cubanalisis
Dr. Eugenio Yáñez
Para Fidel Castro el no mencionar los problemas existentes bastaba para considerar que no existían, pero su hermano, el llamado general-presidente, prefiere mencionarlos para alertar sobre ellos, a la vez que plantea lo que él considera son las vías para posibles soluciones.
Lo cual no significa que comiencen a solucionarse ni mucho menos, pero al menos hace públicos los problemas. O más bien los hace oficiales, porque públicos lo son desde hace mucho tiempo, ya que todo el mundo en Cuba -con excepción de la prensa oficial, para la que no existen ni los menciona si no recibe la orden de reconocerlos- los sufre y los conoce.
Así ha sucedido con muchos temas, como el de la extensión del marabú por todo el país, la promesa del vaso de leche para cada cubano, la declaración de la producción de alimentos como asunto de seguridad nacional, la construcción de viviendas, la lucha contra la corrupción, la pérdida de valores cívicos y morales entre la población, la necesidad de sustituir importaciones, la desorganización de la economía, la caída de la productividad del trabajo, la presencia de la doble moneda, y con todo lo que obstaculice su visión de un “socialismo posible en las condiciones de Cuba”.
El problema más reciente mencionado por el dictador en su discurso del primero de enero tiene que ver con el abismo existente entre los cubanos más jóvenes y la generación de quienes iniciaron la revolución, que es llamada la de “los históricos”. Tan preocupante es la situación para el régimen, que Raúl Castro utilizó las palabras “reto” y “desafío” cuando abordó el tema. Es de imaginar que lo que leyó en el parte operativo y en el informe de la situación operativa para fines del año 2013 no era nada tranquilizador.
Tratando de suavizar el impacto que podrían provocar sus alarmantes palabras, Raúl Castro no utilizó la palabra “abismo”, o ni siquiera “brecha”, y prefirió andarse entre eufemismos y frases edulcoradas para referirse a lo que puede ser el problema más grave que tiene que enfrentar el régimen en muchos años: que las nuevas generaciones no son motivadas por la “épica revolucionaria” y las “leyendas heroicas” que le quieren vender los dirigentes perpetuos, y no están dispuestas ni a creerles, ni a obedecerles, ni a seguirles.
Sin embargo, en una conducta de autismo político incomparable, o tal vez por motivo de una preocupación más profunda que la habitual, el orador demostró hasta dónde se puede despistar un gobierno tiránico y su liderazgo al tratar de analizar los problemas que debe enfrentar, al pretender ubicar las causas de ese abismo generacional, que no se limita solamente a los más jóvenes del país, no en el categórico fracaso político, económico y social del régimen, y en la absoluta falta de oportunidades, opciones y futuro para las nuevas generaciones, sino en factores externos, y naturalmente malvados, que estarían actuando en contra de “la revolución”.
Por ese camino de siempre de seguir achacando las culpas del fracaso a factores ajenos y a la vez incontrolables, se quiere ocultar el evidente fracaso del supuesto socialismo marxista y martiano cuya último slogan ahora es pretender crear un país próspero y sostenible, pero que sin embargo no avanza más allá de promesas vacías, y de utópicas consignas propagandizadas de forma machacante.
El mismo Raúl Castro dijo, por ejemplo, que tras catorce meses del paso del huracán Sandy por las provincias orientales, que afectó a 171,380 viviendas según cifras oficiales, solamente se ha reparado el 50% de las mismas. De manera que todavía quedarían más de 85,000 viviendas pendientes de reparación, con sus residentes viviendo en condiciones muy difíciles, riesgosas o paupérrimas, y en el mejor de los casos habiendo resuelto como hayan podido las situaciones más apremiantes.
Sin embargo, al referirse a las causas del descontento y las frustraciones de la población, tanto de jóvenes como de adultos y personas de la tercera edad, Raúl Castro se saca de debajo de la manga, una vez más, las consabidas justificaciones, e “identifica” como culpable a
“la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”.
