LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1914-1945)
Entre 1914 y 1945, el escenario fue dominado simultáneamente por la guerra de treinta años entre Estados Unidos y Alemania, sobre quien habría de heredar la difunta hegemonía inglesa, y por los intentos por contener y controlar, por todos los medios posibles, la alternativa de hegemonía descrita como la construcción del socialismo en la Unión Soviética.
El mundo moderno, después de todo, nació con un acto de nacionalismo en 1914, con el asesinato del heredero del trono austriaco.
En los centros capitalistas, tanto los victoriosos como los vencidos en la guerra de 1914-1918, intentaron persistentemente, contra todos los cálculos, restaurar la utopía del liberalismo globalizado. Vimos entonces el retorno del Gold standard, un orden colonial mantenido a través de la violencia y la dirección económica, regulada durante los primeros años de la guerra, otra vez liberalizada. El resultado pareció positivo por un breve período, y en los 20 se pudo observar un crecimiento renovado, empujado por el dinamismo de la nueva economía de producción de autos en masa en los Estados Unidos y el establecimiento de nuevas formas de trabajo de ensamblaje en línea (parodiada tan brillantemente por Chaplin en "Los Tiempos Modernos") Pero estos desarrollos tuvieron escaso espacio para generalizarse, aún en el corazón de los países capitalistas, hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
La restauración de los 20 fue frágil, y apenas en 1929, el sustento financiero -el más globalizado segmento del sistema- colapsó. La siguiente década, que se enderezaba hacia la guerra, fue una pesadilla. Los grandes poderes reactuaron frente a la recesión como lo harían después en los 80 y en los 90, con políticas deflacionarias sistemáticas, que sirvieron sólo para agravar la crisis, creando una espiral descendente caracterizada por el desempleo masivo, tanto más trágico para sus víctimas ya que los amparos del estado de bienestar todavía no existían. La globalización liberal no pudo hacer frente a la crisis y el sistema basado en el oro tuvo que ser abandonado. Los poderes imperialistas se reagruparon en el marco de imperios coloniales y de zonas de influencia protegidas, las fuentes de todos los conflictos que llevarían hacia la Segunda Guerra Mundial.
Las sociedades Occidentales reaccionaron de manera diferente frente a la catástrofe. Algunas saltaron a los brazos del fascismo, eligiendo la guerra como un medio de rehacer el tablero a escala global (Alemania. Italia, Japón). Estados Unidos y Francia fueron la excepción y a través del New Deal de Roosevelt y del Frente Popular en Francia, lanzaron una opción diferente a la de la regulación del mercado a través de una intervención activa del estado, respaldado por las clases trabajadoras. Estas fórmulas, sin embargo permanecieron tímidas, y su expresión más plena sólo viene a ocurrir después de 1945.
En las periferias, el colapso de los mitos de la belle époque disparó una radicalización anti-imperialista. Algunos países en América latina, sacando ventaja de su independencia, inventaron nacionalismos populistas en una variedad de formas: en México, durante la revolución campesina de 1910, en Argentina, durante el peronismo en los 40. En el Oriente, el kemalismo turco fue su contrapartida. Tras la revolución de 1911, China fue asaltada por una larga guerra civil entre los modernistas burgueses –el Kuo Ming Tang— y los comunistas. En todos lados, el yugo colonial impuso un plazo de varias décadas para la cristalización de similares proyectos nacional-populistas.
LOS BOLCHEVIQUES
Rusia nunca experimentó el Renacimiento o la Reforma, la Ilustración sólo fue un rumor, y la Revolución Francesa representó una invasión militar. El zarismo ruso era una autocracia asiática que en 1861 abolió la servidumbre. Por eso la tecnología sumada a la realidad de Rusia produjo las brutalidades del estalinismo. El Siglo XIX produjo una visión ideológica apocalíptica: el marxismo. Pero sin el golpe de estado dado por Lenin en la Rusia zarista, los marxistas jamás habrían asumido el poder político, pues las predicciones de Marx nunca se cumplieron. Como ideología, el comunismo ha sido una industria poco rentable, un negocio que lejos de crecer, por décadas ha ido reduciéndose.
Mucho más que una teoría social o un sistema ideológico perfecto, el marxismo resultó para la dirigencia comunista un instrumento legitimador de su profesión y de la búsqueda de ciertos objetivos como el poder político y la extensión universal, por todos los medios posibles, de la sociedad de la cual fueron portavoces. No se puede caer nuevamente en los vicios de Marx, quien pronosticó un mundo de revoluciones socialistas en los países capitalistas, sin imaginar que las únicas revoluciones inspiradas en el socialismo triunfarían, con bayonetas soviéticas, en los solares del Tercer Mundo.
La Primera Guerra Mundial, 1914-1918, concluyó con la destrucción de los imperios Otomano y el de los Habsburgos. El imperio alemán resurgió posteriormente con Hitler, para finalizar en la Segunda Guerra Mundial. Pero, el imperio ruso, un verdadero régimen imperial multinacional antiguo, sobrevivió al caos bélico, y si bien la monarquía zarista fue derrocada, el imperio recibió nueva vida y mantuvo lo esencial, menos Finlandia y parte de Polonia. Tras el ascenso de los bolcheviques al poder en Rusia, en 1917, la utopía que siempre ha corroído al hombre fue entonces la del comunismo.
El experimento, se decía, estaba materializándose en la Rusia soviética, no sin grandes dificultades, que obligaban a esperar por los objetivos centrales de la utopía. El marxismo sólo serviría para que la dirigencia comunista tuviera una teoría que legitimaba su estancia infinita en el poder político. Tras un intento inicial de los "grandes rusos" bolcheviques, de crear un estado unitario absorbiendo a las áreas no rusas del imperio dentro de una federación de repúblicas soviéticas, tuvieron que dar marcha atrás ante las violentas objeciones de los líderes comunistas no rusos.
