fragmentos del libro "Cuba, El Socialismo y Sus Exodos" de Armando Navarro Vega
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cubanalisis
Armando
Navarro Vega
La estampida
Los conocidos como “sucesos de la embajada de Perú” de 1980,
considerados como la antesala del éxodo de Mariel, en realidad son
el final de una cadena de acontecimientos cuyos inicios se remontan
al 13 de Mayo de 1979, cuando un grupo de 12 personas entran por la
fuerza en la Embajada de Venezuela en La Habana con la intención de
solicitar asilo político, proyectando un autobús contra la puerta de
entrada.
El 11 de Junio otro grupo realiza un intento similar en la misma
legación, que fue repelido por la policía y que se cerró con el
saldo final de un herido por arma de fuego, y el resto de los
asaltantes detenidos.
A mediados de Agosto de 1979, un policía de la unidad motorizada de
tráfico llamado Ángel Gálvez, que se había ganado la confianza de
los custodios de la Embajada de Perú deteniéndose a conversar con
ellos entre ronda y ronda, sorprendió a todos dando un pequeño salto
que lo colocó en el jardín de la sede, y solicitando a continuación
asilo político. El incidente, aunque fue ampliamente divulgado de
boca en boca por la población de La Habana, se trató oficialmente
con discreción.
Un tercer incidente que involucra a Venezuela se produce el 16 de Enero
de 1980, cuando dos hombres tratan de penetrar con un camión en la
residencia del embajador. Uno resulta muerto y el otro herido por
los disparos de los custodios cubanos.
Ese mismo día otras 12 personas (incluyendo mujeres y niños) penetran en
la embajada de Perú en un autobús y solicitan asilo. Ello da paso a
una serie de incidentes diplomáticos un tanto rocambolescos. El 21
de Enero el grupo es entregado por el embajador a las autoridades de
Cuba sin la autorización de su gobierno. Tras la protesta de este
último ante la cancillería cubana, el día 23 el grupo reingresa
“clandestinamente” en la sede. Dos días después el gobierno cubano
anuncia que no permitirá la salida de ninguna persona que entre por
la fuerza en los predios de una misión diplomática acreditada en el
país.
A pesar de ello, el 31 de Enero se produce un extraño suceso. Un peruano
conocido como “Antúnez”, al parecer un hombre que entraba y salía de
Cuba con total naturalidad y de manera frecuente, accede al interior
de la legación acompañado por tres cubanos que una vez dentro
solicitan asilo político. Antúnez les recrimina su acción y se
retira seguidamente. Los diplomáticos peruanos sospechan que lo
ocurrido contaba con el apoyo de las autoridades cubanas. El 28 de
Marzo otro autobús con tres personas en su interior penetra también
en la embajada.
Pero el acontecimiento que finalmente desencadena la crisis ocurre el
día 1 de Abril de 1980. En esta ocasión un autobús ocupado por 6
personas logra también penetrar en la embajada. La acción es
repelida a tiros por los custodios, y una bala de rebote o el fuego
cruzado provoca la muerte del joven suboficial de 27 años Pedro
Ortiz Cabrera.
El viernes 4 de Abril el gobierno cubano retira la custodia de la
Embajada de Perú, y anuncia por la radio que las puertas de la misma
están abiertas para todo aquel que quiera asilarse y salir de Cuba,
“independientemente de cuál sea su historial delictivo”.
A primeras horas de ese día unas grúas quitaron las casetas donde los
custodios hacían las guardias, y unos obstáculos que se habían
colocado en la esquina de 5º Avenida y la calle 72 con el objeto de
dificultar la maniobra de acceso por medio de vehículos. En horas de
la tarde ya habían entrado unas 300 personas, jóvenes en su mayoría,
de manera individual o en grupos pequeños.
Pero es durante la noche y la madrugada donde se produce la verdadera
avalancha. Ya son familias enteras con niños y ancianos, gente que
viene en coches particulares o del estado y los abandona en los
alrededores con las llaves puestas, muchachos del servicio militar
que se quitan sus uniformes y distintivos antes de entrar,
militantes de la juventud y del partido comunista que tiran sus
carnets. En las calles de La Habana se comenta que se han avistado
en las carreteras camiones cargados de gente que viene del interior
del país para asilarse.
