Cuba: la fruta madura que se pudre
Antonio Arencibia-Cubanálisis-El Think-Tank
Las conclusiones de Juan Benemelis en su ensayo sobre la crisis geopolítica actual, publicado recientemente en Cubanalisis, ayudan a enfocar la viabilidad de los intereses nacionales cubanos en el contexto cambiante que describe. Su trabajo se centra en el surgimiento de China como segunda potencia mundial y se inscribe en el debate geo-estratégico que se está llevando a cabo en Estados Unidos por un grupo de intelectuales, entre los que se destacan Fareed Zakaria y Parag Khanna, ambos norteamericanos naturalizados de origen hindú.
Zakaria, editor de la revista Newsweek comienza su última obra acerca de lo que llama “el mundo post-americano” con las siguientes palabras:
Este libro no trata del declinar de los Estados Unidos, sino sobre el ascenso de todos los demás.
Por su parte Parag Khanna, -quien forma parte junto a Zakaria del think-tank de Washington, New America Foundation-, escribió en su libro El Segundo Mundo, que las tres superpotencias dominantes a partir de este nuevo siglo serán Estados Unidos, China y Europa.
Una de las variantes de estas predicciones desplaza a China del primer o segundo grupo y la coloca en una agrupación de naciones que forman con sus nombres la sigla BRIC, que incluye a Brasil, Rusia y la India. Cuando los países más desarrollados formaron el G-7, (luego G-8 con la incorporación de Rusia), comprendieron que había otras importantes fuerzas en la escena mundial con las que había que coordinar acciones en el marco de una economía globalizada, por lo que incorporaron a otros once países en el llamado G-20. Además de los ya mencionados, hay que añadir a la lista de las grandes economías a Japón, Canadá, Turquía, Arabia Saudita, México, Corea del Sur y Sudáfrica, entre otras.
Como en ninguna relación de países punteros está Venezuela, hay que concluir que la estrecha vinculación del Palacio de la Revolución en La Habana con el de Miraflores en Caracas, es otro intento de convertir la necesidad en virtud, es decir, canjear la subsistencia energética de la Isla por el apuntalamiento de la dictadura bolivariana en marcha. Se trata en fin de una interdependencia desde arriba porque cualquier otro intento de unión es completamente rechazado por ambos pueblos.
¿Chávez sí, Lula no?
Pero a pesar de Fidel Castro y de Hugo Chávez, la caída de los precios del petróleo reduce el diámetro de la tubería de hidrocarburo y productos tendida hacia Cuba y afecta los bienes y servicios subvencionados que reciben grandes sectores de la población venezolana. Granma destacó en primera plana, recientemente, la afirmación del Ministro de Economía chavista de que los ingresos petroleros de su país se habían reducido a menos de la mitad comparados con el año anterior. Así se anuncia de forma oblicua que la crisis económica mundial va a poner un freno a los proyectos “Cubazuelanos” y también a los ambiciosos planes del ALBA, lo que significa que Venezuela no tiene posibilidades reales de ser centro de un núcleo geopolítico de países.
El viaje reciente de Chávez a Brasil puso de manifiesto esta seria situación. Un país que, como ha dicho Horacio Medina, ex director de PDVSA, no debería estar en crisis por haber ingresado durante diez años de chavismo $ 900,000 millones, se ha convertido en un gran comprador que importa 50 mil millones de dólares al año, mientras la capacidad industrial productiva privada se ha visto destruída en un setenta por ciento.
Ahora, tras una fiebre nacionalizadora que ha afectado no solo a los inversionistas norteamericanos, sino también a mexicanos, españoles y argentinos, el gobierno de Venezuela solicitaba del Banco de Desarrollo Económico y Social de Brasil un financiamiento de 4,300 millones de dólares para proyectos de infraestructura a cargo de corporaciones brasileñas. Como se trata de algo extraordinario, Hugo Chávez dijo a Lula al recibir la aprobación: “Estamos tan felices,[…] tan agradecidos”. Y como promesa de garantías declaró todo el apoyo a esas empresas brasileñas.
Esto también demuestra lo que Raúl Castro veía venir desde hace algún tiempo y pretendía conjurar con el intento de priorizar las relaciones con Brasil por sobre las que hay con Chávez: el canciller carioca Celso Amorim hizo saber en La Habana, en aquel entonces, la voluntad de Brasil de convertirse en el primer socio económico de Cuba, y el general-presidente quería visitar Brasil antes que ir a Venezuela, pero todo eso fue bloqueado por Fidel Castro.