El "comunismo de guerra" de Lenin, fue el causante de las hambrunas de 1920-1921, con el establecimiento de los campos de concentración y de una economía autoritaria. Así nació la Unión Soviética, como un compromiso para consolidar la dirección comunista en la mayor cantidad de territorio posible. Stalin procedió a forjar el imperio, mediante el uni-partidismo, burlando la constitución federal.
El fracaso de la "revolución permanente" en las zonas industrializados de Europa, única opción teórica para la construcción del comunismo en la atrasada Rusia zarista, provocó una crisis en todo el pensamiento marxista clásico. Lenin y Trotsky se afanaron en la vana esperanza de que el ejemplo de la revolución rusa se desencadenase, en un futuro próximo, en la europea, único factor que podría legitimar el mantenimiento del poder por los bolcheviques en un país sin las requeridas "condiciones objetivas" del modelo marxista. Ya desde 1920, a raíz del X Congreso de la Internacional Comunista, Lenin había elaborado la estrategia de que los militantes en los países coloniales y semi coloniales debían entrar en una alianza táctica con los nacionalistas. Entresacando los últimos balbuceos de Lenin sobre el tema, Trotsky, Zinoviev, Bujarin y Stalin, al no ver cristalizada la revolución mundial espontánea, y necesitados de un soporte teórico que justificase su hegemonía del poder, concluyeron que el derrumbe del capitalismo Occidental no tendría lugar en los centros metropolitanos, sino que sería consecuencia directa de la descomposición del sistema colonial.
En otras palabras, la pérdida al acceso de materias primas vitales y de mercados desencadenaría toda una serie de crisis fatales en los centros rectores del capitalismo mundial. Los polos fabriles, supuestos escenarios del nuevo sistema que irradiaría la periferia atrasada, fueron suplantados por una compleja sociedad pos industrial no reseñada por el marxismo. El socialismo periférico, entonces, recorrería un sangriento y doloroso camino, con vistas a reorientar la herencia de una economía capitalista embrionaria, regulada por la propiedad privada, la oferta y demanda y la indefinición clasista. Es de considerar, además, que las revoluciones marxistas tuvieron como escenario lógico la periferia del sistema internacional del capitalismo. El triunfo de los marxistas tuvo lugar en países poco desarrollados. Y está situación no estaba considerada en los cuadros de la doctrina.
El estalinismo, con su orientación autocrática perpetua y represiva fue presentado como un precio justo a pagar para el logro de Utopía. Así, la libertad del hombre, consagrada por la Revolución Francesa, se suplantó por un orden cuartelario y termitero donde el ciudadano no tenía más derecho que el de trabajar para futuras generaciones.
La URSS tuvo como práctica publicar compendios históricos oficiales con grandes lagunas, e incorporando versiones favorables al grupo gobernante de turno. Así, el papel de figuras decisivas para el bolchevismo como León Trotsky, L. Kamenev, G. Zinoviev, Nicolás Bujarin, Radek, Lunacharsky, etc. prácticamente desapareció de las crónicas oficiales. Hechos como el testamento de Lenin, el asesinato de Kirov en 1934, la ejecución del mariscal Tujachevsky, las purgas de los años 1937 y 1938, que golpeó a los cuadros del Partido, inteligencia y ejército eran justificados y cuando no censurados.
Si bien la revolución de 1917 sacudió en sus cimientos la organización del estado central ruso, la misma no tuvo significación alguna para la periferia colonial no eslava, especialmente las comarcas del Asia Central islamizada. Estos territorios sufrieron nuevamente de intensas levas para el naciente Ejército Rojo bolchevique que dio al traste con las tropas de "rusos blancos" monárquicas y "federaron" los antiguos territorios en la nueva organización soviética. Este esquema no solo fue repetido por los bolcheviques, sino que durante Stalin fue vigorizado, al punto que fueron los ejércitos de las colonias rusas del Oriente, los que en realidad enfrentaron exitosamente los "panzer" de Hitler. Muy recelosos de la lealtad de estas nacionalidades, las divisiones del Asia Central siempre eran desmovilizadas tras el fin de cada conflicto bélico.
En 1929, Stalin ordenó que toda la tierra pasara a propiedad común, y que cualquier oposición que mostrasen los campesinos fuese reprimida. Tuvo lugar una fiera resistencia y en está lucha cerca de 10 millones de campesinos perecieron, como admitió luego el propio Stalin a Churchill. Nicolás Bujarin fue fusilado por órdenes de Stalin como enemigo del pueblo en 1938, por oponerse a los desmanes del estalinismo, a la velocidad y brutalidad de la industrialización y la colectivización agrícola, así como a las purgas y fusilamientos masivos. Sus conceptos contenían tópicos que nunca se experimentaron en ningún estado comunista, como la superioridad de las cooperativas sobre las granjas del estado, el uso de la contabilidad de costos y los mecanismos de mercado.
Muchas figuras rectoras comunistas del COMINTERM, como Palmiro Togliatti, Ho Chi Minh, Mao Tse Tung, Georges Marchais, se involucraron en las purgas sangrientas de Stalin, de sus partidos locales y aplaudieron las ejecuciones de Kamenev, Zinoviev, Bujarin, Piatakov, y otros. Curiosamente, pocos en el Occidente hablaron contra este monstruoso experimento de ingeniería social. Notables intelectuales, como Bernard Shaw, visitaron la Unión Soviética durante esos años y retornaron con historias de alegres campesinos y graneros repletos, de un paraíso en la tierra donde las cadenas del capitalismo se habían roto finalmente.
