La producción industrial del país está relacionada, en su grueso, con la agricultura, siendo muy poco el peso de las ramas química y mecánica. El régimen no lograría construir un sector de producción de equipos y maquinarias. Su comercio exterior influiría decisivamente en la marcha económica de la Isla, no solo debido al azúcar sino a la dependencia de materias primas y tecnología del exterior. La carencia de recursos naturales y energéticos (salvo excepciones como el mineral de hierro y el níquel) y la deformación agropecuaria de nivel rudimentario presentaría dificultades insalvables.
La declaración de Castro como marxista leninista a fines de 1961 coincide con está presencia soviética, a partir de la cual la subversión exterior cobra interés político y estratégico. En 1961, agentes de la KGB arriban a Cuba, para supervisar y reorganizar la inteligencia. Ello coadyuvó a disparar la oposición política y profundizar la represión y la paralización social. El embargo norteamericano estaba desestabilizando una economía cuyo vacío tecnológico y comercial el campo socialista no pudo llenar con rapidez y calidad.
Los levantamientos armados anti-castristas que se producirían en estos primeros tiempos, cantarían además con el beneplácito de las capas rurales más pobres, temerosas de un minotauro estatal que las iba regulando y controlando cada vez más. El período de la guerra civil campesina contra el régimen estatalizador (1960‑1963 en su etapa más aguda, aunque no fue liquidada totalmente sino en 1966) provocaría una contracción aguda de la producción agrícola, que mantendría en precario la alimentación de las ciudades. De no ser por la represión organizada por Castro y la ayuda bélica recibida de la URSS, el régimen hubiese naufragado en estos primeros años.
La victoria que logra Castro en Bahía de Cochinos le ayuda a estabilizarse más firmemente y le provee de mayor valor a los ojos del bloque soviético. El castrismo se debate en su disenso con Estados Unidos, las marchas y contramarchas con respecto a la URSS, y la subversión general de la América Latina1.
Los soviéticos se comprometían más profundamente en la preservación y fortalecimiento del régimen de Castro. El ejército cubano, con la ayuda soviética, estaba pasando de un cuerpo de intimidación y supresión interna capaz de repeler invasiones pequeñas -como los del resto del continente latinoamericano- a unas fuerzas armadas con capacidad ofensiva fuera de su territorio.
La burocracia moscovita convence a Jruschov de que Castro es un instrumento valioso para la intimidación. El dilema estriba, para la dirección soviética, en cómo aprovechar el carisma de Castro y favorecerse a la vez de su programa subversivo. Washington estaba multiplicando un nuevo programa de cohetería que hacía más vulnerable a la URSS. Jruschov concibe la posibilidad de solventar la falta de bombarderos atómicos de largo alcance y "mísiles" intercontinentales2, y decide instalar en Cuba sus cohetes nucleares tácticos.
Jruschov pensaba que podía lograr una ventaja nuclear instantánea sobre los Estados Unidos, instalando los cohetes de largo alcance en Cuba. Sólo que los servicios secretos norteamricanos contaban con un elemento técnico que les posibilitó detectar la instalación de los cohetes y obtener superioridad de información en toda la crisis: el reconocimiento fotográfico aéreo utilizando los aviones espías U-2.
En junio de 1962, Che Guevara y Raúl Castro firman un tratado secreto con para reforzar las fuerzas armadas cubanas y emplazar los cohetes nucleares de alcance medio en la Isla. De este modo Castro sucumbía al tramado del tapiz oriental que tejían los viejos bolcheviques. Pero, la crisis que estallaría poco después, patentiza que este gesto, más que la preocupación de preservar al comunismo cubano era una movida ante el disuasivo potencial nuclear norteamericano.
Mientras Estados Unidos recién había lanzado la “fuerza Ottawa” compuesta de 25 unidades de superficie con 200 cohetes Polaris, y había remitido a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) varios submarinos atómicos Polaris, los soviéticos se comprometían más profundamente en la preservación y fortalecimiento del régimen de Castro. El ejército cubano, con la ayuda soviética, estaba pasando de un cuerpo de intimidación y supresión interna capaz de repeler invasiones pequeñas -como los del resto del continente latinoamericano- a unas fuerzas armadas con capacidad ofensiva fuera de su territorio.
Tras la visita a Moscú del ministro de las Fuerzas Armadas Raúl Castro alrededor de 21 buques soviéticos atracan secretamente en Cuba, entre julio y agosto, descargando equipos de guerra de enormes dimensiones, componentes electrónicos sofisticados y sistemas de radares. Por otro lado, se recibían evidencias desde dentro de la Isla del arribo de unidades de combate soviéticas que eran acantonadas en diversos puntos de la isla de forma secreta y aisladas de la población.
