Decirlo abiertamente daría la impresión ante el pueblo cubano y la opinión pública mundial de que ahora la revolución también desea ser lacaya de Estados Unidos. Lo que después de varias décadas de haber servido de instrumento del imperio soviético la dejaría en una posición poco honorable.
Pero en una maniobra diplomática que lleva un indeleble sello habanero ha logrado que los acólitos con que cuenta en el hemisferio hagan la solicitud para que sea invitado. Rafael Correa, presidente del Ecuador, ha sido el vocero y ha propuesto que los socios del Alba se abstengan de asistir a la cumbre si en ella no está presente el Gobierno de Cuba.
Esta amenaza deja asomar la piel de lobo detrás de la apariencia de cordero que el menor de los hermanos Castro intenta adoptar de vez en cuando. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, después de reunirse con sus pares del Alba, declara suavemente que su presidente asistiría si lo invitan y que excluir "de manera deliberada e injusta" a su país de la reunión de los lacayos le restaría a la cita carácter hemisférico. Pero precisa que no se reincorporará a la OEA para poder hacerlo.
En consecuencia, los socios del Alba le han solicitado al país anfitrión que invite al Gobierno de Cuba, sin insistir en su amenaza de boicot. Como difícilmente Colombia pueda hacerlo sin el consenso de todos los participantes, y ya Estados Unidos ha expresado que sólo deben estar presentes los países miembros de la OEA, de esta manera el Gobierno de Cuba aparece nuevamente como víctima, posición que le encanta, y abre el camino para que su futura reincorporación en el grupo de "lacayos del imperio" sea considerada, en su oportunidad, como una victoria de la revolución.
Por otra parte, la maniobra permite que Chávez y Correa enciendan su verbo antiimperialista durante un año en que deben enfrentar elecciones reñidas. El hijo pródigo quiere volver poniendo condiciones. Pero le sucede como a esos ateos moribundos que en los momentos postreros se acuerdan de todos los santos y elevan oraciones en voz baja.
El pudor del Gobierno cubano de no pedir directamente ser invitado al foro hemisférico responde, por una parte, al temor de que algunos de los agraviados recuerden que se les dijo que eran indignos por servir de comparsa de los "propósitos de dominación, ocupación y agresión de Estados Unidos" y, por otra parte, que el pueblo cubano constate que lo de "Patria o muerte" era sólo una consigna y que a la hora de la verdad los hermanos Castro en vez de repetir "¡Venceremos!" están suplicando "¡Volveremos!".
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