La Segunda Revolución Industrial, la que dio lugar al mundo moderno, entre 1870 y 1940, tuvo lugar en los Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, los cuales creaban las dos terceras partes de la manufactura mundial. A mediados de la centuria pasada, el despegue industrial no siguió las "leyes del mercado", sino que se dio bajo la regencia de los tecnócratas, como Henry Ford, hábiles en aplicar las nuevas fuerzas tecnológicas. La producción en masa hizo posible las economías a gran escala, el acceso a los bienes por parte de la mayoría; donde la fusión de fábricas atrasadas con otras más avanzadas, reducía los costos. Al irse borrando el abismo entre los niveles de vida y consumo de los productores, se fue desmoronando la visión y la validez de la ideología marxista.
Debido al vertiginoso ascenso tecno industrial desencadenado por la energía atómica, los ordenadores y la carrera espacial, los niveles de consumo de amplios sectores obreros se igualaron a estratos de la creciente clase media, la cual se extendió como una mancha por toda la sociedad. Si bien, en las obras teóricas de los siglos XIX y XX, la llamada pequeña burguesía y la clase media resultaban sectores secundarios, calificados como "grupo", en gran número de países desarrollados, los profesionales, técnicos, estudiantes, burócratas y la clase media capitalista conformaron un bloque común y decisivo, que acrecentó su peso político y económico.
El marxismo, condicionado a su siglo de nacimiento y expresión, no pudo sobreponerse y re-asimilar teóricamente en su totalidad el violento salto tecno industrial del capitalismo. El socialismo sólo demostró ser una vía de retorno hacia el capitalismo. El intervencionismo del estado fue uno de los principales factores que generaron la corrupción política, el crecimiento del gasto público, el aumento de los impuestos directos y, en particular, los que grabaron al capital.
La resultante sería algo distinto a la utopía de los textos, que a la postre sucumbiría al tecno burocratismo de la sociedad pos industrial. El "nudo Gordiano" del marxismo estriba en que la clase media y la "aristocracia obrera" no tienen cabida como clase dentro de una ideología que ve la relación de explotación como una ecuación directa entre capital y trabajo; es decir, como elementos dependientes de las relaciones de propiedad. Si bien los principios del marxismo inspiraron al ejército profesional de revolucionarios para derrocar al sistema capitalista y construir "Utopía", tras su instalación en las riendas de la sociedad, el nuevo orden respondería más a los intereses de un grupo que utilizaría al marxismo para justificar sus pasos totalitarios y encubrir su transformación en una clase explotadora.
Aislada, la Unión Soviética intentó inventar una nueva trayectoria, Durante los 20, se trató vanamente que la revolución se tornara global. Forzada a retroceder hacia sus propias fuerzas, siguió a Stalin en una serie de planes quinquenales que intentaban permitirle ganar el tiempo perdido. Lenin ya había definido ese curso como "Poder soviético más electrificación". La referencia aquí era una nueva revolución industrial, la electricidad, no el carbón y el acero. Pero "la electrificación" (de hecho, principalmente carbón y acero) habría de ganarle la mano al poder de los Soviets, que quedó vacío de contenido.
Esta acumulación centralizada fue, por supuesto, administrada por un estado despótico, sin considerar en esto el populismo social que caracterizaba a sus políticas. Pero hasta entonces ni la unidad alemana ni la modernización japonesa habían sido el trabajo de demócratas. El sistema soviético fue eficiente tanto tiempo como los fines siguieron siendo simples: acelerar la acumulación extensiva (la industrialización del país) y construir una fuerza militar que fuera la primera en ser capaz de enfrentar el reto del adversario capitalista, derrotando a la Alemania nazi y luego poniendo fin al monopolio americano sobre las armas atómicas y los misiles balísticos durante los 60.
La jerarquía soviética, pos estalinista, heredó y desarrolló este enunciado, vital por ser la única "legalidad teórica" para su estancia en los resortes del poder. Ya desde Stalin, la URSS trato de precipitar este proceso contra los imperios coloniales europeos, con su política de apoyo a la revolución China. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Kremlin tomó ventaja de la candidez política del equipo de Franklyn Delano Rooselvelt y la desmovilización militar de Estados Unidos y las incongruencias de la "contención" de Kennan y del "buen ejemplo" moral norteamericano.
Al expandirse hacia el Báltico, los Balcanes y Europa Central, el Kremlin buscaría afanosamente cortar las yugulares coloniales de Europa. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los acuerdos de Yalta dejaron un mundo de posguerra relativamente definido en Europa: el territorio ocupado militarmente por el Ejército Rojo tenía que abrazar el comunismo. Pero, el universo afroasiático quedó abierto a la puja entre las grandes potencias militares. Bajo este síndrome eurocentrista se desarrolló la política exterior de la Unión Soviética y se reforzó el destino final de un mundo supuesto a instaurar el socialismo, obligado por leyes históricas.
Bajo este síndrome euro centrista, los soviéticos desarrollaron su política exterior; así se precipitaron de inmediato hacia China, la Península de Corea, la India, Egipto, Indonesia, Ghana, Guinea, Mali, etc. Las administraciones norteamericanas de posguerra, Truman y Eisenhower, resultaron mediocres respecto a las consideraciones geo estratégicas que presentaban. Occidente sale de la Segunda Guerra Mundial evaluando a los soviéticos solo en el terreno militar ante una confrontación directa, sin una doctrina viable ante la expansión del comunismo en una combinación de propaganda, espionaje, desinformación y "guerra revolucionaria".
La reacción de Occidente, bajo la inspiración de John Foster Dulles, en las regiones extra europeas fue la de establecer alianzas defensivas y pactos de seguridad, "pequeñas OTAN, pero que a la postre probaron su debilidad. Así nacieron la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO), el Pacto de Bagdad para el Medio Oriente, la Organización del Tratado Central (CENTO) y el Pacto de ANZUS que comprendía a Nueva Zelandia y Australia. Pero, la vacilación norteamericana ante la insurrección húngara y su posterior aplastamiento por los tanques soviéticos dejó abierto el camino para mayores presiones procedentes de Moscú.