En solo unas horas ingresan a la Embajada de Perú algo más de 10,800
personas, ocupando un área total de unos 2,000 metros cuadrados. Hay
gente en el techo de la casa y en los árboles del jardín. Ello
provoca un hacinamiento que amenaza con convertirse rápidamente en
una crisis sanitaria de grandes proporciones, a lo que se añade la
falta de agua y de comida, así como la gran cantidad de personas
mayores y de niños con necesidades especiales.
Por ello es casi un milagro que no se produjera una tragedia con
numerosos muertos y heridos, a pesar de las escenas de violencia que
se filmaron desde el exterior en determinados momentos puntuales,
como cuando los miembros del Ministerio del Interior comenzaron a
“lanzar” víveres por encima de la verja de manera desorganizada y
escasa, con la evidente intención de provocar riñas y altercados, y
“demostrarle al mundo la falta de solidaridad y la baja catadura
moral” de los asilados.
Ante la gravedad de la situación, el 6 de Abril el gobierno cubano
restituye la custodia de la sede diplomática para impedir la entrada
de nuevos refugiados, y bloquea las calles aledañas. En los días
siguientes se inicia un reparto discrecional y deliberadamente
insuficiente de comida y agua, y se instalan unas carpas de la Cruz
Roja para atender urgencias médicas. Comienza un llamamiento por
megafonía a los asilados para que abandonen la embajada con la
promesa de que se les otorgará un salvoconducto que les permitirá
permanecer en libertad hasta que se tramite su traslado a algún país
que los quiera recibir.
El día 16 se inicia un efímero puente aéreo entre La Habana y Costa
Rica, que concluye por la negativa por parte del gobierno cubano de
permitir las salidas de los asilados por un tercer país, exigiendo
que las mismas se produzcan en vuelos directos hacia los países de
acogida o destino final. Varios cientos saldrían de Cuba en los días
y meses siguientes por avión hacia diferentes destinos como Estados
Unidos, España, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Canadá, Alemania
Occidental, Bélgica y Perú, y el resto por el Puente Marítimo del
Mariel. El último en salir sería el policía Ángel Gálvez, ocho años
después.
Mariel
La noche del sábado 24 de Febrero de 1990 coincidí en una fiesta
particular en La Habana con un locuaz funcionario del Departamento
América del Comité Central. La conversación giró en torno a las
elecciones nicaragüenses que tendrían lugar al día siguiente. Según
él, el Comandante estaba indignado con el gobierno sandinista,
porque toda la información de inteligencia apuntaba a una más que
probable derrota frente a la “Unión Nacional Opositora” (UNO)
liderada por Violeta Barrios, viuda de Pedro Joaquín Chamorro
Cardenal, periodista y destacado líder de la oposición al dictador
Anastasio Somoza, por lo que había un riesgo cierto de perder en las
urnas lo que se había ganado con las armas once años antes. Según
este individuo, se sabía incluso que miembros del Frente Sandinista
tenían intención de votar por la UNO, aunque por supuesto este no
era para nada el discurso oficial en Cuba.
En algún momento de la conversación salió a relucir el Mariel y la
embajada de Perú, a modo de ejemplo de cómo se pueden torcer las
cosas a pesar de contar con una cuidadosa planificación. Me contó
que la crisis migratoria de 1980 se preparó concienzudamente, y que
existían dos escenarios operativos con los indicativos “INCA I” e
“INCA II”, en clara referencia al país elegido para desatar la
crisis diplomática previa, en virtud de criterios locales y
regionales de coyuntura política.
La tesis de la fabricación de la crisis en la embajada de Perú la avala
el propio Fidel Castro como un ajuste de cuentas dentro del
más puro estilo mafioso en el discurso pronunciado el 1 de Mayo de
1980, aunque presenta este hecho como una “provocación” orquestada
(no faltaba más) por la CIA y el gobierno de los Estados Unidos:
Todo el mundo sabe que el
imperialismo quería afectar las relaciones entre Cuba y Venezuela y
Cuba y Perú, desde hace mucho tiempo viene con esa idea maquinando
cosas.
