Juan Benemelis /Cubanálisis - El Think-Tank
EL ELEMENTO TERRORISMO
Convencidos de que a Estados Unidos le resultaba difícil recuperar la iniciativa estratégica internacional, la Unión Soviética introduciría el elemento "terrorismo" en mayores proporciones. Los partidos comunistas latinoamericanos y europeos, así como los "movimientos insurgentes" de América Latina, África, Medio Oriente y Asia estarían sostenidos financieramente por la Unión Soviética y Cuba.
En el Medio Oriente, el régimen soviético evitó verse flanqueado por una región totalmente pro Occidental; para ello la búsqueda de puertos mediterráneos a su flota y el impedir la presencia de tropas o bases militares de Estados Unidos cobró relevancia en su agenda.
Los propósitos resultaron los recursos energéticos (sin olvidar sus viejos reclamos por los pozos petroleros del norte iraní), el Océano Indico y el Mar Rojo, donde la Unión Soviética ocupaba ya el archipiélago de Dahlak para el reabastecimiento de su flota naval. Asimismo utilizaba los aeropuertos de Asmara, en Eritrea, y de Khormaksar, en Yemen del Sur, para sus vuelos de reconocimiento sobre el Océano Índico (Malin, J. 1984).
La Unión Soviética se abalanzó sobre países fuera de la cobertura militar de la OTAN, en tanto que Occidente consideraba las aventuras militares en Afganistán, Camboya, Angola, Etiopía, etcétera, como actos aislados e individuales y no partes de un impulso exterior. Al desbordarse de los lindes europeos y los esquemas políticos de la posguerra, la Unión Soviética impuso una remodelación de los alcances de las estrategias, las alianzas y tratados, de la ética internacional y las responsabilidades globales y regionales.
Sin duda el crecimiento militar soviético estableció un ritmo diferente a la política internacional, especialmente la europea, que se inclinó al "dialogo cooperativo" para neutralizar una invasión convencional o un golpe nuclear, olvidando que la suerte de Occidente ya no se jugaba en Europa, en la medida que el Kremlin se transformaba en un imperio con ambiciones transcontinentales combinando las guerras locales, el control político y la presión nuclear.
Europa, indudablemente, perdió confianza en la alianza Atlántica ante la ausencia de una respuesta norteamericana adecuada a los casos de Afganistán, Angola, Etiopía, Kampuchea (Cambodia) e Irán. El peligro inminente para la Unión Soviética radicaba en la Europa Occidental. Por ello su control sobre la Europa Oriental importaba más que su diferendo con China, donde no existía tensión militar de envergadura. Sus objetivos primarios eran Alemania Federal, Europa del Este y Estados Unidos. Moscú le temía a una Alemania unificada desnuclearizada e independiente de la OTAN.
Pero en términos imperiales la “era Brezhnev” puede calificarse de exitosa. Brezhnev propició alcanzar en los sistemas de armamentos estratégicos la paridad con Estados Unidos, y la superioridad en ciertos campos. Logró transformar la pequeña y obsoleta flota naval en una de clase mundial, sólo segunda de los Estados Unidos. La proyección extra-europea soviética fue significativa consolidando sus intereses en Vietnam, Afganistán, Angola, Etiopía, Granada, Nicaragua, etcétera. Algunos politólogos del Occidente consideraban que era un hecho de la realpolitik de que los soviéticos como imperio necesitaban controlar un número de estados "clientes". La estrategia soviética era desmembrar la Comunidad Económica Europea, la OTAN y la alianza política atlántica, evitando que Europa se transformase en un poder militar a niveles de súper-potencia. La Unión Soviética se aprovechó de las dificultades norteamericanas por mantener el "consenso" político en Europa Occidental que caracterizó los años 1950 y parte de los 1960.