El Kremlin propicio a Mao Tse Tung una maquinaria bélica que dio al traste con las huestes de Chiang Kai Shek, ante un Occidente paralizado por la "contención" de Washington. Por otro lado, la asistencia militar soviética, en especial la artillería pesada, determinó la victoria militar vietnamita en la batalla de Dien Bien Phu, a lo que siguió una amplia cobertura política y de propaganda internacional que prácticamente obligó a la retirada francesa de Indochina.
LA GEOPOLÍTICA
El término “geopolítica”, que tomó cuerpo en el siglo XIX significa la contienda entre grandes poderes por controlar territorios, recursos, influencia y posiciones geográficas importantes, tales como puertos, canales, sistemas de ríos, oasis. El modelo de análisis de la geopolítica, es el de las relaciones internacionales y por ende, es la fuerza dirigente de la historia y de la política mundial, de la acción de líderes y elites de las grandes potencias.
La geopolítica fue rechazada por los politólogos y académicos a partir de la derrota del nazismo, al considerarse un método de análisis creado para justificar el expansionismo alemán. Los fundamentos de la geo-política como una doctrina independiente fueron establecidos en el siglo XVIII por el barón prusiano Dietrich Heinrich von Bülow en su libro El espíritu del nuevo sistema de guerra, en el cual distinguía entre fronteras territoriales y contornos económicos, fijando una noción diferente de Estado. Von Bulow era un ferviente pan-germanista y promovía la unión de los Estados centrales, incluyendo Holanda, los valles del Mosa y las Ardenas, que suponía imprescindibles para cualquier campaña militar contra Francia, algo que luego Adolf Hitler llevó a cabo.
Las ideas de von Bulow fueron importantes para la elaboración que Kart Ritter luego hizo en su renombrada obra Geografía Comparada en la cual propone por vez primera una consideración global. Las ideas a favor de un imperio colonial se hallan insertas en los textos históricos de Heinrich von Treitskchke, el cual predijo que el destino germano era ser un poder mundial y que este destino sólo podía alcanzarse mediante la guerra, ante la oposición de Gran Bretaña y los límites geográficos que imponía este pequeño planeta,. Otro elemento que daría forma a la nueva ciencia sería El origen de las especies de Charles Darwin, al aplicar el evolucionismo al espacio físico. Asimismo, el geógrafo germano Friedrich Ratzel, desarrolló a fines del XIX, la noción del espacio vital, el lebensraun del Tercer Reich.
Pero la definitiva diferenciación entre la geografía política y la geo-política fue instituida por el sueco Rudolf Kjellen y se extendió a los estados germanos. Pero en la política pan-germánica del canciller Otto von Bismarck no estaba considerado el instaurar un imperio mundial, chocando con las tesis de Kjellen, que proponían obtener la cohesión de un área para asentar un Estado y el consecuente agrandamiento del mismo mediante la colonización o las conquistas. Para Kjellen, Alemania estaba obligada por la geopolítica a desarrollar el militarismo.
Así, en manos de los geógrafos e historiadores alemanes, la geopolítica se aplicó a todos los ámbitos de una sociedad específica, al hacer necesaria una política de imposición y fuerza con vistas a estructurar una economía con finalidades estratégicas. Alemania era vista, por estos teóricos, como una nación cuya necesidad económica trascendía sus fronteras y, por tal, necesitaba de la expansión.
La geoestrategia desató el último impulso de las potencias europeas por hacerse de un imperio colonial ultramarino, haciendo énfasis en avanzar lo más posible aún a costa de otros territorios. Así concebida es natural que la consideración inicial de geo-estrategia provocara las guerras coloniales, y las guerras entre las potencias europeas del siglo XIX y XX.
El inglés sir Halford Mackinder, de Gran Bretaña sostenía que Eurásia era la parte más importante del mundo civilizado, por la concentración de población, recursos, poder industrial, y quien la controlara, por definición dominaba al resto del mundo. Ya para la época, la Inglaterra victoriana, a través de Mackinder, utilizaba la geopolítica para dar sentido a su imperio colonial y defender las "líneas vitales" del imperio. Mackinder expuso su teoría en 1904, en una conferencia que haría época, titulada El eje geográfico de la historia, en la cual abordaba la dinámica de una política mundial, que en la época implicaba un poder marítimo (con bases navales) o un poder terrestre centrado en el Asia Central, que consideraba el eje para Europa, Asia y el África. Para Mackinder, mientras Inglaterra conservase el poderío naval indiscutible e impidiese el acceso del Asia Central a Alemania, su preeminencia estaba asegurada. Por eso era imprescindible imposibilitar una alianza germano-rusa, mediante un semillero de estados tapones en la Europa oriental. De ahí su aseveración de que el control sobre la Europa oriental definía el control del centro-eje territorial, y por tanto del planeta. Lo que llama la atención de la geo-política de Mackinder es su vigencia actual, pues la teoría del eje-continental del Asia Central es aún la premisa del pensamiento militar occidental.
El pensamiento detrás del colonialismo, lo que llevó a la Primera Guerra, al incidente de Fashoda (1898) sobre las fuentes del Nilo, que casi provoca la guerra entre Francia e Inglaterra. El pensamiento dominante de Teddy Roosevelt en la guerra hispano-americana y la ocupación de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y luego Panamá (Warren Zimmermann. First Great Triumph. New York: Farrar, Straus and Giroux, 2002).
