La partición Palestina
Juan Benemelis/Cubanálisis-El Think-Tank
Para Occidente, el Oriente es todo ese vasto espacio que se halla tras la línea imaginaria que corre de Grecia a Turquía, con lugares exóticos poblados de masas indiferentes con su mentalidad, cultura, política y características raciales típicas. Un sinnúmero de conquistadores se hicieron de Palestina, e incontables diásporas esclavizaron y dispersaron las tribus hebreas. Los faraones fueron los primeros y los ingleses los últimos. La autonomía del Estado judío en la historia solo duró 60 años, y dejó de existir con la revuelta de Masada a manos de los romanos.
Palestina fue clausurada para los judíos luego del nacimiento del Islam, y en 1516 la región era incluida como provincia del Imperio Otomano. Dentro de los confines de la Europa cristiana occidental los judíos fueron perseguidos hasta que Inglaterra le abrió las puertas con la Revolución Gloriosa del siglo XVII. Hacia el Este su suerte sería más fácil por la escasez de artesanos calificados y de literatos, protegiéndose en barrios urbanos, los “ghettos” judíos. Tuvieron que pasar cincuenta generaciones para que la obsesión de regresar a la tierra que Diós concedió a “su pueblo” dejara de ser un mito romántico.
El Renacimiento, la Reforma protestante (terriblemente anti-semita en sus comienzos), y la Revolución Industrial abrieron las puertas de las universidades, de la política y del comercio a los judíos. Las fronteras nacionales comenzaron a cambiar y la cultura europea se embarcó en una brutal transformación. Pero en Rusia y Polonia, donde las ideas democráticas occidentales nunca echaron raíces, aquella comunidad cerrada que había permitido a los judíos sobrevivir en toda la Edad Media se transformó en una trampa. Ante el terror antisemita que destruía la judería europea los que añoraban el retorno a la “Tierra Prometida“ (Theodor Herlz, Maurice de Hirsch) inventaron el Sionismo; y los que buscaban asimilarse a la sociedad europea (Mosse Hess, Karl Marx) idearon el Comunismo.
Herlz y Hirsch con su Asociación de Colonización Judía negociaban la emigración hacia Argentina o Brasil, y regateaban un territorio en África. Herlz en su The Jewish State rechazaba la asimilación a favor del hogar nacional, obviando a los pobladores de Palestina. Sin una migración masiva el Estado judío permanecería como un sueño romántico, por eso los británicos forcejeaban con el proyecto de asentamiento judío en Jerusalén, rechazado, claro está, por los sultanes turcos.
Antes de la Primera Guerra Mundial, Palestina era una provincia dentro del Imperio Otomano, y al concluir esa guerra cayó en la esfera de influencia británica. Los árabes reclamaban a Palestina, prometida por los británicos, pero Londres se atenía al acuerdo con Francia y Rusia de internacionalizar ese territorio. Leal a su vieja tradición de divide y vencerás, los británicos prometían Palestina a los árabes a través de T. E. Lawrence y a los judíos a través de la “declaración Balfour”, sembrando la semilla del actual conflicto árabe-israelí.
Del territorio que comprendía Palestina los británicos crearon dos entidades en 1921. Una de ellas, al este del río Jordán, se llamó Transjordania, o más simplemente Jordania, y fue cedida al jefe beduino Abdullah Ibn Hussein. La otra comprenderá la franja del Jordán al Mediterráneo, donde los árabes palestinos y los judíos forcejeaban por el control bajo el Mandato Británico. Entre 1922 y 1947 la crisis en Palestina no fue primordialmente una lucha entre árabes nativos y colonos judíos, sino entre estos últimos y las autoridades británicas.
El XXII Congreso Sionista, que sesionó en Basel en diciembre de 1942 se vio obligado a decidir que el estado de Israel (Eretz Israel) tendría que establecerse en medio de un compromiso territorial al precio de una partición. Los sionistas pensaban que la manera de establecer un estado judío era, por un lado forzar a que los británicos levantaran las restricciones migratorias hacia Palestina, y por el otro fortalecer las fuerzas paramilitares judías de auto-defensa, como la Haganah, el Irgún y la Banda Stern.
