Contexto histórico y mundial de la "Era de Raúl Castro"
Eugenio Yáñez, Juan Benemelis y Antonio Arencibia/ Cubanálisis-El Think-Tank
Para poder hacer un análisis serio de los tres años transcurridos desde la Proclama de Fidel Castro del 31 de julio del 2006, hay que que comprender primero lo que ha sucedido y lo que ha cambiado en el mundo, y especialmente en nuestro hemisferio, en ese lapso de tiempo.
La jugada magistral de Fidel Castro de respaldar desde 1994 la figura poco destacada del fracasado Teniente Coronel golpista venezolano, Hugo Chávez Frías, y proyectarla con carácter de líder popular ante la opinión pública, tuvo favorables consecuencias políticas para sus ambiciones expansionistas, que habían sido frenadas por la desaparición de la Unión Soviética.
La elección de Chávez a la presidencia venezolana en diciembre de 1998 representó una verdadera tabla de salvación para el régimen castrista, que pudo empezar a dejar atrás los peores momentos del Período Especial. Las relaciones de colaboración entre Chávez y Fidel Castro empiezan a cimentarse oficialmente en octubre del 2000, con la firma del Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela, y ganan mucha más fuerza tras el regreso de Chávez al poder en abril del 2002, después del golpe de estado donde Fidel Castro jugó un papel decisivo para su restitución. Dos años después, el 14 de diciembre del 2004, se constituía la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) entre ambos países.
Contando con los recursos petroleros del pueblo venezolano y la movilización de miles de asesores cubanos por parte de Fidel Castro, los nuevos aliados concibieron una nueva forma de toma del poder por la izquierda anti-norteamericana en la región. Este neo-expansionismo radical apoyaría a los líderes populistas de América Latina, que utilizarían como táctica la vía electoral, y una vez ganada la presidencia, convocarían asambleas constituyentes para garantizar su reelección y poderes para gobernar por decreto.
Con el triunfo de Evo Morales en las elecciones presidenciales bolivianas de enero del 2006 se ponía en práctica la nueva estrategia revolucionaria en América Latina. Casi de inmediato, en abril de aquel año, se reunían en La Habana, Chavez, Castro y Morales, y se acordaba la incorporación de Bolivia al ALBA. En ese encuentro se informó que el intercambio comercial entre Cuba y Venezuela había alcanzado en el 2005 dos mil 400 millones de dólares, cifra en la que tenían sustancial peso los envíos de hidrocarburos a la Isla por PDVSA.
El proyecto de los nuevos aliados se concentró en Perú y Ecuador y contaba con el triunfo de partidos moderados de izquierda en México y Chile. El 2006 trajo altas y bajas: había empezado con el triunfo de la socialista Michel Bachelet en Chile, y en mayo, en un proceso de signo contrario, Alvaro Uribe era reelecto presidente de Colombia.
Los mayores reveses para los planes de esta cofradía encabezada por Castro y Chávez serían en junio y julio del 2006. En Perú, Alan García ganaba a Ollanta Humala, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Andrés Manuel López Obrador, que aspiraba a la presidencia mexicana con un proyecto de “cambio a la política neoliberal”, perdía por escaso margen frente al candidato del gobernante PAN, Felipe Calderón. López Obrador va a impugnar los resultados y creará hasta la toma de posesión de Calderón en diciembre una atmósfera de gran confrontación política en la nación azteca.
Otro factor que surgía amenazador en el horizonte desde el 2006 fue la crisis inmobiliaria en casi todos los países industrializados. La Bolsa de Valores de Nueva York veía caer en un 40% el índice bursátil de la construcción en Estados Unidos. Era el preámbulo a la crisis financiera global cuyos efectos múltiples están vigentes.
El 21 de julio del 2006 el presidente Néstor Kirchner inaugura la XXX Cumbre del Mercosur en Córdoba, Argentina, invitando a Bolivia, México y al resto de los países de América a sumarse a ese bloque sudamericano. Además de Evo Morales, entre los asistentes a la cita se encontraban Hugo Chávez y Fidel Castro.