Estas evidencias provoca una reunión de emergencia de los generales Maxwell Taylor y Lyman Lemnitzer con el secretario de estado Dean Rusk, el secretario de defensa Robert McNamara, el fiscal general Alexis Johnson y el asesor de seguridad McGeorge Bundy. McNamara expresó su criterio que debía intensificarse el trabajo de inteligencia, sabotajes y guerra de guerrillas, utilizando a cubanos dentro y fuera de la isla con vistas a provocar una división dentro del régimen cubano. El fiscal general, Johnson, propuso un acto de provocación desde la base naval de Guantánamo que permitiese a los Estados Unidos responder, o envolver a un tercer país del continente americano3.
Pero la Casa Blanca temía que la acción soviética estuviese enfilada a presionar en otros puntos neurálgicos. Es decir, al provocar un bloqueo norteamericano en Cuba ello le permitiría efectuar un bloqueo en Berlín; o si Estados Unidos iniciaba alguna acción militar directa en Cuba contra los lugares donde se iniciaba el emplazamiento de tales equipos, los soviéticos por su parte tomarían una acción similar contra las instalaciones coheteriles norteamericanas en Turquía o Italia. Preocupada por una reacción soviética en otros lugares del planeta, la administración del presidente John F. Kennedy aconsejó en esta reunión la no-consideración de opciones que implicasen el uso de fuerza militar.
Para el 23 de agosto, en una reunión del presidente Kennedy con sus principales asesores, generales y con la comunidad de inteligencia, el secretario de estado Rusk recomienda que se debía informar a Canadá y a todos los aliados de la OTAN sobre la tensa situación que se desarrollaba en Cuba, así como la remoción de todas las restricciones para el desencadenamiento sobre territorio cubano, desde la base naval de Guantánamo de la “operación Mongoose” organizada por el Pentágono, que comprendía la acción comando de grupos de cubanos exilados altamente entrenados que operaban bajo las órdenes del general Edward Landsdale4.
John McCone, director de la Agencia Central de Inteligencia, por su parte, propone acciones agresivas para desestabilizar al régimen de Castro, ante la perspectiva de su consolidación y su política posterior subversiva conjunta con la URSS respecto a la América Latina. McCone advierte también que la consolidación de Castro permitirá a la URSS no sólo la instalación de cohetes de mediano alcance sino de equipos de espionaje electrónicos dirigidos a territorio norteamericano y a la base espacial de Cabo Cañaveral.
Para septiembre, los soviéticos se hallan envueltos en la construcción de los sitios donde serían emplazados los cohetes intercontinentales en las localidades de Guanajay y Remedios, y la de los cohetes de mediano alcance en San Cristóbal y Sagua la Grande. Mientras el resto de la administración Kennedy seguía con escepticismo los reportes de satélites sobre la construcción de las instalaciones coheteriles en Cuba, estimándolas de carácter defensivas, la CIA se hallaba alarmada en extremo al considerar que los mismos darían cabida a cohetes ofensivos de largo alcance capaces de portar ojivas nucleares.
El 7 de septiembre, McCone envía un telegrama secreto desde Francia al general Marshall Carter, vicedirector de la CIA5 donde le urge que proponga a Rusk, secretario de estado, el desarrollo de una política conjunta de acción con respecto a Cuba escogiendo algunos países del Caribe y América del Sur, como una alternativa ante la posibilidad de que Estados Unidos no logre un compromiso efectivo de solución contra Cuba en la OEA.
Para el 10 de septiembre, McCone consideraba que el gran sigilo y secreto cubano alrededor de tales construcciones era un indicio de por lo menos la instalación de cohetes de mediano alcance, capaces de alcanzar territorio norteamericano. La CIA, de conjunto con Bundy, asesor de seguridad nacional, proponen la programación de vuelos de espionaje sobre Cuba para determinar cuantas baterías de cohetes tierra-aire se hallan en construcción. Pero Rusk, preocupado por la suerte que recién había corrido el U-2 de espionaje sobre la URSS y la pérdida del ChiNat no se muestra inclinado a conceder el permiso a la CIA para tales vuelos.
El 11 de septiembre el gobierno soviético declaró públicamente que los armamentos y equipo militar enviados a Cuba eran, por su naturaleza, exclusivamente para fines defensivos y que la URSS no tenía necesidad de trasladar sus armas a Cuba, para la acción de represalia contra cualquier otro país, pues el arsenal coheteril nuclear soviético no necesita de otros emplazamientos más allá de sus fronteras.
El día 13 la CIA vuelve a alertar a la administración Kennedy de que las construcciones en proceso en Cuba eran el preludio para el emplazamiento de cohetes atómicos que luego de instalados resultaría muy difícil su remoción. El 16 de ese mes McCone apuntaba lacónicamente que la experiencia norteamericana en la instalación de los cohetes Thor en Inglaterra y Júpiter en Italia arroja que los soviéticos también eran capaces de instalar cohetes similares con todos sus equipos de control de tal forma que en pocas horas podían ser operacionales6.
