelto ni ninguna
estrategia definida para nada, porque, le guste o no a los
gobernantes de América Latina y el Caribe, ninguna organización
regional que excluya a Estados Unidos y Canadá puede ser demasiado
útil en algo para todo el continente.
Posteriormente, a finales de marzo, se aprobó “unánimemente” en la
llamada Asamblea Nacional del Poder Popular la Ley de Inversión
Extranjera, con toda la propaganda del régimen para vender la
propuesta como algo maravilloso, posible y necesario. Entrevistas
diversas a académicos y “ex-diplomáticos” del régimen (en realidad
veteranos oficiales de los servicios de inteligencia) realizaban
muchos corresponsales de agencias de prensa extranjeras acreditados
en La Habana, donde se pretendía mostrar la supuesta flexibilidad
del gobierno hacia el capital extranjero, y se insistía en la
seguridad jurídica para todos los eventuales inversionistas, como si
las expropiaciones sin compensación durante 1959 y 1960, o la
“ofensiva revolucionaria” de 1968, fueran historietas de Walt Disney
y no la dura realidad que tuvieron que vivir los inversionistas
extranjeros y cubanos gracias a las políticas “socialistas” de la
llamada revolución castrista.
El
periódico Granma, órgano del partido comunista, y la prensa del
país, toda oficialista, sean periódicos, revistas, radio o
televisión, hablaron maravillas de la nueva ley y del enorme
“interés” de los potenciales inversionistas para llevar sus
capitales a Cuba, ya fuera para invertir por su cuenta o hacer yunta
con empresas estatales cubanas, dado lo promisorio de tales
inversiones en la isla-paraíso social de los hermanos Castro.
Sin
embargo, nueve meses después de la “aprobación” de la ley tales
inversionistas no han aparecido, ni para invertir en la llamada Zona
de Desarrollo Económico de El Mariel (ZDEM) ni en cualquier otro
lugar de la Isla, a pesar de la “Cartera de Oportunidades” para los
inversionistas que se presentó posteriormente a bombo y platillo
(como siempre) en la Feria Internacional de La Habana (FIHAV), donde
se contemplaban 246 proyectos a lo largo y ancho del país, con un
monto de inversión total de 8,700 millones de dólares. De los
cuales, hasta el momento, no se ha informado públicamente de ningún
acuerdo.
En
el sector deportivo, a la debacle producida en el retorno a la Serie
del Caribe, torneo donde la “pelota esclava” cubana dominaba
ampliamente, la “pelota libre” castrista logró un tremendo fracaso,
poniendo en evidencia las debilidades del deporte cubano, que en un
tiempo imperaba ampliamente en el territorio caribeño. Eso, unido al
constante flujo de peloteros que escapan de la Isla para jugar como
profesionales en Estados Unidos y en otros países, donde diversos
jugadores obtienen contratos millonarios que de inmediato son
conocidos por los cubanos de la Isla, y el drenaje de otros
deportistas destacados en otras disciplinas, como boxeo, volibol,
gimnasia, y hasta fútbol, unido a la crisis del béisbol nacional y
la mediocridad y prepotencia de los dirigentes deportivos, así como
la falta de condiciones de infraestructura y equipamiento en todos
los deportes, ha hecho a los cubanos mirar cada vez más hacia el
deporte profesional en el extranjero y no hacia el deporte nacional
aficionado, que cada vez tiene menos recursos y menos incentivos
para lograr resultados sobresalientes en el orden competitivo, y
mucho peor en lo que se refiere a la práctica masiva del deporte en
todo el país, de donde deberían salir los futuros campeones. El
deporte en Cuba, en definitiva, es un reflejo de lo que ocurre en
todos los sectores y territorios de la economía.
La
doble moneda sigue siendo un problema muy grave, no solamente para
los cubanos de a pie, sino también para el régimen. Con las
legendarias distorsiones de la contabilidad en Cuba, único país en
el mundo donde se utiliza tranquila y alegremente el concepto de
“contabilidad no confiable”, las dificultades para la determinación
de los precios y las tasas de cambio constituyen una novela de
horror.