El dictador cubano desarrolló numerosas actividades políticas y discursos en lo que sería su último viaje al exterior, pues diez días más tarde daría a conocer en La Habana su “Proclama”, en la que delegaba a Raúl Castro sus principales funciones en Cuba.
Pero aquí se abría una gran interrogante respecto al curso de los proyectos continentales de Fidel Castro y Hugo Chávez: si la salida del poder del Comandante era definitiva, por gravedad o muerte, ¿que posición ocuparía su Sucesor en esos planes?
La larga etapa de recuperación de Castro puso en evidencia los intentos de Chávez de sucederlo como líder de la izquierda radical en la región y las contradicciones con Raúl Castro, al tratar Chávez de someterlo a tal liderazgo.
La primera prueba de fuerza para el recién estrenado equipo raulista fue la organización y celebración de la XIV Cumbre del Movimiento No Alineado (NOAL) en La Habana, en septiembre de 2006. Hugo Chávez partió en gira por varios de los países integrantes del Movimiento asegurando a los jefes de estado y gobierno invitados que aunque habría la ausencia de Fidel Castro, el evento estaría debidamente organizado.
A diferencia de la presidencia de Fidel Castro de los NOAL tras la Cumbre de 1979 en La Habana, el equipo sucesor de Fidel Castro no estaba preparado para darle un sesgo radical al mandato recibido por Cuba para presidir el movimiento: su prioridad no era la agitación y propaganda "anti-yanki", sino tratar de resolver los acuciosos problemas de la supervivencia económica en la Isla en condiciones de orfandad de liderazgo.
La aprobación de Egipto como sede de la XV reunión de los No Alineados significaba un cambio importante en el futuro enfoque político de esta organización, que la colocaría más cerca de la filosofía de sus fundadores. Además, la participación egipcia junto a Malasia y Cuba, mediante la llamada Troika, serían dos factores moderados que contrapesarían propuestas radicales procedentes de La Habana.
Recientemente, Raúl Castro hizo entrega del Movimiento al presidente Hosni Mubarak en el balneario egipcio de Sharm El-Sheikh, tras una presidencia sin pena ni gloria. Su llamamiento a “una nueva arquitectura financiera internacional, basada en la participación real de todos los países, en especial de las naciones en desarrollo” no solo es utópica, sino demagógica, por cuanto el régimen cubano no participa en ninguna de las instituciones financieras internacionales.
Con la futura presidencia iraní del Movimiento en el 2012, los No Alineados están acercándose a una etapa de grandes contradicciones entre los países musulmanes sunnitas y chiítas, que puede arrastralo a momentos de paralización y decadencia. Por ahora La Habana, aunque ha pedido mayor interés en ese organismo, lo seguirá utilizando como tribuna de propaganda.
En el 2006 Chávez estaba más interesado en ganar un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU que en jugar un papel en los NOAL. Pero aprovechó la XIV Cumbre, para hacer saber su decisión de defender a Irán y a Cuba frente a supuestas invasiones norteamericanas, como quien saca la cara por el débil.
Sorprendió a todos con sus declaraciones de que no se quedaría “con los brazos cruzados mirando las bombas caer sobre La Habana o que se lleven a Raúl en un avión”. Aquella comparación del general Raúl Castro con el rendido general panameño Manuel Noriega fue una afrenta pública que el cubano no ha olvidado. Más aún viniendo esa comparación de quien en dos ocasiones, 1992 y 2002, demostró muy poca vocación de héroe.
Por eso, aunque por razones distintas, pudiera hablarse de una coincidencia de interpretación de la Sucesión entre la Administración de George W.Bush y el aspirante a dictador venezolano.
