cubanalisis
Armando
Navarro Vega
La emigración, manejada hábilmente de manera controlada y discrecional
por el régimen, se ha utilizado con regularidad histórica para:
-
aliviar las tensiones
internas a modo de válvula de escape generacional (1965, 1980,
1994 y más allá)
-
convertir en rehenes a
los familiares de los emigrados y a los propios emigrados con la
concesión del permiso de salida (o ahora del pasaporte, a partir
de enero de 2013) y con el “permiso de entrada” al país después
del año 1978 (un salvoconducto a cambio de silencio)
-
justificar la enajenación
de la población cubana respecto de la propiedad personal, de los
recursos productivos y de la actividad económica,
-
“sembrar” opositores en
el exterior y dividir al exilio,
-
garantizar una fuente
creciente en cantidad e importancia de ingresos a través de las
remesas de los emigrados, de inversiones en el exterior y/o de
actividades ilícitas o francamente delictivas, como los casos mas
recientes de estafa al Medicare en la Florida,[1]
-
fortalecer las tareas de
inteligencia o contrainteligencia y, en los últimos años,
-
facilitar la labor de los
testaferros diseminados por el mundo que contribuyen a la
supervivencia del régimen en las actuales circunstancias, y que
trabajan para garantizar la metamorfosis de la clase dirigente, de
los miembros de las instituciones represivas y de los “hijos de
papá” en el empresariado de un futuro régimen neocastrista sin
“Castros”, neofascista y populista, indigenista y tercermundista
al estilo del “Socialismo del Siglo XXI”, afincado en un
“estado-empresa” centralizado con trabajadores en régimen de
semiesclavitud como en China, o de corte mafioso monopolista como
en Rusia.
La actual versión oficial del gobierno de Cuba (diferente a la ofrecida
hasta hace menos de diez años, que resaltaba el carácter político de
la emigración cubana) a la que se unen la prensa occidental afín,
los partidos políticos cómplices y la izquierda diletante y
reaccionaria, pretenden igualar las causas, los motivos y las formas
de la emigración desde Cuba, con los procesos migratorios que han
tenido y tienen lugar en el resto del mundo, y “denuncian los
privilegios” con los que han contado los cubanos emigrados a los
Estados Unidos, único factor que explica en su opinión el éxito
relativo de la comunidad cubana frente a otras minorías y grupos que
allí residen. Pero evidentemente no se trata de las mismas
circunstancias.
En primer lugar, los cubanos no huyen del capitalismo salvaje. Huyen,
supuestamente, del paraíso socialista y de las “conquistas de la
revolución”, algo que los fundamentalistas y corifeos del régimen no
pueden soportar ni perdonar.
El éxodo del Mariel fue un episodio más, aunque sin duda muy
significativo, dentro de una larga y dolorosa lista que recorre más
de medio siglo. Entre 1990 y 1994, ocurrieron una serie de
incidentes que dan cuenta del grado de desesperación de los cubanos
por salir de la isla en pleno Período Especial (así como del
enconamiento del régimen por impedirlo) que incluyó desde la
ocupación de embajadas hasta el secuestro de embarcaciones, y que
obtuvo como respuesta los crímenes perpetrados por el régimen en
Cojímar, la represión de la protesta ciudadana de Regla, y la
masacre del remolcador “13 de Marzo”. El amago de revuelta popular
en agosto de 1994 conocido como “el Maleconazo”, culminó con la
increíble imagen de más de 38,000 personas arrojándose semidesnudos
al mar en precarias y rudimentarias balsas, en lo que se denominó
“la Crisis de los Balseros”.
En el verano de 1990 unas cincuenta personas penetraron en las sedes
diplomáticas de Checoslovaquia, Bélgica, Canadá, Italia, Suiza y
España radicadas en La Habana, generando la llamada “crisis de las
embajadas”.
Tres años después, en septiembre de 1993, cuatro mujeres, seis hombres y
un niño entraron pacíficamente en la embajada mexicana con el
pretexto de realizar trámites migratorios, y se negaron a salir
después. Entre mayo y junio de 1994, otras ciento cincuenta personas
ocuparon el Consulado de Chile y las legaciones de Bélgica y
Alemania.
El 1 de julio de 1993 se aproximó a las costas del conocido pueblo
marino de Cojímar (escenario de la novela “El Viejo y el Mar”, de
Ernest Hemingway) una embarcación procedente de los Estados Unidos,
tripulada por un ciudadano norteamericano y un cubano residente en
Miami que había abandonado clandestinamente el país hacía
escasamente un año, y cuyo objetivo era recoger a sus familiares y a
otras personas para llevarlos consigo a territorio estadounidense.
Los guarda fronteras abrieron fuego tanto desde el mar como desde tierra
sobre la embarcación y sobre las personas que trataban de alcanzarla
nadando desde la costa, hiriendo a una decena y asesinando a tres
jóvenes de 16, 19 y 26 años. Ello provocó una revuelta local en la
que participaron cientos de personas que fueron testigos
presenciales del crimen, y que fue reprimida rápida y enérgicamente.
El 13 de 0ctubre de 1993, un grupo de ocho jóvenes intentaron abandonar
el país en una balsa por algún punto comprendido entre las playas de
Bacuranao y Tarará, al este de La Habana. Fueron sorprendidos
mientras se trasladaban en un camión hacia la costa, y se
dispersaron intentando huir de la persecución policial por tierra.
Uno de ellos, el joven de 23 años Luis Quevedo Remolina fue el
último en entregarse sin ofrecer resistencia. Los guardias, al
parecer enfurecidos por el esfuerzo que habían tenido que desplegar,
lo molieron a golpes y el joven murió. Oficialmente dijeron que
había muerto instantáneamente de un disparo durante la huída.