Los vuelos de espionaje del U-2 se efectuaron con éxito sobre Cuba entre el 26 de septiembre y el 7 de octubre. El 14 de octubre de 1962, los aviones U-2 de espionaje norteamericanos tomaron fotos de la instalación de cohetes de alcance medio, con ojivas nucleares, en territorio de Cuba. Esta secreta, extraordinaria y acelerada acumulación de proyectiles dirigidos soviéticos en una región que tiene con Estados Unidos nexos especiales e históricos llevó a que los militares instaran al presidente Kennedy a lanzar un ataque aéreo masivo contra las baterías de "mísiles" que instalaban los soviéticos.
Mientras Estados Unidos fotografiaba varios barcos soviéticos -el Fritz Kurchatov, el Antonov-, transportando armamento ofensivo, visible sobre cubierta, el día 13 de octubre, las baterías antiaéreas cubanas, cumpliendo órdenes directas de Castro, derriban el U-2 espía que pilotaba Rudolf Anderson a lo que siguieron horas de febril preparación norteamericana para un inminente asalto aéreo y terrestre.
El 20 de octubre, aconsejado por McNamara y Robert Kennedy el presidente se determinó a imponer una cuarentena naval a la Isla hasta que se removiesen los cohetes, manteniendo como una opción final el asalto militar. El presidente Kennedy se entrevistó con el canciller soviético Andrei Gromiko7 y éste le aseguró que la asistencia soviética a Cuba perseguía solamente el propósito de contribuir a la capacitación de Cuba para su defensa; que el adiestramiento de los cubanos en el manejo de armamento defensivo por parte de especialistas soviéticos no era, en forma alguna, de carácter ofensivo.
Las características de estos emplazamientos de proyectiles dirigidos indican dos tipos de instalaciones. Varios de estos emplazamientos comprenden proyectiles balísticos de alcance medio, capaces de llevar una carga nuclear a más de 1,000 millas náuticas de distancia. Cada uno de estos proyectiles es capaz de caer sobre Washington D.C., el Canal de Panamá, la ciudad de Méjico, Puerto Rico o cualquier otra ciudad en la parte sudeste de los Estados Unidos, de Centroamérica o de la región del Caribe. Asimismo, están por terminar emplazamientos adicionales destinados a proyectiles balísticos intermedios, capaces de recorrer más del doble de la distancia, desde la bahía de Hudson, Canadá, por el norte, hasta Lima, Perú, por el sur. Además se están armando con apresuramiento bombarderos de retropropulsión de alcance medio, para el transporte de armas nucleares.
El 22 de octubre, horas antes de que el presidente Kennedy hiciera una alocución pública denunciando la presencia de armas ofensivas en Cuba, el secretario de estado Rusk se entrevistaba con el embajador soviético. El presidente Kennedy anunció la imposición de una cuarentena naval a Cuba sobre todo de equipo militar ofensivo; la vigilancia aérea contínua y creciente sobre las instalaciones militares cubanas; la preparación de las fuerzas armadas para cualquier eventualidad; el refuerzo de la base naval de Guantánamo; la convocación de una reunión del órgano de consulta de la OEA para que invoque los artículos Sexto y Octavo del Tratado de Río de Janeiro en apoyo de cualesquiera medidas que sean necesarias.
Asimismo, el presidente Kennedy solicitó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para estudiar el proyecto norteamericano de desmantelamiento y retiro pronto de todas las armas ofensivas de Cuba, bajo la inspección de observadores de las Naciones Unidas, antes de que sea levantada la cuarentena.
Finalmente el presidente Kennedy se dirigió al presidente del consejo de ministros soviético, Jruschov para que detuviese y eliminase la clandestina y provocadora amenaza a la paz mundial, y le reiteró su disposición a conferenciar sobre nuevas propuestas dirigidas a eliminar las tensiones de ambas partes, incluyendo una Cuba genuinamente independiente, libre para determinar sus propios destinos. En su alocución el presidente Kennedy expresó que la transformación de Cuba en una importante base estratégica mediante los emplazamientos de proyectiles nucleares ofensivos, era el de establecer las condiciones técnicas necesarias para un ataque nuclear contra el hemisferio occidental, constituyendo una flagrante violación al Pacto de Río de Janeiro de 1947.
Al día siguiente, el embajador norteamericano ante la ONU, Adlai Stevenson, en una reunión del Consejo de Seguridad presentó las pruebas de la instalación en Cuba de los cohetes ofensivos y argumentó el peligro de que Cuba pudiese quebrar la armonía hemisférica concediendo a los soviéticos una cabeza de playa, invitando a un poder extracontinental en el hemisferio.