La causa principal de la Primera Guerra Mundial fue la lucha por el poder y la hegemonía entre los estados-nación más poderosos de la época. Esta guerra dejó en ruinas a toda Europa y Oriente Medio, mientras que Estados Unidos incrementó su poder como consecuencia de haber llevado el peso principal del esfuerzo bélico. Los países vencedores impusieron muchas cargas políticas, diplomáticas y militares a los vencidos. Fue este factor y los tratados impuestos los factores que incentivaron la Segunda Guerra Mundial. Las naciones vencedoras se cuidaron en establecer condiciones de equilibrio sólidas, capaces de mantener un entorno pacífico.
La geopolítica fue apropiada por Hitler, Mussolini y los japoneses para explicar su expansionismo. El general alemán Karl Haushofer fue quien desarrolló el concepto y los paradigmas de la geopolítica, la cual luego fue adoptada como doctrina de Estado del nazismo y precipitó la Segunda Guerra Mundial. Para Haushofer la búsqueda de la autosuficiencia económica y de civilización, mediante un espacio vital, y la posesión de aquellos recursos y materias primas necesarias para mantener el impulso industrial y social resultarían las paralelas esenciales de una consideración geoestratégica.
Para Haushofer, la “doctrina Monroe” era el epitome de la geopolítica y las teorías de Mackinder, de poder marítimo versus poder territorial, el manual a utilizar por Alemania. La posición de Haushofer era la de impedir la fragmentación estatal de la Europa del Este y por eso abogó por que se concediese la auto-determinación de las comunidades alemanas en esos países. Para Haushofer era imprescindible que Alemania desmontase la federación soviética, para poder controlar el Asia Central en una esfera desde el río Elba hasta el río Amur, puesto que el futuro pertenecía a los “mega-Estados” ya que los Estados nacionales pertenecerían al pasado.
Desde aquella época Haushofer avizoró a los Estados Unidos como el único país fuera de Europa, con los recursos suficientes geopolíticos para lanzarse y lograr el control del "corazón continental" con el desarrollo de un poder marítimo. La visión de Haushofer sobre los Estados Unidos fue compartida por el teórico británico de la geopolítica, Colin Ross, el cual escribió sus impresiones sobre su viaje a Estados Unidos en 1938, apuntando que estaba "predestinada dominar el mundo una vez abrazase la política de fuerza".
Haushofer fue el principal consejero político de Hitler y quien definió las paralelas expansionistas del Tercer Reich, como el pacto germano-soviético y luego la invasión a la Unión Soviética. Tanto Carl von Clausewitz como Edward Spengler, en su momento, consideraron la imposibilidad de conquistar militarmente a Rusia, debido a la vastedad territorial. Esta “estrategia del espacio” había causado la derrota de Napoleón Bonaparte, pero Haushofer pensaba que una campaña fulminante basada en la superioridad tecnológica compensaba la ventaja geográfica de Moscú. Otros, como el doctor nazi Kurt Vowinkel, confiaron en el dominio tecnológico: "la superioridad tecnológica del ejército alemán puede superar fácilmente la vastedad de Rusia". La werchmart no logró dominar el espacio ni imponer su ventaja tecnológica y, al final, fue derrotada por una suma de vastedad geográfica, climatología, la avalancha militar soviética y el apoyo norteamericano hicieron inclinar la balanza al Ejército Rojo.
La guerra hispano-estadounidense de 1898 marca el primer hecho conquistador extra-territorial de Washington. Luego, con su participación en las dos guerras mundiales y las guerras del Golfo y Afganistán se consolida su preeminencia ante un mundo que ha dejado de ser bi-polar tras el derrumbe de la Unión Soviética. La supremacía norteamericana guarda relación con anteriores sistemas imperiales, pero presenta diferencias muy marcadas pues su poder global, sin rivales actuales, se ejerce a través de un sistema cuyo diseño refleja su experiencia política y ética doméstica. La rapidez con que Estados Unidos ha logrado la hegemonía planetaria y la manera que la viene ejerciendo ha transformado al planeta y también ha transformado a la nación norteamericana, sustrayéndola del aislamiento para conceder acceso a su tecnología y mercado al resto de las naciones.
Durante todo un milenio Eurásia ha sido el centro del poder mundial y en la actualidad mantiene su importancia geopolítica en su periferia occidental (Europa) y económico en su región oriental (Asia). Su historia refleja las luchas entre sus potencias regionales que aspiraban a un poder global. Allí están situados, todavía, los estados más activos y dinámicos del planeta, fuera de los Estados Unidos, como Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia, China, Japón.
En el siglo XX el dominio global se conformó en dos estrategias: la de un poder o poderes continentales que dominaran Eurásia, y con ella, al resto del mundo, la aspiración de Alemania y Rusia, con lo cual Estados Unidos quedaría en un papel secundario; noción estratégica que provocó su intervención en la Segunda Guerra. Y la otra se llamó la “contención” pues implicaba mediante la presencia de pactos y bases militares, el control de la periferia de Eurásia, es decir, la OTAN en Europa Occidental, la ASEAN en el Pacífico y el CENTO en el Medio Oriente.
Estados Unidos y la Unión Soviética eran las dos principales potencias mundiales, Europa estaba en ruinas y Oriente Medio era una zona problemática. Con el Plan Marshall, Estados Unidos reforzó su influencia sobre Europa Occidental, y mediante una agresiva política de expansión la Unión Soviética creó su zona de influencia en Europa Oriental. Pero esta competencia fue una situación de equilibrio. Estados Unidos se esforzó en crear la interdependencia económica y cultural entre los países europeos para evitar que ninguno de ellos se desviase unilateralmente de la paz.