Su madre, Esther Remolina, declaró en un testimonio grabado por el
activista por los derechos humanos Ladislao Velázquez, que perdió el
conocimiento cuando le entregaron el cuerpo de su hijo. Le habían
aplastado los testículos, fracturado la mandíbula, destrozado la
boca, machacado el estómago y fracturado varios huesos, pero no
había ningún agujero de bala.
La noticia del asesinato se regó como la pólvora entre sus vecinos del
poblado de Regla, situado en la Bahía de la Habana, y el entierro
del joven se convirtió en una manifestación de repulsa popular por
el crimen cometido. El féretro fue conducido por la muchedumbre
hasta la estación de policía local al grito de “esbirros y
asesinos.” Decenas de personas fueron golpeadas por las “Brigadas de
Respuesta Rápida” y detenidas. El hermano de Luis fue condenado a
prisión, y la madre fue acosada para que modificara sus
declaraciones vertidas a la prensa internacional.
El año 1994 prometía ser muy movido en materia de emigración. La medida
de la importancia del tema para el gobierno quedaba reflejada con la
celebración el día 22 de abril del simposio “La Nación y la
Emigración”, en el que participaron unos 200 exiliados “moderados”,
que sostuvieron un encuentro personal con el Comandante. Parece
repetirse un patrón con algunas semejanzas entre este encuentro, y
la reunión con los representantes de la comunidad cubana en el
exterior en 1980, antes de producirse el éxodo del Mariel.
El 4 de junio llegó a Key West una draga procedente del puerto de Mariel
con 61 ocupantes, que fue perseguida y tiroteada durante algunas
horas por las unidades guarda fronteras cubanas, reportándose varios
heridos.
El 17 de junio llega también a la Florida el remolcador “Mar Azul” con
72 cubanos a bordo. Cerca de la costa norteamericana, recibe
protección de un barco de la marina estadounidense contra el asedio
al que estaba siendo sometido por parte de las lanchas del régimen,
cuyos tripulantes son arrestados al regresar a la isla acusados de
“cobardía ante un guarda costas yanqui”.
Aprovechando el buen tiempo, las salidas clandestinas se multiplican.
Solo en el mes de junio se reporta la llegada a los Estados Unidos
de 1,173 balseros en lo que parece prefigurarse como el preludio de
una crisis migratoria de grandes dimensiones.
El 13 de julio de 1994, un grupo integrado por 23 niños, 30 mujeres y 19
hombres se embarcaron en el viejo remolcador “13 de Marzo” con la
complicidad de su patrón, y pusieron proa hacia los Estados Unidos.
En ese momento no lo sabían, pero estaban condenados a servir de
escarmiento para evitar la repetición de este tipo de sucesos.
Según el testimonio de un superviviente, Jorge Alberto Hernández Ávila,[2]
la persecución comenzó de inmediato, y en su opinión la pudieron ver
las personas que pudiesen estar a esas horas de la madrugada (poco
antes de las 03:00) en el Malecón habanero.
En la operación participaron tres remolcadores más nuevos, provistos de
mangueras y de potentes bombas para extinguir incendios que se
abastecían directamente del mar, y que en esta ocasión dirigirían
sus poderosos chorros para barrer personas de la cubierta del “13 de
Marzo”. A escasa distancia se mantendría supervisando el crimen una
unidad de superficie de la Marina de Guerra Revolucionaria.
Uno de los remolcadores que intervino en la persecución interceptó a la
nave, provocando un primer choque apenas a la salida del puerto, y
comenzó el bombardeo de agua. Las embestidas desde distintos ángulos
se sucederían a partir de ese momento, durante algo más de una hora
de navegación, hasta llegar a un punto a unas siete millas de la
costa, aún en aguas territoriales cubanas y a salvo de miradas
indiscretas.
La tarea se llevó a cabo con eficacia. Las madres levantaban en brazos a
sus hijos para mostrarlos e indicar sin lugar a dudas que había
niños a bordo, y solo conseguían ser arrojadas violentamente junto
con ellos al mar. Varias mujeres y niños se resguardaron en el
interior del buque, sin saber que estaban entrando a su propia
tumba.
Entonces sobrevino el desenlace. El oficial al mando de la embarcación
“Polagro 5” ordenó embestir al “13 de Marzo” por la popa, y este
comenzó a hundirse. Mientras, las otras embarcaciones navegaban
alrededor en círculos para crear turbulencias y facilitar el
ahogamiento de los supervivientes. Lejos de prestar ayuda a los
náufragos se retiraron después unos cientos de metros, para dar paso
al guarda costas, y finalmente regresaron a la costa.
Otro sobrecogedor relato es el de María Victoria García Suárez.[3]
Ella logró escapar con vida de aquel infierno, pero perdió a su
esposo, a su hijo de 10 años, a su hermano, a tres tíos y a dos
sobrinos. He aquí un fragmento:
“Comienzan a tirar chorros
de agua y nos empujan duro por el costado. Trato de cubrir con mi
cuerpo el del niño. Escucho los gritos de una mujer aterrorizada:
¡Mi hijo, mi hijo...! Parece como si un chorro de esos le arranca el
niño de entre los brazos… Apuntan los chorros sobre mí y casi quedo
desnuda… Me viraba de un lado para otro y le servía de escudo…
apretado contra mi pecho me decía bajito: ¡Ay mamita, que es esto...
Dios mío sálvanos...!
Yo estaba de espaldas a la
popa, y el niño me advierte: ¡Cuidado mamá, viene pa' arriba de
nosotros! Trato de protegerme apretándome contra el niño y el palo…
se monta encima y parte el barco por atrás, poco faltó para que me
exprimiera contra el palo. El niño grita temblando y lloroso: Nos
rendimos, nos rendimos...