Tras haber logrado superioridad estratégica sobre Europa y paridad general con Estados Unidos la actitud soviética no fue la de provocar un conflicto nuclear, sino avanzar en el control de islas, canales, estrechos y territorios claves que posibilitasen su activa presencia en el sudeste asiático, el Oriente Medio, el océano Indico, el Atlántico, el Canal de Suez, el Canal de Panamá, las cuencas petrolíferas del Golfo Persa, México y Venezuela, los recursos minero industriales del cono sudafricano y del subcontinente indio.
La Unión Soviética buscaría flexibilizar su arsenal nuclear (concentrado en territorio soviético, y por tanto vulnerable a un primer golpe atómico) tratando de ubicar parte del mismo fuera de sus fronteras, debido a su inferioridad en bombarderos estratégicos y submarinos atómicos. En favor de su esfuerzo bélico la Unión Soviética dedicó casi el 18% de su producto nacional bruto a la maquinaria bélica, a un costo laboral un 20% inferior a Estados Unidos, incrementando comparativamente la parte neta dirigida hacia la producción de armamento.
La década de 1980 no fue tan favorable como la anterior, debido al período de incertidumbre en la sucesión del Kremlin que se mezcló al deterioro de la situación militar en Afganistán y Angola, los sucesos en Polonia y el creciente acercamiento de China al Occidente. Por otro lado, los problemas financieros del bloque soviético, el estancamiento de su economía y el reavivamiento militar de los Estados Unidos hizo que el Kremlin reconsiderase en muchas áreas su estrategia de expansión, y consolidando lo que ya tenía, buscando sólo explotar las oportunidades que se presentasen
EL EXPANSIONISMO SOVIÉTICO
En Vietnam y en el conflicto indo-pakistaní de 1971, la Unión Soviética sostuvo a una de las partes sin considerar las consecuencias regionales. Ya en 1969 y 1973 amenaza a Israel con el envío de divisiones aerotransportadas. En 1974, ocasión de la invasión turca a Chipre muestra su determinación por hacer acto de presencia directa. Tras el retiro norteamericano de la Península de Indochina hay un realineamiento en todo el sudeste asiático, mezclado a la rivalidad chino soviética por el Asia. Por otro lado, la Unión Soviética presionaría para que Estados Unidos redujese y retirase su poderoso comando militar en Corea del Sur.
En 1975-76 experimenta la coordinación de una acción rápida en Angola; luego en Etiopía, en 1978, dirige sobre el terreno las operaciones militares con tropas cubanas y sudyemenitas que barren a Somalia. Angola se produce entonces, y luego Etiopía, debido a que los defensores de la línea dura en la Unión Soviética y los propugnadores del aprovechamiento de mercados y materias primas tercermundistas en forma unida le ganan la partida a los defensores de la detente y de la reforma económica. Somalia fue un acto de compromiso entre el aparato ideológico del PCUS y los propulsores de la expansión militar, los cuales contaron con el uso de fuerzas combinadas cubano-alemanas. Etiopía, con su guerra del Ogadén marcó el triunfo definitivo (junto con Angola) de la corriente política en favor de un cometido directo en el Tercer Mundo.
Los comandos especiales soviéticos, Spetsnatz, eliminaron físicamente al gobernante afgano Afisulá Amín, a fines de diciembre de 1979, que era, además, el primer secretario del propio partido comunista afgano. Al inicio, la entrada de las tropas rusas en Afganistán provocó una situación en las que el factor étnico volvió a surgir con inusitada fuerza. El Kremlin utilizó contingentes formados por soldados con fuerte ascendencia musulmana, y muy próximos culturalmente a los afganos; ello impidió forzar el tipo de guerra de aniquilación que quería Moscú, pues los soldados soviéticos islámicos se entendían mejor con los guerrilleros afganos que con sus oficiales rusos.