Tras la Proclama, el Ejecutivo norteamericano no admitía la posibilidad de Sucesión. El 11 de agosto, el Secretario Adjunto de Estado para el Hemisferio Occidental, Thomas Shannon declaró a la prensa que “la transferencia temporal de poder no funcionará porque no existe en Cuba una figura política que pueda igualar a Fidel Castro”.
Por su parte, Hugo Chávez, enfrentado a las reticencias de Raúl Castro a aceptarlo como sustituto de su hermano en el liderazgo revolucionario continental, utilizaría su influencia en acercamientos con elementos “talibanes” de la alta jerarquía cubana, como Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. El propósito era socavar la Sucesión raulista apoyada por los “históricos” respaldando el avance hacia los primeros planos del poder a ese grupo de dirigentes castristas más jóvenes.
El chavismo y el cambio de gobierno en Estados Unidos.
Un mes después de la Cumbre de los NOAL en La Habana en 2006 se reelegía a Lula da Silva como presidente de Brasil, y en noviembre ocurrían los cambios políticos más importantes para el neo-expansionismo radical en el continente, en Nicaragua y Ecuador.
El ex-comandante sandinista Daniel Ortega era electo presidente de Nicaragua con poco menos del 38 % de los votos, tras un oscuro pacto con los liberales de Arnoldo Alemán, y Rafael Correa resultaba ganador en las elecciones presidenciales ecuatorianas, tras una campaña electoral en la que se señala ahora con mucha fuerza que las FARC habrían contribuído económicamente, según evidencias obtenidas en julio del 2009.
De forma casi simultánea, a fines de diciembre del 2006, el cirujano español José Luis García Sabrido, aseguraba, tras examinar a Fidel Castro, que este no sufría ninguna clase de lesión maligna, y pronosticó que recuperaría su plena actividad, dentro de las limitaciones de una persona de 80 años.
Esto va a dar lugar a un interregno en la Sucesión que se mantiene hasta el presente, y que consiste en la dualidad de líderazgo en el gobierno debido a la creciente participación en la vida política de Fidel Castro mediante declaraciones, entrevistas y escritos.
Pero el momento clave para el proyecto castro-chavista de toma del poder lo constituyó la consolidación de Hugo Chávez mediante su re-elección para el período 2007-2013. Un mes más tarde la Asamblea Nacional Venezolana le otorgaba autoridad para gobernar por decreto durante dieciocho meses.
La desconocida dolencia de Fidel Castro no era de pronóstico mortal inmediato, pero le incapacitaba para regresar a sus funciones, por lo que fue necesario tomar una determinación. Por eso el dictador renunció definitivamente a sus cargos y Raúl Castro pasó del liderazgo provisional del régimen al permanente, 20 meses después de la Proclama.
No obstante, y a solicitud propia, ha tenido que seguir consultando con su hermano todas las decisiones importantes. Las contradicciones entre los miembros de esa doble dirigencia se han evidenciado en las Reflexiones que publica el Comandante desde marzo del 2007 y en periódicas desapariciones del general de la escena política. Se ha dicho con razón que esto señala el mejoramiento o empeoramiento de las dolencias de Fidel Castro.
Así, la herencia castrista se ha repartido: su proyección exterior es interpretada por Chávez a nivel de América Latina, y en el orden interno Raúl Castro actúa como administrador, sin avanzar en sus promesas iniciales de “cambios estructurales” entre otras razones, por el poco apoyo de la burocracia intermedia que le teme aún a Fidel Castro y no confía en la solidez del liderazgo del general.
No obstante, el nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros se ha resistido a imitar los acercamientos de Chávez con Ahmadinejad, y ha mantenido un discurso relativamente moderado respecto a Estados Unidos desde julio del 2006, en pleno gobierno republicano, hasta sus declaraciones del pasado primero de agosto en la Asamblea Nacional.