En
ocasiones los cambios de pesos convertibles (CUC) a pesos cubanos (CUP)
se establecen 1 a 1 en las empresas estatales, lo que encarece tanto
las exportaciones como las importaciones; en otras ocasiones se
pagan 7 pesos cubanos (CUP) por peso convertible (CUC), como en las
relaciones de las empresas turísticas de Varadero con
cooperativistas que les suministran productos agropecuarios; para el
pago de eventuales salarios en actividades con extranjeros en la
Zona de Desarrollo Especial de Mariel (ZDEM) el pago se estableció
de 10 CUP por cada CUC; para el trabajo en instituciones extranjeras
no ubicadas en la ZDEM serán 2 CUP por cada CUC; si se cambia dinero
en las casas de cambio del gobierno (CADECA) son 24 ó 25 pesos
cubanos por CUC, según sea compra o venta. ¿Cuánto vale, o valdrá,
un peso cubano (CUP) cuando desaparezca el peso convertible (CUC)?
Si a
todas estas dificultades de cálculo y cambio se suma la raquítica
contabilidad oficial establecida, la poca preparación del personal
contable, el exceso de burocracia, miles de informaciones que se
solicitan y hay que elaborar (o inventar) continuamente sin tener
ninguna utilidad, más las trampas y distorsiones que se inducen en
la contabilidad para la realización de actos delictivos como
malversación o desvío de recursos, es prácticamente imposible tener
una visión exacta de lo que está sucediendo en la economía del país
o de cada una de sus empresas y establecimientos o sus unidades
presupuestadas.
Si
esta va a ser la base que se tomará para la unificación monetaria y
la consiguiente eliminación de la dualidad de pesos cubanos y pesos
convertibles (será el peso cubano CUP el que se mantendrá) es
evidente que la base de partida para esa reforma monetaria es muy
débil y puede conducir a muchas dificultades, porque aparentemente
la tasa de cambio dólar-peso cubano (CUP) que se establezca será
arbitraria y hormonal. De ahí que, aparentemente, hayan existido
tantas demoras e imprecisiones en la aplicación de esta
imprescindible medida.
Nuestro respetado y admirado colega de El Think-Tank, Lázaro
González, desde Canadá, quien en más de una ocasión ha demostrado
con sus trabajos su agudeza y dominio del tema monetario y fiscal en
Cuba, entre otros muchos temas, ha dicho que tal vez el régimen
quisiera aprovechar la barahúnda provocada por las más recientes
declaraciones de Obama y Raúl Castro para intentar llevar a cabo la
unificación monetaria al cerrar las cuentas del 2014, lo que podría
ser en la segunda quincena del mes de enero o tal vez en febrero, y
que sin dudas resultaría un importante golpe de efecto a nivel
internacional, como uno de los pasos más avanzados de las “reformas
raulistas”, aunque el descalabro de las finanzas internas, para los
cubanos de a pie, no será cosa de juego.
Abundando sobre el tema entre nosotros, nuestro colega Antonio
Arencibia, desde España, señala que se arriesga a apostar por un
cambio de moneda en etapas y quizás con dos o tres niveles de
cambio, como es en Venezuela actualmente con el bolívar, y que el
régimen podría seguir aplicando la paridad artificial para el nivel
de la población, con otra tasa mas favorable para empresarios
extranjeros. El libre cambio no lo ve factible hasta que la sociedad
cubana se fortalezca lo suficiente para que pueda resistir esa
especie de cura de caballo que sería el paso al libre mercado.
Por
mi parte, yo tercié en el análisis preguntándome si en la alta
jerarquía estarían en condiciones de preparación y psicológicas para
acometer el cambio, y me respondía a mí mismo que sí podrían
estarlo. La duda vendría, sin embargo, al preguntarme si los
eslabones intermedios y las bases que tendrían que ver con tales
profundos cambios en la débil contabilidad, registros e informes
estarían también en condiciones de hacerlo ahora, de inmediato, y me
pareció que no estaban en condiciones, aunque no se puede descartar
la variante de que, como siempre en el manejo de la economía cubana,
el cambio que se pretende se imponga desde arriba aunque los mandos
intermedios y las bases se puedan quedar en el aire durante algún
tiempo.
No
son pronósticos definitivos por parte de nuestro equipo, sino
diferentes hipótesis muy interesantes que deberemos seguir de cerca
en las próximas semanas, porque es cierto que en Macondo puede
suceder cualquier cosa, y ya hace más de un año que se informó que
se estaba trabajando en eso. Con el alboroto existente en todo el
mundo por los acuerdos Washington-La Habana tal noticia sería
recibida como agua bendita por quienes desean que tales acuerdos se
puedan materializar en resultados aceptables lo antes posible, y no
serían pocos los que calificarían ese paso del régimen como
“evidencia” de los profundos cambios que se habrían comenzado a
realizar.