En Afganistán la Unión Soviética ejecutaría una invasión blindada relámpago, y en ocasión de la irrupción israelí en Líbano, el Kremlin amenazaría con enviar divisiones aerotransportadas. Asimismo se discute aún si la intrusión de 85,000 soldados soviéticos en Afganistán respondía a una estrategia de expansión sobre el Golfo Persa y el subcontinente hindú. De hecho tal acción los acercó más a los puertos del Índico, amenazando al Beluquistán y al Pushtunistán, posibilitándole un trampolín hacia las zonas petroleras de Kirkuk y el Golfo Árabe. Tras su presencia en Afganistán, la Unión Soviética promovería la subversión de las tribus del Beluqui, complotando con el beneplácito de la India para desestabilizar Pakistán y aupando el terrorismo en los pequeños emiratos árabes de Abu-Dhabi, Dubai, Ras el Khaima y Omán.
En febrero de 1980, escasamente a los dos meses de haber arribado las primeras unidades expedicionarias, el alto mando militar soviético tuvo que traer unidades eslavas y retirar las integradas por soldados de ascendencia musulmana. La Unión Soviética quedó empantanada en Afganistán y sus 140,000 efectivos militares se retiraron después de una guerra que duró el doble que la Segunda Guerra Mundial y que llegó a significar una sangría económica de cuarenta millones de dólares diarios.
La Unión Soviética consideró en esa época al Golfo Persa, el Cuerno africano, el Canal de Suez y el Mediterráneo oriental como los cuatro puntos cardinales del futuro teatro operacional convencional entre las grandes potencias. Es aleccionadora la gigantesca maniobra de entrenamiento que efectuó en las zonas desérticas de Yemen del Sur, en 1979, donde probó a sus unidades de acción rápida aerotransportadas, 7 divisiones con 50,000 hombres. La Unión Soviética desarrolló una campaña donde presentaba al Medio Oriente de forma inestable, con la ecuación OLP-Israel-petróleo, para alarmar a Europa, inclinándole a depender de su hidrocarburo.
Con la intensificación de sus relaciones con la India, su expansionismo en Asia Central y Oriental, su penetración en África, su apoyo militar al Vietnam, sus intentos por neutralizar a Europa Occidental y los pasos por flanquear a Estados Unidos en la cuenca del Caribe, los soviéticos explotaron el descontento social y económico, inyectando armas y brindando entrenamiento. En tales conflictos, organizaciones, compañías, funcionarios e incluso individuos del occidente capitalista fueron los blancos de sabotajes. La Unión Soviética esperó que al generalizarse el descontento el lado insurgente dispusiera de mayor apoyo.
La política soviética basaba su supuesto éxito en polarizar las fuerzas internas y crear conflictos armados que posibilitaran su masiva presencia bélica. La estrategia se complementaba con el drenaje psicológico y militar de las posiciones democráticas favorables al Occidente en el Tercer Mundo, estimulando el debate "ético" a partir del sentimiento anti-guerra de Vietnam y antinuclear.
En África buscaba el acceso a minerales raros, la sustracción de recursos vitales del Occidente, la capacidad de estrangular vías comerciales. La importancia del continente africano, además, se robustecía con su influencia internacional, y sus zonas de evidente interés militar. La Unión Soviética era vista por muchos africanos como un poder extra continental, neutral; su acción posterior haría trizas el viejo mito de que nunca se desbordaría fuera de las fronteras europeas.
No era sólo el objetivo de cercenar recursos minerales al Occidente; la Unión Soviética comenzaba a afrontar escasez en algunos minerales estratégicos imprescindibles para su complejo industrial militar, obligándole a pronunciar aún más su proyección exterior. El "Imperium Sovieticum", como todo mecanismo estatal que busca control de territorios o imposición de su orden socioeconómico va creando una cadena de estados clientes; un espacio vital colonial.
Muchos de los estados clientes soviéticos en África se acercarían al Occidente en procura de ayuda financiera y económica a instancias de la Unión Soviética que buscaba una transición menos costosa de tales economías atrasadas. La lista de los reveses soviéticos, sin embargo, no es pequeña. Al fiasco egipcio y sudanés siguió Somalia y Guinea; además, no lograría lo esperado en Zimbabwe, Guinea Bissau y Mozambique.