Ahora Lula acaba de regresar de China, donde firmó sustanciales acuerdos estratégicos. China ha desplazado ya a Estados Unidos como primer socio comercial de Brasil. Ahora, hasta Chávez se abre a Brasil. Para el régimen de La Habana no hay alternativa: si no se aprovecha la puerta abierta antes de que termine el mandato de Lula da Silva, se condena al pueblo a seguir malviviendo, esta vez a nivel de sub-parasitismo, de las migajas que pueda dejar caer Chávez de la poco abundante mesa venezolana.
Europa y “la Cuba del Este”
Aún quedan otras opciones al gobierno de Raúl Castro a las que también se resiste el viejo dictador, que son aceptar la irrupción de los capitales chinos, o pagar la vieja deuda a Rusia con concesiones a sus poderosas empresas. Esta vez no se trata de los “imperialistas” clásicos, que en el caso de Cuba eran inversionistas en su mayoría norteamericanos o ingleses. Son los antiguos “amigos”, Rusia y China Popular, pero ahora exigen cuentas claras, aunque el decrépito líder insiste en el férreo control a cualquier capital extranjero y cada vez con menos garantías.
Un ejemplo que llama la atención porque refleja otra puja geo-estratégica es la política de la Unión Europea respecto a Bielorusia. La U.E. ha terminado su política de aislamiento hacia ese país y acaba de entrar en la de “compromiso constructivo”. Europa quisiera que la última dictadura en el continente emprendiese el camino de la democracia y se alejara de la órbita rusa. Para ello requiere, como primer paso, que Alexander Lukashenko abandone la represión sobre la oposición bielorusa, que han merecido a ese país el mote de “la Cuba del Este”. Por su parte Lukashenko unas veces se acerca a las posiciones de la U.E. y otras a las de Rusia, de la que depende totalmente para sus insumos de petróleo y gas.
Para que sirva el ejemplo, hay que cambiar lo necesario. Bielorusia está rodeada de países democráticos y juega con los intereses estratégicos rusos que no quieren a la OTAN instalada en su cercanía. El régimen que gobierna Cuba, por su parte, ha querido hasta ahora aislarse de sus vecinos democráticos, apostando a un descabellado proyecto integracionista de izquierda que carece de sustentabilidad. Mientras depende de forma creciente de las importaciones de alimentos de Estados Unidos, se niega a hacer la más mínima concesión política frente a las tentadoras ofertas de la nueva administración norteamericana y de la “troika” de la Unión Europea.
El interés de Europa en Bielorusia se basa en que el 20% del gas ruso que recibe, pasa por ese país, y condiciona su apoyo al respeto a los derechos humanos y las libertades civiles, ya que se han llevado a cabo allí reformas económicas en el marco del “socialismo de mercado”.
El proceso de compromiso constructivo está avanzando después que Lukashenko liberó a un grupo de presos políticos y autorizó la publicación de un periódico oposicionista. El caso de Cuba es diferente: por razones de una dicotomía de estrategias en la cúpula, no hay cese de la represión ni apertura informativa, ni “cambios estructurales” prometidos.
Pasó el momento de la fruta madura
Cuando en 1823 el presidente norteamericano John Quincy Adams aplicó a Cuba el símil de la “fruta madura”, eran los tiempos incipientes del expansionismo norteamericano. Hacía veinte años que Jefferson había comprado el enorme territorio de la Luisiana francesa a Napoleón por quince millones de dólares. Trece años después de la declaración de Quincy Adams, se producía la proclamación de la independencia de Texas. Más tarde, tras la guerra con México ese país cedió a Estados Unidos el territorio de lo que hoy son seis nuevos estados.
La tesis de la gravitación de Cuba (y Puerto Rico) hacia la Unión Americana surge en la época en que España mantenía su control político, mientras Estados Unidos empezaba a convertirse en la metrópoli económica de la Isla.
La entrada de la gran nación del norte en la guerra de independencia de Cuba terminó con la constitución de la República tras cuatro años de ocupación militar, durante la cual se sentaron las bases sanitarias, educacionales y de las principales instituciones del estado.
Las colonias norteamericanas de Puerto Rico y Filipinas evolucionaron de forma diferente; la República de Filipinas se constituyó en 1946 y, tras un referendum, en 1952 se creó el Estado Libre Asociado de Puerto Rico Respondiendo a nuevas consultas electorales, el pueblo puertoriqueño ha hecho saber su preferencia por el mantenimiento de su status político, y a pesar de haber transcurrido más de cien años, el establishment norteamericano nunca se ha inclinado a anexar la Isla del Encanto.
Igualmente, desde 1898 las relaciones entre Cuba y Estados Unidos no estuvieron nunca marcadas por el signo de la anexión, ni del protectorado, sino por lo que se calificó como neocolonialismo. El rasgo característico fue el control de recursos naturales mediante la ampliación de inversiones iniciadas en el siglo XIX, y el desplazamiento paulatino de las inversiones inglesas, que a su vez trajo como complemento el dominio de técnicas modernas de producción y la vinculación de la isla a la economía de la primera potencia mundial.