El Consejo Judío consideraba con candidez que los árabes se integrarían en el estado judío. Esta indecisión era un elemento importante utilizado por Gran Bretaña para justificar el Mandato y mantener una cuota baja de inmigrantes, restricción que a los ojos del mundo se tornó cruel a medida que tras la caída alemana se conocía el horror de la “solución final”. Los árabes, por su parte, forjaban su estrategia en la cual se formaría un estado palestino árabe con algunas comunidades judías, pero excluyendo a los refugiados de los campos de concentración europeos. El mundo se horrorizó ante la insensibilidad moral británica y un indignado presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman influyó para que el premier británico Attlee no cediera a las presiones árabes y evacuara el territorio.
EL PLAN DE PARTICIÓN
La ONU entonces, anunció un plan de partición de Palestina. El 15 de mayo de 1948 Ben-Gurión declaró la existencia del estado de Israel, y la ONU nominó al aristócrata sueco Folke Bernadotte para mediar en la partición Palestina. Por vez primera se revertía el milenario destino judío de convivir en la Diáspora.
El impacto que tuvo en la conciencia mundial la virtual destrucción de la judería europea en los crematorios alemanes cedió finalmente Palestina a los supervivientes del Holocausto. Así, el legado de Hitler lejos de ser la eliminación de los judíos, irónicamente resultó en la formación del estado judío. Pero los ingleses dejarían un embrión de estado a su suerte, rodeado de enemigos árabes en la convicción de que se produciría una guerra que arrasaría con las pobres fuerzas combatientes judías y con la ilusión de una patria en Palestina. Así, los ingleses crearon ex profeso el dilema árabe-judío en Palestina.
Londres se fue lavándose las manos. El 29 de noviembre de 1947 la ONU aprobó la partición de la Palestina occidental en dos estados: uno par los judíos que comprendía el desierto del Negev, la costa Tel-Aviv a Haifa y parte de Galilea, y otra para los árabes palestinos que consistirá en la Orilla occidental del Jordán (la Cisjordania), el distrito de Gaza, Jaffa y los sectores árabes de Galilea. Jerusalén, solicitada por judíos y musulmanes por ser para ambos “ciudad sagrada” supuestamente se transformaría en un enclave internacional bajo fideicomiso de la ONU.
Después de 1948 los exilados palestinos y los que permanecían dentro de Israel adoptaron una política de acomodo a la situación. Los que se quedaron adentro aceptaron la política del estado israelí. En la década cincuenta los derechos palestinos sólo eran enarbolados por Egipto y un puñado de árabes en exilio.
Fue el presidente Nasser quien el 12 de abril de 1955 fraguó la causa Palestina, al reunir en El Cairo a los líderes árabes de Gaza, con vistas a organizar, entrenar, armar y financiar a los fedayines palestinos y cohesionarlos en una estructura militar encabezada por un personaje anónimo llamado Yasser Arafat que predicaba el retorno a Palestina por medio de la violencia.
Fue por esa época que tuvo lugar la fundación de Al-Fatah donde participó Yasser Arafat. Arafat provenía de una familia de larga tradición de lucha anti-sionista; su padre y hermano habían combatido contra las comunidades judías en Palestina. Su clan tribal, el Hussein había abrazado el credo nazi apoyando al Gran Muftí de Jerusalen. En la década cincuenta Arafat recibió entrenamiento en la Academia Militar de Egipto y devino en un experto en explosivos.