Pese a que el 40 por ciento de las importaciones petroleras norteamericanas provienen de África, la baja prioridad estratégico militar que tiene ese continente para los Estados Unidos lleva a que no respondiera en toda su extensión a los problemas que allí le planteaba la Unión Soviética. Así, no disponía de una escala valorativa de su política exterior ni hacía comprender el peligro fatal que implicaba, para el Tercer Mundo y el Occidente, caer dentro de la esfera político-económica de la Unión Soviética.
La URSS aspiraba a mejorar drásticamente su posición estratégica y de recursos con África del Sur, el subcontinente indio e Irán. En este asalto, invirtió en armamentos, recursos materiales y demás, alrededor de 20 billones de dólares. El cambio de los soviéticos por usar una presencia más directa, utilizando personal militar, técnicos y tropas, sobre todo en África, se debió al fracaso de lograr por medios políticos incluir en su esfera de influencia a Argelia, Egipto, Ghana y Guinea. La Unión Soviética se interesaría por el Canal de Mozambique para emplazar allí sus submarinos estratégicos SSBN.
Las corrientes soviéticas en favor de una detente con Occidente y de un evolucionismo político interno, arguyeron contra una acción cubano-soviética en Zimbabwe. Brezhnev no presionaría a Zambia, al punto del colapso, por temor a una reacción a gran escala de Sudáfrica en los estados del frente, que pudiera desvanecer todas las posiciones logradas por Moscú hasta entonces.
En control del Cuerno de África, la Unión Soviética dislocó su poder naval en el Océano Indico, contrabalanceando la flota de submarinos Polaris y la base naval norteamericana en el Archipiélago de Chagos. Con su presencia en Mozambique y la posterior influencia en el régimen militar del malgache Didier Ratsiraka (foro), Moscú penetró profundamente en el flanco occidental del Océano Indico, proyectándose en una movida de pinzas, hacia África del Sur. A partir de Angola, la Unión Soviética expande la presencia de navíos equipados con equipos electrónicos de inteligencia e investigaciones de corrientes marinas.
Los soviéticos trataban de crear un estado independiente en el Beluquistán que permitiese a sus fuerzas moverse a través de Afganistán hasta el Mar Arábigo. Con Yemen del Sur y Etiopía logró consolidar la entrada del Mar Rojo, arteria petrolera europea. Con Angola obtuvo una base segura en el extremo oriental del Atlántico y el pivote para desmoronar todo el sur africano. Con Libia, dispuso de una posibilidad de expansión hacia el sur del Sahara y con el Frente POLISARIO, acercarse a la entrada atlántica del Mediterráneo.
La Unión Soviética estableció una infraestructura naval y aérea que le concedía flexibilidad para disuadir el poder naval y submarino atómico norteamericano. Desde Kamchatka, Cam Ranh Bay, Adén, Luanda, Sao Tome, Cuba y Nicaragua, la Unión Soviética sólo necesitaba llenar ciertos vacíos en el Atlántico Sur y en el Pacífico Sur. Nicaragua les concedía la flexibilidad de atravesar el continente americano y obtener acceso a los dos océanos. Existían áreas jerarquizadas en las miras soviéticas y de Castro: en América Latina, los objetivos eran el Canal de Panamá y las cuencas petroleras de México y Venezuela.
De triunfar la acción exterior soviética limitaría el uso de materias primas estratégicas y golpearía el corazón tecno industrial del mundo capitalista, cuya arteria vital petrolera se vería amenazada si las facilidades portuarias del África del Sur, Mozambique y Angola llegaban a ser controladas de conjunto.
Entre sus objetivos se hallaba la redistribución con Estados Unidos de las esferas de influencia. Así muestra su disposición de negociar posiciones extraeuropeas incómodas, como la entrada sur del Mar Rojo, puntos fuertes en el Mediterráneo sur, el despliegue de su flota naval en el Atlántico y sus puntos seguros en El Caribe y América Central, por equilibrar el sudeste asiático controlando la península de Indochina, un reconocimiento a sus derechos en Afganistán, su ampliación sobre Irán o la India en favor de un acceso directo al Océano Indico, la neutralización política de Europa y la asistencia tecnológica occidental.