U'Thant, secretario general de la ONU, reclamó del presidente Kennedy el cese del bloque y del premier Jruschov el cambio de rumbo de todos los barcos en ruta hacia Cuba. Jruschov respondió a U'Thant proponiendo una reunión cumbre y anuncia que suspenderá el envío de armas a Cuba si los Estados Unidos levantaban su bloqueo naval. Jruschov aceptó la propuesta de U'Thant de que los barcos soviéticos que llevaban armas a Cuba se alejasen de la zona del Caribe en tanto se encontrara una solución. Pero el embajador norteamericano Stevenson declaró que el problema principal no era el bloqueo sino el desmantelamiento de las bases de cohetes.
El primer ministro inglés Harold MacMillan expresaba que la revelación hecha por el presidente Kennedy sobre refuerzos militares soviéticos en Cuba había producido una conmoción en todo el mundo civilizado. El canciller alemán Konrad Adenauer se solidarizaba con las medidas norteamericanas8. El gobierno de La Habana acusaba a Estados Unidos de preparar una agresión contra Cuba en medio de una histeria belicista.
La tensión crecía en el mundo mientras se aguardaba el primer contacto entre los barcos soviéticos que se dirigían a Cuba y la flota norteamericana que bloqueaban la región. Desde Washington, los altos mandos militares ponían en estado de alerta los bombarderos nucleares del Comando Aéreo Estratégico y otras unidades claves alrededor del planeta, como las que se encontraban en Berlín y Alemania Occidental. Además, se redistribuían las unidades de defensa aérea en la costa oriental de los Estados Unidos, mientras la flota naval se desplegaba en todo el estrecho de la Florida. Voceros del Pentágono apuntaban que Estados Unidos estaba dispuesto a hundir cualquier barco del bloque comunista que se dirija a Cuba y rehúse detenerse y ser registrado de acuerdo con el bloqueo.
Los preparativos militares en el Pacto de Varsovia se incrementaron y en Cuba se inició la inmediata movilización de todas las fuerzas armadas. La Habana mantenía la posición pública de que las armas instaladas en Cuba eran defensivas. El embajador y miembro de la inteligencia soviética, Alexander Shitov fungió durante toda la crisis como el consejero principal de Castro9. El tráfico aéreo estaba suspendido, el acceso a las costas estaba prohibido. Castro dirigía desde La Habana las operaciones militares, el ministro de defensa Raúl Castro asumía el mando del centro de la Isla, y Che Guevara de la parte occidental. Pero no había forma de que las combinadas fuerzas soviético-cubanos en la Isla, pudieran enfrentar exitosamente la invasión convencional norteamericana.
Horas después de la declaración del presidente Kennedy, el Kremlin declaró que las medidas tomadas por el gobierno de Washington constituían un paso hacia la declaración de una guerra atómica mundial, donde Estados Unidos se atribuía el derecho de atacar en alta mar a los buques de otras potencias. La URSS reiteraba que la ayuda soviética a Cuba sólo busca a aumentar su capacidad defensiva.
El día 25, alrededor de una docena de buques soviéticos en ruta hacia Cuba y que conducían armas ofensivas viraban hacia la Unión Soviética. El 27 de octubre Castro invitaba a U'Thant para concretar personalmente las negociaciones tendientes a lograr una solución de la grave crisis. En su mensaje Castro declaraba estar dispuesto a suspender la construcción de instalaciones militares en Cuba, con la condición de que los Estados Unidos levanten el bloqueo naval.
Pero en Washington crecía la posibilidad de una inminente invasión a Cuba a menos que se iniciase el desmantelamiento de las bases de proyectiles construidos por los soviéticos, pues los últimos reconocimientos aéreos mostraban que los técnicos soviéticos estaban apresurando el trabajo de completar la capacidad de operación lo más pronto posible en las bases de lanzamiento de cohetes de alcance medio.
El presidente Kennedy realizó otra alocución pública dirigida a Jruschov donde le conminaba a eliminar las bases de cohetes en Cuba. Los aviones de reacción de los portaaviones y bases terrestres de Estados Unidos estaban en estado de alerta total y al sur de Florida los preparativos militares eran intensos. Toda la línea costera se hallaba erizada de proyectiles tierra-aire, en el mar las naves de guerra de todo tipo, entre ellas gran cantidad de destructores asumían posiciones de combate.
Al día siguiente, un abatido Jruschov propone iniciar la negociación del retiro de los cohetes nucleares y los bombarderos Il-28 de la Isla a cambio de instalaciones norteamericanas cercanas a la Unión Soviética, en especial la remoción de los cohetes estratégicos nucleares Júpiter que en 1959 habían sido emplazados en Turquía, el flanco sur europeo, y que enfilaban hacia la profundidad de la masa continental de Eurásia. A excepción del general Curtis LeMay10, el resto del generalato norteamericano consideraba a los mísiles de combustión líquida Júpiter como un arma obsoleta ante los modernos y móviles submarinos Polaris, de combustión sólida. A su vez Estados Unidos prometió no invadir a Cuba.