Nuestro barco se hundía y
yo desesperada no hallaba que hacer. Cogí al niño y lo cargué… Le
dije: Papi, sal del corralito y encarámate sobre mí. Ahora abraza
tus piernecitas por mi cintura y sujétate de mi cuello con tus
bracitos... apriétame fuerte y no me sueltes... coge aire bastante y
cierra tu boquita… Si mamá, fueron sus últimas palabras con una
vocecita que casi no se oía. Poco a poco fuimos bajando hasta que el
mar nos traga completos. No sé cuando bajé ni como subí. No se si
morí o volví a vivir. Parece que moví rápido las piernas y salimos a
flote por dos veces. El niño seguía abrazado como dormido. Entonces
lo llamo: Joanmi, Joanmi, pero no me respondía. Había perdido todas
sus fuerzas por el agua tragada, estaba como desmadejadito… Me
mantengo a flote moviendo rápido las piernas. Miro alrededor y me
aguanto de un bulto flotante; parecía una balsa, pero era Rosa ya
muerta. Recuerdo sus gritos de locura durante los ataques… Entonces
descubro una caja flotando con un grupo de personas encaramadas.
Trato de alcanzarla con el niño a cuestas y empujando a Rosa. Me
acerco a la distancia del brazo. Algunos me tienden los suyos para
acortar el tramo; pero al soltarme de Rosa para agarrarme de la
gente, lo hago con tanta fuerza y desespero que todos me vinieron
encima. Entre éstos y los de atrás que me agarraban las piernas para
salvarse también, se desprende el niño y se me va. Grité
desesperada: ¡Cójanme al niño, auxilio se me ahoga! Pero nada, todo
fue inútil. Se perdió ante mis ojos, y lo más triste, no tenía
fuerzas para nadar solito, había tragado mucha agua…”
Finalmente, fueron asesinados diez niños de edades comprendidas entre
los cinco meses y los doce años; dieciocho jóvenes entre los
diecisiete y los treinta y cinco años, y nueve adultos, el mayor de
cincuenta y un años. En total treinta y siete víctimas. Los
responsables de esas muertes nunca han sido juzgados.[4]
Este crimen no fue el primero de similares características. El 6 de
julio de 1980, en pleno éxodo del Mariel, la embarcación de recreo
“XX Aniversario” que ofrecía paseos por el Río Canímar, en la
provincia de Matanzas, fue secuestrada con una pistola por dos
hermanos, Sergio y Silvio Águila, reclutas del Servicio Militar, y
por un tercer joven de apenas 15 años, Roberto Calveiro. En el
interior de la nave viajaba un custodio que intentó con su arma
detener el secuestro, y Sergio le disparó hiriéndole en el pecho.
Existen versiones contradictorias acerca de lo que ocurrió y de cómo
ocurrió. Unos dicen que el herido fue evacuado en un bote, otros
dicen que murió en ese momento o con posterioridad. No se sabe
tampoco si en el interior de la embarcación viajaban otras personas
que pudiesen estar complotadas con los asaltantes. Al parecer
pudieran viajar ese día unos 70 pasajeros a bordo, entre ellos
muchas mujeres y niños, teniendo en cuenta que los hechos ocurren en
pleno período vacacional.
El entonces Primer Secretario del PCC en la provincia, Julián Rizo
Álvarez, dio la orden de impedir a toda costa que el secuestro
tuviese éxito. Dicen que Rizo Álvarez estaba histérico. Dos unidades
de guardafronteras abrieron fuego sobre la nave, y se envió una
draga arenera que chocó contra el “XX Aniversario”, provocando su
hundimiento. Solo se recuperaron diez cadáveres y once
supervivientes.
Nunca se sabrá a ciencia cierta cuántas balsas u otro tipo de
embarcaciones empleadas por miles de cubanos desesperados han sido
tiroteadas por las Tropas Guarda Fronteras a lo largo de todo el
período revolucionario, provocando la muerte de sus ocupantes. Seres
humanos que solo querían irse de su país.
En julio de 1994 continúan las salidas ilegales. Otros 1,010 balseros
logran su propósito, y se producen nuevos secuestros de
embarcaciones. El día 25 llegan a Estados Unidos 78 personas a bordo
de un barco pesquero, y el día 26 otro grupo secuestra la lancha que
cubre habitualmente el trayecto entre La Habana y el pueblo de
Regla, cruzando la bahía. Aunque es perseguida, no llega a ser
abordada.
Los días 3 y 4 de agosto se producen, respectivamente, el secuestro de
la lancha que conecta La Habana con el pueblo de Casablanca, y
nuevamente se intenta el robo de la lancha de Regla, en el que muere
un policía. Esta última se queda sin combustible a casi 30 millas, y
todos sus ocupantes son apresados.
El 5 de agosto de 1994 una creciente masa de jóvenes comenzó a
congregarse frente a los atracaderos de las lanchas que cubren el
trayecto entre el litoral habanero y los vecinos pueblos de
Casablanca y Regla, al otro lado de la bahía, guiados por el rumor
de que nuevamente algunas embarcaciones iban a ser conducidas a los
Estados Unidos. Lo que en un principio era un intento individual de
escapar, se fue convirtiendo en una manifestación de protesta con
visos de revuelta popular, que se conoció después como “el
Maleconazo” porque tuvo lugar fundamentalmente en la zona del
Malecón habanero.
No dudo de la autenticidad y de la indignación de los manifestantes
(conozco personalmente a varios participantes) pero nunca he estado
muy seguro de la espontaneidad de aquella manifestación. Las
consecuencias ulteriores recuerdan sospechosamente al modus operandi
del Mariel, y el escenario en que se desarrolló es demasiado
perfecto desde el punto de vista operativo para reprimir una
revuelta.