Tan
complicado como el tema de la unificación monetaria es el de los
salarios y precios en el país. Es perfectamente sabido que los
salarios y jubilaciones que paga el Estado totalitario son
completamente insuficientes para subsistir decentemente, lo que
genera infinidad de presiones para asegurar el sustento familiar,
que continuamente conlleva a otros trabajos “por la izquierda”,
ilegalidades, robos, sustracciones, malversaciones y otros delitos
provocados por el mismo régimen, que al ser el principal empleador
del país y pagar salarios y retiros de miseria, mientras los
jerarcas y sus familiares viven en la opulencia, crea las
condiciones para la comisión de delitos y para la depauperación
moral y material de los cubanos.
Las
pocas veces que se toca el tema públicamente la respuesta oficial es
que los salarios no podrán elevarse si no se aumenta la producción y
la productividad, lo cual es crear la paradoja del huevo y la
gallina, porque ni la producción ni la productividad podrán crecer
si quienes trabajan no se sienten motivados para hacerlo porque sus
salarios son de miseria. Además, las escalas salariales en el país
están viradas de cabeza: son muchos los dependientes de bodegas o de
ventas de productos agropecuarios que obtienen muchos más ingresos
mensuales en puestos de trabajo del tipo “curralo con jugada”
(es decir, trabajos que dan la posibilidad de sustraer algo para
vender, cualquier cosa que sea), que médicos, profesores,
ingenieros, físicos, juristas o economistas.
Por
otra parte, si para algo ha servido esta absurda situación es para
dejar claro, una vez más, la poca importancia y nulidad de la
Central de Trabajadores de Cuba (CTC) siempre al lado del empleador
(el gobierno) y en contra de los trabajadores, como ha sido habitual
desde 1959, independientemente de quien sea el que haya sido
impuesto (nunca electo) como secretario general de la organización.
Los
problemas de alimentación, vivienda, transporte, vestuario y calzado
de los cubanos ya resultan crónicos y se agravan cada vez más. Las
personas que reciben remesas del exterior de familiares o amigos, o
las que trabajan en sectores que funcionan en divisas, como el
turismo, en empresas extranjeras establecidas en Cuba, o que tengan
posibilidad de “resolver” productos para revender en el mercado
negro, pueden satisfacer mejor esas necesidades. Sin embargo, en
mucha menor medida se pueden resolver los problemas de transporte y
vivienda por encima de la media -una media que en realidad resulta
ínfima-, porque para eso son necesarias cantidades superiores de
dinero que no siempre están al alcance de los que puedan recibir
divisas de una manera o de otra.
Para
más complicaciones para el régimen, ha aparecido recientemente el
problema de los precios del petróleo. La Cuba de los hermanos Castro
es un país peculiar: si aumenta el precio del petróleo en el mercado
mundial no le conviene al gobierno, pues se encarecen las
importaciones, aunque el régimen exporta parte del petróleo que
recibe de Venezuela, como mismo hacía con parte del petróleo que
recibía de la Unión Soviética. Sin embargo, cuando baja el precio en
el mercado mundial tampoco le conviene al gobierno, pues no
solamente vale menos el petróleo que reexporta, sino que el
principal benefactor del régimen en la actualidad, el gobierno
venezolano, tiene menos recursos para subsidiar y para mantener la
estrategia de enviar petróleo barato para los “amigos” a cambio de
“solidaridad” con las revoluciones, tanto castrista como
bolivariana.
Y
otro amigo de la nostalgia castrista, el gobierno ruso, ha sufrido
tantos golpes con las sanciones occidentales por haber intervenido e
invadido a Ucrania, y por el descenso de los precios del petróleo en
el mercado mundial, que ha tenido que devaluar el rublo y entrar en
una profunda crisis económica, que Vladimir Putin señala que se
necesitarán dos años para superarla y recuperarse, lo que hace
difícil que en estos momentos pueda ayudar demasiado a los
“camaradas” cubanos, aunque entre vodka y vodka recuerden aquellos
buenos tiempos cuando Moscú ordenaba y abastecía, y La Habana
cumplía y despilfarraba.
De
manera que la pareja de hermanos dictadores, primero Fidel Castro
durante 48 años, y posteriormente Raúl Castro, que ya ha cumplido
más de 8 en el poder, han logrado el portento empresarial, que
debería estudiarse en todas las escuelas de Management del mundo, de
ser capaces de perder dinero y recursos tanto si el precio del
petróleo sube como si desciende. Aunque, a decir verdad, su
extraordinaria capacidad para perder y para fracasar no se limita al
petróleo, porque saben perder de cualquier formas en la producción
de azúcar, de níquel, de alimentos, de medicamentos, de tabaco, de
ron, y de cualquier cosa.