Lenguaje no solamente de la guerra fría, sino también del siglo 20, refiriéndose a unos centros del poder global que no queda claro si los quiere ubicar en Washington, Berlín o Bruselas, pero que también, con esa lógica, podrían estar en Pekín, Moscú o Tokio, o en Brasilia, Teherán, o Nueva Delhi, porque, al fin y al cabo, en estos momentos ya se trata de un mundo cada vez más multipolar.
Y como ya ha sucedido en discursos anteriores, donde se la han escapado ideas que Fidel Castro protegía mejor, Raúl Castro deja ver que le preocupan demasiado fantasmas y temores de la mal llamada “primavera árabe”, y los derrumbes estruendosos e ignominiosos finales de quienes hasta entonces fueran hombres fuertes en esas naciones, como el libio Muammar Khadafi (asesinado por la población en una alcantarilla en Trípoli), el egipcio Hosni Mubarak (encarcelado), o el tunecino Ben Alí (exiliado):
“En nuestro caso, como sucede en varias regiones del mundo, se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral”.
De nuevo el lenguaje anacrónico y desfasado del comunismo decadente y derrotado, haciendo referencia a supuestas “plataformas”, como si el tan atacado neoliberalismo y otras corrientes del pensamiento económico se gestaran en la oscuridad de los cuarteles del Pentágono o la CIA, y la economía de mercado no hubiera demostrado, que no existe tal “crisis general del sistema capitalista” y que ese régimen económico-social en todas partes y en todo momento, es infinitamente más efectivo, y también mucho más justo al final del día, que los engendros del “socialismo real” capaz de crear aberraciones como la Cambodia del Khmer Rojo o la Corea de la dinastía Kim.
¿Y cuáles son “las esencias mismas de la Revolución Socialista” contra las que actuaría el “enemigo”. ¿Acaso contra la libreta de abastecimientos, las movilizaciones masivas en el Cordón de La Habana y la Zafra de los Diez Millones, o los Comités de Defensa de la Revolución? ¿Contra la Batalla de ideas, las Milicias de Tropas Territoriales y el hundimiento del remolcador “13 de Marzo”? ¿Tal vez contra el período especial, el marabú, la moringa y la malanga isleña? ¿Atacará la revolución energética, la claria y el picadillo de soya? ¿O acaso impedirá los cuerpos expedicionarios en África y la subversión en el Tercer Mundo?
Nos quiere hacer creer el llamado general-presidente que unos supuestos centros del poder global manipulan premeditadamente la historia y esa malvada manipulación se encamina a menoscabar los valores, la identidad y la cultura nacionales, a la vez que favorece el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral.
¿En quiénes estaría pensando cuando dijo esas últimas palabras? ¿En su hija Mariela Castro Espín, que muestra admiración por la organización y los beneficios sociales de las prostitutas holandesas; en su sobrino el médico Antonio Castro Soto del Valle, ganador de torneos de golf en un país donde los cubanos de a pie tienen que vivir con salarios miserables; en su yerno Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, director de GAESA y administrador de los fondos que obtienen las FAR con sus negocios lícitos y monopólicos y con los no tan limpios; o en su nieta que viaja al extranjero con su novio cargada de vestidos, carteras y zapatos de marca, y cuidada por “segurosos”, como si fuera una “celebrity”, cuando no es más que la nieta de un decadente dictador?
Pero como los privilegios de su parentela no los divulga la prensa oficial, Raúl Castro cree que puede engañar a los jóvenes cubanos con advertencias sobre las clases dominantes en otros países:
“En resumen, se afanan engañosamente en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social, como si esos preceptos no representaran cabalmente los intereses de la clase dominante en el mundo capitalista”.