No podemos olvidar que en
el Perú fue la Marina de ese país -la Marina de ese país, y lo
sabemos, creo que no se atrevan a discutirlo-, ¡la Marina de ese
país!, agentes a sus órdenes, los que hundieron nuestros dos barcos
pesqueros, Río Jobabo y Río Damují.
[1] Una increíble provocación. Pero,
además, tampoco podemos olvidar cómo el convenio de pesca existente
entre Cuba y Perú, que llevaba tiempo, que funcionaba perfectamente
bien, que era útil, muy útil para los peruanos, pues ayudaba a
producir alimentos para los peruanos y ayudaba también a producir
alimentos para nosotros, fue cancelado unilateralmente… No podemos
olvidar cómo el Gobierno de Perú incumplió el contrato de la
construcción de 20 barcos atuneros que concertamos con ellos, en
relación con lo cual nuestro país se gastó por otro lado decenas de
millones de dólares en una planta de procesar pescado; y, sin
embargo, ni siquiera fue cumplido el contrato, no fueron construidos
los atuneros, y nos quedamos nosotros con la planta procesadora y
sin los atuneros.
Aquellos polvos, ¡y otros
polvos!, trajeron estos lodos, y aquellos vientecitos trajeron estas
tempestades.... detrás de los barcos hundidos en el Perú, detrás de
las cancelaciones de los convenios pesqueros, detrás del
incumplimiento del contrato de construcción de los 20 atuneros,
detrás de todo eso y detrás de todas estas provocaciones está la
CIA.
Más adelante declara abiertamente con relación a la retirada de la
custodia de la embajada:
Nosotros sabíamos que
cuando se retirara la custodia, tan pronto el lumpen supiera que no
había custodia se llenaba la embajada de lumpen. Y así ocurrió
exactamente. Podría decirse que el lumpen hizo lo que se esperaba
que hiciera.
Bien, hubo que restablecer
una custodia provisional, porque la custodia en esa embajada es
provisional. Quiero advertirlo, ya que está por resolver el problema
todavía de qué se hace con los que penetren por la fuerza en una
embajada (ALGUIEN GRITA: "¡Retirarle la custodia!") Ahora no tiene
mucha importancia retirarla, porque le hemos retirado la custodia a
la Península de la Florida, que es mucho más grande (APLAUSOS).
Hemos tenido que quitar la custodia a la Península de la Florida,
tienen un camino más fácil para ir a Estados Unidos (APLAUSOS).
Retomando el hilo de la conversación, me dijo que lo que nunca se previó
fue la desbordante afluencia de personas ni la velocidad con la que
se precipitaron los acontecimientos, por lo que sólo la rapidez de
reflejos y la “acertada dirección del Comandante” posibilitaron una
vez más convertir un probable revés “en una nueva y contundente
victoria”.
En aquel entonces yo ignoraba hasta qué punto aquel individuo me había
transmitido una información veraz, de manera total o parcial,
producto de una imprudencia alcohólica, haciendo gala de una
impúdica demostración de poder, o por el deseo de impresionar a una
exuberante dama que nos acompañaba, de proporciones anatómicas
imposibles y memorables.
Desde luego, los resultados electorales del siguiente día se comportaron
según su predicción. Y muchos años después pude ver una entrevista
con el ex capitán Carlos Cajaraville, desertor de los servicios de
contrainteligencia cubanos desde 1995, en la que confirmaba que
“Inca I” era la Embajada de Perú, e “Inca II” era el Puerto del
Mariel, y que toda la operación fue dirigida personalmente por Fidel
Castro desde un puesto de mando ubicado en el Hotel Tritón, en 3º
Avenida y calle 74, muy cerca de la legación peruana.
Sin duda estos sucesos pudieron desestabilizar seriamente al régimen o
terminar en tragedia. Quiero decir, en una tragedia mayor si cabe.
Más allá de los triunfalismos oficiales, lo cierto es que para
muchos dentro y fuera de Cuba estos acontecimientos marcaron el
inicio de su desafección con la revolución.
Creo sinceramente que Fidel Castro también se sorprendió con la
estampida. Nadie en Cuba estaba preparado para una demostración
pública de rechazo a la revolución de tal magnitud. El día 10 de
Abril el Comandante se presentó en los aledaños de la embajada para
evaluar personalmente la situación.