Aferrado a la exportación de médicos a todo el mundo, aunque ahora
los contingentes principales se encuentran en Venezuela y Brasil; a
los ingresos de un turismo extranjero que dicen que alcanzó en el
2014 los tres millones de visitantes -cifra que incluye a los
cubanos que residen en el exterior y visitan su país de origen- deja
un magro ingreso neto de alrededor de 1,700 millones de dólares, lo
que serían 567 dólares por turista, producto de la incompetencia y
falta de motivación, desórdenes, mala gestión y descontrol; y a las
remesas de dinero y envío de productos de los cubanos desde el
exterior a familiares y amigos.
Como
puede verse, los ingresos fundamentales llegan desde el exterior,
porque en lo que se refiere a producción nacional, con excepción del
marabú, que cada vez hay más en los campos cubanos, las cosas no
mejoran año tras año, sino que se van poniendo peor cada vez. De ahí
que, después de haber anunciado un magro crecimiento del 2.2% para
el año 2014, la cifra final ofrecida fue de un crecimiento del 1.3%
en el PIB, y la promesa, otra más, de que en el 2015 sería del 4%,
aunque nadie ha explicado cómo ni por qué.
Y
téngase en cuenta una cifra muy significativa: lo que deja de
ingresos netos el turismo en un año, un sector ampliamente
priorizado por el régimen hasta el extremo de llegar a discriminar a
los cubanos frente a los extranjeros, es menos cantidad de dinero
que la que necesita la dictadura para importar alimentos en un año.
Es
decir, el dinero que produce el turismo, no en ingresos brutos sino
netos, no alcanza ni para comprar los alimentos que se importan para
que los cubanos consuman productos racionados, de baja calidad, y
con suministros inestables o irregulares, o para colocar en los
estantes de las llamadas tiendas recaudadoras de divisas (TRD)
mercancías que se venden a abusivos precios, inalcanzables para la
mayoría de los cubanos de a pie.
Muchos se apresuraron a señalar que los acuerdos anunciados por
Barack Obama y Raúl Castro, que sin duda tienen carácter “histórico”
al pretender modificar una realidad que se ha mantenido estancada
durante más de medio siglo, era un respiro para Raúl Castro, porque
le permitiría consolidar la dictadura y mantenerse en el poder sin
demasiadas complicaciones, a cambio de una “estabilidad” en el país
que le interesa mucho a Estados Unidos que se mantenga, para evitar
migraciones masivas, tráfico humano, y los temidos movimientos de
terroristas y narcotraficantes que podrían mezclarse con tales
fenómenos.
En
cierto sentido podría verse así, pero en la forma que fue planteado
el tema por parte del presidente Barack Obama, indudablemente de
manera muy inteligente y en defensa de los más serios intereses de
Estados Unidos, es Raúl Castro quien está comprometido ahora a dar,
sin demasiada demora, determinados pasos que deben aliviar las
condiciones de vida de los cubanos, si no en el plano político y
social, al menos en el económico.
Así
lo ven los jefes de Estado en el mundo y la “opinión pública”. Todo
el proceso que se deriva de los acuerdos iniciales tiene el aval y
el peso del Vaticano, y del Papa Francisco en primer lugar, como
gestor y propiciador de las conversaciones que condujeron a los
resultados que se conocieron el 17 de diciembre, gracias también a
la colaboración muy silenciosa y discreta de un gobierno tan serio
como el del Canadá.
Las
recientes declaraciones el día 2 de enero del arzobispo Angelo
Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, señalaron
que el gobierno de Raúl Castro se había comprometido a favorecer una
transición gradual a un sistema económico más liberal, como
resultado del inicio del restablecimiento de relaciones con Estados
Unidos. Señaló, sin lugar a equívocos, que
“Está claro que esto ha renovado las esperanzas del pueblo cubano y,
para que no queden desilusionadas, el gobierno de Raúl Castro se ha
comprometido a favorecer una transición gradual del actual sistema
económico centralizado a uno más liberal”.
Queda claro y no hay por qué especular más allá de la razón: no hay
compromisos de liberalización política por parte del régimen, pero
sí de una “transición gradual” a un sistema económico menos
rígido y centralizado. No podemos saber ahora si hubo compromisos de
tiempo para esa “transición gradual” o si hubo determinadas
precisiones en lo que sería un sistema económico “más liberal”.