Raúl Castro pudo sortear con relativo éxito a la administración Bush porque en cierto sentido estaba entrenado para ello: con el cierre total de todo contacto con el gobierno cubano, medidas complementarias de recrudecimiento del embargo, y la cuestionable decisión de restringir los viajes y remesas familiares y dificultar toda ayuda a los cubanos tras el paso de los huracanes, apostando al cataclismo popular, facilitó las cosas al régimen para atrincherarse más aún en la “fortaleza sitiada”, y sin pretenderlo lo fortaleció, al quedar prácticamente aislado en todo el mundo en su política cubana.
Caso absolutamente contrario se presenta desde enero del 2009, con un Barack Obama que, aunque cauteloso y conciente de que en política no se hacen regalos sin nada a cambio, ha dado algunos pasos hacia la distensión, esperando respuestas que no aparecen, y permitiendo entrever, más que mostrando hasta el momento, un futuro mucho más aceptable en las relaciones entre los dos países.
La prueba de que el gobierno cubano no está preparado todavía para un eventual deshielo en las relaciones es que quien más se ha atrevido a “teorizar” sobre el nuevo carácter de las relaciones bilaterales ha sido alguien tan falto de ideas serias, iniciativas teóricas y experiencia de política internacional como el vetusto Armando Hart, ante el silencio casi absoluto del aparato partidista y gubernamental, que se contenta con leer las reflexiones del compañero Fidel, quien hasta el momento se ha cuidado de atacar directamente a Obama.
ALGUNOS ASPECTOS DE LA SITUACIÓN POLÍTICA INTERNA
Es indudable que la reticencia de Fidel Castro a que se desmantele su irrepetible estilo de dirección totalitaria caótica, que bloquea la descentralización y la institucionalización, ha limitado que Raúl Castro pudiese sucederlo, a la vez que obstruye el mejoramiento de la economía.
A pesar de algunos intentos del general en ese sentido, debido al formidable golpe de los tres huracanes del 2008 y la necesidad de enfrentar la crisis estructural interna y los efectos de la crisis financiera global, su gobierno se ha visto obligado a repetir el proceso de centralización castrista, aunque con la diferencia de buscar darle más peso a las instituciones que al “carisma”.
De tal forma, el general funciona como un administrador de las decisiones del día a día, pero sin cuestionar la autoridad del líder de la revolución, prerrogativa que él mismo propuso concederle al hermano mayor cuando asumió oficialmente los cargos máximos de Estado y gobierno.
Solamente en casos extremos, cuando ha sido imprescindible recomponer algunos espinosos problemas creados por la intromisión extemporánea del Comandante en asuntos de carácter internacional, Raúl Castro ha logrado convencerlo de la validez de su línea de pensamiento, aunque siempre cuidando la figura sagrada del Big Brother.
Por eso ha fracasado el intento raulista de conceder iniciativa y mucha más acometividad a las instituciones, al mismo tiempo que las reforzaba con cuadros militares, así como el plan de generalizar el proyecto de las FAR de “perfeccionamiento empresarial” a toda la economía. Ahora tiene que arrastrar una economía carente de control financiero y contable.
Para muchos en la élite no escapa la obsolescencia de tal estrategia de inmovilismo, y por ello aspiran a que se entronice una solución “a la china” o “a la vietnamita”, que dinamice la economía sin realizar aperturas democráticas.
Sin embargo, no parece que Raúl Castro propugne ni tenga demasiado interés en una descentralización del ejecutivo: es muy difícil ante una tradición de clientelismo grupal y de fidelidad tribal consolidar las instituciones centrales del Estado, mucho más en medio de una economía que empeora por días y no deja ver, ni de lejos, una luz al final del túnel.
Sin embargo, dado su propio estilo de dirección y su experiencia en las fuerzas armadas, el general parece ver con buenos ojos una dirección más colectiva y menos personalizada, sin renunciar a la centralización.
De ahí que la promoción de José Ramón Machado Ventura a la posición de vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, además de estar condicionada por la absoluta lealtad de Machado hacia el general, cuenta con el factor de poder controlar a los primeros secretarios del PCC de provincias, quienes se han desempeñado hasta el momento como el verdadero poder ejecutivo de la nación, al dirigir las empresas económicas y de servicios de sus respectivas provincias, facultad que no ejercen los organismos nacionales estatales y económicos.
