La astucia de Raúl Castro y la extinción del Comandante
Dr. Eugenio Yáñez - Cubanálisis - El Think-Tank Silenciosamente, sin hacer olas, alabando al Comandante en Cama, el general Raúl Castro sigue tejiendo la red del poder a su alrededor, sin preocuparse mucho por las apariencias, y continúa diseñando su muy leal Estado Mayor gubernamental a su imagen y semejanza, para lograr sus objetivos: nadie piense que es cuestión de rebeldía, es puro pragmatismo, pues Fidel Castro, alborotos y “reflexiones” aparte, es cada día menos relevante a los efectos prácticos del ejercicio del poder en Cuba.
Como viejo militar, el general conoce de estrategia y táctica: no le preocupa que dos damas que gobiernan en América Latina insistan en ver al Comandante legendario que admiran desde sus años mozos allá en Buenos Aires y Santiago de Chile, cuando Che Guevara era un icono de la guerrilla y al Declaración de La Habana se discutía en los círculos de estudio de los camaradas.
Lo comenta con periodistas que asumen la noticia medio analistas, medio papparazzi, y destacan el género del visitante como criterio a la hora de decidir si recibir o no a determinado mandatario. Muy pocos, si alguno, se da cuenta de lo verdaderamente implícito en el comentario del general: es él, sólo él, quien le comunica a Fidel Castro quién desea verlo, que son todos los visitantes, y a quien debe recibir.
Por eso el presidente guatemalteco Álvaro Colom, a pesar de la Orden del Quetzal que obsequiosamente llevaba para el Comandante, convencido de que sería "una oferta que no se puede rechazar", y de su lastimosa y gratuita disculpa por pecados reales de un gobernante guatemalteco casi medio siglo antes, no “cogió cajita” en su visita: sin petróleo, dinero en abundancia u otro recurso de importancia para el régimen, no alcanzó los requisitos mínimos para la entrevista y fotografía que tanto anhelaba en el parque jurásico con el sobreviviente: gracias por la Orden del Quetzal, señor presidente, póngala allí en esa mesa, y vamos a conversar de cosas importantes. El Castro mudo ni siquiera le dio las gracias.
Las quejas de que es escasa la información sobre Cuba tienen más que ver con las limitaciones analíticas de los “expertos” que se aventuran en el tema que con una verdadera sequía informativa: cuando no hay suficiente información hay que analizar la falta de información y la información que falta para poder entender lo que está sucediendo. Lo cual no garantiza que siempre se arribe a conclusiones acertadas.
Como saben muchas personas que han estado muy dentro del régimen, si se lee con cuidado la información (y desinformación) que se publica en Cuba pueden conocerse muchas cosas que nunca se dirán directamente.
Así, nos enteramos recientemente por la prensa cubana que “Alejandro Castro Espín (foto), único hijo varón del presidente cubano, Raúl Castro, presentó hoy en la Feria Internacional del Libro de La Habana "El imperio del terror", texto en el que aborda los que considera móviles de las élites de poder en Estados Unidos durante más de dos siglos.
Castro Espín, oficial superior del Ministerio del Interior, que actualmente trabaja como asistente del general Castro, analiza en su libro asuntos como la doctrina de seguridad nacional estadounidense, "el terrorismo de Estado contra Cuba" y los atentados del 11 de septiembre.”
El libro muy probablemente resulte un bodrio, y habría que preguntarse hasta donde lo escribió personalmente o con ayuda literaria, lo cual, por otra parte, no tiene importancia. La verdadera noticia, que ya le había sido filtrada a los argelinos en la reciente visita de Raúl Castro a ese país, es que el coronel del Ministerio del Interior Alejandro Castro Espín “actualmente trabaja como asistente” de Raúl Castro, o más exactamente, como asesor, que fue como lo publicó la prensa argelina. Para quien no lo entendió en Argelia, le repiten la medicina en La Habana. Quien no quiera tomar nota que no la tome: pero esto es asunto de familia, donde los hijos y nietos están en "el negocio" y son protegidos.
Afortunadamente, no hay que limitarse a los análisis de la Agence France Presse (AFP) desde la Habana, que nos aseguran que ahora son nueve los vice-primeros ministros en Cuba, y que Carlos Lage es como “una suerte de primer ministro”, al que “muchos” veían como posible sucesor.