Hasta finales de la década ochenta, la tendencia internacional era el enfrentamiento equilibrado entre dos superpotencias militares: la Guerra Fría, cuyos determinantes residieron en el balance de armamentos, la diplomacia y la política. Durante la Guerra Fría, se hablaba de la ideología geopolítica, pero los conflictos que ocurrieron fueron una orientación geopolítica. Estados Unidos tenía que controlar el Medio Oriente y su petróleo: las Doctrina Truman, Doctrina Eisenhower y Doctrina Carter; partes de África por su cobre, cobalto y platino (las guerras de Corea y Vietnam, control de la cuenca del Pacífico, Sud África). Estados Unidos dominaba el extremo asiático y Europa, mientras encontraba competencia en el Golfo Pérsico, el Mar Caspio y el Asia Central, los que contienen el 70% de las reservas petroleras del planeta.
Si bien la geopolítica de Haushofer tuvo y tiene razón en cuanto a cuál era y es el eje territorial a dominar, y la secuencia a conquistar para obtener la supremacía mundial, sin embargo no fue por la invasión militar, sino con el derrumbe del Muro de Berlín, la balcanización de los Balcanes y la implosión de la Unión Soviética que tanto la Europa del Este (en especial Polonia y Ucrania) como el Asia Central se liberaron de la garra del oso moscovita. Como deseaban los geopolíticos del Tercer Reich, la Unión Soviética se desmembró dando paso a un Estado ruso y una pléyade de pequeños Estados independientes, entre ellos Ucrania, pieza geopolítica clave para debilitar a Rusia.
Al perder el control sobre la Europa del Este, se disolvió la contraparte de la bi-polaridad Estados Unidos-Unión Soviética. La campaña de la OTAN contra Yugoslavia permitió ajustar las piezas del nuevo mapa europeo. Los "Estados tapón" se alinearon presurosamente con la OTAN (es decir, con Estados Unidos), que establecía así una nueva frontera, que se extenderá en breve plazo a los Estados bálticos y Ucrania. La caída del último aliado de Rusia, el gobierno de Slobodan Milosevic, devolvió a la devaluada potencia a la situación que existía en 1923, cuando el cordón sanitario impuesto por Occidente.
El equilibrio de la Guerra Fría cambió de estructura y la globalización se convirtió en el concepto del ámbito político internacional, sólo que galvanizado por la celeridad con que circulan los flujos financieros, por las tecnologías de la información gracias a las redes informáticas, y por la interacción política y cultural. Todo ello optimizó los sistemas de producción y la investigación económica, impactando las operaciones empresariales en el planeta que fraccionaron sus operaciones ubicándolas en los lugares más convenientes. Esta nueva dinámica mundial está configurada por los flujos financieros y económicos, las fuentes de energía, la demografía, la migración transcontinental, la geoestrategia, las innovaciones científicas y tecnológicas y las interacciones culturales.
Las guerras de Afganistán y del Golfo le permitieron internarse directamente al Asia Central, implantando bases militares en Georgia, Tayikistán, Azerbaiyán, y conectando el Occidente con el centro de la masa Euroasiática. Se retornaba a la redistribución “wilsoniana” tras la Primera Guerra Mundial, cuando se creó un cordón sanitario que impedía la vinculación militar de Rusia a la Europa occidental, especialmente Alemania. Y esa vez, como vaticinó Treitskchke, Estados Unidos, como potencia marítima, alcanzaba lo que Inglaterra, como potencia marítima, no pudo agenciarse; establecerse en todos los lugares estratégicos del planeta al imponerse territorialmente en la masa Euroasiática.
El escenario pensado por Haushofer, de un mundo sometido a un único súper Estado, se ha esbozado en este principio de siglo. Estados Unidos es un Estado-isla resguardado por dos océanos, una característica que le asemeja -mutatis mutandis- a la Inglaterra imperial, cuya insularidad fue la base material de su conversión en imperio. El aislamiento geográfico sustentó el aislacionismo aún vigente en ciertas capas relevantes. Esta condición de Estado-isla se completa con la inexistencia de rivales continentales.
Tras la evaporación de la Unión Soviética y la guerra en Irak se ha producido un nuevo alineamiento del balance militar, por medio del cual Estados Unidos, desde la administración de Bill Clinton, disminuía su presencia militar en Europa y el Este de Asia, mientras establecía bases en la región Golfo Persa-Caspio-Asia Central. Por esa razón, la guerra contra Irak fue rechazada por China, Rusia y Francia, como por Siria e Irán.
La guerra en Irak ha reconfigurado el panorama geopolítico global, algunas no serán aparentes por muchos años, quizás por décadas. La guerra ciertamente ha alterado las relaciones de Estados Unidos con Europa y el Medio Oriente y revela que el nuevo eje central de la competencia mundial es el área sur central de Eurásia. Para los estrategas, el control del petróleo del Golfo Pérsico, concede el de la economía del mundo, por eso, la guerra de Irak se enmarca en el diseño norteamericano para redibujar el mapa geopolítico de Eurásia frente a la Unión Europea.
El petróleo para el sostenimiento del crecimiento chino se halla en las áreas del Golfo Pérsico y del Mar Caspio. Asimismo, Europa, Japón y Corea del Sur dependen del mismo. En esta región, a su vez, entran en colisión los intereses nacionales de todas las grandes potencias. Rusia y China son potencias en expansión y por eso Estados Unidos quiere evitar se produzca una alianza entre ellos. ([Henry Holt. Resource Wars: The New Landscape of Global Conflict. Metropolitan, 2001.
Es la “doctrina Wolfowitz”, originalmente cocinada en los tanques de pensamiento de la década noventa, articulada en el Pentágono (Defense Planning Guidance 1994-1999 y el National Security Strategy of the United States of America September 2002), de modernización o intervención militar pro-activa a fin de paralizar el ascenso de un competidor. Al transformarse Estados Unidos, desde los finales del siglo XX, en la suprema potencia mundial, y obtener como despojo de la Guerra Fría la preeminencia de los antiguos dominios del Kremlin, ello ha implicado que por vez primera, una potencia no euroasiática se abrogase el papel de árbitro en las relaciones de esa masa continental.