Paralelamente, las naturales alianzas matrimoniales entre las familias de los dirigentes “históricos”, han traído como resultado la designación de sus parientes a cargos importantes en empresas y sectores vinculados con el exterior. El nepotismo, la corrupción y una vida de relativos privilegios han caracterizado a muchos de esos “herederos”.
Los “históricos” monopolizan el poder
La conmoción que produjo en la cúpula dirigente la Proclama de Fidel Castro requirió que en la primera etapa de la Sucesión, Raúl Castro se rodeara en las conmemoraciones oficiales de los tres Comandantes de la Revolución, parodiando una especie de Comandante en Jefe colectivo en sustitución simbólica del que estaba aquejado de grave dolencia desconocida.
Sin embargo, las funciones de Juan Almeida son más simbólicas que de poder real, y Guillermo García tiene una participación más lejana y limitada. Así que, de los tres, por razones de capacidad y edad, solo quedó Ramiro Valdés en funciones de importancia en el gobierno interino de Raúl, la primera de las cuales fue hacer saber públicamente que no había contradicciones entre ellos dos. Su respaldo al líder interino consistió en calificar de “Cancerbero de la Revolución” al general Castro.
A medida que Raúl Castro se hacía cargo de la sucesión provisional, se enfrentaba a lo que estaba sobre el tapete político desde el discurso del dictador en la Universidad de La Habana en noviembre del 2005: el papel de los dirigentes comunistas jóvenes.
Esto se había acentuado porque en la “Proclama” Fidel Castro delegaba en Carlos Lage la dirección del Programa Nacional de la Revolución Energética en Cuba y de colaboración en este ámbito en otros países, e incluía a Pérez Roque en la comisión que gestionaría y priorizaría los fondos para ese programa y los de Salud y Educación.
Así el general recibía mermadas sus atribuciones por disposición “testamentaria” de su hermano, y tenía que mantener en su gobierno provisional a estos dos posibles “delfines” del Comandante.
Algunos analistas, aunque no la mayoría, consideraba inevitable que a medida que se fortaleciera la posición de Raúl Castro se acercaría la defenestración política de estos “líderes” surgidos bajo el ala del enfermo Comandante.
Aunque los programas especiales de Fidel Castro fueron reajustados y reducidos en proporciones e importancia en el curso de la Sucesión, fue verdaderamente sorprendente que Lage y Pérez Roque durasen en sus cargos más de dos años y medio de este trienio sucesorio.
Quizás la política del general haya sido la de “darles cordel” para que ellos mismos se ahorcasen, y presentar entonces a su hermano el dossier de sus “errores políticos”. Así Carlos Lage representó al régimen en la Cumbre Iberoamericana del 2007 en Santiago de Chile y ante el ALBA chavista hasta noviembre del 2008, mientras Pérez Roque, como canciller, impulsaba acuerdos con la Unión Europea apoyado por el gobierno español de Rodríguez Zapatero.
Raúl Castro llevó a cabo en marzo del 2009 una amplia reestructuración gubernamental con la destitución de alrededor de una decena de altos funcionarios, en buena parte por mediocres resultados de trabajo, pero aprovechó la situación para desembarazarse de varios dirigentes incómodos al actual grupo de poder, provenientes de la era de Fidel Castro, entre ellos el vicepresidente Carlos Lage, el canciller Felipe Pérez Roque, el encargado de Relaciones Internacionales del Partido y miembro del secretariado Fernando Ramírez de Estenoz, y el vicepresidente del consejo de ministros Otto Rivero, así como la “promoción” horizontal de José M Miyar Barrueco.