Pero la reacción a la solución de la crisis por parte de Castro fue diferente a la soviética y norteamericana. Castro realizó reclamaciones airadas como el abandono de la base naval de Guantánamo, el inmediato levantamiento del bloqueo naval y dirigió acerbas críticas a la decisión soviética. En el plano militar las baterías cubanas derribaron un avión norteamericano de reconocimiento, hecho que casi lleva a que Estados Unidos decretase la invasión de la isla.
La instalación de los cohetes soviéticos en Cuba tenía una significación estratégica, y era lógico el considerar que tal movida de Jruschov tenía importancia militar. De haberse completado esta instalación, ello concedía a los soviéticos un incremento de un 40 % en su capacidad para propinar el primer golpe nuclear. Asimismo, era probable que con el tiempo los soviéticos siguieran aumentando el número de cohetes atómicos en la isla de Cuba, ya que tales mísiles podían golpear los Estados Unidos sin que sus sistemas de alarma lo detectasen y todo el Comando Aéreo Estratégico se hallaría expuesto a un ataque sorpresivo. Todo el balance de fuerzas estratégicas entre ambos poderes se hubiese alterado drásticamente en favor de la Unión Soviética.
Como resultado de la Crisis de los Cohetes, el prestigio de Castro sufre un rudo golpe, especialmente ante los No-alineados, al evidenciarse el papel de su régimen como dependencia militar de una superpotencia, y por la forma en que manejó públicamente tal aprieto sin contar con Cuba. Países como Ghana, India e Indonesia demandan la inspección in situ del desmantelamiento nuclear, pero un Castro enfurecido les acusa de pro‑imperialistas; su larga y tirante negociación con el soviético Mikoyán termina con la aceptación del acuerdo secreto Jruschov-Kennedy, que prohíbe las actividades subversivas cubanas en América Latina.
La Crisis de los Cohetes no debilita los compromisos de seguridad y lazos militares cubano-soviéticos tan duramente edificados, puesto que no es sólo la estrategia de sostenerse ante los Estados Unidos lo que mantiene tal alianza; influye, además, la necesidad de Castro, de un soporte exterior para sustentarse internamente. La lúgubre sorpresa para Castro resultó ser la vulnerabilidad estratégica moscovita ante el potencial nuclear norteamericano, hecho que sumirá al PCUS en una larga lucha intestina, que contraerá a los soviéticos hacia Europa y ciertos puntos periféricos como Cuba, Egipto, Yemen del Norte y Siria. Al unísono, Moscú se halla envuelta en la insidiosa querella con China, que desgarra el movimiento comunista internacional.
Indudablemente que Jruschov se equivocó totalmente con la administración Kennedy, y la cresta de esta proyección quedaría congelada en la postura norteamericana respecto a Alemania, la crisis de los cohetes en Cuba y finalmente con el desembarco de tropas norteamericanas en Vietnam. Durante toda esta etapa los Estados Unidos funcionaron bajo la noción de que los soviéticos disponían de capacidad en las fuerzas nucleares estratégicas para un primer golpe devastador. Pero, después de la solución de la Crisis de los Cohetes cubana en 1962, se tuvo la convicción de que los soviéticos no continuarían presionando sobre el caso de Berlín. Jruschov nunca tomó un paso que lo llevase a una crisis nuclear que no pudiese controlar, pues consideraba que una guerra atómica no tenía vencedores, y temía al poder letal de las fuerzas de respuesta norteamericana.
En lo adelante, la disuasión hacia Moscú descansó en los cohetes ubicados en Estados Unidos, quedando Europa sólo con fuerzas convencionales para detener la masa blindada del Pacto de Varsovia. No sería hasta la década de los ochenta que la OTAN dispondría nuevamente de cohetes atómicos en Europa.
La crisis de los Cohetes en 1962 concluyó de forma tan rápida y decisiva por que los Estados Unidos podían destruir a la Unión Soviética totalmente en el primer golpe nuclear sin que ésta pudiese responder. La misma, además, mostró al Occidente que la supuesta paridad nuclear era sólo fruto de los mecanismos de desinformación soviéticos, corroborado por el coronel Oleg Vladimirovich Penkovsky, el topo angloamericano en la agencia de inteligencia militar soviética, el GRU. Penkovsky ofreció a Estados Unidos, durante la crisis, información valiosa sobre los cohetes balísticos intercontinentales y la fuerza de cohetería estratégica. Las fotografías suministradas por Penkovsky sobre tales emplazamientos secretos en territorio soviético permitió a Estados Unidos cotejar e identificar las bases que se construían en Cuba. Penkovsky, luego, fue descubierto y ejecutado.
El aborto de la Crisis de los Cohetes, el diferendo con Pequín, el conflicto norteamericano en Indochina, el choque árabe‑israelí y el caso cubano marcarían líneas tangenciales moscovitas en los sesenta.
26 de octubre de 1962
Me gustaría expresar brevemente mi opinión personal.