Pero algo habrá, por la sencilla razón de que Raúl Castro no está en
condiciones ni de echarse atrás ni de postergar indefinidamente esa
“transición gradual” que ha sido mencionada desde el Vaticano.
Lo
que pueda venir después del comienzo de esa “transición gradual”
hacia un sistema económico “más liberal” podrá ser mucho o poco, más
o menos, pero al menos rompería el inmovilismo raulista, donde
siempre parecía que se nadaba en una piscina de leche condensada,
sin avanzar hacia ninguna parte, “sin prisa pero sin pausa”.
¿Estará Raúl Castro preparado para eso? ¿Estará la camarilla
gobernante preparada para eso? ¿Estará el anquilosado partido
comunista preparado para eso? ¿Estará el ineficiente sistema de
gobierno preparado para ello?
Tendrán que demostrarlo. No hay por qué otorgarle un cheque en
blanco simplemente porque sí. Que lo demuestren. Y sin demorarse
demasiado. Tal vez Raúl Castro debería modificar su absurdo
mantra de “sin prisa pero sin pausa”, y tratar de encontrar un
poco más de prisas y muchas menos pausas.
De
momento, y vistos los problemas que acarreó el año 2014, y los
nuevos que surgen ahora con las nuevas realidades del relanzamiento
de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, Raúl Castro,
aparentemente sin poder contar ya demasiado con la “asesoría”,
“consejos” y “experiencia” de su hermano mayor, que no ha aparecido
por ninguna parte después de los anuncios del 17 de diciembre, podrá
enfrentar problemas que no está claro si será capaz de manejar y
resolver a la altura de un estadista, como sería lo necesario,
aunque él no lo sea demasiado, o si seguirá pretendiendo dirigir el
país de la misma manera en que se manda un campamento.
Por
lo pronto, la forma en que ordenó reprimir un intento de fuga por
mar de un grupo de cubanos de Matanzas, o para abortar intentos de
protesta a través de un “performance” en La Habana liderados por una
artista cubana exiliada, ambos casos conocidos después de haberse
anunciado los acuerdos “históricos” del 17 de diciembre, se alejan
demasiado de la supuesta sofisticación que mostraban anteriormente
los aparatos represivos del neocastrismo (término que acuñamos en
Cubanálisis-El Think-Tank hace ya varios años y que ahora otros
utilizan alegremente, sin darnos el crédito).
Con
el tiempo se vuelven a parecer a lo que siempre fueron, y que hoy
asociamos a la actuación de un servicio de inteligencia militar de
una satrapía africana. Si se viene a ver, no es tan extraño ese
parecido, pues la dictadura cubana ayudó en África a establecerse en
el poder a algunos de esos regímenes despóticos, los entrenaron en
la represión y hoy “colaboran” alegremente con ellos.
Si
Raúl Castro y su camarilla no acaban de entender que las reglas del
juego han cambiado a partir de los anuncios del 17 de diciembre, y
que no pueden actuar frente al mundo con la misma irresponsabilidad
y prepotencia con que actúan frente a los cubanos, por lo que no
valdrán los cuentos del “sin prisa pero sin pausa” ni las
explicaciones más absurdas para justificar por qué no se hacen las
cosas, mientras se pretende mantener el inmovilismo o dar pasitos
tímidos para que parezca que se están haciendo cosas, pero sin
realizar cambios como los que se esperan, las cosas les van a ir
demasiado mal.
Si
logran entender que las cosas a partir de ahora tienen que ser
diferentes, y que podrán recibir reconocimiento general si actúan en
la medida en que se han comprometido, no solamente con Estados
Unidos, sino también con el Vaticano, el gobierno de Canadá y la
Iglesia Católica, entonces, aunque lo que se obtenga no fuera lo
perfecto ni lo mejor de todo, se podrán lograr avances sustantivos
en las condiciones de vida de los cubanos y en los recursos de la
nación.
Y en
definitiva, los gobernantes que merezcan ese nombre están en la
obligación de lograr lo mejor posible para su país y su población,
independientemente de las posiciones y opiniones políticas de cada
quien.
Quienes no actúan así no son más que vulgares tiranos.
Raúl
Castro tiene en sus manos decidir cómo pasará, después de todo, a la
historia.
Sea
el año del caballo, de la chiva, o de la tiñosa o la jicotea.
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