La purga de los talibanes, que comenzó poco a poco con las menos estridentes salidas anteriores de sus cargos de Hassan Pérez, Carlos Valenciaga y Marta Lomas, demuestra la existencia de grupos en la élite, con diferentes agendas y aspiraciones, y augura un futuro complejo de confrontación grupal, ante la imposibilidad de la actual dirigencia compartida por los hermanos Castro de presentar una futura generación de líderes con aceptación tanto en la población como en las estructuras reales del poder, en el estilo que le dio magníficos resultados a Deng Xiaoping en China.
La caída en desgracia de Lage y Pérez Roque en marzo de este año podría analizarse solamente como un ajuste de cuentas entre “raulistas” y “talibanes”, pero las palabras de Fidel Castro al respecto, acusándolos de “aspirar a las mieles del poder” por cuya consecución no habían luchado, no solo fue una frase lapidaria para los despojados de todo cargo, sino que condenaba al papel de segundones sempiternos a todos los elementos jóvenes de la nomenklatura.
La reciente decisión del VII Pleno del Comité Central de posponer el VI Congreso del PCC para un momento futuro indeterminado, relega otra vez el ascenso de cuadros comunistas más jóvenes a las primeras posiciones del régimen. Ni siquiera se hizo la promesa de ese relevo en el Congreso, sino se anunció que “lo más probable es que, por ley de la vida, sea el último que encabece la dirección histórica de la Revolución”.
Desde entonces quedó ratificado que solo podrán gobernar a nombre de la “Revolución” los dirigentes históricos, especialmente los septuagenarios y octogenarios supervivientes de la generación histórica del Moncada y la Sierra Maestra, aunque la Conferencia Nacional del Partido que se acaba de anunciar se realizará “en un plazo relativamente breve” podría dar paso a algunos componentes de la generación intermedia.
El ascenso indiscutible del Comandante Ramiro Valdés a los primeros planos del poder, la creación del Comité Ejecutivo del Buró Político (reservado a la élite de la élite), la recomposición del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, los nombramientos de nuevos ministros, los movimientos de primeros secretarios del partido y la juventud comunista en provincias, y las promociones como Vice-ministros de las FAR de los tres jefes de Ejércitos, que ocupaban esas posiciones por decenios y que automáticamente quedaron sin mando de tropas, demuestran claramente que la búsqueda de mayor eficiencia en la gestión no se pretende, de ninguna manera, al precio de renunciar al férreo control del poder por los mismos que lo han detentado por medio siglo.
EL DIFERENDO CON ESTADOS UNIDOS
Sin embargo, ya ni el nacionalismo ni el anti-imperialismo resultan factores que legitimen a los eventuales sucesores. El actual gobierno de Raúl Castro no tiene autenticidad como autoridad independiente, puesto que las constantes interferencias de Fidel Castro han terminado paralizando toda la maquinaria estatal administrativa.
La élite actual, ya en estos momentos, no está unida ni por la ideología marxista ni por el nacionalismo anti-imperialista, sino por los intereses de mantenerse a toda costa en el poder. La “revolución”, sin apellidos bolivarianos o del siglo XXI, es cada vez algo más abstracto e impreciso, más en la memoria que en las calles, más en la leyenda que en la sociedad.
De tal manera, un cambio de orientación en política internacional en estos momentos en busca de un acercamiento con Estados Unidos no tendría repercusiones negativas en los altos niveles del poder, sino todo lo contrario, siempre que estuviera claro para la élite que ese poder no peligraría.
Eso lo deja ver claramente el general cuando el pasado sábado declaró que “A mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”.
Una vez definidas sus reglas del juego, para tranquilidad de la nomenklatura, pasa a señalar en el mismo discurso:
“Aprovecho la ocasión para reiterar la disposición de Cuba para sostener con Estados Unidos un diálogo respetuoso, entre iguales, sin sombra para nuestra independencia, soberanía y autodeterminación. Estamos listos para hablar de todo, repito, de todo, pero de aquí, de Cuba, y de allá, de Estados Unidos, no a negociar nuestro sistema político y social. No le pedimos a Estados Unidos que lo haga. Debemos respetar mutuamente nuestras diferencias.