Lo de “suerte de primer ministro” terminó con la Proclama de julio 31 del 2006, y entre esos “muchos” que señala AFP veían a Lage como “delfín” nunca estuvo Cubanálisis-El Think-Tank, que sabía de sobra que quien en un momento de euforia en Caracas declara que “Cuba tiene dos presidentes”, Fidel Castro y Hugo Chávez, no tiene futuro rentable en el gobierno de los generales. Por eso ahora atiende los problemas de la vivienda y trabaja con los poderes populares provinciales, completamente excluido de la actividad internacional.
Con la promoción del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, el general de división Ulises Rosales del Toro, y la estrella en ascenso en el universo raulista, Jorge Luis Sierra Cruz, a vice-primeros ministros, Raúl Castro acerca a su más íntimo círculo a personas de confianza y relativa eficiencia según los estándares raulistas.
De las diferencias Raúl Castro-Ramiro Valdés solo queda el recuerdo, aunque algunos no se hayan dado cuenta todavía: desde el mismo momento que se hizo pública la “Proclama del Comandante en Jefe”, ambos sabían que la supervivencia de todos tenía que ver con zanjar esta disputa y no permitir que fuera más allá de donde había llegado. Lo que hubiera podido suceder si Fidel Castro, en vez de enfermar, fallece aquel 26 de julio del 2006 - no fue el día 31, ¿recuerdan?- queda para la especulación y la novelística, pero en la historia cierta y diaria del poder cubano ambos se complementan como corresponde, y de conjunto muestran su poder a los demás: no es culpa de ellos si otros, en Cuba o en el exterior, no se dan cuenta.
Ulises Rosales del Toro no es visto por Raúl Castro como la persona que destruyó la industria azucarera, sino como el fiel subordinado que, siendo jefe del Estado Mayor General, fue enviado por él mismo para hacerse cargo del ministerio del Azúcar en el momento que el Comandante en Jefe responsabilizó al hermano menor por el desarrollo y gestión de ese sector, que bajo las órdenes fidelistas iba de mal en peor.
Rosales del Toro cumplió cabalmente la orden del Comandante en Jefe para destruirla. Y al recibir la contraorden de dar marcha atrás y salvarla hizo su mejor esfuerzo, pero al haberse esmerado en su destrucción anterior le quedaban pocas opciones para tal operación de contramarcha: como general, había utilizado las decisiones correctas en la dirección equivocada, pero la dirección equivocada nunca fue su propia decisión, sino la orden del “alto mando”.
Y Jorge Luis Sierra Cruz, promovido en poco más de dos años al secretariado del partido, después a ministro de transportes, y ahora a vice-primer ministro, ha logrado determinada organización y funcionamiento efectivo en el sector del transporte, muy mejorado si se compara con los últimos años de la era “del compañero Fidel”, y tiene el beneplácito del general en su gestión.
Dan risa, sin embargo, algunos análisis sobre los “nueve” vice-primeros ministros. Otto Rivero, flamante viceprimer ministro para la Batalla de Ideas, logró ese cargo por un capricho de Fidel Castro, pero desde que éste enfermó de “secreto de estado” ha ido teniendo cada vez menos peso específico en el gobierno, mucho menos en el poder, y hoy pesa menos que un átomo de hidrógeno y, sencillamente, no tiene nada importante que hacer o que decir: cauteloso, se mantiene callado, como corresponde.
Dos de los “históricos” que siguen aparentando ser vice-primeros ministros hace mucho tiempo que, por su avanzada edad, su demostrada ineficiencia, y su complacencia con la corrupción extrema, están fuera del juego: Pedro Miret, 82 años, y Osmany Cienfuegos, 78, están en realidad apartados del poder, y lo que puedan pensar, hacer o decidir es irrelevante para la realidad de la gestión diaria del gobierno cubano. Un tercero, José Ramón “el gallego” Fernández (foto), con más de 85 años, atiende el sector de educación, más por nostalgia que por capacidad de dirección efectiva.
En realidad, lo que tiene Raúl Castro en estos momentos son cinco “substitutos del presidente del Consejo de Ministros”, para decirlo en el argot militar cubano: cuatro de ellos miembros del buró político, y de ninguno de los cinco tiene que preocuparse en cuanto a lealtad: Machado Ventura, Ramiro Valdés, Ulises Rosales, Sierra Cruz y Ricardo Cabrisas son los encargados ahora de llevar el día tras día del gobierno.
Los tres nuevos promovidos, anunció Granma en su nota informativa, “continuarán desempeñando sus actuales responsabilidades al frente de los ministerios que dirigen y además les será asignada próximamente la atención de otros”. Lo que implica una reorganización de los sectores de gobierno.