Si la segunda variante tiene lugar y los imperialistas invaden Cuba con el objetivo de ocuparla, los peligros de su agresiva política son tan grandes después de esa invasión que la Unión Soviética no debe permitir circunstancias en las que los imperialistas puedan llevar a cabo un primer ataque nuclear contra nosotros.
Le digo esto porque creo que la agresividad de los imperialistas los hace extremadamente peligrosos, y si ellos se las arreglan para llevar a cabo una invasión de Cuba -un brutal acto en violación de las leyes universales y morales- ése sería el momento para eliminar este peligro para siempre, en un acto de la más legítima autodefensa. Por dura y terrible que sea la solución, no habría otra.
Esta opinión se ha formado observando el desarrollo de su agresiva política. Los imperialistas, sin tener en cuenta la opinión mundial y contra las leyes y los principios, han bloqueado los mares, violado nuestro espacio aéreo, y ahora se están preparando para invadir, mientras bloquean al mismo tiempo toda posibilidad de negociación, aún cuando comprenden la gravedad del problema.
Usted ha sido, y es, un incansable defensor de la paz, y comprendo que estos momentos, cuando los resultados de sus superhumanos esfuerzos se encuentran tan seriamente amenazados, deben ser amargos para usted. Nosotros mantendremos nuestras esperanzas de salvar la paz hasta el último momento, y estamos listos para contribuir a ello en cualquier forma que podamos. Pero, al mismo tiempo, estamos serenos y listos para enfrentar una situación que vemos como muy real e inminente.
Le transmito la infinita gratitud y reconocimiento del pueblo cubano al pueblo soviético, que ha sido tan generoso y fraternal, junto con nuestra profunda gratitud y admiración a usted personalmente. Le deseamos éxito en la enorme tarea y gran responsabilidad que están en sus manos.
28 de octubre de 1962
Acabamos de elaborar el borrador de nuestra respuesta al mensaje del presidente. No lo escribiré aquí, ya que está siendo transmitido por radio.
Debido a ello, nos gustaría ahora aconsejarle, en este punto de viraje de la crisis, que no se deje llevar por sus sentimientos: muestre firmeza. Debe decirse que comprendemos su profunda indignación ante las agresivas acciones de los E.U.A. y sus violaciones de las normas fundamentales de las leyes internacionales.
Por ahora, sin embargo, no son las leyes y las reglas, sino la falta de sentido de los militaristas del Pentágono. Ya que está a la vista un acuerdo, el Pentágono está buscando un pretexto para impedirlo. Por eso es que organiza vuelos provocadores. Ayer, usted derribó uno de ellos, aunque usted no lo había hecho cuando ellos habían volado sobre su territorio. Ese paso será aprovechado por los agresores, para hacer avanzar sus objetivos.
Debido a ello, nos gustaría aconsejarle, en el espíritu de nuestra amistad, que muestre paciencia, firmeza y más firmeza. Naturalmente, si hubiera una invasión sería necesario luchar contra ella por todos los medios. Pero uno no debe permitirse caer en provocaciones. Ahora que se está encontrando una solución -una solución que es favorable para usted y que es una garantía contra una invasión- los desenfrenados militaristas del Pentágono quieren frustrar el acuerdo y provocarlo a usted a tomar medidas que podrían usar contra usted. Le pedimos que no les dé un pretexto para esto.
Nosotros por nuestra parte haremos todo lo posible para estabilizar la situación en Cuba, para defender a Cuba de una invasión y para asegurarle a usted la posibilidad de construir pacíficamente la sociedad socialista.
Le enviamos a usted, y a toda su dirección colectiva, nuestros saludos.
28 de octubre de 1962
La posición de nuestro gobierno en relación a su declaración puede encontrarse en el texto de la declaración anunciada hoy, que seguramente usted conoce.
Debo aclarar un punto en relación a las medidas antiaéreas que hemos adoptado. Usted dijo: "Ayer usted derribó uno de ellos, aunque usted no lo había hecho cuando ellos habían volado sobre su territorio"
Anteriormente hubo violaciones aisladas sin un propósito militar particular, y no presentaban un peligro real.
Ya no es así. Existió el peligro de un ataque sorpresivo en ciertos sitios militares. Nosotros decidimos que no podíamos permanecer inactivos debido al peligro de un ataque por sorpresa. Con nuestros radares de alarma silenciados los potenciales atacantes podrían volar con impunidad sobre los sitios y destruirlos totalmente. No creímos que debíamos permitir eso, dado los costos y esfuerzos que hemos invertido, y porque un ataque hubiera debilitado gravemente nuestra moral y capacidad militares. Debido a ello, las fuerzas cubanas movilizaron cincuenta baterías antiaéreas, toda nuestra reserva, el 24 de octubre para apoyar las posiciones de las fuerzas soviéticas. Si queríamos evitar el riesgo de un ataque por sorpresa, los soldados tenían que tener órdenes de disparar. El Comando de Fuerzas Soviéticas puede darle más detalles sobre lo que ocurrió con el avión que fue derribado.