La geopolítica con las guerras del Golfo en el pensamiento tan dispar como el de Dick Cheney y de Zbigniew Brzezinski, ante la emergencia potencial de rivales: Rusia, China, Europa independiente, Japón y la India. El propósito primordial de la política estadounidense es enfrentar las turbulencias regionales esporádicas y dar forma a una comunidad global de largo alcance, evitando que surjan aspirantes al dominio euroasiático que reten su hegemonía.
La primacía global estadounidense es única en su alcance y en su carácter, y refleja su filosofía democrática, la cual busca implementar en aquellos territorios de su interés, como en la periferia occidental de Eurásia. Sin dudas, en la estrategia global norteamericana para Eurásia existen límites para su poder efectivo, y lo único que puede mantener la presencia de Estados Unidos es construir una estructura de cooperación regional que se inserte en los planes globales de “estabilidad y paz mundial”. La principal meta geoestratégica de Estados Unidos en Europa es mantenerla como su aliado natural, debido a poderosos factores comunes como valores y éticas similares, herencia religiosa, política democrática. Para ello está precisado a construir una vinculación que descanse en la conexión franco-alemana para que ese continente pueda funcionar como trampolín para la progresiva expansión de la democracia en el resto de la masa Eurasiática.
Entre las prósperas y laboriosas extremidades Occidental y Oriental de Eurásia, existen agujeros negros peligrosos, como los Balcanes, los conflictos religiosos y étnicos del Cáucaso y Asia Central, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, el de Abjazia y Georgia, las guerras chechenias. La transformación en conflictos internacionales, de las disputas que allí surjan, dependerá de la compleja interacción de los intereses rusos, turcos, iraníes, y chinos, y la capacidad de arbitraje que Estados Unidos pueda ejercer sobre Rusia. Moscú tiene que asimilar como su única verdadera opción geoestratégica a la nueva Europa en proceso de formación y no el “Viejo Continente”.
Es casi imposible la exclusión de Estados Unidos del continente asiático, pues con vistas a consolidar su actual preeminencia global y lanzar una geoestrategia consecuente con tal posición, necesita de una alianza con el Japón y una relación cooperativa con la China continental.
Así, es la consideración geopolítica la que marca las grandes paralelas del acontecer internacional. El acceso a una alta o escasa demografía, el usufructo de recursos minero-energéticos, y la posesión de un elevado desarrollo tecnológico y científico posibilita que la población de ese Estado esté integrado el sistema económico internacional, disfrutando de todas las ventajas que ello concede, en nivel de salud, educación y vida (R. Cifuentes. El ataque global concertado a los recursos naturales. http://www.rcci.net/globalizacion /2002/fg274.htm).
La economía no podía escapar al esquema. La agudización del proteccionismo y la entrega de subsidios y generosos fondos, sobre todo al complejo militar-industrial, hace recordar que la guerra económica se libra también, como decía Arthur Dix, en tiempos de paz, en especial, dominar el petróleo, es decir, la energía. No se puede apuntar que tal consideración esté ausente de las políticas en las actuales potencias mundiales. Así, áreas críticas para el sostenimiento del desarrollo mundial, como el petróleo del Medio Oriente y del Cáucaso resultan objetos de seguridad nacional para muchos estados. Al no existir un acuerdo tácito en cómo utilizar aquellos recursos vitales, son los estados más poderosos e influyentes, militar y tecnológicamente, quienes adquieren el derecho sobre tales recursos y los dominan de manera directa o indirecta. Otros recursos vitales para los niveles de consumo del Primer Mundo, también adquieren la categoría de “estratégicos”.
Ya para los inicios de la Guerra Fría, uno de los geopolíticos más descollantes del siglo XX, el norteamericano George Kennan expresaba lo siguiente: “Tenemos que proteger nuestros recursos, los de Estados Unidos, el hecho de que estén en otros países es un accidente”. Algo que no difería en su esencia con los postulados de las alemanias del Káiser y del Führer y que, en el caso de Estados Unidos sólo venía a coronar lo expresado a inicios del siglo XIX por Monroe. Su tesis se complementó con las famosas “doctrina Truman”, “doctrina Dulles” y “doctrina Eisenhower” las cuales establecieron: “71 complejos militares en todo el mundo y 800 bases aéreas, navales y de infantería, puestos de vigilancia, espionaje, comunicaciones y depósitos de armas repartidos en 130 países” (Maldonado C., Adolfo (2005). América se escribe con sangre. IPHC, Frente Nacional por la Salud de los Pueblos del Ecuador, II Asamblea Mundial de la Salud de los Pueblos. pp. 43).
Estados Unidos es la principal potencia mundial y su cultura (cinematografía, mercadotecnia, consumismo, cultura de masas, etcétera) ha sido la hegemónica del planeta desde hace varias décadas, y todo indica que mantendrá este lugar por lo menos hasta 2025. No es sólo el factor militar y su decisivo poder geo-estratégico lo que le concede tal rango, la mayoría de empresas transnacionales son norteamericanas y los flujos financieros y económicos internacionales se dirigen desde su territorio. Pero el hecho de resultar el país con mayor caudal de capital financiero, ello se complementa con su “capital social”, ejemplificado en la extensión de su educación universitaria y sus redes de investigaciones que la hacen el líder mundial en los ámbitos científico y tecnológico.
En ciertas áreas del Medio Oriente, Asia Central y América Latina se corresponden las reservas energéticas y de gas con la presencia de bases militares norteamericanas, las cuales, además, cumplen funciones de protección ante la insurgencia guerrillera y, actualmente, el terrorismo y el entrenamiento de ejércitos locales (Diario La Jornada México, 23/09/2003). Muchos consideran que tal relación es una arquitectura geopolítica para hegemonizar, mediante el control militar, los recursos vitales al desarrollo y alto nivel de vida. No es menos cierto que el negociador norteamericano del TLC para la región, Robert B. Zoellik expresó en 2003 que el TLC con los países Andinos representaba “serviría como complemento natural al Plan Colombia” (Menéndez Quintero, Marina. Mapas de la hegemonía norteamericana en América Latina. http://www.alcaabajo.cu/).