De Ricardo Cabrisas (foto) ya se sabe públicamente que tiene a su cargo toda la actividad de comercio exterior y colaboración, en lo que tiene experiencia por décadas, y muy especialmente atiende las relacionadas con Venezuela, Rusia y China, es decir, las tres direcciones estratégicas, además de los ministerios de comercio exterior y de inversión extranjera y colaboración económica.
Sobre Ulises Rosales del Toro se comenta desde hace tiempo en los pasillos habaneros la creación un nuevo sector de gobierno, una especie de “super-ministerio” encargado del problema de la alimentación, definido como cuestión de “seguridad nacional”. De materializarse lo que hasta ahora es solamente comentario, tal ministerio abarcaría los actuales cuatro de agricultura, azúcar, industria alimenticia y pesca. Evidentemente, la reciente promoción de Rosales del Toro tendría que ver con este eventual nuevo sector, independientemente de la forma en que quedara.
El caso de Sierra Cruz es diferente: históricamente, por caprichos de Fidel Castro desde que se vio en la necesidad de buscar actividad útil al Comandante de la Revolución Guillermo García después de su rotundo fracaso como delegado del buró político en la antigua provincia de oriente en 1970, fue creado el sector de transporte y comunicaciones y asignado a un vice-primer ministro.
En este momento, sin embargo, lo que era entonces el ministerio de comunicaciones ha dejado de serlo hace tiempo: en la actualidad agrupa la informática y las comunicaciones, incluidas las telecomunicaciones, los servicios satelitales, el cable submarino, sistemas de interferencias electrónicas en ambas direcciones, y tiene en su ámbito lo relacionado con la base de espionaje electrónico de Lourdes, desactivada en la actualidad, pero para nada inutilizable en caso de decidirse su reactivación.
Además de que Granma señaló que los nuevos promovidos “continuarán desempeñando sus actuales responsabilidades al frente de los ministerios que dirigen”, sucede que el actual ministro del ramo es el Comandante Ramiro Valdés, lo que indica con certeza que no será reconstituido un sector de transporte y comunicaciones como el existente anteriormente, para ser atendido por Sierra Cruz, ni tampoco que Valdés asumiría otras responsabilidades en otro ministerio. La opción inversa, que Sierra Cruz fuera asignado a otro sector, no parece realista, además de por la nota de Granma, después de más de dos años en el ministerio de transportes, donde se ha ganado las simpatías de Raúl Castro.
Entonces la clave de los movimientos dependerá del nuevo papel del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, que no abandonaría en estos momentos el ministerio de informática y comunicaciones, donde ha desarrollado precisamente lo que necesitaba el régimen para afianzarse en el poder.
Las versiones sintéticas y superficiales fuera de Cuba de la biografía de Valdés lo identifican en el Ministerio del Interior y posteriormente en el grupo de informática, de donde pasó a su actual cargo de ministro de informática y comunicaciones, pero en realidad durante varios años dirigió, con relativa efectividad y control, el llamado Sector de la Construcción, (SECONS), creado por Fidel Castro en los años sesenta y donde su primer jefe fue el también Comandante de la Revolución y hoy vicepresidente Juan Almeida, a quien reemplazó Ramiro Valdés.
El SECONS atendía el Ministerio de la Construcción, el DAP (Desarrollo Agropecuario del País), el DESA (Desarrollo de Edificaciones Sociales y Asistenciales), los proyectos de inversiones, la industria de materiales de construcción, y las construcciones en el exterior vinculadas a la UNECA, además del apoyo a las construcciones militares.
Nada de esto tiene aparentemente nada que ver con la informática y las comunicaciones, pero actualmente los problemas de la vivienda y la industria de materiales de construcción en Cuba tienen importancia estratégica al mismo nivel casi que el problema alimentario, y es de esperar que Raúl Castro asigne las tareas de la construcción en su conjunto, las nuevas inversiones y la construcción de viviendas a alguien de su extrema confianza y cercanía, que no necesariamente tendría que ser Ramiro Valdés, pero que no parece probable que quede en manos del gris Carlos Lage cuando no vive su mejor momento ante el raulato. No habría que sorprenderse de una nueva próxima promoción de alguien para atender las actividades conjuntas de la construcción.
Determinados ministerios siempre fueron atendidos directamente por Fidel Castro cuando ejercía el poder, entre ellos el de las Fuerzas Armadas, el del Interior y el de Cultura, que parece que Raúl Castro seguirá atendiendo directamente.
Relaciones Exteriores, que Fidel Castro manejaba indistintamente de manera directa o a través del vicepresidente ya fallecido Carlos Rafael Rodríguez, parece que está siendo atendido directamente por el general, aunque también está sobre Felipe Pérez Roque y el MINREX la sombra discreta pero efectiva desde el secretariado del partido de Fernando Remírez de Estenoz (foto), quien recientemente se encontraba en Grecia para participar en el congreso del partido comunista de ese país (¿cuántos militantes tendrá ese partido?).
Sin embargo, posteriormente se informó que el visitante fue recibido por el presidente de Grecia, y se conoce que Estenoz ha mantenido estrechos contactos con los gobiernos de Chipre, Turquía y Líbano. ¿Qué tiene que ver la política exterior cubana con esa parte del mundo? Llama la atención, a la vez, que Prensa Latina ofrece, además de en español, ediciones en los idiomas inglés, italiano, ruso, portugués y turco (¿?). Hay algo que debe ser desentrañado para comprender esta aparente incoherencia, pero que se ha manejado con mucha discreción en Cuba.
Con un año de política exterior que ha resultado extremadamente efectivo para los intereses de Raúl Castro, legitimado de facto por América Latina y Europa, y de siempre por Rusia, China y África, y a la vez despejada recientemente la incógnita venezolana y garantizado el petróleo imprescindible para funcionar, con el triunfo de Hugo Chávez en el referéndum que le permite aspirar a perpetuarse en el poder, estos pasos recientes, sin dudas, afianzan el poder y el control efectivo de Raúl Castro sobre el gobierno y el país, y le permite establecer un nivel de represión más “soft” y sofisticado, sin ceder un ápice, a pesar de todas las apariencias y superficialidades que se desatan cada cierto tiempo con la publicación de las “reflexiones del compañero Fidel” y las incoherencias, distorsiones y escándalos que traen aparejadas.
El incidente con la “reflexión” de Fidel Castro relativa a su entrevista con Michelle Bachelet, el insultante y feroz ataque contra la “oligarquía chilena” por los resultados de la guerra del siglo XIX en que Bolivia perdió sus 400 kilómetros de costa, así como la turbulencia que desencadenó, si se analiza detalladamente, fue tormenta en un vaso de agua, y aunque se puedan escudriñar eventuales desavenencias de enfoque entre ambos hermanos Castro, lo que debe importar en el análisis es la forma en que se manejó y los resultados finales del incidente.
Los chilenos, insultados por la “reflexión” que se hizo pública mientras la señora Michele Bachelet cenaba plácidamente con su delegación en la casa propiedad del también miembro de la delegación visitante y “empresario” chileno Max Marambio (“El Guatón”) en La Habana, pidieron temprano en la mañana una declaración conjunta Cuba-Chile desautorizando las palabras de Fidel Castro. Naturalmente, de inmediato se les hizo saber que no existía la más remota posibilidad de que el gobierno cubano aceptara tal arreglo, o tuviera ni siquiera el más mínimo interés en escuchar sobre esa opción.
Pero los chilenos entienden de instituciones mucho más que un grupo de “analistas” que se desplayaron sobre el tema. Aparentemente, primero que todo, la propia Bachelet aseguró a su delegación que jamás se había hablado sobre el reclamo boliviano de una salida al mar en la reunión con Fidel Castro De inmediato, y tras un arreglo que tiene que haber tenido la aprobación de Raúl Castro, el canciller chileno Alejandro Foxley puso el tema en su real perspectiva, al declarar: “No vamos a dejar que una columna de opinión de una persona que está retirada opaque lo que ha sido una buena visita”.
Según el aparente arreglo, el gobierno cubano de Raúl Castro mantendría silencio ante una declaración de este corte, sin entrar en nuevas controversias. Al mantenerse en silencio, el régimen aceptaba la declaración chilena sobre el incidente.
Este arreglo, sin embargo, no implicaba al Comandante, que volvió nuevamente por sus fueros con nuevas “reflexiones”, insultando y burlándose de los chilenos una vez más. Sin embargo, el gobierno de Chile ya tenía muy claro el mensaje, y había reducido a Fidel Castro, a quien Michelle Bachelet sigue llamando cariñosamente “Fidel” aún después del incidente, a nada más que una columna de opinión de una persona que está retirada.
Consecuentemente, al regresar a Chile la presidenta dijo haberle expresado a Raúl Castro, su “molestia por este artículo de Fidel, que hace reflexiones, pero que sin duda traspasa el campo de la manera de cómo nos relacionamos los países”. Y enseguida añadió, siempre refiriéndose al general, dejando en claro a quién reconoce como gobierno en Cuba: “Por las equívocas declaraciones que fueron difundidas en un artículo tras mi visita de cortesía al ex gobernante de Cuba, le he señalado que no aceptamos las injerencias de terceros ni en asuntos domésticos ni en asuntos bilaterales. Sólo Chile y Bolivia conversan sobre los temas que corresponden a ambos países”.