Si el dictador cubano y su aparato de (des)información política y propaganda fueran un poco más cultos y estuvieran mejor informados, o escucharan a los que lo están, sabrían que ya desde hace varios años estamos en el siglo 21 y hace muchos más en la era de la información, no en la industrial, y que desde la caída del Muro de Berlín y el fracaso absoluto de la estafa del “socialismo real” las “ideologías y conciencia social” no son la cantaleta que pretenden dictar desde La Habana, Caracas o La Paz para un mundo que funciona con computadoras personales, Internet, memorias flash y teléfonos inteligentes, sino algo mucho más práctico y real, expresado en las libertades personales, el Estado de derecho y el nivel de vida y oportunidades, no en citas de Marx, Lenin o Fidel Castro.
Además, conceptos como “clase dominante” y “mundo capitalista” no son interpretados actualmente en ningún lugar serio de la misma manera en que se hacía en los mediocres manuales soviéticos de economía política que alguna vez quizás hojeó el general, porque no parece que los haya leído.
Y la llamada clase media, esa que él mismo y su hermano no dejan existir en Cuba bajo ninguna circunstancia, tiene un papel cada vez más importante y determinante en la realidad económica contemporánea mundial, donde los “capitalistas” son millones y millones de trabajadores, accionistas propietarios de la mayor cantidad de acciones de muchas de las grandes compañías, y donde la llamada “acumulación originaria” tan manoseada y poco entendida en el capítulo 23 de “El Capital” de Karl Marx, que se sigue enseñando en las escuelas del partido comunista en Cuba y en la que siguen creyendo los cavernícolas de la izquierda carnicera en todo el mundo, cada vez tiene menos que ver con la creación y crecimiento vertiginoso de empresas en todo el mundo, cuando lo que determina el éxito es el conocimiento, el talento y la creatividad.
Y quienes duden de la caducidad de las ideas marxistas sobre la acumulación originaria, que podrían tal vez haber sido muy válidas en la era industrial, pero que hoy no son más que esquematismos, dogmas, cantinelas o boberías, es recomendable que traten de entender que aunque Exxon-Mobil, Shell, Ford, IBM o WalMart siguen siendo colosos planetarios, los evidentes ejemplos de Microsoft, Google, Yahoo, Facebook, Amazon, E-bay, Apple, o Twitter demuestran que el conocimiento también crea respetables colosos que más tarde o más temprano terminarán superando a los mega-negocios de antaño que requieren ingentes cantidades de inversiones iniciales, como son las petroleras, las productoras de automóviles o las empresas de telecomunicaciones.
Además, eso que desde La Habana llaman de manera tan ignorante y despectiva “mundo capitalista” es prácticamente todo el mundo conocido y recorrido de un extremo al otro, con las muy bochornosas, lamentables y fatídicas excepciones de los felicísimos paraísos revolucionarios y “mares de la felicidad” de Cuba y Corea del Norte.
Como aceptar la evidente realidad de lo que está sucediendo en el planeta no les es conveniente, los mediocres fundadores del régimen cubano se siguen aferrando con enfoque fundamentalista a leyendas del enemigo externo de maldad intrínseca, integrado por personajes tan malos, malísimos, que el mundo contemporáneo parecería una mala película cubana como “El hombre de Maisinicú” o “Patty-Candela”:
El discurso por el 55 aniversario incluye este párrafo:
“Con ello pretenden, además, inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, todo ello con el marcado fin de desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba”.
Pero hay que decir que la “ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones” no necesita hacerla alguien, pues ha sido precisamente esa “dirección histórica” la que nunca se ha preocupado por las opiniones, criterios y anhelos de esas nuevas generaciones. Para comprobarlo, bastaría con leer en el otro artículo que publicamos en esta misma edición en El Think-Tank, titulado “Viva nuestro pueblo heroico”, que ha sido escrito dentro de Cuba, donde aparecen las opiniones de otras generaciones de cubanos que ya van llegando a la edad del retiro laboral y que saben que no tienen nada que esperar de “la revolución”, porque “no vinimos en el Granma ni estuvimos en la Sierra ni somos familia de alguno de ellos”.
Por otra parte, ninguna persona en ningún país debería tener algún interés en desmantelar “el socialismo en Cuba”, si se tiene en cuenta, primero, que en Cuba nunca ha existido socialismo, sino todo lo más un caudillismo tercermundista y rural, identificado primero como revolución, posteriormente por castrismo, y actualmente, aunque muchos no se hayan enterado todavía, como neocastrismo, cada etapa con sus características distintivas y sus peculiaridades, pero nunca siendo nada parecido al “socialismo” proclamado por Marx, Engels y Lenin.
Y, además, porque las dos únicas personas que más se han empeñado durante años en desmantelar ese remedo de socialismo tropical a lo cubano conocido como “la revolución cubana” han sido precisamente los hermanos Fidel y Raúl Castro, que por mantenerse aferrados al poder y disfrutar eternamente de sus mieles, han ido desde la batalla de ideas, la “rectificación de errores” o la así llamada y funesta ofensiva revolucionaria hasta entregar escandalosamente la soberanía nacional a la Unión Soviética durante más de treinta años, o a capitales españoles y brasileños después de la debacle comunista, y tras pelear guerras africanas al servicio del comunismo internacional y vivir continuamente denigrando al “imperialismo”, ahora llaman a gritos a los inversores extranjeros a correr hacia un país cuya población subsiste, en buenas parte, gracias a las remesas y envíos de los exiliados que durante muchos años fueron llamados “gusanos” y “escoria”, ya que “la revolución”, a pesar de las promesas y la demagogia, es incapaz de garantizar un nivel de vida decoroso a los trabajadores.
Por eso el lenguaje de Raúl Castro es simplemente patético, y el léxico que ahora utiliza el dictador, aunque es parecido al que empleaba su hermano, no logra evitar que revelen el temor y la alarma. Es que no tiene más remedio que reconocer el rotundo fracaso del partido comunista y su membresía, que a pesar de festinadamente regalarse a sí mismo y sin tener en cuenta la opinión de los cubanos los títulos de “vanguardia de los trabajadores” y de “rector” de la sociedad y la nación, no es capaz de lograr ni siquiera los objetivos más elementales planteados por la camarilla dirigente, como se observa en esta parte del discurso:
“En las presentes circunstancias, el desafío se hace mayor y estamos seguros de que con el concurso de las fuerzas de que dispone la Revolución saldremos victoriosos en este decisivo campo de batalla, haciendo realidad los objetivos que en la esfera ideológica aprobó la Primera Conferencia Nacional del Partido hace dos años, dirección en la que no se ha avanzado lo necesario”.
Entonces, con el partido cancaneando y la gerontocracia “histórica” acercándose cada vez más a su inevitable final biológico, la cúpula gobernante, como toda burocracia en el poder, se siente obligada a inventarse conceptos y principios que sean presentados como la única alternativa posible para que la nación pueda subsistir, cuando en realidad quienes necesitan subsistir son ellos mismos. Coartadas que justifiquen su parasitaria existencia, y puedan ser utilizadas como patente de corso “teórica” para cualquier barbaridad que surja de las mentes calenturientas ya sea de los más abyectos asesores de Punto Cero y La Rinconada, o incluso del mismísimo, decadente y ya incoherente Máximo Líder, o aun incluso hasta del Mínimo Líder, siempre tan escaso de iniciativas útiles para el país, como ya ha demostrado durante más de siete años dirigiendo el manicomio. Prueba de ello es la imposible tarea que ahora prioriza:
“Los empeños de diseminar ideas que niegan la vitalidad de los conceptos marxistas, leninistas y martianos, deberán contrarrestarse, entre otros medios, con una creativa conceptualización teórica del socialismo posible en las condiciones de Cuba, como única alternativa de igualdad y justicia para todos”.
¿Cómo se puede hablar ahora de conceptualizar “el socialismo posible”, cuando ya hay aprobados Lineamientos de Política Económica y Social a largo plazo? ¿Es que acaso se acepta el fracaso de lo que se ha hecho en estos últimos siete años¨?
Son precisamente las reafirmaciones de absoluta confianza y seguridad en el porvenir las que mejor reflejan el temor de la camarilla gobernante y su decadente liderazgo, y que a pesar de lo que griten y proclamen cada vez es más difícil de ocultar:
“Las nuevas generaciones de dirigentes, que paulatina y ordenadamente van asumiendo las principales responsabilidades en la dirección de la nación, nunca podrán olvidar que esta es la Revolución Socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes, premisa imprescindible y antídoto efectivo para no caer bajo el influjo de los cantos de sirena del enemigo, que no renunciará al objetivo de distanciarlas de nuestro pueblo, en el propósito de socavar su unidad con el Partido Comunista, único heredero legítimo del legado y la autoridad del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, el compañero Fidel Castro Ruz”.
Ningún enemigo necesita intentar que los humildes se distancien de la elitista dirigencia revolucionaria, cuando es el propio régimen quien se distancia continuamente de los cubanos de a pie. Sin ir más lejos, hace pocos días, las Damas de Blanco y grupos opositores, con grandes dificultades y esfuerzos, prepararon juguetes y golosinas para realizar una fiesta por el Día de Los Reyes Magos con los hijos de prisioneros políticos cubanos, pero los aparatos represivos de la dictadura detuvieron a los opositores y confiscaron los juguetes y golosinas que les serían distribuidas a los niños. A pesar de la represión y el saqueo de juguetes y golosinas, las Damas de Blanco hicieron la fiesta con los niños. Sin embargo, es completamente lógico que tiene que haber distanciamiento entre los cubanos y la dictadura, cuando los opositores quieren alegrar un rato a los niños por la fiesta del Día de Los Reyes Magos, y al régimen lo mejor que se le ocurre para enfrentar esa idea y evitar que se realice es comportarse como Herodes.
Aunque Raúl Castro, naturalmente, no lo mencionó, ni nadie de la alta dirigencia se atreverá a hacerlo público posteriormente, el profundo temor a ese “desafío mayor” que constituyen el claro desmoronamiento de la ideología “revolucionaria”, junto a la crisis estructural absoluta de la economía nacional, el desprestigio y fracaso del liderazgo histórico y de la “vanguardia” partidista, la falta de ideas y programas realistas y modernos para un gobierno en el siglo 21 y en el hemisferio occidental, y la brecha cada vez mayor entre los intereses, aspiraciones y objetivos de toda la población cubana, incluyendo jóvenes, adultos, no tan jóvenes y ancianos, con los espurios intereses, aspiraciones y objetivos de “los dirigentes”, lo único que puede augurar para este 2014 que acaba de comenzar será mucha más propaganda vacía, promesas falsas, autismo político y, consiguientemente, más represión, golpizas y encarcelamientos, y más falta de futuro para los cubanos.
Lo aseguró Raúl Castro en su lenguaje “revolucionario”, eufemístico y tramposo, que como todos sabemos, no es claro ni directo, aunque parezca lo contrario, y que siempre identifica al cacique castrista con el “pueblo”, la palabra más socorrida por la dictadura cubana, que además de dictadura totalitaria también es populista y demagoga, y que ya ha cumplido 55 años en estos días sin dar muestras de pretender cambiar la esencia de su desprecio por ese pueblo que invoca.
Quien lo dude, en vez de marearse con las declaraciones de tantísimos “expertos” y “cubanólogos” que pululan en la prensa latinoamericana y europea y en la televisión y radio de Miami hablando de lo que no saben, podría repasar las listas de precios oficiales que han sido publicadas por el régimen para la venta “liberada” de automóviles a la población, donde la mayoría de los carros se ofrecen a precios superiores a los cien mil pesos convertibles cubanos, es decir, más o menos cien mil dólares, y los más caros alcanzan hasta un cuarto de millón de dólares y un poco más.
Pero que nadie se engañe, porque aunque en la Isla a partir del día 3 de enero del 2014 se vendan los carros más caros del mundo, no se trata de Ferraris, Lamborghinis, Ashton Martin, Bugatti Veyrons o Roll Royces, sino de Peugots, Hyundays o Renaults, y muchos de ellos de uso y con un kilometraje pavoroso, después de haber estado por años al uso y servicio de los “cuadros” de la nomenklatura, del turismo o como taxis. ¿Quién va a pagar en Cuba diez veces lo que valen en Miami esos autos y con lo que se puede comprar una casita en Hialeah? Y todo eso en un país donde el salario promedio no sobrepasa los 21 dólares mensuales ni se vende a crédito.
Por eso no debe haber sorpresas con las palabras finales de Raúl Castro en su discurso del primero de enero del 2014 en Santiago de Cuba, donde, retórica y eufemismos aparte, simplemente avisa y amenaza claramente con más de lo mismo, y que “Cubanálisis” reproduce íntegramente en la sección “Castrismo”. El que no lo entienda es porque no lo desea entender, que hay de todo en la viña del Señor:
En este sentido, vale la pena recordar la relevancia que tiene continuar perfeccionando constantemente el principio de consultar de manera directa con la población las decisiones vitales para el desarrollo de la sociedad, como quedó demostrado durante el proceso previo a la aprobación del nuevo Código de Trabajo por nuestra Asamblea Nacional, al igual que en su momento se hizo con el proyecto de los Lineamientos de la Política Económica y Social, los que luego de su amplio y democrático examen popular fueron aprobados por el Sexto Congreso del Partido y refrendados posteriormente en nuestro Parlamento, ante el cual se rinde cuenta dos veces al año acerca de su implementación y de similar manera se procede en el seno del Gobierno y del Partido.
Con este método se podrá garantizar que el programa de la Revolución se actualice cada cinco años, para que siempre responda a los verdaderos intereses del pueblo en los asuntos fundamentales de la sociedad y corregir oportunamente cualquier error. Así se asegurará también el permanente perfeccionamiento y profundización de nuestra democracia socialista. “Estrechamente vinculada con estos conceptos de alcance estratégico, verdaderamente estratégico para el presente y el futuro de la Patria, está la frase pronunciada por Fidel aquí, casi a esta misma hora, desde ese balcón exactamente, hace hoy 55 años, con la que, por su eterna vigencia deseo concluir mis palabras, cito: "La Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en absoluto, sino con el pueblo, que es al único que le debe sus victorias".
Cincuenta y cinco años después, en el propio lugar, podemos repetir con orgullo: ¡La Revolución sigue igual, sin compromisos con nadie en absoluto, solo con el pueblo!”
Triste y lúgubre futuro el que planifica la dictadura cubana para nuestra nación en el post-castrismo. “Compromisos con nadie en absoluto, solo con el pueblo”. Es decir, con ellos mismos y sus herederos, porque ellos se consideran a sí mismos, sin que nadie les haya otorgado ese derecho, ser la patria, la revolución, la nación, el socialismo y el pueblo.
De todos los cubanos dentro y fuera del país dependerá que este patético y macabro plan neocastrista, como todos los planes de “la revolución” durante más de medio siglo, no se materialice, y que pueda amanecer algún día en Cuba donde se pueda disfrutar finalmente de una patria sin caudillos, ni tiranos, ni demagogos, ni “revolucionarios”.
Donde valga la pena que cualquier cubano pueda vivir decorosamente y pueda prosperar trabajando responsable y honestamente, sin tener que necesitar de las “aprobaciones” del partido comunista o las palmaditas en la espalda de los “dirigentes”.
Lo que nunca podrán garantizar ni el castrismo, ni el neocastrismo, ni el post-castrismo dictatorial.