No le reconocemos al gobierno de ese país, a ningún otro ni a conjunto de Estados alguno,[en evidente alusión a la Unión Europea] jurisdicción sobre nuestros asuntos soberanos.”
El indiscutible alivio que representaría un cambio en este sentido podría permitir centrar la atención en los acuciantes problemas internos del país y, se pretende, conjurar los espectros de un estallido popular.
La bandera anti-norteamericana se mantiene esencialmente por designio de Fidel Castro, y como parte de una estrategia enfilada a ganarse adeptos en América Latina, Europa y el Medio Oriente, pero ello no es significativo para el pueblo cubano, el más interesado en que se restablezca la normalidad con Estados Unidos, aunque no se produjera una transición inmediata a la democracia.
Con Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos, la imagen del “imperialismo” y el fantasma de la “invasión” se difumina por días, al extremo de que Ricardo Alarcón le suplica “una firmita” al presidente norteamericano para la liberación de los cinco espías de la Red Avispa.
Las medidas de la administración norteamericana de permitir los viajes y el envío de remesas para los cubano-americanos llevaron a que se iniciara nuevamente la negociación sobre los temas de inmigración.
Sin embargo, Raúl Castro declaró algo muy importante sobre el tema el pasado sábado:
“Las positivas, aunque mínimas medidas anunciadas el pasado 13 de abril, en vísperas de la Cumbre de las Américas ante el clamor antibloqueo de todo el continente, que derogarían las restricciones a los viajes de los cubanos residentes en ese país y a las remesas a sus familiares y que permitirían también algunas operaciones en materia de telecomunicaciones, hasta este momento no se han implementado. Es importante que esto se conozca, porque existe bastante confusión y manipulación en la prensa internacional al respecto”.
En ocasión de la propuesta del presidente norteamericano Barack Obama al gobierno de Raúl Castro para iniciar las negociaciones, la reacción negativa de Fidel Castro para alterar el curso histórico del diferendo resultó una prueba irrefutable de que aún el Máximo Líder incide y determina en la dirección del país.
Ello no sólo paralizó cualquier intento de los pragmáticos en la nomenklatura, sino que congeló también en el lado norteamericano a los sectores comerciales que mercadean alimentos y medicina con la Isla, y grupos de inversionistas que han sido abanderados del levantamiento del embargo.
No se puede esperar de Fidel Castro la autorización para que se introduzcan medidas de liberalización en la economía y la sociedad a fin de buscar el levantamiento del embargo, ya que, para su percepción, ello sería abrir las puertas a un proceso incontrolable de carácter interno, como sucedió en el antiguo bloque soviético, lo que resulta tabú para su visión del ejercicio del poder.
Las negociaciones con Estados Unidos han quedado, por consiguiente, en términos estratégicos, en un punto muerto. La administración Obama no cuenta todavía con una clara diplomacia para lidiar con el caso cubano, y salvo las medidas de torpedeo de Fidel Castro, la élite raulista a su vez no ha ni siquiera revelado una política coherente para lograr el mejoramiento de las relaciones entre ambos países, más allá de las repetidas declaraciones de tender ramos de olivo.
Pero tampoco Raúl Castro ha dado señales de desespero: “Como mismo hemos reiterado la disposición de solucionar el diferendo con Estados Unidos, aclaro que encaramos el asunto con absoluta serenidad y sin apresuramiento alguno. Llevamos 50 años caminando en el filo de una navaja, en eso estamos muy bien entrenados, y somos capaces de resistir otros 50 años de agresiones y bloqueo”.
En el ámbito exterior, el gobierno ha obtenido varios importantes éxitos, como la ampliación de sus relaciones internacionales a prácticamente todo el mundo, incluyendo la totalidad de los países de América Latina y el Caribe, su ingreso al Grupo de Río, y la derogación de la cláusula que la suspendió en 1962 de la Organización de Estados Americanos (OEA), no obstante lo cual rechaza regresar a su escaño.