Se dice, y es muy probable, aunque no hay evidencias, que Raúl Castro pidió disculpas a la presidenta chilena y destacó que eran opiniones personales del Castro mayor, no declaraciones oficiales del gobierno cubano. Por lo menos, es público que el general, restando importancia al pataleo de su hermano al destacar los temas de importancia real de gobierno, alabó el discurso de la distinguida visitante en el Club Habana, en el mismo lugar donde paralelamente, mientras la presidenta pronunciaba sus palabras, se llevaron a cabo las declaraciones del canciller chileno reduciendo al Comandante en Cama a una columna de opinión de una persona que está retirada. A partir de este momento, lo que quedó fue para la lucha electoral chilena y nada más.
Todo está muy claro: en la mística revolucionaria para alimentar la ideología y entretener a los cubanos, el Comandante en Jefe es invencible, infalible y visionario, pero en la práctica de la realpolitik con gobiernos extranjeros se reconoce que “el compañero Fidel” tiene opiniones personales que muchas veces pueden resultar incómodas y contraproducentes, pero que no deben tomarse en cuenta demasiado seriamente, ya que los propios cubanos del régimen no van a contradecir públicamente al incoherente abuelo gruñón que está en el cuarto de atrás, aunque no le hagan mucho caso en cada vez más ocasiones.
El presidente boliviano Evo Morales, como de costumbre, fue el único que no “cogió las señas” y se tomó en serio la “reflexión”, declarando en Moscú que Bolivia estaba dispuesta a llevar este diferendo con Chile a los organismos internacionales, pero de inmediato desde algún lugar le tiraron de las orejas y le explicaron las reglas del juego, por lo que no ha mencionado más el tema.
Casi a la vez, sin previo aviso, el presidente venezolano Hugo Chávez aterrizó en La Habana el viernes en la noche con su Ministro de Energía y el presidente de la petrolera PDVSA. Esa misma noche se reunió con Fidel Castro, y al día siguiente otra vez, y con Raúl Castro, y en horas de la tarde del sábado volaba de regreso a Venezuela. Algunos han querido ver caras serias como prueba de que algo anda mal, pero todo depende de la foto que se mire. Nada ha trascendido de lo conversado, ni hubo imágenes inmediatas del encuentro. Una "reflexión del compañero Fidel" parece inminente próximamente.
Podrá decirse que esa visita demuestra que es Fidel Castro quien toma las decisiones, pero hay que pensar con calma: sería muy absurdo considerar que Raúl Castro pretendería despojar a Hugo Chávez del manto revolucionario de “hijo de Fidel” con que se mantiene en América Latina, en una relación donde “padre e hijo” se sienten orgullosos uno del otro, y la izquierda descocada prefiere mirar hacia Caracas y no hacia La Habana, para beneplácito del general. En definitiva “el tío y el sobrino” coordinan políticas y estrategias día tras día, y el “padre”, además del ejemplo, tiene poco que ofrecer, mientras el “tío” garantiza la colaboración civil día tras día, la seguridad del “sobrino” y las victorias en el referéndum.
Raúl Castro, aunque sin el carisma de su hermano, facilidad de oratoria ni pasión por las candilejas políticas, ha demostrado sorprendente tenacidad, astucia política, capacidad de maniobra, realismo, gestión efectiva y pragmatismo, lo que nunca le reconocieron casi todos sus adversarios cuando se hizo cargo precipitada y provisionalmente de la conducción del país.
La pregunta latente entonces, muy razonablemente, era si Raúl Castro sería capaz de enfrentar sin su hermano una verdadera crisis. Más de dos años y medio después no solo ha demostrado que enfrentó con éxito diversas crisis internacionales y domésticas, sino que ha logrado escabullirse muy hábilmente de las redes, trampas y zancadillas de su hermano mayor enfermo, y tras haber sido legitimado en el continente, enfrenta en este momento una situación favorable en el campo internacional de cara a las relaciones, de cualquier tipo, que se desarrollen con Estados Unidos.
La pregunta obligada hoy sería: ¿podrá Fidel Castro enfrentar esta verdadera crisis de su propio liderazgo mientras Raúl Castro consolida sus posiciones, y el anciano enfermo siente que su protagonismo se desvanece entre incoherencias, recibo selectivo de visitantes y reflexiones?