El epicentro se desplaza (como guiado por el flautista de Hamelin) por
la Avenida del Puerto desde el punto inicial hasta una zona
restringida y muy bien localizada, un tramo de calzada de apenas un
kilómetro de largo y 25 metros de ancho, alejada de cualquier centro
estratégico desde el punto de vista económico o político; limitada
al norte por el mar, con amplios accesos en los extremos (el Paseo
del Prado al este, la calle Belascoaín y el propio Malecón al oeste)
controlados rápidamente por las tropas del MININT según se puede ver
en Internet en las imágenes filmadas; con otra arteria de cuatro
carriles justo al centro (la calle Galeano) que facilita una
intervención directa en cuña, y otra de similares características en
paralelo (la calle San Lázaro) que permite el desplazamiento de los
dispositivos antidisturbios y de las fuerzas de choque; con
suficientes salidas a lo largo de todo el tramo a través de calles
transversales más estrechas, que permiten la huída e impiden que se
produzca el efecto de acorralamiento de la masa. Ya hace muchos años
que no creo en las casualidades.
Muchos residentes en la propia capital, alejados del escenario de los
hechos, no se enteraron hasta varias horas después cuando ya todo
estaba controlado. Lo sé porque así me lo han contado. Lo que
algunos comparan ahora (en mi opinión desproporcionadamente) con las
revueltas del mundo árabe, se convirtió en una demostración de
fuerza del régimen, donde la represión la llevó a cabo “el pueblo
revolucionario enardecido” representado por las huestes del
Contingente Blas Roca Calderío, armadas con cadenas, cabillas, y
tubos, con el “apoyo” de las fuerzas del MININT.
Ello le permitió al Comandante salir a “tomar la calle” en plan chulo,
haciendo gala de una “guapería barata” como se diría en Cuba,
reclamando para sí las piedras que habían lanzado los manifestantes
(ya dispersos o detenidos) desde la absoluta seguridad de que ello
no ocurriría de ninguna manera, y acompañado además de una nutrida
representación de las Tropas Especiales.
Apenas un día después, Fidel Castro anunció que ninguna institución
armada impediría la salida del país de todo aquel que quisiera irse.
Inmediatamente comenzó la construcción de balsas rústicas con toda
clase de materiales que reuniesen una condición imprescindible: la
flotabilidad. Eso incluía desde barriles de petróleo vacíos y
sellados, láminas de poliuretano o puertas de madera, hasta las
típicas cámaras de camión o de tractor infladas, y recubiertas con
redes de pesca o similares para poder unir varias entre si.
Sin ninguna experiencia y sin recursos, algunos de aquellos artefactos
se deshacían en pedazos apenas tocar el agua, para suerte de los
improvisados argonautas que los habían construido. Otros sin embargo
fueron víctimas de la fragilidad de sus embarcaciones en medio de la
travesía, y si no tuvieron la dicha de ser recogidos por un guarda
costas norteamericano o auxiliados por otros balseros, murieron
ahogados o devorados por los tiburones. De la misma forma que se
vivieron ejemplares actos de solidaridad humana, también se dieron
casos de abordajes, en una trágica y frenética lucha por la vida.
Es sobrecogedora la imagen de una balsa vacía y semi deshecha, flotando
a la deriva en medio del océano, o arribando sola a las costas de la
Florida, conducida por las mismas corrientes que debieron llevar
también a sus desdichados ocupantes hasta allí.[5]
Solo en agosto de aquel año, según estimaciones, unas 27,000
personas emprendieron el viaje, de los cuales tuvieron éxito 21,300,
a las que se unirían en septiembre otras 11,061. Según los datos
oficiales proporcionados por la Guardia Costera,[6]
en todo el año fiscal de 1994 (entre el 1 de octubre de 1993 y el 30
de septiembre de 1994) fueron interceptados en el mar 38,560
cubanos. Algunos cálculos estiman la cifra de fallecidos durante la
crisis de los balseros entre 3,000 y 5,000 personas.
Aquel verano se organizó un floreciente negocio en torno a la
construcción y avituallamiento de las balsas. Se vendía a precio de
oro cualquier elemento necesario para su construcción, depósitos
para el agua, o incluso comida. Se llegaron a canjear automóviles y
motos por una embarcación, y también se vendían los puestos en una
de ellas para resarcir a los promotores de los gastos incurridos, o
con la intención de dejar algo de dinero a la familia que quedaba en
Cuba.
Poco más de una semana después del inicio del éxodo, el 15 de agosto, el
presidente Clinton da la orden de desviar a los balseros recogidos
hacia la Base Naval de Guantánamo y hacia Panamá, y de concentrarlos
en unos campamentos de acogida en tiendas de campaña, con las
condiciones de vida mínimas indispensables. En esa situación se
vieron 21,000 refugiados en el primer caso, y 8,000 en el segundo.
En la base de Guantánamo se encontraron además con otras decenas de
miles de inmigrantes haitianos, lo que complicaba aún más la
situación. Allí estuvieron la mayoría de ellos por más de un año
hasta que su situación legal quedó definida, después de una dura
batalla protagonizada por un grupo de abogados cubanoamericanos.
El 25 de agosto de 1994 el gobierno de Estados Unidos aceptó sostener
conversaciones sobre el tema migratorio con el gobierno cubano, las
cuales se produjeron entre el 1 y el 9 de septiembre, accediendo el
primero a conceder 20,000 visados anualmente a los cubanos que
quisiesen emigrar. La aplicación posterior de esos acuerdos ha sido
otro campo de batalla propagandístico del régimen, en el que ambas
partes se han acusado mutuamente de no cumplir con lo acordado.