El régimen pretende mantener permanentemente al país aislado de la información internacional y de las tecnologías de información accesibles al individuo, intentando con ello impedir el acceso a referenciales que puedan minar la visión unilateral y favorable al poder de los medios de comunicación oficiales.
RESUMEN PRELIMINAR
En resumen, tres años después de la muerte “provisional” de Fidel Castro y la “Proclama” de transferencia provisional de poderes, el país es dirigido por un dúo donde la voz cantante depende de los vaivenes de la salud del Comandante.
Por ello la Sucesión de Raúl Castro no ha cuajado, y este no ha podido definir la estrategia de “cambios estructurales”, ni mostrar resultados concretos palpables en el día a día de la vida de los ciudadanos.
Con solo cuatro Reflexiones en el mes de julio de este año, Fidel Castro cedió el protagonismo a su hermano el general. Raúl Castro tomaría importantes decisiones para ajustar la economía del país en bancarrota, agravada por la crisis mundial, comenzando con el ahorro y la reducción de “gastos insostenibles” en la esfera social.
Las medidas de emergencia aprobadas recientemente por el gobierno incluyen la eliminación paulatina del plan de internados en el campo para alumnos urbanos de secundaria y pre-universitario, y alcanzará también al sector de salud pública.
Esas esferas habían sido hasta hoy intocables como “logros de la Revolución” y objetos de “atención especial” del Comandante en Jefe. Con la sencilla frase de Raúl Castro de “buscar soluciones ajustadas a la realidad”, ahora, junto a “La Batalla de Ideas”, muchos de los proyectos del Comandante están desapareciendo antes que su creador.
El VI Congreso del Partido Comunista, que se había anunciado en abril del 2008 para una fecha dieciocho meses después (finales del 2009), ha sido nuevamente pospuesto, esta vez indefinidamente, como un nuevo plazo de espera por la desaparición física del viejo dictador. Solo entonces se podrá definir “el modelo económico”, cuya esencia, a la luz de lo que Raúl Castro propone debatir, lo aleja del inmovilismo clásico, y supone, entre otras cosas, la supresión de la doble moneda, la eliminación de muchas gratuidades y subsidios y el re-enfoque del sistema salarial sobre la base del trabajo realizado.
La declaración raulista de que el congreso partidista deberá definir “la sociedad socialista que aspiramos y podemos construir en las condiciones actuales y futuras de Cuba, [y] el modelo económico que regirá la vida de la nación” permite diversas interpretaciones, desde las que esgrimirán los más ortodoxos inmovilistas hasta las de los herejes del partido, que verán en esta declaración un atisbo de avances hacia un socialismo menos estatalizado, autogestionario y participativo.
Sin embargo, las especulaciones aquí conducen a muy poco, y no vale la pena pretender anticiparse sin conocer más información. Lo que parece probable es que ni siquiera si se llega a ese congreso el régimen estaría anunciando un camino hacia el socialismo de mercado chino o vietnamita, aunque el modelo resultante nada tendría que ver con la utopía irresponsable del Comandante, y lo que pueda suceder en los próximos meses podría inclinar la balanza hacia uno u otro extremo, quien sabe cuánto.
El general Castro apuesta con estas renovadas promesas de cambio a que el tiempo todavía esté a su favor, que le alcance, que pueda mantener el poder dictatorial heredado, y en su momento entregarlo a sus sucesores sin tener que incrementar la represión o temer por eventuales represalias posteriores hacia ellos y sus familias por parte de quienes vendrían después.
De lo que se desprende de la situación actual y lo que se avizora estratégicamente en el discurso de clausura en la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado sábado, sobre el que ya en estos momentos algunos irresponsables se han lanzado demasiado superficial y precipitadamente a calificar (o descalificar), sin siquiera haberlo analizado o leído en detalles, tratará la segunda parte de esta análisis conjunto.