Cuentan testigos presenciales que durante unos minutos permaneció de pié
al otro lado de la zona de seguridad establecida, observando (en
algún momento con binoculares) a la muchedumbre allí reunida, en
medio de un profundo silencio. De ser cierto, es una pena que esa
escena no haya sido grabada para la posteridad, porque sería un
inestimable testimonio de la esencia del totalitarismo: nadie es
capaz de articular palabra ante la presencia del poder absoluto, ni
siquiera en el supremo instante del desafío.
La respuesta por parte de Fidel Castro fue contundente, y se estructuró
en torno a tres ejes fundamentales:
Redireccionar el problema hacia los Estados Unidos, amplificarlo y
generar una crisis sin precedentes, logrando a posteriori un nuevo
acuerdo migratorio.
Desacreditar, difamar y deshumanizar a todo aquel que quisiera salir de
Cuba, y al propio tiempo “demostrar” un “apoyo mayoritario y
decidido” del pueblo a la revolución a través de una campaña
orquestada en los medios de comunicación nacionales e
internacionales.
Castigar brutalmente con los llamados “Actos de Repudio” a todos los que
solicitaran oficialmente su salida del país, estuviesen o no
vinculados a los hechos de la embajada de Perú, y disuadir con ello
a quienes pudiesen albergar la intención de seguirlos.
Los asilados enviaron una solicitud de ayuda a mandatarios y organismos
internacionales, entre ellos al Papa Juan Pablo II y al Presidente
Carter, que junto a las gestiones diplomáticas desarrolladas por el
gobierno peruano logran una respuesta inmediata de casi una decena
de países, como ya se comentó.
Los ministros de exteriores de las naciones pertenecientes al Pacto
Andino se reunieron en Perú en una sesión de emergencia para tratar
el tema de los refugiados y su posible localización posterior. El
entonces Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, pidió al Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados que estuviese
preparado para proveer ayuda a los países receptores.
La crisis se estaba internacionalizando rápidamente, pero la decisión
“estratégica” de convertirla en un nuevo episodio del enfrentamiento
bilateral entre Cuba y los Estados Unidos estaba en la génesis de
toda la operación. En rigor, solo se trataba de una situación
táctica más.
Como evidencia de lo anterior, casi un mes antes de que se
desencadenaran los hechos de la embajada peruana, Fidel Castro
lanzaba esta advertencia al gobierno norteamericano durante la
clausura del Tercer Congreso de la Federación
de Mujeres Cubanas, en el teatro "Carlos Marx", el 8 de marzo de
1980:
“Esperamos, igualmente, que
(los norteamericanos) adopten medidas para no estimular las salidas
ilegales del país; porque nosotros entonces podríamos también tomar
nuestras medidas. Ya una vez lo hicimos; porque no vamos a estar
tomando nosotros medidas contra los que pretenden salir ilegalmente
del país, y ellos estimulando la salida ilegal del país.....ya en
una ocasión tuvimos que abrir el puerto de Camarioca. Y nos parece
una prueba de la falta de madurez del Gobierno de Estados Unidos
volver a crear situaciones similares; porque, en definitiva,
nosotros mantenemos el principio de que esta asociación
revolucionaria es una asociación voluntaria, ¡voluntaria! (APLAUSOS)
La lucha por el socialismo y la lucha por el comunismo es una lucha
voluntaria; ese fue, es y ha sido nuestro principio”.
Desde el punto de vista interno, las “condiciones objetivas y
subjetivas” eran evidentemente propicias (apremiantes más bien) para
producir una crisis migratoria que contribuyese a disminuir la
“presión de la caldera”, acumulada desde la finalización de los
Vuelos de la Libertad siete años atrás. Desde el punto de vista
externo, era necesario generar una dinámica en el exilio de Miami
que favoreciera un éxodo marítimo similar (aunque a una escala
mayor) al de Camarioca en 1965, apelando a la desesperación de las
familias por reunificarse.
