Hoy no me hizo falta tomar el café matutino. Me despertaron par de artículos sobre la profunda crisis socioeconómica de Cuba, que se agudizara a principios de los años noventa con el desplome del bloque socialista. Aquello que los campeones del eufemismo denominaron “Periodo Especial”. Uno de los textos, en español, fue publicado por esa tierna filial del Granma que suele ser El País; el otro, en inglés, apareció en The Independent.
Ambos están basados en un estudio que publicó hoy el British Medical Journal. ¿Y de qué tratan? Del hambre. Pero no de la infamia de hambrear a una población. Faltaría más. Del hambre como paliativo contra la obesidad. La tesis que los une es sencilla: mientras comíamos col como aperitivo, plato fuerte y postre —la primera persona del plural es adrede: lo viví en carne propia—, les hacíamos un favor a los nutricionistas y cardiólogos del primer mundo, quienes luego gritarían a los cuatro vientos que a menor peso corporal, menor la mortalidad cardiovascular. “Un ejemplo de libro de texto en la vida real”, declara un científico español que no fue parte del “experimento”, aunque lo que quiere decir es: “se morían de hambre, pero no del corazón”.
Resulta que cuando los cubanos se desmayaban en sus bicicletas o los consumía la polineuritis o fallecían por falta de alimentos, esto era parte de un plan a largo plazo: demostrar al British Medical Journal, a la prensa internacional —y a todo el orbe— que si les quitan la comida y el transporte a la población, las tallas de los pantalones de damas y caballeros reducen drásticamente. Uno no puede menos que preguntarse por qué no recomiendan también la bulimia y la anorexia.
Aunque los separa el idioma, ambos artículos tienen en común el desprecio por el pueblo cubano, y recuerdan uno de los grandes logros del totalitarismo tropical: los hermanos Castro no solo han creado un parque temático para que quienes aman las utopías a distancia tengan a la isla como punto de referencia y sitio de visita; antes que eso, han hecho de Cuba un laboratorio gigantesco en el que cada ser humano es un conejillo de Indias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario