Laura Pollán con niños un Día de Reyes |
Entraron a la casa como quien sabe de antemano lo que anda buscando. Querían operar al mismo tiempo en la planta baja y en la barbacoa. Llevaban una cizalla. Con ella rompieron la aldaba del candado en la puerta de la habitación, donde se guardaban los juguetes.
Se lo llevaron todo: 160 bolsas de juguetes etiquetados con nombres de niños; toda la comida que encontraron (incluso la que se guardaba en el refrigerador para preparar ensalada fría: perros calientes, spaghettis, mayonesa, pollo, piñas, manzanas); una piñata llena de caramelos y chambelonas; 2 laptop, 3 impresoras domésticas, ropa de niños, ropa de mujer -incluyendo las que usó Laura Pollán-, cuadros pintados por amigos, rosarios, 57 sillas que utlizaban las Damas para celebrar el té literario; y otras cosas tan menudas, y por eso mismo tan importantes, que solo podían ser de interés familiar: recuerdos, símbolos.
El registro no duró más de 15 minutos; todo lo que cogieron, se lo llevaron. A Maseda lo trasladaron, detenido, a la que antes fue la Estación policial de Picota y Paula. Dentro, pudo notar que aquello había sido remodelado y convertido en una especie de Centro de Instrucción, como 100 y Aldabó.
Lo mantuvieron sentado en una silla, mientras ellos clasificaban y contaban todo lo que se habían llevado. A la 1 de la tarde, lo liberaron.
Mientras caminaba hasta la sede, a las 9 y 15 de la mañana de ese mismo día, Laura Labrada Pollán no sabía lo que había ocurrido. A solo tres cuadras de la casa, frenó estrepitosamente un carro de la Seguridad del Estado, del que se bajó un hombre muy gordo de ojos claros que no se identificó: -Laura, no puedes continuar, estás detenida-, dijo. Del carro se bajaron además dos oficiales vestidas de verde olivo.
El procedimiento que aplica la Seguridad del Estado a los detenidos comienza por el tuteo. La clave está en considerar el primer paso para conseguir la dominación total de un ser humano: suprimir su personalidad jurídica. Enfrentada como otras veces a una detención arbitraria, Laurita -como conocen sus amigos a la hija de Laura Pollán- no preguntó adónde la llevaban. Después de muchas vueltas, el carro se detuvo. La hicieron bajar y caminar por un pasillo, subir dos pisos por las escaleras y llegar a una oficina. Allí le comunicaron que estaba en 100 y Aldabó.
Laurita comprendió la magnitud de lo que estaba pasando cuando leyó la lista de artículos confiscados, en un documento redactado en unos términos que, pensó, valdría la pena reproducir, pero del que lamentablemente no pudo obtener copia. El oficial que llevó el documento se presentó como “Reinier”. Le dijo que en Neptuno 963, a las 5 y 10 de la mañana, se había efectuado un registro y habían confiscado todo, que no había fiesta, por “ser contrarrevolucionaria”, en sus palabras.
Del documento, Laurita recuerda frases al estilo de “los niños cubanos no necesitan los juguetes de contrarrevolucionarios”. Repetida hasta la náusea la justificación ideológica para todos los estériles sacrificios sociales a favor del Estado parásito: los juguetes carísimos, que envejecen en las vidrieras por los precios tan desfasados, son culpa de: “el bloqueo”.
Las Damas de Blanco se las ingeniaron para hacer a los niños una fiesta como estaba programado, donde recibieran mucho amor, aunque les faltaran los juguetes. Algunos padres de las casas vecinas se ofrecieron para ir a buscar algunas confituras. El cake, que había sido encargado con muchísima antelación, no pudo salir del horno porque, según el repostero, que paga su licencia de trabajador por cuenta propia, a última hora no hubo gas.
Bertha Soler con los niños |
Chanel tiene seis años. Sus padres están presos; su abuela es Dama de Blanco. Cuando supo que “un ladrón” se llevó los regalos que habían dejado los Reyes Magos, rompió a llorar. Como ella, más de 150 niños se quedaron con las manos vacías después de haber alimentado una ilusión que atravesaría el desierto a lomo de camello.