Y aquí hace su entrada en escena un personaje como mínimo peculiar, José
Napoleón Vilaboa de Llerena, al parecer un “todo terreno” con este
extenso curriculum:
·
Miembro del
Movimiento 26 de Julio hasta su pronta salida de Cuba después del
triunfo de la revolución,
·
Veterano de
la Brigada 2506 que protagonizó la Invasión de Playa Girón (Bahía de
Cochinos) en Abril de 1961,
·
Veterano del
Cuerpo de Marines de los Estados Unidos de América en el que sirvió
entre 1963 y 1965,
·
Jefe de
Operaciones de un rocambolesco complot urdido con el connotado
pandillero y esbirro del dictador Fulgencio Batista, Rolando
Masferrer, para derrocar al tirano François “Papa Doc” Duvalier,
imponer un presidente afín y utilizar Haití como base para invadir
Cuba, del cual se retiró muy oportunamente en Noviembre de 1966,
“casualmente” dos meses antes de que los federales apresaran a todos
los complotados.
·
Agente de la
Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) según su propia
confesión en una entrevista concedida a Liz Balmaseda, publicada con
el título “Exile: I was mastermind of Mariel” (“Exilio: Yo fui el
autor intelectual del Mariel”), el 31 de Julio de 1989 en “The
Miami Herald”.
En ocasión del treinta aniversario de aquellos hechos, El Nuevo Herald
publicó el 16 de Mayo de 2010 un artículo de Juan O. Tamayo titulado
“El Padre del éxodo del Mariel no se arrepiente”, en el que Napoleón
Vilaboa sostiene la peregrina tesis de que la idea del puente
marítimo entre Cuba y la Florida fue suya y no de Fidel Castro,
además de negar como ya lo ha hecho repetidamente su vinculación con
la inteligencia cubana, y de proclamar que conspiró con el General
Arnaldo Ochoa para derrocar a Fidel Castro (un verdadero insulto a
la inteligencia de Ochoa).
Vilaboa afirma que se encontraba en La Habana a principios de Abril de
1980 participando en una ronda de conversaciones con el gobierno
cubano como miembro del “Grupo de los 75”, el mismo que negoció la
salida de presos políticos y las visitas de la Comunidad Cubana en
el exterior en 1978.
Según su versión, fue allí y a raíz de los sucesos de la embajada de
Perú, que concibió la idea de organizar “una salida masiva por mar”,
un nuevo Camarioca, siempre que por cada asilado los exiliados
cubanos pudieran rescatar también a algún familiar suyo a modo de
estímulo. Le expuso la iniciativa a su “amigo” René Rodríguez Cruz,
miembro del Comité Central del PCC y Presidente del Instituto Cubano
de Amistad con los Pueblos (ICAP) y, siempre según su versión, el
mismísimo Comandante en Jefe, haciendo gala de su proverbial
humildad (el sarcasmo es mío) fue a visitarlo con posterioridad
a su hotel para que le contara su idea, prometiéndole valorar la
opción.
Y la respuesta llegó dos o tres días después estando ya en Miami, por
boca del Coronel del Ministerio del Interior Tony de la Guardia,
quién le transmitió el siguiente mensaje: “El Número Uno dijo que
sí, que todo sería a través del Mariel”.
Si fuese una película, el coronel cubano se retiraría después de
transmitir el mensaje caminando hacia atrás, sin darle la espalda,
con la cabeza ligeramente inclinada en una discreta señal de
respeto; se escucharían los acordes de “Chariots of Fire” de
Vangelis, mientras un primerísimo plano de Vilaboa mostraría su
escrutadora mirada proyectada hacia el futuro luminoso, representado
por el horizonte reflejado en sus pupilas, y aparecería la palabra
“Fin”... de la sarta de mentiras burdas e increíbles contadas por
este señor.
En cualquier caso, lo que sí es cierto es que el 11 de Abril Vilaboa se
dio a la tarea de convocar a través de las emisoras de radio locales
a los cubanos para concentrarse en embarcaciones mayores de 20 pies
(unos seis metros) de eslora en los límites de las aguas
jurisdiccionales de Cuba, con el objeto declarado de
“presionar” al gobierno de Castro en materia de inmigración y apoyar
a los asilados de la embajada, con el concurso de los medios de
comunicación internacionales.
De esta forma Vilaboa se convierte en el instrumento de agitación y
movilización del exilio, en el brazo ejecutor de los planes del
Comandante, y en el altavoz de las mentiras del régimen a través de
los años.
