'Castro no tiene otra salida que suicidarse'
Lech Walesa, ex presidente polaco y Premio Nobel de la Paz (1983), organizó y dirigió, entre 1980 y 1990, el sindicato independiente Solidaridad.Electricista en los astilleros de la ciudad de Gdansk, fue miembro del comité organizador de las huelgas que, en 1970, terminaron con la muerte de más de 80 trabajadores por parte de las fuerzas del régimen comunista. En 1980 Walesa se convirtió en líder de las nuevas protestas, cuyo éxito hizo que el régimen polaco cediera y permitiera a los trabajadores organizarse libremente. Más de diez millones de polacos se unieron a Solidaridad, hasta que la presión soviética hizo que el general Jaruselzski decretara la ley marcial y mandara a Walesa a prisión.
Una nueva oleada de huelgas, en 1988, obligó al gobierno comunista a negociar otra vez con Walesa y demás líderes sindicales. Solidaridad volvió a la legalidad y se convocaron elecciones en las que el sindicato, participando como coalición política, obtuvo una abrumadora mayoría. Walesa fue nombrado primer ministro de Polonia en 1989, y en 1990 ganó las elecciones y desempeñó el cargo de Presidente del país hasta 1995. En Madrid, ciudad en la que ha asistido al seminario Europa en Solidaridad con Cuba, Walesa charla con DIARIO DE CUBA.
¿Cuán cerca cree que estamos los cubanos de lograr una transición a la democracia?
Me sorprenden enormemente tanto Castro como su régimen: han caído las bases, los fundamentos del sistema comunista, y a pesar de la cercanía de la Isla con Estados Unidos, el régimen resiste. Me avergüenza que el mundo libre no sepa cómo salir de este anacronismo. Sin embargo, la tarea fundamental está en manos de los propios cubanos. Lo único que el mundo libre puede hacer es apoyar la transición; no puede reemplazar a los cubanos en su responsabilidad. Esto quiere decir que no me gusta demasiado el trabajo que los cubanos están haciendo.
¿Ve en Cuba elementos para una transición pactada, como la polaca; o en todo caso, qué haría falta para una transición así?
Lo que haría falta es algún movimiento similar al sindicato Solidaridad, aunque sea de otro tipo. Los cubanos son demasiado individualistas. Se ha ido demasiada gente al exilio, y eso debilita la lucha. Además, el régimen es inteligente. Sabe cómo lidiar con la oposición, cómo dividir a la sociedad. Y división es lo que se percibe. División y escasez de disidentes.
Esto último, sin embargo, no es grave. En Polonia la situación fue similiar. También fuimos pocos, yo diría que, proporcionalmente, los mismos que en Cuba. Pero supimos aprovechar la oportunidad para animar al pueblo.
En el caso cubano habrá que identificar el momento justo. En Polonia jugó un rol el santo padre Juan Pablo II, quién nos agrupó, nos unió en oración. Y nosotros supimos aprovechar la concentración de gente. En Cuba, la visita del santo padre no dio ningún resultado. Sin embargo, otra concentración o agrupación de gente —un evento deportivo, un concierto—, podría servir para encender la mecha.
Me parece que hacen faltan individuos capaces de identificar ese momento propicio para proponerle al pueblo la oposición como vía posible.
¿Cuál debería ser el rol de los exiliados?
Preparar a sus paisanos de la Isla. Los exiliados deberían proponer la futura estructura del país, los programas de reconstrucción. Y antes, luchar contra el régimen castrista ofreciéndole propuestas al pueblo, diciéndole a la gente, por ejemplo, que con esas propuestas se va a ganar más dinero, que cuando caiga el régimen se creará empleo… Llevo mucho tiempo tratando de lograr ese tipo de actividades de parte de los exiliados cubanos, pero me parece que no veo una reacción.
¿Qué fue lo más difícil de la transición en Polonia?
El principio, el momento inicial para forzar al viejo sistema a que retrocediera. Después, ya improvisando, las cosas cambian. En Polonia, después de cada manifestación de la oposición, el régimen comunista organizaba una contramanifestación. Lo mismo sucedía en el resto de países de Europa del Este. Los regímenes se vanagloriaban mostrando la cantidad de gente que supuestamente los apoyaba.
Sin embargo, con la visita del Papa, los disidentes pudimos demostrar que éramos una muchedumbre aún mayor. Y cuando formábamos esa muchedumbre le dijimos directamente al régimen: Nosotros somos un gran número, y no queremos que nos representen, ustedes no son nuestros representantes. Y ese fue el choque que no pudieron aguantar, porque no podían hacer más propaganda. Haría falta que en Cuba sucediera una cosa así. Aprovechar un evento público y decirle al régimen: No te queremos, no queremos que nos representes.
¿El hecho de que Jaruzelski se pasee tranquilamente por las calles de Polonia es una normalidad, una necesidad o un sacrificio para los antiguos disidentes polacos?
Lo que pasa es que nosotros no podemos usar los mismos métodos que el antiguo régimen. Nuestro lema fue: luchar con la ley contra la falta de legalidad. Y ahora, en democracia, los políticos no están para decidir quién o quiénes lo han hecho mal. Eso queda en mano de los tribunales. Y los miembros del antiguo régimen están en los tribunales, sin cesar. Pero los políticos no deberían ocuparse de esas cuestiones. De los políticos se requiere que estructuren las maneras de poder saldar cuentas con los miembros del antiguo régimen, no saldarlas ellos mismos. Por otra parte, los viejos miembros del régimen, en el caso polaco, se defienden muy bien, tienen abogados bastante astutos, y resulta muy difícil, en democracia, demostrar el mal que han hecho. Juzgarles es muy difícil. Eso no gusta a mucha gente, a mí tampoco. Pero yo luchaba por un sistema legal, por el imperio de la ley.
En el caso cubano, Castro no tiene otra salida que suicidarse. Es una persona bastante inteligente y sabe que ha perdido. ¿Qué puede hacer ahora mismo, rechazar su vida entera? No. Y como no tiene el valor de matarse, he ahí el problema. Tiene al ejército, y me parece que ese ejército es una bestia a la que no hay que presionar demasiado, porque se va a defender haciendo daño. Hay que encontrar la manera de dejar el paso libre para que esa bestia se salve, de una u otra forma. No sé cómo hacerlo, pues es un asunto muy sensible. De lo que sí estoy seguro es de que hay que evitar que esa bestia dé un zarpazo.