En el pasado las violaciones de nuestro espacio aéreo eran de facto y furtivas. Ayer el gobierno americano trató de oficializar el privilegio de violar nuestro espacio aéreo en cualquier momento, de día o de noche. Esto no podíamos aceptarlo porque significaría renunciar a nuestras prerrogativas soberanas. Sin embargo, acordamos evitar un incidente en este momento que podría perjudicar gravemente las negociaciones. Daremos a las baterías cubanas instrucciones para que no disparen mientras duren las negociaciones, sin revertir la decisión que anunciamos ayer de defender nuestro espacio aéreo. Debemos considerar los peligros de posibles incidentes en las actuales condiciones de alta tensión.
Tambén quiero informarle que estamos opuestos, por principio, a inspecciones en nuestro territorio.
Aprecio los enormes esfuerzos que usted ha hecho para mantener la paz, y estamos totalmente de acuerdo con la necesidad de luchar por ese objetivo. Si lo logramos en una forma justa, sólida y permanente, esto constituirá un enorme servicio a la humanidad.
30 de octubre de 1962
Comprendemos su situación y tomamos en cuenta sus dificultades en este primer estadio después de la eliminación de la máxima tensión resultante de la amenaza de un ataque por parte de los imperialistas americanos, que usted esperaba en cualquier momento.
Comprendemos que puede haber surgido ciertas dificultades para usted, como consecuencia de las promesas que hicimos a Estados Unidos de retirar las bases de cohetes de Cuba a cambio de su promesa de abandonar sus planes para invadir a Cuba, e impedir que sus aliados del hemisferio occidental lo hagan, para terminar su llamada "cuarentena" -su bloqueo a Cuba. Este compromiso ha conducido al final del conflicto en el Caribe, un conflicto que implicó, como usted puede comprender bien, una confrontación entre superpotencias y su transformación en una guerra mundial donde se hubieran usado cohetes y armas termonucleares. Según nuestro embajador, algunos cubanos sienten que el pueblo cubano preferiría otro tipo de declaración, que no tratara la retirada de los cohetes. Es posible que esos sentimientos existan entre el pueblo. Pero nosotros, políticos y jefes de estado, somos los líderes del pueblo, y el pueblo no lo sabe todo. Es por eso que debemos marchar delante del pueblo. Entonces, el pueblo nos seguirá y nos respetará.
Si, entregándonos a los sentimientos populares, nos hubiéramos permitido dejarnos arrastrar por los sectores más inflamados del populacho, y si nos hubiéramos negado a lograr un acuerdo razonable con el gobierno de EUA, hubiera estallado la guerra, que hubiera traído como resultado millones de muertes. Los sobrevivientes hubieran culpado a los líderes por no haber tomado medidas para impedir esta guerra de exterminio.
La prevención de la guerra y de un ataque a Cuba no dependió solamente de las medidas tomadas por nuestros gobiernos, sino del análisis y examen de las acciones del enemigo cerca de su territorio. En pocas palabras, había que considerar la situación en su conjunto.
Alguna gente dice que no consultamos unos con otros suficientemente antes de tomar la decisión que usted conoce.
En realidad, consideramos que las consultas tuvieron lugar, querido comandante Fidel Castro, dado que recibimos sus cables, cada vez más alarmantes, y finalmente su cable del 27 de octubre en el que usted decía que estaba casi seguro de que era inminente un ataque contra Cuba. Según usted, era sólo cuestión de tiempo: 24 ó 72 horas.
Cuando recibimos este muy alarmante cable suyo, y conociendo su valentía, creímos que la alerta estaba totalmente justificada.
¿No fue eso consultas por su parte? Nosotros interpretamos ese cable como una señal de máxima alerta. Pero si hubiéramos llevado a cabo nuestras consultas en tales condiciones, sabiendo que los belicosos y desenfrenados militaristas de Estados Unidos querían agarrar la ocasión para atacar a Cuba, hubiéramos estado perdiendo nuestro tiempo y el ataque hubiera tenido lugar.
Creemos que la presencia de nuestros cohetes estratégicos en Cuba ha polarizado la atención de los imperialistas. Ellos tenían miedo que fueran usados, por lo que se arriesgaron a querer eliminarlos, bombardeándolos o invadiendo a Cuba. Y debemos reconocer que ellos tenían la capacidad para actuar. Es por ello, repito, que su sentimiento de alarma estaba totalmente justificado.
En su cable del 27 de octubre usted propuso que deberíamos ser los primeros en llevar a cabo un ataque nuclear contra el territorio enemigo. Naturalmente, usted comprende a dónde nos hubiera llevado. No hubiera sido un simple golpe, sino el comienzo de una guerra mundial termonuclear.
Estimado camarada Fidel Castro, encuentro su propuesta equivocada, aunque comprendo sus razones.