[2] Cuando La Habana comunica oficialmente el
20 de Abril que todo aquel que quisiera irse del país podía hacerlo,
ya Vilaboa había puesto proa a Cuba acompañado por decenas de
barcos.
Se daba inicio así a la “Flotilla de la Libertad”. La tranquila e
industriosa población de Mariel, conocida hasta entonces por su
magnífico puerto, su fábrica de cemento y su Academia Naval, se
convertiría en 1980 en protagonista involuntaria del mayor éxodo
masivo de la historia de Cuba, y seguramente uno de los mayores del
hemisferio occidental en el pasado siglo.
Oshún al encuentro de
Yemayá, con el auspicio de Jimmy Carter
Según los ritos afrocubanos procedentes de la religión yoruba, cada
Orisha o deidad tiene su patakí, una leyenda o avatar que define sus
dones y atributos, y que ayuda a esclarecer sus oráculos.
Oshún (Orisha Mayor) se representa como una mulata bella, alegre,
simpática y fiestera, diosa de la femineidad, la sensualidad y el
amor, de la miel, el oro y el dinero. Cuida del fuego del hogar y
del vientre de las mujeres. Es la mujer de Shangó (Orisha de la
justicia, la danza, los truenos, los rayos y el fuego) e íntima
amiga de Elegguá, un “guerrero” que la protege.
Cuenta la leyenda que a Oshún le gustaba pasearse por el monte y jugar
con los animales, que la respetaban y no le hacían daño. Oggún (Orisha
de la fortaleza y la virilidad descomunal en el ser humano, dueño
del monte junto con Oshosi y de los caminos junto con Elegguá) la
vio pasar, y prendado de su belleza la persiguió para poseerla.
Oshún, que amaba a Shangó, huyó a través del monte y al llegar al río se
arrojó a él, siendo arrastrada por la corriente hasta el mar. Y aquí
se tropezó con la poderosa Yemayá, diosa de las aguas, madre
universal por ser la dueña del mar, origen de la vida. Yemayá le
brindó protección, le regaló el río para que viviera en él y la
cubrió de joyas, corales y riquezas para alegrarla, permaneciendo
muy unidas desde entonces.
No estoy al tanto de la vida espiritual del señor Vilaboa ni de sus
creencias, pero el nombre del barco desde el que capitaneó la
flotilla era “Oshún”. Y también, como Oshún, fue al encuentro del
mar desde un río, el Miami River, que desemboca en Biscayne Bay.
Evidentemente de manera consciente o inconsciente hay una carga
simbólica, porque además Oshún se sincretiza en la religión
cristiana con la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba,
y Yemayá con la Virgen de Regla, Patrona de la Bahía.
Más allá de la intención, la alegoría es perfecta: “Con la
intercesión de la Caridad del Cobre, los cubanos navegan hacia la
libertad sobre el maternal regazo de espuma de la Virgen de Regla”.
Presagios y símbolos aparte, el 21 de Abril llegan a Key West los
primeros 48 refugiados a bordo de los pesqueros “Dos Hermanos” y
“Blanche III”. El martes 22 el periódico “Granma” inicia una nueva
sección en primera plana con el título “Noticias del Mariel”, en la
que se ofrece un parte diario de la cantidad de exiliados. Este fue
el primero:
“Ayer por la mañana salieron del puerto del Mariel hacia Estados
Unidos dos embarcaciones que, procedentes de la Florida, recogieron
48 elementos antisociales. Hoy saldrán 11 embarcaciones de la misma
procedencia que trasladarán a ese país más de trescientos”. ¡Un
buen ritmo!
Comienza el juego del gato y el ratón. En contra de lo que cualquiera
pudiese inferir a priori de esta expresión, el gato es Cuba, y el
ratón los Estados Unidos. Desde la perspectiva de lo que luego
ocurrió, y por su previsibilidad, la candidez con la que el
presidente Carter anuncia el 14 de Abril que “recibirá hasta 3,500
cubanos de la embajada de Perú” inspira ternura. O la sospecha
paranoica de una conspiración.