La “entidad Palestina” como se llamó devino en una realidad en 1959, cuando comenzó ser reconocida por los miembros de la Liga Árabe. En 1963, bajo el patronazgo del presidente Nasser, los principales grupos palestinos fueron forzados a establecer una alianza formal entre ellos e integrarse a una organización sombrilla, la OLP, que sería el brazo armado palestino. La OLP fue aceptada por la Liga Árabe en 1964, como una institución sombrilla que agrupara y “encauzara” la beligerancia de las organizaciones de refugiados.
Los soviéticos, los cubanos, los sirios e iraquíes desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la OLP como la organización terrorista con más recursos financieros, mejor entrenada, equipada con armamento moderno y múltiples bases y santuarios. No fue hasta 1965 que se inició la fase moderna de los choques entre Israel y los palestinos cuando Al-Fath de Yasser Arafat propinó un golpe de mano dentro de Israel.
LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS
La Guerra de los Seis Días tuvo efectos devastadores en la militancia palestina, mucha de la cual abandonó la lucha convencida de que era imposible derrotar militarmente a Israel. La agenda “Palestina” se hubiese desinflado, y las comunidades árabes en Gaza y Cisjordania pedian la asimilación a Egipto y Jordania, y los refugiados palestinos en otros estados árabes en la nacionalidad de residencia.
Tras el impacto de la Guerra de 1967 los egipcios prácticamente abandonaron a los palestinos, y éstos trascendieron las pugnas inter-árabes, adoptaron una reconsideración de su relación con el programa nasserista y baasista de expulsión de los judíos y unificación de todo el territorio palestino. Asi nació el terrorismo. Uno de los primeros en distinguirse fue el cabecilla militar de la OLP, Khalil al-Wazir, el temible Abú-Jihad. La zona se enturbió aún más con el uso del petróleo como arma política, con la impronta errática del mandatario libio Gadafi, y el desplome del Líbano como nación. Así, la emergencia del movimiento palestino de la OLP tras la Guerra de los Seis Días fue promovida por el deseo de compensar el funesto desempeño de los ejércitos árabes contra Israel.
El balance de Arafat como líder palestino no sería del todo halagüeño; supo maniobrar en medio de la sangrienta pugna intestina del movimiento; pudo alzarse vencedor en la contienda para ser el solo representante de los refugiados y de los árabes residentes en Israel; si bien maltrecho, sobrevivió a sus choques con los regímenes árabes, y se movió en las grietas de la alianza Estados Unidos-Europa. Su organización en particular era la más vociferante en su posición de no-compromiso con Israel, rechazando la resolución de la ONU.
La OLP declaró la guerra a Estados Unidos a la vez que urgía al resto de los palestinos a presionar con la violencia y en último extremo acabar con Israel a través de operaciones clandestinas desde Jordania y Líbano. Los soviéticos vieron en las guerrillas un medio para acercarse al resto del mundo árabe y como instrumentos que podían servir a muchos de sus propósitos. Arafat, junto a George Habash y los más altos dirigentes palestinos recibieron entrenamiento de Moscú donde los soviéticos ofrecieron recursos y la experiencia de la KGB para iniciar nuevos campos terroristas en Jordania. Al-Fatah fue creciendo en prestigio al tornarse sus operaciones más audaces, y recibir sustancial apoyo financiero de los árabes moderados del Golfo y Arabia Saudita.
La violencia y el terrorismo palestino contra Israel adquirieron notoriedad a finales de los sesenta y principios de los setenta. La auto-determinación de Palestina fue aprobada por la ONU en 1969, bajo una intensa propaganda del bloque soviético y la OLP recibiría el reconocimiento de dos tercios de los estados del planeta, como el representante legítimo del pueblo palestino. Poco tiempo después los fedayines de la OLP habían conformado prácticamente cuasi estados dentro de Jordania y el Líbano, con los cuales colisionarían.
