capitalismo en Cuba, ni para entregar la Revolución.
A sus casi 82 años no puede revertir la herencia maldita de la que formó parte como vicecomandante en jefe porque cada vez que ha intentado abordar soluciones, ha encontrado que los mayores obstáculos y desafíos no están en la contrarrevolución, sino en la intrarrevolución, es decir, en una burocracia ineficaz y corrupta que se maneja como pez en el agua salvaguardando las conquistas de la revolución y sus fortunas en moneda dura para cuando escampe.
Por ello, la puesta en escena del pasado 24 de febrero en la Asamblea Nacional del Poder Popular fue una pieza made in Raúl de principio a fin. Previamente había desarrollado el primer acto en un Pleno del Comité Central, donde informó al Partido Comunista de lo que iba a suceder un par de horas más tarde; luego hizo comparecer a Fidel Castro con Dalia Soto del Valle para que leyera una proclama con sus habituales letanías y repartió los cargos.
El "negro bastante grande" Esteban Lazo - son palabras textuales de Raúl- fue destinado al aburrimiento de la Asamblea Nacional; el anciano José Ramón Machado Ventura, de capataz en el PCC; y el rubio de ojos claros Miguel Díaz-Canel como segundo al mando. En todos los casos, las primeras figuras van acompañadas de mujeres, negros y mestizos en ese intento pueril de yugoslavizar el aparato mediante cuotas absurdas, pues lo importante es la capacidad y no el color de la piel o la tersura del pelo.
Cuando tomó la palabra, Raúl reiteró que no lo eligieron para construir el capitalismo, explicación innecesaria que a más de uno debe haberle sonado justo al revés: ¡Ahora sí vamos a construir el capitalismo!, aunque tenemos que manejar los tiempos para que mi hermano Fidel descanse en paz y yo pueda acogerme a un retiro tranquilo, sin sobresaltos como el de Pinochet en Londres.
La reciente Presidencia de la CELAC abre un espacio nuevo para el mandatario cubano, que en el ámbito interno se preservará para grandes momentos como los entierros de su hermano y de Hugo Chávez, el Sexto Congreso del Partido Comunista y el acariciado arreglo del diferendo con Estados Unidos, sin dejar de estar atento a las señales de sus hijos Mariela y Alejandro: ella asumirá el rol de portavoz oficiosa de su padre en temas puntuales, mientras que él garantizará que quien se mueva no salga en la próxima foto.
Pero esto no implica que a Miguel Díaz-Canel Bermúdez le haya tocado un jamón. Porque conseguir ese castrismo light mplicará pactar con Estados Unidos, tender puentes con el exilio y una parte representativa de la oposición y, sobre todo, conseguir que la economía genere renta, empleo y bienestar, ahondando las injusticias sociales ya apreciables en la isla y que marginan incluso a combatientes de la revolución cubana.
Un acuerdo con EEUU podría parecer complicado, pero Alan Gross, la probable exclusión de Cuba de la lista de países que apoyan al terrorismo, Venezuela devaluada, la colaboración en política antinarcóticos y cinco espías dan para comenzar un juego que tranquilice a los norteamericanos sobre potenciales oleadas migratorias y permita sentar las bases de un diálogo mutuamente ventajoso, que desemboque en la reanudación de relaciones diplomáticas.
Cuba no debe seguir privándose de las ventajas de vivir a 180 kilómetros de un mercado tan dinámico como el norteamericano, y donde viven 1.8 millones de cubanos que -mayoritariamente- ha sabido integrarse y trabajar con acierto en una sociedad muy diferente a la que se educaron y vivieron los primeros años.
El mundo se está reagrupando en esferas de influencia por vez primera desde la caída del Muro de Berlín, los bloques europeo-norteamericano, la cuenca del Pacífico con China, Viet Nam y Sudáfrica como locomotoras; Rusia y sus aliados del Asia Central, que recelan de Pekín, son magníficas oportunidades para la isla, porque el capital humano que formó la revolución puede encontrar trabajo y mercado en esa nueva configuración.
Pero antes, Díaz-Canel debe marcar distancias con el eje bolivariano, como ha hecho Lula Da Silva, antes de que sus ahora aliados consoliden o fracasen en sus proyectos nacionales y dejen de necesitar la mano de obra cualificada y barata de Cuba, que ha acudido presurosa al enésimo llamado de la revolución para garantizarse unos ahorros en CUC y apertrecharse de baratijas varias del capitalismo.