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en politica como en lo humano y divino, en ultima instancia no importan las causas y las razones validas o no que conducen a hacer esto o aquello, sino lo que se hace. y lo que hicieron los "mediaticos" en mi barrio le llamaban mierda.
Mientras hacía periodismo independiente en La Habana, sobre todo reportando para Cuba Free Press, yo también conocí a algunos de estos opositores invisibles. Son gente de pueblo, como se suele decir. Llana, simple, elemental. A ratos alguno de ellos destaca comunicativamente hablando, pero por lo general se trata de hombres y mujeres temerarios, con vocación de hacer, no de decir. Precisamente lo que hace falta en Cuba.
Lamentablemente, algunos miembros de la disidencia mediática no acaban de enterarse de esto: de que esta oposición invisible es precisamente lo que hace falta en Cuba. Entonces sucede lo que acaba de suceder: Miembros de la oposición invisible se plantan en una iglesia y allá va la disidencia mediática a señalarlos con el dedo, como si fueran la peste, como si el arrojo ajeno la cuestionara indirectamente, o la acomplejara. ¿Se ha convertido la disidencia mediática en un oficio?
Se puede estar o no a favor de ciertos métodos de lucha –no violenta, como es el caso--, se puede tener miedo y hasta sospechar, pero lo que no me parece de recibo es que disidentes carguen contra opositores en peligro, a merced del mismo régimen que los tiene a todos, opositores invisibles y disidentes mediáticos, contra la pared. Se impone un mínimo de humanidad y sentido común. “Todas esas organizaciones y partidos políticos que, en la isla y en el exilio, tienen como única razón de ser la denuncia mediática, deberían no desaparecer pero sí jubilarse, o al menos reorientar sus funciones (…) El objetivo de la oposición no debe ser narrar los acontecimientos, sino producir los acontecimientos”, ha escrito el narrador y periodista Armando de Armas, y no le falta razón.
Hay que hacer autocrítica en Miami y en el exilio todo. A mucha de esta disidencia mediática se le ha dado bombo y platillos aquí afuera, escenario y publicidad incesantemente, descontroladamente, desproporcionadamente, mientras que a la oposición invisible que bajaba a la calle se le ninguneaba un día sí y otro también. Como dice el ingeniero Dionisio de la Torre, “muchos opositores y grupos son más conocidos fuera de Cuba que dentro y es porque pasan más tiempo en la Internet o en llamadas con la prensa extranjera que hablando con los vecinos”.
Es verdad que cada cierto tiempo alguien que alguna vez perteneció a la oposición invisible ingresa a las filas de la disidencia mediática, pero se trata de excepciones. La inmensa mayoría permanece trabajando y arriesgándose a la sombra, metiendo el cuerpo y cogiendo los palos. A estos anónimos luchadores el exilio debería prestarles más atención, y menos a los que siempre andan poniendo peros, acaparando focos y agitando jerarquías.
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