El 22 de julio de 1968 el grupo del FPLP dirigido por Ahmed Jibril secuestró el vuelo Roma-Tel Aviv de la compañía israelita El-Al. El 26 de diciembre de ese año, la FPLP atacó nuevamente un avión de la El-Al en plena pista de vuelo en Atenas. En febrero de 1969 le tocaría el turno a otra nave israelí en Zurich. En agosto, el comando palestino “Che Guevara” secuestró el vuelo de la TWA con destino a Lydda, desviándolo a Siria. El 29 de ese mes, una bomba de tiempo estalló en las oficinas de la ZIM en Londres; el 8 de septiembre explotaron simultáneamente bombas en las embajadas israelí de la Haya y Bonn; en noviembre 27 una granada detonó en medio de una multitud congregada en las oficinas atenienses de la El-Al.
Por toda Europa los terroristas de la OLP se desplazaron para atacar cualquier individuo, entidad o instalación que representara a Israel. El número de secuestros de aviones en esos años pasó del centenar. La OLP negoció con algunos países europeos (Grecia e Italia) una cierta neutralidad operacional bajo el compromiso de prohibir a sus comandos que operasen contra ellos, aunque de manera clandestina los utilizaron de madrigueras.
En 1970 Egipto aceptó el plan propuesto por el secretario de Estado norteamericano William Rogers de un cese al fuego por tres meses. Arafat acusó a Nasser por haber “capitulado” ante el plan Rogers, apartando definitivamente a la OLP de la protección egipcia, perdiendo sus espacios de radiodifusión en Radio Cairo. Asimismo, la confrontación ante la manipulación política de los estados árabes “hermanos” adquirió perfiles dramáticos cuando Arafat retó en Jordaania el poder del rey Hussein, y los comandos palestinos de Habash volar tres aviones secuestrados que habían aterrizado. Esto fue demasiado para el rey Hussein cuya Legión Arabe de beduinos atacó los campamentos de guerrilleros palestinos en una lucha que duró dos semanas, que estuvo a punto de liquidar a la OLP y que fue conocida como Septiembre Negro.
Mientras Mohammed Boudia, primero e Ilitch Ramírez o Carlos “el Chacal” después, eran las cabezas en Europa de las operaciones de la FPLP, el refinado poeta y novelista palestino Ghassan Kanafani figuraba como su cerebro planificador en los atentados terroristas, hasta que el 18 de julio de 1972 al encender su automóvil una bomba israelí lo desintegró. Septiembre Negro encabezado por Mohammed Yussuf El-Najjar, segundo a bordo de Arafat, era simplemente una estructura pantalla de Al-Fath que recibía entrenamiento y asesoría de la KGB, e instaló sus cuarteles de invierno en Suecia y Noruega aprovechando el deslumbramiento de sus intelectuales y editores hacia el Tiers Monde, la “nueva izquierda”, y la inefable ingenuidad y largueza financiera de sus gobernantes para con los refugiados palestinos. Así, tienen lugar las infiltraciones armadas de Abul Abbas en Israel, y otras aventuras tenebrosas de las que pueden citarse el asesinato de Leon Klinghoffer cometido por Abul Abbas en el Achille Lauro en 1985, y el asalto a las playas de Tel Aviv en 1990.
Esta estrategia de terror palestino acarreó una conducta punitiva de contra-ataque por parte de Israel. Después de la infame matanza de 11 atletas israelíes por palestinos en los juegos olímpicos de Munich, Golda Meir delineó la estrategia de combatir el terror con el terror. El 9 de abril de 1973 Israel montó un desembarco comando en Beirut aniquilando casi toda la dirigencia de Septiembre Negro y de Al-Fatah.
Tanto en Jordania, Líbano y en otros sitios, la OLP utilizó la práctica de establecer sus mandos, cuarteles y depósitos de armas en edificios vecinos a escuelas u hospitales. Los choques sangrientos entre las facciones palestinas en Damasco, Beirut y Bagdad pasaban inadvertidos para los medios de prensa. Los palestinos Abú Nidal en Irak y Wadí Hadad en Yemen del Sur, asesinos natos, montarían atentados contra los hombres de la OLP destacados en Europa tratando de abrirse paso a bombazos hacia el liderazgo de la OLP.