La Unión Soviética estuvo construyendo una estación de radar de larga distancia y una base naval en las islas de Sao Tome y Príncipe, una posición estratégica que les permitiría patrullar el Atlántico Sur y vigilar las flotas norteamericanas de submarinos nucleares Polaris y Trident en el centro y el sur del Atlántico. Esto tenía lugar después de que las autoridades militares de Guinea denegaron el uso del aeropuerto de Conakry a la Unión Soviética para sus aviones antisubmarinos Foxbat y aviones de reconocimiento TU-95 Bear que volaban desde Cuba.
Los pactos de amistad y defensa firmados por la Unión Soviética con Yemen del Sur, Etiopía, Mozambique y Angola posibilitaron la extensión de sus actividades navales y su flota de guerra en el este del Indico y el sur del Atlántico, permitiendo a sus cruceros y destructores incursionar provocadoramente, desde Maputo y Lobito, sobre África del Sur, las vías petroleras que cruzan el Cabo de Buena Esperanza y la flota de submarinos Polaris norteamericana en el Indico.
LA DEFENSA ESTRATÉGICA
A partir de la II Guerra Mundial las guerras se ganarían por el tipo de armamento y no por la moral de la tropa. La complejidad de los sistemas estratégicos se complicaría, así como el número de cabezas nucleares. Los Estados Unidos ostentaron el monopolio nuclear después de Hiroshima, hasta que fueron sacudidos por la primera explosión soviética. En la década del cincuenta ambos bandos iniciaron la competencia por obtener la bomba de hidrógeno y los cohetes balísticos; así, a los bombarderos siguieron los cohetes balísticos. Después de 1962, los Estados Unidos disfrutaron de varios años, acaso toda la década del sesenta, donde la triada construida por Eisenhower y Kennedy parecía inconmovible. A los cohetes balísticos se sumaron las cabezas múltiples; con posterioridad se mejoró la precisión coheteril.
La década entre 1965 y 1975 se caracterizó por el violento desarrollo militar soviético que entronizó la alarma en todo el Occidente. El Kremlin pensó que había alterado a su favor el balance de fuerzas militares y nucleares del planeta; en el orden nuclear, el siguiente movimiento fue iniciar la construcción de defensas anticoheteriles, asunto que se determinó congelar mediante las negociaciones en Helsinki, para que el balance nuclear continuase siendo efectivo.
La dirigencia soviética esperaba obtener y recibir una amplia recompensa política internacional debido a su poderío militar. El creciente comercio de armas soviético en el Tercer Mundo respondía a su imposición imperial que se basa en dos elementos fundamentales: el control militar y la hegemonía política de los marxistas. Sólo países como Cuba y Vietnam dependían de la tecnoeconomía soviética. El imperio soviético no descansaba en la hegemonía tecnológica o financiera de la metrópoli sobre sus estados clientes.
La dificultad que conllevaba el que solamente las bases industriales para mantener la seguridad nacional permanecieran en los estados poderosos, que la vieja clasificación de trabajo-capital fuera errónea y el choque de esta tendencia con el deseo de mantener los "ciclos económicos completos" llevo a que Estados Unidos y la Unión Soviética no lograran definir sus roles.
Estados Unidos sin un claro patrón de respuesta, se mostró impreciso, vago y nada claro, aún incluso con la "doctrina Reagan"; y por su parte, los poderes euro-occidentales no resultaron dominantes en la ecuación Este-Oeste. Salvo Francia en sus ex colonias africanas, ninguna ha dispuesto de un protagonismo exterior.
Estados Unidos, realmente, no había emergido de la Segunda Guerra Mundial con una política exterior coherente que la extrajera totalmente de su aislacionismo histórico. Ante la imposibilidad de alcanzar un consenso nacional para el uso de la fuerza en la consecución de objetivos exteriores, Washington se refugiaría en la sombrilla aislacionista de la disuasión nuclear. La nación norteamericana no lograría entender la importancia e inter-relación de la política exterior con sus intereses nacionales, pese a la interdependencia del comercio y economía internacional, y las relaciones financieras, militares y políticas con el resto del mundo.