Finalmente, el 13 de septiembre se dio por concluido el período de
gracia concedido por las autoridades de la isla para la fuga de los
balseros, y los guardacostas norteamericanos comenzaron a devolver a
través del puerto de Cabañas, en la provincia de Pinar del Río, a
aquellos que eran interceptados.
Unos meses después, en mayo de 1995, Clinton finaliza la acogida que
durante 34 años habían tenido los cubanos que se hicieran a la mar
para escapar de la isla, iniciándose la polémica “política de pies
secos, pies mojados”, mediante la cual solo los cubanos que logren
llegar a tierra firme podrán acogerse al estatus de refugiado. No
obstante, entre ese año y en lo que va del actual 2012, según las
citadas estadísticas del servicio de Guarda Costas de los Estados
Unidos, han sido interceptados 23,189 cubanos.
Según los últimos datos disponibles de la Oficina del Censo
norteamericano, la población de origen cubano ascendía en 2010 a
1’785,547 residentes, ocupando el tercer lugar entre los hispanos,
muy por detrás de mexicanos y puertorriqueños. Comparada con la
cifra registrada en el año 2000 (1’241,685) en 10 años se ha
producido un aumento en términos relativos de un 43,8% equivalente a
543,862 personas, lo que arroja una media anual de 54,386 nuevos
residentes.
A este cifra habría que añadir un número indeterminado de cubanos que
habiendo entrado a territorio norteamericano procedentes de un
tercer país, aún no “han dado la cara” en espera de poder demostrar
de alguna manera que llevan un año en Estados Unidos para poder
acogerse a la Ley de Ajuste. En el período analizado se
naturalizaron 168,000 como estadounidenses.
En la actualidad, y desde mediados de la década de 2000, el mayor número
de cubanos que accede irregularmente a territorio norteamericano lo
hace a través de la frontera con México. Según Diario de Cuba
(27-12-2011) 46,965 cubanos pidieron refugio en los puestos
fronterizos entre 2005 y 2010. En México, según los datos
proporcionados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía
(INEGI) en 2010 había 12,108 cubanos residentes, cifra que casi
duplica los 6,647 que aparecían registrados en el año 2000.
A pesar de la cercanía geográfica, esta cifra es muy inferior a los
109,185 residentes de origen cubano que reporta España en 2011, de
los cuales 52,265 estamos naturalizados. Ello significa multiplicar
por 3,5 veces la cantidad de residentes que había en el año 1998
(31,223) En Cuba se han acogido o esperan acogerse a la nacionalidad
española unos 150,000 hijos y/o nietos de españoles. Ello no
significa necesariamente que su destino final sea España. De hecho
la llegada de nuevos inmigrantes procedentes de la isla se ha
ralentizado desde 2005. Un pasaporte español les proporciona
movilidad, incluso para llegar a los Estados Unidos a través de otro
país.
Los cubanos acceden a México fundamentalmente y de manera irregular a
través de terceros países. Uno de los principales trampolines desde
el que se produce el salto es Ecuador, desde que el 20 de junio de
2008 entrara en vigor una norma que eliminaba la necesidad de
solicitar visas de turistas para entrar al país, pudiendo permanecer
en él por un tiempo de 90 días.
Según el diario ecuatoriano “elcomercio.com” (28-03-12) en los últimos
cinco años han entrado en Ecuador 106,371 cubanos hasta febrero de
2012. Dicha cantidad supera el número de habitantes de capitales de
provincia como Lago Agrio, Tulcán, Guaranda o Coca. También, que se
sepa, han abandonado Ecuador en el mismo período 97,923 cubanos, no
sin antes haber sufrido (por más o menos tiempo y con mayor o menor
rigor) tratos vejatorios o discriminatorios, y extorsiones
económicas.
El sufrimiento de esos cubanos es un lucrativo negocio. Según el citado
diario, el traslado ilegal desde Cuba hasta los Estados Unidos vía
Ecuador tiene un coste que oscila entre los $6,000 y los $9,000
según la ruta y los medios de transporte empleados.
La extorsión comienza en el mismo aeropuerto de Quito. Un hombre contó
que él y otros 15 cubanos fueron separados de la fila de pasajeros
en la Aduana y llevados a otro sitio, donde un agente se les acercó
y les dijo “que si no pagaban 300 dólares, que se olvidaran de
entrar en Ecuador”.
Los gobiernos de Panamá y Colombia han denunciado la inestabilidad que
provoca esta situación en la zona, dado que ambos países se
convierten en corredores de este tráfico de cubanos.
El diario digital “cubaencuentro.com” (09-11-12) da cuenta de la llegada
de 2,500 cubanos a Panamá en lo que va de año, “muchos de los
cuales lo hacen enfrentándose a la selva del Darién, recibiendo
picadas de animales y soportando las inclemencias de la zona”.
El periplo por tierra que describe el artículo suele ser el siguiente.
Ya desde Cuba salen con una guía escrita de todos los pasos que
deben seguir, a quién llamar y a dónde dirigirse. Una vez en Quito y
llegado el momento, han de tomar un autobús que los lleva a
Medellín, con la advertencia de que “deben tener consigo 20
dólares y algunos pesos colombianos, por si son detenidos por
unidades de la policía”. Aquí nuevamente disponen de nombres y
números de personas a las que tienen que localizar una vez burlada
la seguridad.