Hemos vivido unos momentos muy graves, una guerra termonuclear global pudo haber estallado. Por supuesto, los Estados Unidos hubieran sufrido enormes pérdidas, pero la Unión Soviética y todo el bloque socialista también hubieran sufrido grandemente. Es difícil decir cómo hubieran terminado las cosas para el pueblo cubano. Ante todo, Cuba se hubiera quemado en los fuegos de la guerra. Sin duda el pueblo cubano hubiera luchado valientemente pero, también sin duda, el pueblo cubano hubiera perecido heroicamente. Luchamos contra el imperialismo, no para morir, sino para usar todo nuestro potencial, perder lo menos posible y más tarde ganar más, vencer y hacer triunfar el comunismo.
Las medidas que hemos adoptado nos han permitido alcanzar el objetivo que establecimos cuando decidimos enviar los cohetes a Cuba. Hemos obtenido de Estados Unidos el compromiso de no invadir a Cuba y de no permitir que sus aliados latinoamericanos lo hagan. Hemos logrado todo esto sin una guerra nuclear.
Nosotros creemos que debemos aprovechar todas las posibilidades para defender a Cuba, para fortalecer su independencia y soberanía, para impedir la agresión militar, y para evitar una guerra termonuclear global en esta etapa.
Y hemos triunfado.
Por supuesto, hemos hecho concesioones, hemos hecho algunos compromises. Hemos actuado bajo el principio de concesines recíprocas. Estados Unidos también ha hecho concesiones, se ha comprometido públicamente, ante el mundo entero, a no atacar a Cuba.
Por lo tanto, si comparamos un ataque de E.U. y una guerra termonuclear por una parte, y por otra parte los compromisos hechos: las concesiones mutuas, la garantía de la inviolabilidad de la República de Cuba, y la evitación de una guerra mundial, entonces yo creo que las conclusiones son claras.
Naturalmente, en la defense de Cuba y otros países socialistas no podemos confiar en la promesa de E.U. (de no invadir a Cuba). Hemos tomado, y continuaremos tomando, todas las medidas necesarias para fortalecer nuestras defensas y acumular las fuerzas necesarias para llevar a cabo una respuesta. En este momento, con las armas que hemos dado a Cuba, es capaz de defenderse por sí misma más que nunca. Incluso después del desmantelamiento de las bases de cohetes ustedes tienen un armamento suficiente poderoso para rechazar al enemigo por tierra, mar y aire cerca de su territorio.
Más aún, como usted recordará, afirmamos en nuestro mensaje al presidente de los Estados Unidos el 28 de octubre que "deseamos al mismo tiempo asegurar al pueblo cubano que estamos de su parte y que no abandonaremos nuestra responsabilidad de ayudar al pueblo cubano". Es claro para todo el mundo que ésta es una muy seria advertencia que hemos enviado al enemigo.
Usted afirmó en las reuniones que no se puede confiar en los E.U. Por supuesto, usted tiene razón. Nuestras declaraciones sobre las condiciones de negociación con los Estados Unidos son igualmente correctas. Derribar un avión de E.U. sobre territorio cubano fue a la postre un acto útil, porque terminó sin complicaciones. Es una lección para los imperialistas. Por supuesto, nuestros enemigos interpretarán los hechos a su manera. La contrarrevolución cubana también intentará levantar cabeza. Pero creemos que usted tiene un control total sobre el enemigo interno sin nuestra ayuda. Lo más importante que hemos logrado es detener, por ahora, un ataque de los enemigos externos.
Consideramos que el agresor ha sufrido una derrota. Estaba preparando un ataque a Cuba, pero lo detuvimos y lo hemos obligado a prometer al mundo que no lo hará en este momento. Creemos que ésta es una gran victoria. Por supuesto, los imperialistas no dejarán de luchar contra el comunismo. Pero nosotros tenemos también nuestros planes, y tomaremos nuestras decisiones. Este proceso de lucha durará mientras existan en esta tierra dos sistemas sociopolíticos, hasta que uno de los sistemas, y sabemos que será nuestro sistema comunista, triunfe en todo el mundo.
Camarada Fidel Castro, hemos decidido enviarle esta respuesta lo más rápido posible. Haremos un análisis más detallado de lo que ha ocurrido en una carta que le enviaremos pronto. En esa carta haremos un análisis más profundo de la situación y le daremos nuestra opinión sobre los resultados del arreglo de la crisis.
En este momento están comenzando las negociaciones para un arreglo y le pedimos nos comunique su posición. Nosotros, por nuestra parte, lo mantendremos informado sobre el progreso de las negociaciones y haremos las consultas necesarias.
Camarada Fidel Castro, le deseamos todo el éxito posible, y estoy seguro de que usted lo alcanzará. Existen aún maquinaciones contra usted. Pero con usted tenemos la intención de dar todos los pasos necesarios para eliminarlas y contribuir al fortalecimiento y desarrollo de la Revolución Cubana.