La sombra de la resistencia cubana contra los yugos de todos los tiempos: SI MI PAÍS FUERA UN PUEBLO...
Si mi país fuera un pueblo…
“¿Qué queda de la sombra del cubano,
que tomaba las calles, protestando?”
Josán Caballero.
Si mi país fuera un pueblo,
y no polis de andamiaje,
por la casta de un gobierno,
que nos trata cual salvajes
"cubanillos de Indias": Traje
impuesto por dos castrenses,
con disfraz de eternos pajes,
que merecen ser castrados
de una vez, por su “artistaje”,
en contra de todo un pueblo,
sumido en el magno ultraje
de entender que sus derechos
son un cruel libertinaje,
cuando impedir libertades
es signo de un vil encaje
tramado por dos hermanos,
sobre el mal de sus herrajes.
Si mi pueblo fuera el de antes,
negado por ser colonia,
a la corona de un reino,
que lo trató cual gorgonia,
pensando que así era dueño
de las tierras de Amazonia.
Bayamo fue el pueblo de antes,
acorazado en la historia,
pues un Don quiso adueñarse
de esta ciudad promisoria,
y sólo encontró quemados
los restos de su memoria,
cuando el pueblo de Bayamo
entró, con fuego, en la gloria
de un país que no transige,
ni soporta escapatoria,
hasta que él mismo se libre
de esa infamia perentoria,
sin los yugos del que rige,
con virtud de la etnia doria,
la mentira y la irrisoria
majestad de los vencidos,
no por demos u oratoria,
sino por quebranto insano
de las leyes y la historia.
Si mi pueblo fuera ése,
que cual bayamés jinete,
decidió darle a la calle,
la defensa de un birrete,
para ganarse la patria,
con el filo del machete,
entre afanes de república,
como la sueña un majete,
no un barbudo inteligente,
que en verdad era un zoquete,
inventándose estrategias,
hasta entrar por el boquete
de este infierno, que ha creado
para el pueblo, su banquete
imponiendo armas, reveses,
y la voz que le compete,
ante presos inocentes,
en medio de ese gran brete
que han armado con la iglesia
y con los “españoletes”,
como si el mundo ignorara,
que en realidad un vejete
se ha encargado de enchufarse
en la tierra del “Chavete”,
para ganar la partida
en dos pueblos, de los siete
que le siguen la corriente,
cual si fuera un mozalbete,
y no este líder vetusto,
que ni lo aguanta El Templete,
con su grandeza en delirium
y los miedos al retrete,
viendo jóvenes que callan,
si les llega algún "billete",
en mesadas que resbalan,
sobre sueños al garete,
de una isla que hoy ensaya
sus papeles con grillete,
porque nadie se da cuenta
que si acepta, arma el bufete
de una casta de bandidos,
que usa al pueblo de soplete,
convirtiéndolo en su carne
de cañón, y hasta jarrete.
No hay quien aguante sus "turbas",
que si protestan, se meten,
tras máscaras de comunes
seres que dan su cachete,
para defender injustos
repudios de majarete.
Pero basta de trifulcas,
que dividen a la gente,
mientras un pueblo se pierde,
y lo disfruta el vejete,
con su claque omnipresente,
que escucha a regañadientes
y desfila incompetente,
aunque su mente no siente,
lo que el corazón presiente
de esa nueva "Triple Entente".
Si mi pueblo fuera egipcio
y devolviera a las calles,
la virtud de tanta gente,
que donaron ese valle
a las ciudades regentes,
como sembraron los mares
otros exilios vigentes,
para que Cuba, en detalle,
fuera más que una isla ardiente
(que la busque, quien la halle):
Un eterno precipicio,
que apresa a todo el que raye
estas crueldades de oficio,
que nos llevan al desmaye,
que trata cual indigente
al cubano de la calle,
y hasta como un delincuente
al que censura su talle,
Pues no hay pueblo, que ya aguante
tantas vilezas, y calle.
Si ese pueblo fuera el nuestro,
junto al egipcio, quién sabe,
o cualquier otro que viera
su democracia en un ave,
la libertad estuviera,
no en las boinas, ni el casabe,
celulares o vidrieras,
pues algunos, aunque acaben
de allanarse las fronteras,
se distraen, mas no saben
que otros usan sus maneras,
para ayudar a cualquiera
terminar con el deslave,
de la Intranet hacia afuera.
Puede que la infamia acabe,
donde el derecho es bandera
o virtud de un hombre libre,
para que nadie asumiera
salirse al mar, sin que vibre
su esperanza, cual quimera
de una vida sin calibre.
Si mi país fuera pueblo,
y no simple adormidera,
comprendería que aquellos
que le tomaron el pelo
o sumido en atropellos,
no serán jamás los dueños,
y hay que lanzarse a degüello,
por las calles o los cerros,
para terminar con ellos
y con su inútil gobierno,
de tentempiés y tipejos,
aplaudiendo todo el tiempo,
a esta cófrade de abuelos,
que pretenden ser remedio
de un país...¡Qué sacrilegio!
Si mi pueblo fuera pueblo
sería más que un mambí,
rebelde distinto a ellos;
por las calles, un jiquí
que se lanza sin resuello,
a la manigua de aquí
o la de allá. No hay destello
mayor, cuando un pueblo asume
su destino, como un sello
de libertad, que resume
conquistas sin atropellos.
Si mi pueblo fuera pueblo
el país sería calibre
de las leyes de un gobierno
democrático, en que vibren
las calles, que son las venas,
donde exhibe el hombre libre
su alma de caña y jengibre.
Vamos, pueblo, no más miedo,
desde oriente hasta occidente:
Desobediencia es el ruedo
del futuro presidente.
De ahí pa’ allá no hay más pueblo,
que lo diga nuestra gente.
Con esos dos no hay arreglo,
hay que tenerlo presente:
Si no espantamos los miedos
y tomamos nuestro suelo,
nos tendrán de penitentes,
mientras se reparten ellos
la isla y cayos adyacentes.
Es hora de unir el cielo,
con las manos de la gente,
y lanzarnos a la calle
cual un país, de repente,
con las damas que batallen,
ante injurias prepotentes,
y los jóvenes no acallen
la represión tan creciente,
para que rápido estallen
las mentiras más candentes,
cuando el desgobierno halle,
que se va por la pendiente
de una isla y un Versalles:
Dos Cubas yendo al poniente,
desunidas por detalles
de otro mal intransigente,
que comulgan en un valle,
donde nunca estuvo ausente
un espíritu que raye,
sobre la tierra indulgente,
que ama al pueblo por las calles,
con la patria, en su saliente
humanidad. ¡Que no encallen
los derechos de su gente,
su libertad al detalle!
Si mi pueblo hace presente,
como el egipcio, en sus calles,
yo me iría diligente,
para que nadie nos calle:
Somos plebe intransigente
colmando el mar y los valles
de una sangre competente,
inmerecida que encalle,
en la plaza omnipotente
del tirano. ¡Que restalle
sobre esa casta muriente,
nueva savia prominente,
y que los Castros estallen,
como aquel “maleconazo”,
que por poco rompe el mazo
de esa trama dirigente,
ante un pueblo convincente,
cansado de ser un ente,
sin futuro ni presente!
José Antonio Gutiérrez Caballero
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