En Colombia, les cobran 350 dólares por persona a cambio de comida,
hospedaje y ayuda para cruzar a pie durante varios días la selva del
Darién (límite natural entre América del Sur y América Central,
situada al norte de los departamentos del Chocó y Antioquia) en
dirección a Panamá, enfrentándose a todos los peligros que dicha
travesía entraña, incluido el encuentro con miembros de la
narcoguerrilla de las FARC. Según la guía que deben seguir, si ello
ocurre han de entregarle a los guerrilleros 100 dólares, o de lo
contrario los devuelven a Colombia.[7]
Ya en Panamá, deben entregarse en el primer puesto fronterizo que
encuentren en La Miel. Luego de los trámites iniciales y una
estancia de varios días en un albergue para inmigrantes ilegales, se
les entrega un salvoconducto o permiso temporal, con el compromiso
de reportarse cada 15 días.
Durante el tiempo que están en Darién transitan libremente, porque este
movimiento irregular no está penado en Panamá. Incluso agradecen el
trato que reciben, diferente a los demás países por los que pasan.
Desde Darién se comunican con sus familiares. Algunos ya tienen
comprado un boleto de avión para trasladarse a Ciudad de Panamá. En
cualquier caso, aún les aguarda otro tortuoso camino hasta los
Estados Unidos, también plagado de nuevos peligros y extorsiones.
Costa Rica ha denunciado que se está produciendo una llegada masiva de
cubanos en su viaje desde Ecuador hacia territorio norteamericano.
Son frecuentes en la prensa escrita las noticias de detenciones de
decenas de cubanos en la frontera sur de este país con Panamá. Una
vez allí optan por solicitar refugio, que es la figura de protección
internacional que se adapta a sus condiciones.
La migración constituye un fenómeno mundialmente muy extendido que
responde a causas y tendencias generales y particulares. Pero en el
caso de Cuba, si me preguntaran cuál creo que es la característica
distintiva, diría que los cubanos no emigran, más bien huyen de su
país.
¿Cuántos cubanos están viviendo fuera de Cuba? Las estadísticas
oficiales dadas a conocer en el Anuario Demográfico de Cuba 2011,
editado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, son
engañosas e insuficientes en tanto ofrecen un “saldo migratorio,”[8]
pero no indican el número de personas que emigran. La serie
presentada comienza en 1963, cuando ya se habían ido del país unos
200,000 cubanos entre el año 1959 y octubre de 1962. La suma de los
resultados expuestos arroja un saldo final negativo de 1’250,313.
La diferencia solo entre ese número y el total de cubanos residentes
según los últimos datos en Estados Unidos, es de medio millón. La
otra gran pregunta a continuación es la siguiente: ¿quién ha
emigrado hacia Cuba después de la revolución, por cuánto tiempo y en
qué cantidad como para compensar las fugas? Los chilenos que
llegaron con el golpe de estado de Pinochet se fueron en tropel.
Tampoco ha sido fácil para un extranjero después de la revolución
fijar su residencia en la isla, y si no que le pregunten a los
saharauis. Ello tampoco era fácil para los “hermanos” del
Campo Socialista en su momento.
¿A dónde van los cubanos? Pues a dónde puedan. Los Estados Unidos han
sido un destino preferente, pero hay cubanos en todas las latitudes
y longitudes del planeta, en toda Latinoamérica, en Canadá, en
Europa, en África, en Asia y en el medio oriente. En países como
República Dominicana, cuyos habitantes se juegan también la vida en
el Canal de la Mona en las “yolas” (que no dejan de ser
embarcaciones reales) tratando de llegar a Puerto Rico, hay una
colonia creciente de cubanos que, pese a todo, viven allí mejor que
en su país.
Las cifras reales de la emigración son también un secreto de estado,
porque la emigración en Cuba ha tenido y sigue teniendo, ahora bajo
nuevas formas, un carácter eminentemente político.
Lo que determina dicho carácter no es el posicionamiento político o la
motivación personal de quién decide emigrar, ni las vías y
procedimientos (que comparten en definitiva con otros emigrantes del
Caribe y de todo el mundo) sino la forma en la que el gobierno ha
considerado a la emigración y a los emigrantes, calificándoles
durante años como traidores a la Patria y a la revolución, y
ahora camuflándoles bajo la etiqueta de emigrantes económicos,
víctimas de la crisis internacional y el bloqueo, que el
imperialismo y la mafia de Miami quieren presentar como
damnificados del socialismo, y rentabilizarlos políticamente a
través de la propaganda. Pero el hecho diferencial, objetivo e
innegable que determina la emigración desde Cuba, es la dictadura
que padece la nación.
¿Por qué razones cientos de miles o millones de cubanos han preferido
pasar un calvario como el descrito en este y en otros capítulos
precedentes, para “ganarse el derecho” a vivir desterrados de su
país desde hace medio siglo?
¿Quién separó a la familia, impidiéndole a unos entrar y a otros salir?
¿Qué responsabilidad tiene la clase dirigente cubana en la catástrofe
económica del país, y en el mantenimiento de la misma?
¿Por qué miles de personas han enfrentado una más que probable muerte en
el mar o la cárcel, antes que una vida sin esperanzas en Cuba?
¿De verdad la izquierda retroprogresista, con su habitual
desprecio mal disimulado, considera a los emigrantes tan tontos o
tan frívolos como para arriesgar sus vidas sólo por un espejismo,
por las baratijas de la sociedad de consumo?
Tal vez los juzgan según su imagen y semejanza, con la misma ligereza y
frivolidad con las que suelen juzgar a los inmigrantes que llegan a
Europa procedentes de África.
Para el estado y el gobierno cubano, la solicitud de salida del país de
un ciudadano ha sido (y lo sigue siendo) un acto hostil, una
traición, un cuestionamiento a la superioridad moral del sistema y a
sus supuestos logros; una desafección, una forma de disidencia, de
hecho la única tolerada de cierta manera durante décadas, y por la
que ahora hay que pagar un peaje, un impuesto revolucionario en
dólares o en euros.