Los resultados pueden medirse por los indicadores económicos y sociales alcanzados en la República, imbatibles a pesar de medio siglo de demonización por parte del castrismo.
Tras la II Guerra Mundial y la descolonización, pero especialmente tras la caída del sistema comunista soviético, los rasgos neocoloniales caracterizan la economía mundial. Las inversiones extranjeras en China, y especialmente las norteamericanas, han sacado de la miseria a cientos de millones de chinos. La República Popular hoy en día es el principal acreedor de Estados Unidos, ya que en enero de este año poseía el 24 porciento de los Bonos norteamericanos del Tesoro, con un valor de casi 740 mil millones de dólares.
Proyectos que se están cayendo de la mata
La historia ha desmentido el vaticino de John Quincy Adams de anexión, pero no desvirtúa su aseveración de que “[n]o hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos con la Isla de Cuba”. En estos mismos momentos, las autoridades en Tampa, Corpus Christi y Miami, están dando pasos para prepararse ante las ventajas y desventajas que traería un eventual levantamiento del embargo norteamericano a Cuba.
El director del puerto texano de Corpus Christi viajará esta semana a La Habana al frente de una delegación, para dar seguimiento a planes conjuntos de establecer un servicio regular de navíos a la isla. Por su parte, la Cámara de Comercio del Gran Miami emitió un informe donde se estudia el impacto en el condado de la reanudación del intercambio comercial, teniendo en cuenta –dicen- que “es posible que el gobierno de Estados Unidos levante el embargo en algún momento aunque Cuba no sea libre”.
Por otro lado, en un evento auspiciado por el programa del World Affairs Council sobre las repercusiones del levantamiento del embargo para la Florida, el Caribe y América Central, el director del Puerto de Tampa, Richard Wainio, dijo que Cuba podría procesar cargamentos en tránsito de grandes navíos porta-contenedores procedentes del Extremo Oriente. Esa operación tendría lugar a partir de la ampliación del Canal de Panamá en el 2015, y en la isla se transferirían los contedores a barcos más pequeños con destino a Tampa. Esto significaría que el puerto pudiera recibir un volúmen superior al de los contenedores hoy trasladados por trenes y rastras desde California a la Florida.
Lo anterior se relaciona con los planes esbozados hace año y medio por la firma Dubai Ports World, de invertir $250 millones de dólares en el Mariel para convertirlo en un moderno puerto de contenedores, no solo para la importación de productos por Cuba, sino con vistas a la exportación futura de mercancías hacia Estados Unidos. Tal inversión en ese puerto de provincia Habana, (aún no concretada), favorecería también la llegada de contenedores desde China.
Estamos, por tanto, en un momento favorable, en que todo depende de una decisión que destrabe el proceso de incorporación de Cuba a la economía global. Eso lo ve todo el mundo, y es algo que “se cae de la mata”, pero no se materializa por la intransigencia del viejo tirano.
Mientras el ministro de economía del régimen anuncia “restricciones en el consumo”, los economistas serios consideran demasiado optimista su previsión del crecimiento del Producto Interno Bruto del país a un 2.5 %, y la sitúan entre el cero y el uno por ciento. Las reflexiones de Fidel Castro hablan del “magisterio” anticapitalista de Chávez, pero no dicen nada de los suministros de petróleo venezolano o las drásticas medidas de ahorro energético del gobierno de Raúl Castro.
En una coincidencia demasiado significativa en estos momentos de arrebato nuclear norcoreano, el primogénito del tirano y asesor científico del Consejo de Estado, Fidel Angel Castro Díaz-Balart, “Fidelito”, es condecorado en Moscú por el jefe de Rosatom, la corporación estatal rusa de energía atómica. En la ceremonia se acordó la reanudación de la cooperación en las investigaciones nucleares suspendidas en 1992.
Fidel Castro (padre o hijo) no suenan bien asociados a la palabra energía nuclear. Nadie ha olvidado la Crisis de los Misiles. El momento no es bueno para rozar esa vieja herida, y el gobierno de Obama seguramente está frunciendo el ceño. Nada bueno esperan de La Habana.
¿O será esto una burla al gobierno norteamericano por mantener a Cuba en la lista de países que promocionan el terrorismo, mientras la belicosa y nuclear Corea del Norte fue “absuelta” y borrada de tal lista, a pesar de todas sus provocaciones y amenazas frente al mundo entero? No es fácil definirlo.
Mientras tanto, se está pudriendo la fruta cubana sin que nadie la aproveche.