Carter, individualmente, pudiera ser tonto o agente soviético. Incluso
ambas cosas. Pero no es posible que tantos datos, tantas evidencias
pueriles de lo que se estaba cociendo, tantos avisos verbales y
directos de Fidel Castro en persona pasaran inadvertidas para
cientos de asesores informados, sesudos analistas, politólogos
eminentes, perspicaces cubanólogos, avezados espías, experimentados
agentes de seguridad nacional y decenas de congresistas republicanos
y demócratas. Sobre todo demócratas, porque lo que Carter ponía en
peligro era la reelección, suficientemente amenazada ya por la
vergonzosa crisis de los rehenes en Irán, y por toda la batería de
torpezas cometidas, algunas rayanas en la traición, como los
acuerdos SALT II firmados con la U.R.S.S. para limitar el número y
el tipo de misiles intercontinentales, que en el contexto
geoestratégico de aquel momento fueron muy favorables para los
soviéticos.
Fidel Castro ya podía respirar tranquilo, mientras que la Guardia
Costera norteamericana daba la voz de alarma. Lo que en un principio
eran algunas decenas de embarcaciones, se convierte en un denso
tráfico en el Estrecho de la Florida de miles de barcos, así como de
decenas de miles de personas en condiciones precarias de seguridad.
En el informe del entonces Contraalmirante Benedit L. Stabile, al mando
del Séptimo Distrito de la Guardia Costera de los Estados Unidos,[3]
se puede apreciar la inquietante progresión de los acontecimientos.
El día 22 desembarcó un grupo de 280 refugiados que fueron transportados
en un barco de pesca y en dos embarcaciones privadas, seguido por
otro grupo de 68 en otro pesquero. Las unidades aéreas de la Guardia
Costera avistan alrededor de 50 embarcaciones al sur de Key West, y
una cantidad similar entre Miami y Fowey Rocks, al sureste de Key
Biscayne.
El día 24 llegaron procedentes de Cuba otros 11 barcos con 700
refugiados, mientras una oleada de entre 1,000 y 1,200 embarcaciones
(en su mayoría pequeños yates de recreo) se dirigían hacia la isla.
En escasamente ocho días, entre el 22 y el 30 de Abril, ya habían
arribado a Estados Unidos 6,333 personas, más del doble de todas las
que llegaron durante el éxodo de Camarioca.
Desde el día 23 el Consejo Nacional de Seguridad comenzó a establecer la
coordinación entre distintas agencias gubernamentales, y 72 horas
más tarde el vicepresidente Walter Mondale convocó reuniones con el
mismo objetivo en la Casa Blanca. La “Crisis de los Refugiados” ya
había dejado de ser definitivamente un foreing affair para
convertirse en una crisis interna.
El Departamento de Estado solicitó la ayuda de los líderes y personas
influyentes de la comunidad cubana para intentar detener el puente
marítimo, advirtiendo al mismo tiempo que la entrada de extranjeros
ilegales al territorio norteamericano era un gravísimo delito
claramente tipificado y fuertemente castigado. De hecho el Servicio
de Aduanas realizó las primeras incautaciones de barcos el día 28 de
Abril, pero debido a la fuerte tensión existente en Key West se
detuvo el procedimiento por recomendación expresa de la Agencia
Federal de Manejo de Emergencias (conocida como FEMA por sus siglas
en inglés) que comenzó a gestionar a partir de entonces la llegada
de los refugiados.
La Guardia Costera estaba completamente desbordada por las llamadas de
auxilio de decenas de embarcaciones en peligro de naufragar. Eran
muchas las causas concurrentes, desde las características totalmente
inadecuadas de muchas de ellas para realizar una travesía de esa
magnitud, la impericia de improvisados patrones que se lanzaban a la
aventura más allá de toda prudencia, impelidos por el deseo de
rescatar a sus familiares o por el afán de lucro,[4]
la sobrecarga humana que las autoridades cubanas obligaban a aceptar
a los capitanes bajo amenazas de todo tipo,[5]
o las condiciones meteorológicas adversas que se sucedieron por
aquellos días.
