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Imágenes como esta se repitieron en puntos de la capital y localidades del interior del país el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. |
Por Carlos Cabrera Pérez
Tú eres pobre, lo soy yo/soy de abajo, lo eres tú.
De dónde has sacado tú/soldado que te odio yo…
Nicolás Guillén
El régimen cubano siente miedo y su miedo evidente provoca que la actitud ante sus opositores sea desproporcionada, injusta, desigual y contradictoria. Un día les habilitan el pasaporte a casi todos y cuando vuelven de viaje los hostigan en el aeropuerto. Otro día dice Raúl Castro al mundo que la mejor política es la del diálogo y la cooperación y al día siguiente se suceden detenciones temporales, golpizas y mítines de repudio.
¿Qué sentido tiene en pleno siglo XXI seguir con la cantinela de que todos los opositores son agentes pagados por el imperialismo norteamericano? El que lo sea, es su responsabilidad. Pero no se puede seguir descalificando a quien no piensa como el Buró Político con el sanbenito de la CIA.
Un efecto contraproducente
¿Quién ordenó apresar a las cuatro de la mañana a dos jóvenes argentinos en su hotel y montar todo un numerito absurdo para luego expulsarlos a Buenos Aires? El efecto fue contraproducente, porque los jóvenes han contado su experiencia, sin exagerar, desnudando a la dictadura cubana con el relato de una estúpida represora que les habría avisado de que “Cuba no es el mundo”.
¿Qué sentido tiene movilizar a niños de educación primaria para ir a corear consignas maoístas frente a casa de Antonio Rodiles que -a su vez- había organizado actos en el interior de su vivienda para celebrar el Día de los Derechos Humanos?
La Cuba de la fragmentación, de los odios y de las purgas, tiene que ser sustituida por una Cuba de diálogo, convivencia respetuosa, libertad plena y civismo.
¿Cuál es el balance de 54 años de represión de unos cubanos a otros y de hostilidad mutua? Ruina económica, familias monoparentales femeninas, alcoholismo y otros trastornos psicológicos; exilio, inxilo, simulación generalizada y miedo intercambiable. Antes mucha gente temía a la Seguridad, y ahora la Seguridad y sus jefes temen a que la gente provoque una salida al estilo Libia, que culminó con el asesinato de Mammuar El Gadaffi.
¿Es que no hay nadie capaz, honrado y patriota en el Buró Político que diga, compañeros, sentémonos de una vez a conversar con respeto con nuestros opositores, incluido el exilio y veamos que Cuba podemos construir entre todos?
Buenas ideas hay en todo el espectro cubano y el 100 por ciento de la razón no la tienen los castristas furibundos ni los anticastristas furibundos. Quizá lo más fácil sea mirar para otro lado y decir, vamos tirando, los disidentes que viajen para luego intentar desprestigiarlos y nosotros a lo nuestro.
Diálogo imprescindible
Adversarios de ese imprescindible diálogo nacional abundan y abundarán. Sobre todo, aquellos que vean peligrar sus prebendas en el actual estatus quo. Y no me refiero solo a la guara de la dictadura con hábitos saudíes y carentes de dignidad, sino también a muchos del exilio y del inxilio cuya suerte empresarial y vital pasa porque Cuba no cambie.
Las imágenes represivas del Día de los Derechos Humanos en Cuba dejan en muy mal lugar al gobierno y realzan a las figuras y el movimiento opositor en el ámbito internacional. Nadie en su sano juicio acepta con normalidad que un ciudadano sea detenido y golpeado porque piense diferente a su agresor y lo que más espanto produce es ver a esos niños de nueve o 10 años gritando con odio impostado y agitando banderas de Venezuela y fotos de Chávez.
Cuba ha dado mucho más a Venezuela que Caracas a La Habana; y si Chávez llegó a figura regional fue por el apoyo decidido del castrismo a cambio de petróleo carísimo. De seguir manteniendo al empresariado cubano maniatado y a los cubanos como rehenes de un régimen totalitario sin sentido, ¿a qué viene entonces ese chavismo epitelial y oportunista?
Pero el tiempo de una dictadura es finito. Hace muchos años que el mundo ve a Cuba como un anacronismo insensato y no como la revolución antiimperialista y de justicia social que alguna vez fue. Un represor cumple órdenes. Pero el problema no está en “Camilo el esbirro”, sino en sus jefes superiores, incluido Raúl Castro como máximo responsable de todo, que siguen creyendo en que las ideas se matan.
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