Tanto Paul H. Nitze como Eugene Rostow, conocidos teóricos del balance atómico, dieron la voz de alarma acerca de la conexión entre la alteración del balance nuclear con la expansión soviética, y la alternativa de ceder al "chantaje atómico" o enfrentar los intentos soviéticos por explotar las crisis políticas o militares regionales. Para fines de la década del setenta, el Kremlin comenzó a tratar a los norteamericanos como "inferiores" militarmente.
Mientras los soviéticos culminaban su doctrina militar de vencer en una guerra nuclear propinando un primer golpe fulminante, los Estados Unidos, convencidos del suicidio atómico, se mantenían en la política de un golpe de respuesta que aniquilaría las ciudades soviéticas. Si bien para el Occidente, en el balance de poder el arsenal atómico resultaba uno de los elementos junto a otros niveles de influencia como el económico o político, para los soviéticos resultaba el preponderante.
LA REALPOLITIK
Sin duda el crecimiento militar soviético impuso un ritmo diferente a la política internacional, especialmente la europea, que se inclinaba al "dialogo cooperativo" para neutralizar una invasión convencional o un golpe nuclear, olvidando que la suerte de Occidente no se jugaba en Europa, en la medida que el Kremlin se transformaba en un imperio con ambiciones transcontinentales combinando las guerras locales, el control político y la presión nuclear.
Algunos politólogos del Occidente consideraban que era un hecho de la "realpolitik" que los soviéticos como imperio necesitaban controlar un número de estados "clientes". La estrategia soviética era desmembrar la Comunidad Económica Europea, la OTAN y la alianza política atlántica, evitando que Europa se transformara en un poder militar a niveles de superpotencia, aprovechándose de las dificultades norteamericanas por mantener el "consenso" político en Europa Occidental que caracterizo los años cincuenta y parte de los sesenta.
Tras haber logrado una superioridad estratégica sobre Europa y cierta paridad general con Estados Unidos, la Unión Soviética buscó flexibilizar su arsenal nuclear (concentrado en territorio soviético, y por tanto vulnerable a un primer golpe atómico) tratando de ubicar parte del mismo fuera de sus fronteras, debido a su inferioridad en bombarderos estratégicos y submarinos atómicos. En favor de su esfuerzo bélico la Unión Soviética dedicará casi el 18 por ciento de su producto nacional bruto a la maquinaria bélica, a un costo laboral un 20 por ciento inferior a Estados Unidos, incrementando comparativamente la parte neta dirigida hacia la producción de armamento.
BOMBAS Y ARENA EN LÍBANO
A raíz de la guerra civil libanesa, que se desencadenó en la década del setenta, las fuerzas sirias se instalaron indefinidamente en la zona, que se tornó en el centro operacional del terrorismo internacional y especialmente de la Organización de Liberación de Palestina (OLP). Los ingentes esfuerzos por lograr una solución del conflicto árabe israelí y de la situación libanesa, a través de la mediación de países árabes como Jordania, Arabia Saudita y Egipto, resultaron inefectivos, pues Siria intimidaba toda la zona con su arsenal de guerra.
Luego de la incursión acorazada israelí al Líbano, este país quedó cercenado en dos partes, a merced de los ejércitos particulares de las diferentes facciones libanesas, que respondían a Siria, Irak o Irán. Washington falló en sus intentos de aplicar una política que no provocase la polarización del Cercano Oriente, donde los ejes divergentes resultaran Israel-Estados Unidos por un lado y Siria-Irak-Unión Soviética por otro.
El hecho especial de que Israel no haya realizado explosiones atómicas de prueba no niega su programa por desarrollar el armamento termonuclear. El reactor nuclear de Dimona, ubicado en el desierto del Negev, con el doble propósito de propiciar energía y desarrollar armas nucleares se inició a mediados de la década del cincuenta con el concurso de los franceses; la administración de Eisenhower no había concedido ningún tipo de asistencia militar a los israelitas. Para mediados de los sesenta no era un secreto el que los israelíes disponían de la capacidad técnica, mediante una planta de reprocesamiento francesa, para producir material de fisión (plutonio) a partir del reactor de Dimona que utilizaba uranio y agua pesada.