Recuerdo un intenso oleaje que se desató repentinamente, una especie de
mar de fondo. No puedo precisar la fecha aunque probablemente se
trate del 27 de Abril, porque ese día se reportó una fuerte tormenta
en el Estrecho de la Florida. Yo estaba junto a un grupo de curiosos
en la zona del Malecón habanero conocida como “La Punta”, justo a la
entrada de la bahía, observando a un pequeño yate de color blanco
que se dirigía hacia allí, con una bandera norteamericana ondeando
en la popa. La maniobra era muy peligrosa, porque un tren de olas
podía destrozarlo contra los arrecifes a uno u otro lado de la
bocana del puerto. El yate desaparecía en medio del mar durante unos
angustiosos segundos, y reaparecía solo para volver a hundirse entre
las olas instantes después, mientras algún tripulante disparaba
bengalas que parecían salir del fondo de las aguas. Felizmente,
luego de una ardua lucha, logró acceder al canal y ponerse a buen
recaudo. En ese momento el grupo estalló en aplausos y vítores.
También recuerdo que fue la primera vez en muchos años que escuché a
alguien en Cuba rezando públicamente. Una mujer relativamente joven
comenzó a rezar el Padre Nuestro y el Ave María en voz alta, y a
ella se unieron otras dos o tres personas que continuaron haciéndolo
hasta que el yate estuvo a salvo, mientras el resto guardaba un
silencio expectante.
El 7 de Mayo el FEMA le asigna la misión al ejército de proveer personal
militar entrenado, recursos y equipamiento para apoyar la recepción,
el procesamiento y posterior reubicación de los refugiados tanto en
la Florida como en otras áreas de los Estados Unidos.
En esos momentos ya está operando como centro de recepción la base Eglin
de la Fuerza Aérea en la Florida, y comenzaría de inmediato a
desarrollar las mismas funciones Fort Chaffee, otra base ubicada en
Arkansas.
Los centros de Opa-locka, dentro del condado Miami-Dade, y Fort
Indiantown Gap, en Pennsylvania, se unirían a aquellos de inmediato.
El último centro de recepción habilitado será Fort McCoy en
Wisconsin, a finales de Mayo. Unos 400 marines ya estaban en Key
West desde los primeros días para mantener el orden y apoyar las
operaciones de logística.
El desconcierto de Carter, su incapacidad para manejar la situación y su
absoluta incoherencia se ponen de relieve en dos pronunciamientos
contradictorios realizados en menos de dos semanas. El día 3 de Mayo
proclama en Filadelfia que los cubanos serían “recibidos con el
corazón y los brazos abiertos”, mientras que el día 14 anuncia un
programa de varios puntos para detener la flotilla. Entre tanto, el
día 6, declara el estado de emergencia en la Florida.
El 19 de Mayo la Guardia Costera establece un bloqueo naval en aguas del
estrecho para impedir que nuevas embarcaciones se dirijan a Cuba. A
pesar de ello, hasta el 31 del propio mes habían llegado 94,181
refugiados, lo que arroja un promedio diario para los 39 primeros
días de la operación de 2,415 personas.
Las llegadas comienzan a ralentizarse de manera notable a partir de
Junio. Este mes se cierra con el arribo de 21,255 personas. En Julio
la cifra desciende a 2,629, mientras que durante todo el mes de
Agosto llegan 3,929 refugiados.
Cuando Fidel Castro decide libre y soberanamente detener las salidas de
los cubanos por Mariel el 25 de Septiembre de 1980, ya habían
arribado a Key West un total de 125,262 refugiados, a los que se
unirían posteriormente por vía aérea otros 600 que quedaron
atrapados en el puerto, y que comenzarían a salir paulatinamente a
partir del 19 de Noviembre.
(continuará)
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El gobierno norteamericano protestó formalmente el 16 de Mayo
ante la Organización Consultiva Marítima Intergubernamental de
la ONU por el envío desde Cuba de embarcaciones sobrecargadas,
incumpliendo las reglamentaciones de la International Convention
for the Safety of Life at Sea (SOLAS). Justo al día siguiente, la
embarcación de paseo "Olo Yumi" de unos 7 metros de eslora, se
hunde al norte de Mariel con 52
refugiados a bordo. Mueren 14 personas. El barco "Courageous" de
la Guardia Costera y su helicóptero rescatan a 38 personas,
entre ellas a Ibis Guerrero, una niña de 13 años que perdió a
sus padres, a sus hermanas y a su abuela. En total se produjeron
solo 9 naufragios y 27 víctimas mortales, casi un milagro. Basta
con ver las imágenes de los barcos atestados llegando a Key West
para comprobar la veracidad de la denuncia.
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