Arnaldo M. Fernández
Para anunciar la suite de artículos sobre Girón —que se postearán del
15 al 20 de abril— se da la versión —ligeramente corregida— que el
brigadista 3195 Julio Ángel Mestre Cordovés concluyó el 17 de enero de
1963 y consta en la colección familiar Cordovés-Bolaños de Cuban
Heritage (Universidad de Miami).
El cuadro que la colonia cubana de Miami ofrecía en aquella época
era, en apariencia, de un sinnúmero de grupos divididos y distraídos del
enemigo común, Fidel Castro, por innumerables luchas y pugnas internas,
en definitiva estériles. No tomó mucho tiempo ni mayor estudio
comprender que esas divisiones, con su natural secuela de pugnas y
luchas, eran creadas en su mayoría por las agencias y agentes
norteamericanos, quienes además de distribuir indiscriminadamente el
dinero para actividades políticas, parecían tener especial habilidad
para escoger malos personeros, mientras incumplían las constantes
promesas de entregar armas y equipos a los decididos de verdad. Así el
exilio vivió una vida ficticia, en la cual cada grupo se creía en
posesión de las conexiones más altas, seguros todos de obtener el apoyo
necesario y engreídos los más conscientes de que a la postre los
americanos —cuando les conviniera— nos ayudarían o resolverían
directamente el caso cubano.
En enero de 1961 se incrementaron los reclutamientos para los
campamentos militares. Aunque ya sabíamos no sólo que el cuadro militar
debía ser muy similar al político y también que contra Castro no había
un caso cubano con ayuda o apoyo norteamericano, sino una política
norteamericana en la cual los cubanos se utilizaban como peones de
ajedrez, el 18 de enero de 1961 me incorporé con un grupo de amigos
convencidos de que por nuestra edad, educación e ideales teníamos la
obligación de servir a Cuba, por más que nos disgustaran los métodos.
Al llegar al campamento pude constatar que tanto en la base aérea
como en la base Trax (Guatemala) había un mal de fondo y disgustos que
presagiaban el futuro. Manuel Artime y sus personeros, con el
consentimiento y quizás hasta el apoyo de los instructores, maniobraban
para adueñarse políticamente de la fuerza que se entrenaba, mientras se
imponía una jefatura sin moral ni capacidad, escogida quién sabe por
quién, pero unida por las promesas de privilegios futuros y prebendas
presentes.
Nuestros peores presentimientos se confirmaron el 31 de enero de
1961, cuando Manuel Villafaña [comandante de la fuerza aérea] leyó ante
la brigada formada una carta que había dirigido a las oficinas políticas
del Frente [Democrático Revolucionario - FDR] en Miami para expresar
que no reconocía el Estado Mayor (EM) designado y acataba la jefatura
política de Artime. Por supuesto que si no se reconocía al EM,
automáticamente no se reconocía a quien lo había designado.
El caso es curioso: la CIA, como maligno animal, no sólo devora a sus
hijos, sino que los hace devorarse entre sí. A los mejor intencionados,
a los más idealistas, a los que protestaron contra aquella
monstruosidad —negación de todo por lo que estábamos dispuestos a
ofrendar nuestras vidas— se nos amenazó con… ¡no dejarnos ir a pelear a
Cuba! Poco antes de la partida, Artime terminó de cerrar sus cuadros,
colocó a un incondicional suyo de G-2 [inteligencia militar]en cada
batallón y se hizo acompañar por una guardia personal para proteger su
vida de los hombres que lucharían a su lado.
Todos conocemos los detalles del transporte, desembarco, combate,
huída y prisión. La prensa ha dado amplia información. Sólo quiero
agregar algunas anécdotas y experiencias. En primer lugar es preciso
dejar sentado que tanto la jefatura (impuesta y americanizante) como por
los instructores se nos prometió apoyo aéreo y desembarco en playa
amiga. La frase predilecta de nuestros instructores era: «El cielo sera
nuestro, muchachos». Ni el cielo fue jamás nuestro ni el apoyo ofrecido
jamás llegó. De 1,400 hombres que integraron la Brigada 2506, apenas la
mitad entablamos combate.
Fresco en mi recuerdo, quizás hasta con algún bochorno, se mantiene
el retrato del señor Artime escondido debajo de una mesa en la
comandancia de Playa Girón. Abochornado estoy de que el señor Roberto
Pérez San Román, quien tuviera que emborracharse para desembarcar,
comandara un batallón y dejara abandonados a 30 de sus hombres para
luego huir ignominiosamente. Testigo de mayor excepción a este respecto
es Tomás Vázquez, jefe de la compañía L de aquel batallón.
Orgulloso estoy, sin embargo, de haber servido junto a los Varona,
Rivero, Freyre, y también [Enrique] Ruiz Williams y [Ernedio] Oliva, ya
que si bien estos dos últimos se prestaron a los rejuegos de una
jefatura prostituida, su actitud en el combate les dio cierto crédito.
Estoy seguro de que si desean mantener su prestigio militar,
rectificarán su actitud.