TRAS LA GUERRA DEL YON KIPPUR
A raíz de los acuerdos del Sinaí en 1974 y 1975, la estrategia del canciller Henry Kissinger descansaba en obligar a que cada país árabe afectado negociase con Israel de forma bilateral, evitando el pan-arabismo. De manera simultánea, en la comunidad internacional se hizo espacio la idea de que correspondía a los palestinos negociar el proceso de paz con Israel. En 1974 alrededor de un centenar de naciones en la ONU aceptó a la OLP como el representante legítimo del pueblo palestino. En 1974 era sabido que la Palestina árabe jamás podía ser recreada, pero que un tipo de arreglo era posible con Israel. La lucha terrorista contra Israel dejó a la OLP prácticamente descabezada al desaparecer –salvo Arafat- gran parte de su dirigencia histórica: Ghassan Kanafani, Gamal Nasser, Kamal Adwan, Yusef Najar, Abul Walid, Abu Jihad, Abu Iyad, Abul Hol.
Arafat habló de aceptar un Estado palestino en Gaza y Cisjordania, ante la feroz oposición de la minoría militante que argumentaba por la completa liberación del territorio, incluido Jaffa, Haifa y Galilea. Todas las organizaciones palestinas sin excepción han resultado un dolor de cabeza, entre otras razones por el maridaje de la lucha Palestina con los movimientos fundamentalistas tanto en la región del Golfo como en el Creciente Fértil y en el África norte. Con las donaciones de palestinos residentes en los estados árabes ricos, así como la contribución de Arabia Saudita, Kuwait y otros países petroleros, se cubrirían los servicios, la logística, el entrenamiento y los armamentos, así como la atención a los “campos de refugiados”.
El viaje histórico a Tel Aviv del mandatario egipcio Anwar el Sadat, concertó una alianza que perturbaría a enemigos y aliados. Entre los acuerdos secretos de Camp David se estipuló la cooperación de los dos servicios secretos más poderosos del área: el Mossad israelí y la Dirección General de Inteligencia egipcia (conocedor de todos los secretos de la OLP), factor que alteró el balance de poder regional y selló de un golpe la suerte de la resistencia armada Palestina.
La década de 1970 vio emerger a Arabia Saudita como una fuerza política capaz de dictar los precios del petróleo. Su entonces monarca Feisal Abdel-Aziz comprendió la necesidad de estabilizar el diferendo árabe-israelí para evadir el peligro que el radicalismo ideológico estaba generando la lucha Palestina, hecho que repercutía negativamente en la legitimidad de su monarquía. Feisal advirtió a los Estados Unidos que su total alineamiento con Israel y menosprecio a los árabes impedía concretar una solución negociada al diferendo.
Sería después del embargo petrolero árabe, que Estados Unidos prestaría oídos a sus grandes empresas petroleras envueltas en el Medio Oriente. Pero ya era tarde; con la nueva facultad árabe para esgrimir su petróleo como arma de presión política, las compañías petroleras occidentales ya se habían distanciado de sus gobiernos para no ser utilizadas como instrumentos de política exterior.
La guerra del Yom Kippur coadyuvó a fortalecer la idea de un acomodo político, pese a que el "plan Rogers" y la "misión Jarring" habían fracasado en los dos años anteriores. Lo que el presidente Sadat, y menos claramente los sirios y jordanos, ofrecieron en 1971 fue lo que el mismo Sadat formuló en 1973, y nuevamente lo que propuso en Jerusalén en 1977: paz con Israel y un estado palestino a partir del desmantelamiento de Gaza y Cisjordania. Pero, la diplomacia de Kissinger no estuvo diseñada para implementar una solución final y comprensible al diferendo árabe-palestino-israelí, sino que buscaba reducir la tensión del Medio Oriente. La ambigüedad de esta política y el apoyo irrestricto a las anticuadas y opresivas estructuras estatales medievales tuvieron consecuencias desastrosas, entre otras el desplazamiento de Egipto como el poder regional por excelencia y el aunamiento de las monarquias sauditas y del Golfo.
Por su parte, los palestinos rechazaban la Resolución 242 de la ONU, para abandonar el terrorismo, a medida que eran tratados por las cancillerías europeas como una entidad independiente del colectivo árabe. Dos sucesivas administraciones norteamericanas, las de Gerard Ford y Jimmy Carter, realizaron esfuerzos concretos para solventar los problemas políticas del Medio Oriente. En octubre de 1977 la URSS y Estados Unidos firmaron un acuerdo conjunto donde se comprometían a resolver el conflicto árabe-israelí. Leonid Brezhnev consideraba que con ello había asegurado el reconocimiento norteamericano para involucrarse en el proceso de paz del Medio Oriente.
CAMP DAVID
Pese al tratado de paz de Camp David de 1979, el meollo del problema, el conflicto palestino-israelí, permaneció insoluble. Para 1980 la Comunidad Económica Europea declaraba su apoyo a la auto-determinación Palestina, presentando una seria divergencia entre la política norteamericana y europea con respecto al conflicto del Medio Oriente.
La caída el Shah de Irán dio cuenta de las ideologías nacionalistas del nasserismo, el baasismo y el panarabismo, promoviendo el fundamentalismo islámico. Pese a que el Mossad había alertado el peligro que enfrentaba el régimen del Shah, los servicios de inteligencia occidentales fallaron en detectar la crisis que derrocó la monarquía iraní en 1979. Ello significó uno de los golpes más devastadores en la región, al destruir el balance de fuerzas y quedar los países del Golfo, vulnerables a las fuerzas del fundamentalismo islámico.
Said Hammami el representante de la OLP en Londres, quien proponía negociar directamente con los israelíes fue asesinado por el palestino Abú Nidal, agente a la vez de los servicios secretos iraquíes. El régimen del Ayatollah Khomeini entró en una articulación amplia con la OLP. Los grupos palestinos terroristas “disidentes” de la OLP en secreto se hallaban de acuerdo con Arafat, quien los apoyaba desde Siria y Libia a través de su enlace, el comandante Rashad Ahmed.
Con el ascenso al poder en Grecia del partido socialista Andreas Papandreu en 1981, visceralmente hostil a Israel y los Estados Unidos, la OLP obtuvo una base de operaciones en Europa. El jefe de la inteligencia griego, Kostas Tsimas y el viceministro del interior Sifis Valyarakis eran ex terroristas que habían sido entrenados en los campos militares de Arafat del sur del Líbano, y sostenían íntimas relaciones con los iraquíes. Allí se movió con libertad la flor y nata del terrorismo palestino: Abu Abbas, Abu Nidal, Abu Ibrahim, Abdullah Labí, Mohammed Rashid, Mohammed Budia, Ahmed Jibril, etcétera.
Para 1982 la KGB se hallaba contrariada por los reportes de inteligencia que señalaban entrevistas secretas entre altas figuras de la OLP y funcionarios norteamericanos. Moscú sospechaba que Arafat cedía a las presiones occidentales para excluir a la URSS de los acuerdos del Medio Oriente. La OLP se hallaba en extremo debilitada producto de sus encuentros militares con Siria al norte del Líbano en 1984, y se había llegado a la conclusión definitiva que no existía la posibilidad de una victoria militar contra Israel. Para fines de 1988 Egipto lograba persuadir a la OLP para que acatase la solución de dos estados en Palestina (uno judío y otro árabe) establecidos por la ONU en 1947. Ello implicó una gran concesión a sus anteriores posiciones en procura de “toda la Palestina expulsando a los judíos, o nada”.