Los costes personales y familiares de la decisión de emigrar fueron
durante años inasumibles para muchos, sobre todo si finalmente no se
producía la salida. Porque una vez declarada la intención de
emigrar, las consecuencias laborales y personales para cualquiera en
caso de no conseguirlo fueron terribles, convirtiéndose en un
estigma que le acompañaría toda su vida.
Por ello la emigración también ha constituido un mecanismo de
identificación, selección y eliminación por la vía del destierro de
aquellos que, por los motivos que sean, están más dispuestos a
enfrentarse al gobierno aunque sea en retirada, y que poseen por
tanto un mayor potencial para convertirse en opositores activos si
se dieran las condiciones.
La emigración no puede ser un “derecho”. Ya sea a través de un permiso
de salida o de entrada, a través de la concesión discrecional y/o
“habilitación” de un pasaporte, se mantiene el control sobre la
libertad de movimientos de las personas.
La supresión de los derechos es un requisito para la existencia y el
funcionamiento efectivo de la estructura represiva del régimen, una
condición necesaria para que se produzca la aceptación resignada de
la pobreza crónica y de la carencia de expectativas, el llamado
“síndrome de indefensión adquirida”. De ahí que la emigración
controlada haya sido una constante, una característica sistémica
propia de todos los países socialistas.
La supuesta flexibilización que trae la entrada en vigor en enero de
2013 del Decreto Ley No. 302 de 16 de octubre de 2012 en materia
migratoria, que modifica la Ley 1312 de 20 de septiembre de 1976,
mantiene en lo fundamental la discrecionalidad en cuanto a la
autorización a viajar, en tanto establece unos criterios (difusos o
muy claros, según se mire) para expedir un pasaporte, y mantiene
(ahora ampliado a un plazo de 24 meses) una autorización para que un
ciudadano cubano permanezca fuera de su país antes de ser
considerado un “emigrado”, con todas las implicaciones que ello trae
aparejadas.
Ya no es necesario el permiso de salida ni una “carta de invitación”
para salir al extranjero, solo se requiere el pasaporte actualizado
y el visado del país de destino. PERO no se expedirá
el pasaporte, entre otras causas más o menos comunes:
-
“cuando razones de
Defensa y Seguridad Nacional así lo aconsejen”;
-
por “carecer de la
autorización establecida, en virtud de las normas dirigidas a
preservar la fuerza de trabajo calificada para el desarrollo
económico, social y científico técnico del país, así como para la
seguridad y protección de la información oficial”, y/o
-
“cuando por razones de
interés público lo determinen las autoridades facultadas”.
Este último apartado, referido al “interés público determinado por las
autoridades facultadas”, me recuerda las jocosas explicaciones que
suele darme un querido amigo para no hacer algo. Siempre comienza
asegurando que tiene “diez buenas razones” para argumentar su
negativa, pero que hay una que en cuanto me la diga despejará
cualquier duda al respecto, y convertirá en algo irrelevante a las
otras nueve: porque no le da la gana.
El conocimiento sigue secuestrado por decreto, concretamente el número
306 de 11 de octubre de 2012 “Sobre el tratamiento hacia los
cuadros, profesionales y atletas que requieren autorización para
viajar al exterior”, que expresa lo siguiente:
ARTÍCULO 1.- Son sujetos
del tratamiento regulado en este Decreto los comprendidos en las
categorías siguientes:
a) Cuadros categorizados
como directivos superiores y directivos en los aparatos centrales de
los órganos, organismos, entidades nacionales, consejos de la
Administración y organizaciones superiores de dirección empresarial,
así como los directivos y ejecutivos que se desempeñan en
actividades vitales para el desarrollo económico, social y
científico-técnico del país y en cargos con facultades decisorias
sobre los recursos financieros y materiales;
b) graduados de la
educación superior que realizan actividades vitales para el
desarrollo económico, social y científico-técnico del país en los
programas estratégicos, proyectos de investigación y servicios de
salud;
c) técnicos de nivel medio
especializados que realizan actividades vitales para mantener los
servicios de salud y la actividad científico-técnica;
d) atletas de alto
rendimiento, técnicos y entrenadores vitales para el movimiento
deportivo cubano.
ARTÍCULO 2.- El tratamiento
a los sujetos que se refieren en el artículo anterior es el
siguiente:
a) Los comprendidos en los
incisos a), b) y d) pueden ser autorizados, previo análisis de cada
caso, a viajar al exterior por asuntos particulares. Cuando la
solicitud es para residir en el exterior, son autorizados en un
plazo que no exceda de cinco años naturales, desde la fecha en que
se solicita. Durante este plazo se realiza el entrenamiento del
relevo en la actividad vital de que se trate, en los casos que
corresponda.
b) Los comprendidos en el
inciso c) reciben similar tratamiento a lo establecido en el numeral
anterior. Cuando la solicitud es para residir en el exterior, se
autorizan en un plazo que no exceda de los tres años naturales,
desde la fecha en que se solicita.
Para los sujetos
comprendidos en el Artículo 1, la desvinculación del trabajo no
exonera del cumplimiento de los plazos establecidos para que se
autorice la solicitud de residir en el exterior.
Los graduados universitarios cuya actividad se considere vital para el
desarrollo económico, social y científico técnico (¿cuáles no lo
son?) y los técnicos de nivel medio especializados que realizan
actividades vitales para mantener los servicios de salud y la
actividad científico-técnica, requieren ser “autorizados” para
viajar por “asuntos personales”, y quien le autorice puede
pensárselo durante cinco años en un caso, y tres en el otro. Da
igual si posee un “vínculo laboral” o no en el momento de la
solicitud ¿No quedamos en que se trataba de personas que realizaban
una actividad vital? ¿Por qué se aplica entonces ese criterio
al que está desvinculado laboralmente?