Paralelamente, los israelíes obtenían en el mercado negro internacional sustanciales cantidades de uranio y se lanzaban a la producción de un costoso sistema coheteril capaz de portar ojivas nucleares. Para 1986, el periódico londinense "Sunday Times" publicaba una serie de entrevistas sensacionales con el desertor técnico israelí Mordechai Vanunu quien había laborado por diez años en Dimona, donde se detallaba la producción de plutonio, los medios para producir componentes de armas termonucleares y de bombas de neutrones, apuntando la existencia de un arsenal superior a un centenar de armas nucleares.
LA ERA DE REAGAN
Desde principios del Siglo XX se venia escribiendo sobre la decadencia de Occidente; sin embargo, pocas referencias se hacían sobre la crisis del comunismo que desde hace muchos años se venia gestando con la evidente decadencia de la Unión Soviética, cuya economía se movía entre el estancamiento, la corrupción y el retroceso tecnológico. Las estructuras sociales y económicas que engendró el marxismo comenzaron a desmoronarse con celeridad, al igual que el resto de los sistemas políticos inoperantes que han existido en la historia de la humanidad.
La "joven" sociedad socialista enfermaría gravemente antes que la "madura" capitalista. El comunismo utilizó numerosos subterfugios para mantenerse con vida, pero el sistema había fracasado. La invasión soviética a Afganistán, la ilegalización del sindicato autónomo Solidaridad en Polonia y la censura a la disidencia intelectual y a sus reclamos por los derechos humanos, serían los últimos pasos del bloque comunista antes de precipitarse al abismo.
Fue el golpe de estado del ejército polaco, con Jaruzelsky a la cabeza, contra el Partido Comunista de Polonia y la imposición de la ley marcial, lo que iniciaría la bancarrota final del socialismo en toda la Europa Oriental. Este cambio representó, primeramente, la derrota del bolchevismo; el reencuentro del utópico comunista convertido en implacable burócrata con la verdadera esencia humana que había suprimido; el reconocimiento final de que cualquier dogma era siempre letra muerta frente al cambiante ritmo de la vida.
Los soviéticos se tropezaron con el otro super-poder también obstinado en mantener su primacía militar, es decir los Estados Unidos. La carrera armamentista condujo a una pugna tecnológica, donde la capacidad industrial y científica de Estados Unidos hizo polvo en la era de Ronald Reagan a los sueños moscovitas de mantener la supremacía militar mundial. La década de los ochenta presenció un nuevo impulso en la carrera armamentista, pero esta vez la calidad sería mucho más importante que la cantidad. La introducción de la tecnología de punta en los armamentos posibilitó primero restaurar la confianza del Occidente haciendo más vulnerable a los soviéticos. Si bien se redujo el número de cabezas y su poder explosivo, el montaje de múltiples ojivas en cohetes más veloces y precisos hizo mucho más letal el arsenal atómico de ambas potencias.
Los soviéticos realizaron una desesperada maniobra en Europa con el objeto de quebrar la alianza atlántica, al reemplazar los cohetes "SS-4" y "SS-5", dirigidos hacia la masa continental occidental europea, con los más efectivos "SS-20". Se esperaba una incapacidad de respuesta norteamericana, la consecuente pérdida de la confianza europea y su final "neutralización" en el diferendo bipolar.
Pero las administraciones de Jimmy Carter y Ronald Reagan lucharon por solventar el "desbalance atómico" con el programa militar más costoso del Occidente. La política exterior de Reagan fue muy parecida a la de Eisenhower, la de buscar la negociación desde una posición de fuerza. En la primera parte de la década del ochenta, Ronald Reagan reafirmó el dominio mundial de los Estados Unidos para contener la amenaza soviética. Este esfuerzo impuso un fardo en su economía que fue aprovechado por otros poderes con menos obligaciones militares. Estados Unidos emprendió bajo el mandato de Reagan, la más elevada producción bélica en época de paz, $2 trillones de dólares que elevo significativamente la calidad de sus fuerzas armadas, creando un arsenal sofisticado de nuevos armamentos.