De diciembre de 1988 a mediados de 1990 se desarrollaron en Túnez diálogos entre diplomáticos norteamericanos y representantes de la OLP con vistas a poner en práctica un proceso de paz en la región. Mientras, Saddam Hussein se erigía en el campeón de los palestinos. Arafat se hallaba frustrado por la falta de apoyo de los emiratos del Golfo y el estancamiento de la operación de paz egipcia. En mayo de 1990, Arafat y Saddam convocaron una cumbre árabe en Bagdad para analizar la expulsión de los judíos de Tierra Santa, mientras la facción moderada palestina, encabezada por Hanna Ashrawi, luchaba por la negociación con Israel.
Después de que Siria expulsó a la OLP del Líbano, el liderazgo de Arafat comenzó a resquebrajarse, así como el maximalismo de su política ante Israel, agravándose al abanderarse con Saddam Hussein en la Guerra del Golfo. Durante esta guerra la propaganda de la OLP en Gaza y Cisjordania, y en los campos de refugiados en el Líbano, presentaba a Saddam Hussein como el héroe árabe que desafiaba militarmente a los “cruzados” Estados Unidos e Israel. Arafat sirvió también como emisario internacional del régimen de Saddam Hussein. A raíz del embargo internacional contra Irak aplicado por la ONU, Arafat se envolvió en extensas negociaciones confidenciales con Irán buscando que Teherán permitiese el tránsito clandestino del petróleo iraquí por su territorio.
La vulnerabilidad de la OLP, de ser una organización extra-territorial, el de encarnar una nación Palestina en exilio, ausente del territorio original se hizo patente durante la intifada, y luego con Hamas, y la Jihad islámica que parapetada en Gaza, con sus ataques terroristas dramáticos abrazaría el martirologio de los iraníes shiítas. Hamas, ramal de la Hermandad Musulmana, organizó sus escuadras terroristas en Gaza y Cisjordania, financiadas por Irán. Hamas presenta al “sionismo” como la personificación de Satán, y enarbola como prueba irrefutable a los Protocolos de los Sabios de Sión, el texto fabricado por la Ojrana, la policía secreta del Zar. Mientras la OLP aspiraba a establecer una Palestina secular, Hamas acariciaba la idea de un estado teocrático estilo Talibán, ofreciendo como recompensa a los mártires de sus misiones suicidas un Paraíso de palacios de oro, comidas exquisitas, bellas jóvenes y apuestos mancebos.
En septiembre de 1993, en pleno aislamiento, Arafat decidió acudir a Oslo, Noruega, bajo la órbita de la Pax Americana, para resumir largas negociaciones que se habían llevado a cabo de forma secreta por delegaciones de la OLP y de Israel. Allí suscribió un acuerdo de paz con el premier israelí Itzhak Rabín, comprometiéndose con poner fin al terrorismo.
Los fundamentalistas palestinos, nucleados alrededor de Hamas, desafiaron el liderazgo histórico de la OLP como “representante legítimo del pueblo palestino”, calificando a sus dirigentes de tragones de puerco y borrachos. Hamas se lanzó a una campaña de violencia achicharrando palestinos por “colaborar” con las negociaciones.
La retirada de Arafat de Camp David en el 2000, no logró que recuperase la calle en manos de Hamas y la Jihad Islámica. Entonces no le quedó más remedio que mancomunarse con ambos, ofreciéndoles incluso integrar un gobierno palestino de “unidad nacional”. Su brazo armado (Al-Fatah) y Hamas se fundieron en un ejército clandestino.
Nadie ha logrado explicar –ni los propios palestinos, los árabes, o los israelíes- cómo desde los horrores de Septiembre Negro hasta la actual ofensiva israelí en Gaza, la OLP ha podido sobrevivir a medida que el dilema de Palestina se ha internacionalizado y el de Israel se ha centrado en la geopolítica de doblegar la facción terrorista de Hamas en Gaza y Cisjordania. En el Oriente Medio el pasado representado por Hamás y los fundamentalistas ha enterrado al futuro y, posiblemente, siempre sucederá así.