Protegido por dos océanos y por un cordón territorial incluido en sus planes de auto-defensa (México, Canadá y Cuba) y con una proyección internacional casi similar a la insularidad imperial de Inglaterra, Estados Unidos aún debate en su interior su definición en el planeta, y esta ambivalencia se refleja en acciones incompletas, tendencias proteccionistas. Sin embargo, la preservación de los niveles de consumo y vida de los polos industrializados del planeta requieren la protección de las fuentes energéticas, tarea que se halla en la agenda la OTAN, del NORTH-COM, el SOUTH-COM, el CENT-COM y las fuerzas aéreo-navales del Pacífico.
La guerra preventiva, la doctrina estratégica de las fuerzas militares norteamericanas, no es una consideración novedosa, sino que se halla desarrollada en los postulados de la geo-política del siglo XIX e inicios del XX. Asimismo, la modernización y adaptación de las fuerzas armadas para afrontar los conflictos asimétricos fue también esbozado por Rudolf Kjellen para que Alemania, con su superioridad tecnológica, conquistase la potestad mundial.
Como sucede a menudo, es necesario retornar a las fuentes clásicas, y en el caso del tablero político que se desarrolla en esta primera parte del siglo XXI, es inevitable revisar a los teóricos que fundamentaron la geo-política, para acaso admitir que un Haushofer no estuvo muy errado al considerar que la tendencia era al dominio del planeta por un super-Estado y que el candidato más corpóreo (¿destino manifiesto?) no era la Inglaterra victoriana, Rusia o Alemania, sino los Estados Unidos.
China, Japón, Europa y Rusia son los principales competidores de Estados Unidos en esta nueva reorganización del poder político y económico mundial. Asimismo, un segundo grupo en el cual figuran Turquía, Brasil, India, Israel y Corea comienzan a dibujarse como fuertes actores regionales.
Japón es el segundo poder económico y tecnológico del planeta. Su tecnología productiva y su importante capital social mostró su excelencia en la década ochenta. Japón dispone de los elementos para contra-balancear a China, e incluso para retar a Estados Unidos. Su dilema histórico es que no dispone de petróleo, factor que lo llevó a su expansión asiática en la década treinta y cuarenta, detenida abruptamente por Estados Unidos.
La emergencia de China como poder es la primera resultante de la globalización. Su principal recurso, al igual que la India, proviene del “efecto volumen” de su población. Se estima que su verdadero PIB (en términos de paridad del poder adquisitivo) asciende a 5,7 billones de dólares, aproximadamente la mitad del norteamericano. En la actualidad China busca adquirir la categoría de potencia militar de primer orden y se esfuerza por transformarse en una potencia espacial. El país se ha beneficiado de sus ciudadanos egresados de universidades norteamericanas. Cada vez más el país depende de los recursos energéticos exteriores. Pese a disponer de una rica cultura tradicional, que la escuda frente a la expansión de Estados Unidos, le será difícil imponer la suya en el resto del mundo. Asimismo, las desigualdades económicas le generan graves problemas sociales.
Al igual que China, la India con su “efecto volumen” puede convertirse en la nación más poblada del planeta en cuatro ó cinco décadas. Son conocidos sus recursos humanos científicos y académicos, así como los espectaculares avances científicos y tecnológicos logrados en años recientes. La alianza con la India se ha convertido en un objetivo norteamericano para contra-balancear la futura China.
Pese al desvanecimiento de la Unión Soviética, aún no todo está dicho en el duelo Moscú-Washington. La franja de la Europa del Este así como el Cáucaso y el Asia Central se hallan extremadamente imbricadas económicamente a Rusia. Rusia, con sus yacimientos energéticos y su arsenal nuclear puede aprovechar su inmejorable posición geoestratégica ante los Estados Unidos.
Los países europeos ejercieron la hegemonía mundial a partir del descubrimiento de América, y compartían con Rusia y el Imperio otomano la dinámica mundial. Esta civilización europea, por cuatro siglos desarrolló casi todas las áreas de la civilización y las ciencias. Relegadas a potencias de segundo orden tras la Segunda Guerra Mundial, la lenta asociación que desde ese momento se estableció se ha desarrollado lentamente pero con éxito. La Unión Europea puede calificar como la segunda potencia mundial después de Estados Unidos, pero no se vislumbra la fórmula por la cual pueda alcanzar y sobrepasar a Estados Unidos en poder militar, tecnológico, científico, económico y geoestratégico. Europa presenta graves problemas con la calidad de su educación, con la investigación científica y tecnológica. Su grave crisis demográfica, con una insuficiente población joven, es un impedimento para crear el necesario capital social para la dinámica mundial futura. La desventaja de su poder militar se evidenció en la crisis yugoslava y en las guerras del Golfo. Asimismo, su desventajosa posición geoestratégica y su dependencia energética de Rusia y del Medio Oriente, se hace notar en su poca influencia en la diplomacia mundial. Aún los estados componentes de la Unión Europea no han roto con su individualismo nacional y se resisten a la integración económica total.
La historia, sin embargo, guarda lecciones imborrables, a partir de los primeros super-Estados que conoció la civilización (Persia, Macedonia, Cartago, Roma, Ghengis Kan, Bizancio, los califatos, España, Inglaterra, Francia) y ellas son que junto a la expansión de la supremacía y el dominio se halla la obligación de hacer uso repetidamente de la fuerza so pena de naufragar. Sólo que en el caso norteamericano su destino hegemónico planetario aún no ha sido asimilado del todo por su nación.
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