Colaboracion de Nelson Taylor
Entre los múltiples crímenes que el dictador vitalicio de Cuba ha cometido impunemente a lo largo de casi medio siglo de totalitarismo, está incluido el saqueo, contrabando y exportación ilegal de obras de arte, pinturas, antigüedades, adornos decorativos, libros raros y documentos históricos que formaban parte de nuestro patrimonio cultural nacional. El decrépito comandante y su corrupta pandilla llevan décadas despilfarrando de forma masiva nuestro acervo cultural, enriqueciéndose ilícitamente a costa de la destrucción de este legado forjado a través de cinco siglos con la creatividad, el talento y el sentido de la estética de nuestros artistas, orfebres, literatos, diseñadores y coleccionistas.
Este usufructo torticero de nuestro patrimonio comenzó poco después del triunfo de la revolución en 1959, cuando Castro creó el eufemísticamente llamado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, que expropió, primero, riquezas de funcionarios del gobierno de Batista y, después, los bienes de los exiliados que se veían forzados a dejar sus pertenencias en Cuba.
Nuestros tesoros nacionales se han vendido impunemente a los turistas que visitan la isla o han sido exportados ilegalmente a los mercados artísticos de Europa y Latinoamérica, donde se han vendido en casas de subastas internacionales como Christie's y Sotheby's, que se han convertido así en cómplices de este criminal expolio. El saqueo se intensificó durante el llamado período especial de los años 90, cuando la maltrecha economía del régimen sufrió los efectos del fin del subsidio soviético e hizo esfuerzos desesperados por conseguir divisas.
Un estudio hecho por la Fundación Nacional Cubano-Americana calculó que Christie's y Sotheby's vendieron en esa época aproximadamente 900 obras de arte, pinturas, antigüedades y manuscritos históricos de incalculable valor provenientes del Museo Nacional de Arte y del Archivo Nacional de Cuba, despojando así a generaciones venideras de cubanos de gran parte de su herencia cultural. No en balde la revista Forbes le atribuyó al dictador en el 2005 una fortuna personal calculada conservadoramente entre los 550 y los dos mil millones de dólares, situándolo entre los hombres más ricos del mundo.
Los enérgicos pronunciamientos de funcionarios del régimen que defienden la conservación del legado cultural nacional esconden hipócritamente el expolio al que es sometido nuestro acervo. Así tenemos a un Eusebio Leal, historiador castrista de la ciudad de La Habana, celebrando el nombramiento de la capital como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO al mismo tiempo que ordenaba la venta y exportación de tesoros de nuestros Capitolio Nacional y Palacio Presidencial a Europa. Después de inaugurar el nuevo edificio que alberga al Museo Nacional de Arte en el 2004, la presidenta del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural, Marta Arjona, aprobó la venta ilegal y exportación de valiosos objetos decorativos, pinturas, muebles antiguos, y documentos históricos del legado napoleónico de Julio Lobo a un museo francés, por mediación de un corrupto funcionario de la embajada de Francia en Cuba.
Observadores radicados en La Habana reportaron que en 1993, en pleno período especial, un enorme barco mercantil procedente de la Unión Soviética permaneció anclado en el puerto de La Habana y fue cargado con una valiosa coleccion de objetos de arte provenientes de nuestros palacios, catedrales, y museos. Es en Rusia, España, México y Venezuela donde se encuentra la mayor parte del botín robado por Castro a la nación cubana.
En el año 2005, la prensa internacional se hizo eco de la demanda judicial entablada por miembros de la familia azucarera cubana Fanjul contra los Departamentos de Estado y del Tesoro norteamericanos, acusándolos de violar el Capítulo 4 de la Ley Helms-Burton, después de descubrir que el valioso cuadro del pintor impresionista español Joaquín Sorolla titulado Puerto de Málaga, desde 1936 propiedad de la familia, acababa de ser subastado por la filial de Sotheby's de Nueva York.
El tirano gusta de obsequiar a sus célebres huépedes con tesoros del patrimonio nacional. Así Danielle Mitterand, esposa del entonces presidente francés y admiradora de las antigüedades y de Castro, recibió una valiosa e histórica vajilla de porcelana de Sévres que había sido usada para cenas de gala en el Palacio Presidencial. El Nobel Gabriel García Márquez y David Rockefeller han enriquecido sus colecciones de arte con valiosos cuadros de pintores como Wifredo Lam, Víctor Manuel, Amalia Peláez y otros vanguardistas. El ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari añadió a su importante colección de arte precolombino raros artefactos taínos y siboneyes escogidos por él en el Centro Nacional de Arqueología, y Diego Armando Maradona, astro del fútbol argentino y drogadicto amigo de Castro, fue obsequiado con una valiosa colección de relojes de pulsera de platino incautada a la familia Gómez-Mena.
Así, cada día, Cuba va perdiendo un nuevo elemento de su herencia cultural. Se nos está yendo una parte integral de la nación, de la historia y de cada cubano que ha vivido en ella. Nuestro patrimonio cultural pertenece por derecho propio a cada uno de los cubanos, y no podemos ni debemos renunciar a él. Recuperar este legado sería un proceso increíblemente largo, costoso y difícil. Pero si, como dijo André Malraux, la herencia cultural de un pueblo es la prueba más fehaciente de su identidad nacional, de su existencia y de su paso por este mundo, entonces rescatar nuestro patrimonio histórico es rescatarnos a nosotros mismos.