Por último, el régimen se reserva el derecho de no autorizar a viajar a
cualquier ciudadano “cuando razones de Defensa y Seguridad Nacional
así lo aconsejen”. Si alguien tiene dudas sobre a qué se refiere
este punto cuando alude a los conceptos “Defensa” y “Seguridad
Nacional”, le remito a la lectura del Artículo No. 3 de la
Constitución, que establece el “carácter irrevocable del
socialismo”, y al Artículo No. 5, que consagra al “Partido Comunista
como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
Todo lo que atente de alguna manera contra el socialismo y el partido
único, es válido para no permitir la salida a cualquier ciudadano. Y
tampoco la entrada. Las mismas razones también se esgrimen para
mantener o conceder la “habilitación” discrecional del pasaporte
para los cubanos residentes en el extranjero que deseen visitar el
país por tres meses, “prorrogables” previo pago, o para solicitar la
readmisión como residente permanente en el territorio nacional para
aquellos que salieron por “salida definitiva”, algo que tampoco se
prodiga mucho.
Basta con la expresión pública de una opinión contraria (verdaderamente
contraria, porque hay un tipo de crítica “Light” como la que ejerce
el “exilio moderado” o cierta disidencia interna, que no solo está
permitida sino que se estimula de cara al exterior) para ver
seriamente comprometida la posibilidad de salir o de entrar a Cuba.
Luego, la libertad para emigrar y para regresar al país está limitada
por criterios políticos e instrumentales, sin ningún género de
dudas, que van más allá del reconocimiento y la “vindicación”
oficial que se hace de esta hecho, en virtud de la confrontación con
los Estados Unidos.
El control sobre el movimiento de las personas cobra además, en las
actuales circunstancias, una especial importancia desde el punto de
vista económico. El “Invasor”, periódico de la provincia de Ciego de
Ávila, publicó el 28 de agosto de 2012 una entrevista realizada por
Sayli Sosa Barceló al director del Centro de Estudios Demográficos
de la Universidad de la Habana, Antonio Ajá Díaz, que revela la
verdadera razón que está detrás de la supuesta flexibilización
migratoria, más allá de la intención cosmética para contentar a los
“buscadores de cambios”:
“Realmente Cuba está en la
capacidad, por la fortaleza del proyecto cubano, no obstante los
problemas económicos que tenemos, de introducir modificaciones
sustanciales en un grupo de restricciones que, de hecho, ya se han
empezado a materializar. La modificación del estatus de la propiedad
de las viviendas[9]
y de los vehículos, por ejemplo, tiene un impacto directo en las
reglamentaciones de emigración. Creo que hay otros cambios que
pueden implementarse, que motiven a una migración circular, una
mayor temporalidad de la emigración, a un retorno estudiado,
pensado, porque el tema del retorno es complejo.
"Cuba debe apostar por la
circularidad y temporalidad de la persona, sin que ello signifique
una salida definitiva, para aprovechar las potencialidades de su
población joven, profesional, como lo hacen otros países y ese es el
caso de China y Viet Nam. Sin ser ingenuos políticamente, se puede
pensar en esos términos”.
“Circularidad” y “temporalidad” de la emigración en una población
secuestrada. Esa es la nueva apuesta. Las palabras pronunciadas en
1955 por Fidel Castro ante los cubanos exiliados en Palm Garden,
Nueva York, citadas en los epígrafes iniciales de este libro,
resuenan como una diabólica burla fraguada con casi 60 años de
antelación. Ahora si que se va a resolver el problema del desempleo
dejando vacío al país, manteniendo al régimen con unas remesas que
servirán tanto para aliviar las carencias de la población, como para
fomentar pequeños negocios en el corto plazo, mientras la casta
dirigente completa su particular “acumulación originaria de capital”
en parte gracias a esos mismos recursos. La sangría demográfica está
al servicio de la construcción del neocastrismo. Es la quintaesencia
del escarnio.
Notas
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos elaboró un
informe que recoge las alegaciones del gobierno cubano y de los
testigos, que fue remitido a las partes y publicado en el
Informe Anual a la Asamblea General de la OEA de conformidad con
los artículos 53 (3) y (4) de su Reglamento, toda vez que el
Estado cubano no cumplió con las recomendaciones ni dio
respuesta al Informe Confidencial Nº 16/96 de fecha 3 de mayo de
1996.
Víctimas del Barco Remolcador "13 de marzo" vs. Cuba, Caso
11.436, Informe No. 47/96, Inter-Am. C.H.R., OEA/Ser.L/V/II.95
Doc. 7 rev. en 127 (1997)
El rango superior estimado de víctimas en dicha travesía desde
principios de la revolución hasta el año 2005 según
Truth Recovery Archive on
Cuba (Archivo
para la Recuperación de la Memoria en Cuba) citando
estudios realizados por el Instituto Oceanográfico de la
Universidad de Miami e informes de la
Guardia Costera de los Estados Unidos,
es de 77,845 muertes.
En el tercer por cuanto del Decreto Ley 302 se declara derogado
la Ley No. 989 de 5 de diciembre de 1961, que disponía la
nacionalización mediante confiscación a favor del Estado cubano
de los bienes, derechos y acciones de los que se ausentan
definitivamente del territorio nacional, en virtud de que sus
regulaciones se encuentran incorporadas a la legislación
especial correspondiente. Ello significa que los que emigran
pueden conservar sus propiedades o venderlas. Este es el cambio
más significativo que se ha producido con diferencia.