Si la carrera armamentista soviética de 1965 a 1975 fue cuantitativa, ascendente a un 17-20 por ciento del PNB, la norteamericana de 1980 a 1986, a un costo de $2 trillones, fue de tipo cualitativa. Pero los gastos de defensa de la era Reagan, alrededor del 7.5% del PNB, fueron menos de la mitad del porcentaje de las administraciones de Truman y de Eisenhower, un 15% promedio. El fundamentalismo protestante que acompañó a Reagan durante sus primeros años presidenciales se inclinó hacia un entendimiento con los árabes buscando la estabilidad de las fuentes petroleras y de bases militares. Asimismo, la importancia que para la seguridad nacional norteamericana y del Pacífico significaba el Japón fue más decisiva que su rivalidad comercial.
El emplazamiento en Europa Oriental de los misiles soviéticos de medio alcance "SS-20" no confirió a Moscú el poder suficiente para aplicar un "chantaje atómico" respecto a los europeos. Los predecesores de Mijail Gorbachov fallaron en prever que el establecimiento de los "SS-20", considerado como un acto de rutinaria y prudente modernización podía ser tomada en Occidente como un acto de provocación. La modernización de los ochenta conllevó la instalación de nuevas cabezas nucleares en los cohetes cruceros así como en los cohetes balísticos "Pershing II". La instalación de los nuevos cohetes soviéticos en Europa precipitó una respuesta de la OTAN.
La reactivación del aparato militar norteamericano en la era de Reagan, se concretó en una doctrina naval, la llamada "escalada horizontal", con una armada de 600 buques de guerra y 15 grupos de portaaviones, enfilados hacia las áreas donde se concentraba el recién construido poderío naval y submarino soviético: el mar de Barents, el mar de Okhotsk y el mar del Japón. La fuerza aérea inició la producción de los bombarderos "B-1" y del "Stealth", invisible a los radares, quienes borraban la enorme ventaja que, a un costo incalculable, los soviéticos pensaban habían acumulado poco a poco en su defensa aérea. La fuerza de cazas de combate norteamericano mantuvo su enorme ventaja técnica por sobre la de los soviéticos.
El resto del arsenal atómico norteamericano fue modernizado, en especial la cantidad de ojivas por cohetes: 12,846 cabezas atómicas en 1910 cohetes, contra 10,716 cabezas atómicas soviéticas en 2,502 cohetes. Se autorizó también la construcción y emplazamiento de los cohetes intercontinentales móviles "M-X" invulnerables a los ataques atómicos soviéticos. Se impulsó la construcción de los submarinos "Trident D-5" muy superiores a los soviéticos en poderío y precisión.
Desde el desmantelamiento de los "Júpiter", al inicio de los sesenta, Europa se hallaba bajo la protección de la flota submarina norteamericana atlántica y mediterránea. Los europeos se intranquilizaron y el canciller germano Helmut Schmidt, conjuntamente con los italianos, presionaron a Washington para que estableciera en el viejo continente 108 cohetes atómicos de alcance medio "Pershing-II" y 500 cohetes "Crucero".
Al emplazamiento masivo de cohetes soviéticos en Europa, los Estados Unidos respondieron con el envío de cohetes ultrarrápidos y el inicio de un sistema de defensa anticoheteril en el espacio. Tras el emplazamiento en Europa, a partir de 1983, de los precisos "Pershing II", a sólo 12 minutos de los centros de mando y radares del arsenal atómico soviético, se alteró la superioridad táctica soviética en el escenario europeo. De inmediato se desató una campaña soviética que halló eco en los centros antinucleares por evitar la puesta a punto de este arsenal.
continuará
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