Como en todas las prisiones, la nuestra sirvió para que resaltaran
las más bajas actitudes humanas y afloraran también los más altos
ideales. Entre los muchos para quienes la prisión fue paréntesis de
estudio, meditación y reafirmación puede y debe encontrarse el futuro de
nuestra patria. Por el contrario, es importante entrada en el análisis
de la personalidad de Artime haberlo visto abrazado a Castro, de lo cual
es testigo Raúl Arango Kindelán. Y sobra motivo para juzgar a quienes
le concedieron el mando militar de un grupo de patriotas amantes de la
libertad, las cartas de José Alfredo Pérez San Román publicadas en la
prensa mundial — testigos son sus lectores— para declararse «un
equivocado por haber combatido a Fidel Castro».
La sombra de las prisiones de Castro guardan recuerdos que no halagan
a los personeros de la CIA participantes en el proceso que terminó con
la invasión de abril de 1961. Reitero que hasta ahora el caso de Cuba no
ha sido proceso cubano con ayuda norteamericana, sino proceso
norteamericano con peones cubanos. La jefatura de la Brigada 2506, más
que otra cosa, es una dependencia de las agencias o agentes del gobierno
de EE. UU. Es importante analizar el pedigrí de estos jefes políticos y
militares
- Manuel Artime. Hijo de un ciudadano español agente de la
Internacional Comunista (IC), a quien mandaron a Cuba como activista en
la década de 1920. Se educó, como Fidel Castro, en colegio de la orden
jesuita y, como Fidel Castro también, fue utilizado como activista de la
Agrupación Católica Universitaria. Subió a la Sierra Maestra y se
integró a las fuerzas revolucionarias en la segunda mitad de diciembre
de 1958. Inexplicablemente se apareció 15 días después en La Habana con
el grado de segundo teniente. Con menos explicación todavía le
concedieron la administración de la zona agrícola 021 (por Manzanillo)
al crearse el INRA, organismo de manufactura y personalidad comunista
por excelencia. Estas posiciones fueron acaparadas desde un inicio no
por revolucionarios, sino por agentes de la IC. De la noche a la mañana,
Artime publica una carta-manifiesto en que se separa del régimen y
luego se supo que Mr. Baker (conocido entre cubanos como Macho Baker) lo
sacó del país. Baker, hijo de americano y cubana, es sargento de la
Fuerza Aérea de EE. UU. y veterano de la II Guerra Mundial, manager de
boxeadores en Cuba —continúa siendo el manager de Douglas Vaillant en
Miami— e informante de la CIA sobre la lucha contra Batista. Al caer
este, Baker apareció como capitán del Ejército Rebelde. Desde Miami,
Artime escribió el libro Traición, gritan 20 mil almas cubanas —el
título es algo así— que se publicó en México e inició así su
vertiginosa carrera. Conspira, incita, divide, miente y se convierte en
exilio, por motivos desconocidos, en el Golden Boy de los
americanos. Su actuación en el campamento de la Brigada 2506 es similar y
en la prisión continuó su juego. Se abraza a Fidel, mantiene
privilegios especiales, cambia de galera en galera y en cada una reparte
posiciones, ofrece futuro, divide, rumora, intriga e incita pasiones.
Deja, sin embargo, una estela de preguntas:
1) ¿Por qué Castro ha fusilado a líderes del Movimiento de
Recuperación Revolucionaria (MRR) que no eran incondicionales de Artime,
como Manuel Guillot y «Francisco» [Rogelio González Corzo]?
2) ¿Por qué Artime, negado por los cubanos y despreciado por la
Brigada 2506, sigue teniendo especial consideración de los americanos y
ha sido hasta recibido por el presidente Kennedy?
Ojalá la historia pueda en algún momento recoger la verdad.
- Los hermanos José Alfredo y Roberto Pérez San Roman. El último más
impresionante y el primero, más profundo. Militares de carrera del
ejército de Batista, reúnen el triste privilegio de causar disgusto
entre los revolucionarios y desprecio entre sus compañeros de armas, que
una y otra vez los vieron acobardarse ante el enemigo. Nuestra brigada
los conoció en el combate. Roberto abandonó a sus hombres y José mantuvo
su jefatura y posición escondidas en el interrogatorio en el Palacio de
los Deportes. No sólo negó su pasado, sino su presente, y luego
permitió que el régimen comunista publicara the world over sus cartas oprobiosas e ignominiosas.
La responsabilidad de estos jefes no recae ni en la Brigada de Asalto
2506 ni en los civiles que la representaban, sino en aquellos que los
escogieron. La brigada fue una unidad militar creada y entrenada para
hacer la guerra a Fidel Castro. Infortunadamente fue derrotada. Nos
queda que si fue mal dirigida y representada en el entrenamiento y en la
prisión, sigue peor después de su liberación. Se consiguió cohesión en
la prisión, pero ya liberada se atomizará. Queda la disolución
honorable, a menos que un cambio radical de métodos propicie emplearla
en finalidades específicas que respondan a una estrategia general.
Siempre se podrá escoger entre sus integrantes a patriotas que por sus
ideales y capacidades sirvan para combatir al comunismo internacional
dondequiera que ha retado a los hombres libres amantes de la democracia.
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Foto: De izquierda a derecha: Manuel Artime, José Alfredo Pérez San
Román, Antonio Maceo (nieto) y Tony de Varona © Latinamericanstudies.org
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